Fandom: Viviendo la vida
Claim: Marshall Eysenck
Tabla:
LugaresPrompt: 2.- Parque.
A veces puede verles aún. Sentado desde la banca de aquel parte, puede escuchar las risas alegres de todos ellos. Puede mirarles, como antaño, como si aún estuvieran todos aún.
Joseph trepa a un árbol, con agilidad animal, deteniéndose a medio camino hacia la cima para esperar a Yukiy, que le mira con los ojos verdes llenos de miedo a la altura, por lo que toma con fuerza la mano blanca que el pelirrojo le ofrece. Debajo, Kaori y Arjed hacen apuestas sobre quién caerá primero. Kaori se aferra a decir que será Joseph y eleva la vista, con la mirada marrón chispeante y Arjed hace lo mismo, con la suya tan llena de vida y alegría.
Natasha, desde los columpios le grita algo y Narcissa corre de la caja de arena a pegarse en la pierna de su hermano. Josh la mira mal y Edward, tan cerca que puede sentir el calor de su cuerpo y aspirar su loción de siempre, sonríe vaticinando sobre la vida amorosa del pequeñajo. Y Sajid, dios, Sajid no para de correr de un lado a otro, tan pendiente de todos, tan preocupado por ellos, sin preocuparse por él. ¡Y cómo grita! Marshall lo escucha gritarle “¡ven y ayuda, inútil!” y puede verse a sí mismo sonriendo burlón, gruñendo después al sentir la mano de aquel idiota de Josué sentado en esa misma banca revolviendo sus cabellos. Pero después sonríe, divirtiéndose con aquel escenario que, no sabía entonces, no sería para siempre.
Porque se han ido.
Se ha ido la sonrisa de su hermano y la vida de Arjed se ha esfumado, se ha desbaratado y se ha perdido entre la tierra. Se ha ido la brillantez de Kaori, consumida por el odio, por el abandono, por aferrarse y buscar algo que le hace daño. Se ha ido el momento de paz, las risas de Joseph, los gritos de Sajid, las peleas de Josh. La figura del amante se ha disuelto en la niebla del olvido.
La brisa del otoño que ahora existe hace música en los árboles cercanos, balancea el columpio ya sin peso.
Se queda ahí la felicidad de su recuerdo, se despoja de su pasado, del él que ya no es él, del niño que ya no existe. De ellos, que ya no están.
Marshall sonríe al vacío del parque en semioscuridad, antes de levantarse y marchar.
Fandom: Viviendo la vida
Claim: Marshall Eysenck
Notas/advertencias: Slash, aunque nada muy detectable u.û. Marshall de unos 15/16 años~
Tabla:
LugaresPrompt: 3.- Baño.
Le resulta grato sentir la fría pared de cerámica grisácea contra el calor de sus mejillas y se arrastra un poco, alejándose del retrete, buscando limpiar de sus labios el sabor amargo que puede sentir en su lengua aún. Y siente la boca pastosa y el relieve de su garganta puede imaginarla como un desierto seco lleno de grutas que le duelen cuando intenta hablar.
- ¿Estás bien?
Tuerce el gesto a la nada, tratando de levantarse, mareándose en el intento, pegando por completo la espalda en la pared de aquel baño ajeno. No responde. Trata de mantener la vista fija en algo. Observa el mueble de baño, ahí donde está la crema de afeitar y las navajas, donde está la colonia barata y el jabón para la cara. Piensa, fugazmente, que él tiene productos de más calidad que los que tiene Josué. Aunque claro, Josué tiene un sueldo de maestro suplente y él le roba el dinero a su padre.
- Marshall, ¿quieres que llame a tu padre?
Le gustaría que dejara de hablar. Se apoya con esfuerzo en el lavabo y observa su reflejo en el espejo empañado. Frunce el ceño, mientras califica su imagen de patética y siente asco por él mismo. Estúpido, se llama a sí mismo, mil veces estúpido, ojala te mueras.
Golpea el vidrio, con el puño cerrado, pero apenas siente el aguijoneo del dolor suelta la risa al ver que su imagen sigue ahí, que no se ha roto. Su momento teatral no ha funcionado. Ríe más y siente que la risa le nace en el estómago y se expande como un animal hambriento y de devora desde dentro, desgarrando cuando sale por su garganta.
Lo siguiente son los brazos sosteniéndole desde atrás, sus propios forcejeos, súplicas de parte de ese idiota que cree que es su amante y más cosas que no entiende, que no tiene ya deseos de entender, porque no le quedan fuerzas.
- Marshall, ven, vamos… - La mirada índigo del aludido sabe a desafío y aunque no se mueve, le deja ver que no está contento.- Te ves tan mal…
- Sólo estoy ebrio.- Las palabras suenan distorsionadas y no con el tono con el que él deseaba sacarlas. Se muerde el labio sin mucha fuerza.- Quedémonos aquí…
- Tengo que llevarte a un hospital, Marshall.
- Quédate conmigo.
Lo susurra, lo suspira nada más, se va calmando. Marshall puede sonreír por un instante, cuando siente que Josué accede, cuando nota que sus brazos no le sueltan, que ambos bajan, muy despacio, hasta el suelo. Se sabe ya en la esquina, detrás de la puerta y junto a una pared. Cierra los ojos.
Se siente bien, tan bien, el frío de las manos de Josué sobre su frente, pero se siente mejor la vibración de las sílabas entre su cabello cuando musita “pequeño idiota”.