Tema: 4# Números
Personaje: William Odergand, Yaotzin Makepeace
Rating: G
Tabla: Segunda Tabla
Notas: Extraño, y batallé para hacerlo porque esta no es mi OTP, pero salió y aunque no me había gustado, releyéndolo creo que no quedo taaaaan mal. Otro. Hay SPOILERS de novelas rosas. Shadow into sunlight y Scarlett. Y grandes, muy grandes. Bueno, sólo eso. Diox, toqué fondo *se muere*
Llega de sorpresa, sin intermediarios y ningún aviso o al menos una pequeña señal que le avise y le diga que tiene que estar preparado para mantener el equilibrio en su frágil mundo. No hay advertencia y todo ocurre, demasiado pronto y un día cualquiera.
- Necesito que me asesores.
William despega la vista de su libro de Transformaciones y observa, sin mucho interés, a la chica que está de píe frente a él y le mira con gesto seguro y con una sonrisa soberbia. Tiene el cabello oscuro, muy oscuro y un poco ondulado que cae sobre sus hombros y sus ojos son de un azul profundo. Es bonita. Y sin embargo, la primera conclusión que el chico saca de ella, es que es tonta.
- ¿Disculpe?
- Es sobre Aritmancia.
Muy tonta.
Hace caso omiso de las palabras, con un ligero suspiro que denota hastío total y regresa la vista a las páginas de su libro que reza ‘ Teorías de la transformación transustancial‘ pero cuyas páginas no cuentan sino una historia amarga, de amor, de soledad, de independencia. Siente aprensión porque quisiera abrazar a Carolina, la protagonista de su libro Shadow into sunlight. Y otra parte, mucho más cuerda, se la pasa repitiéndose que no es bueno leer novelas rosas en la sala común de Slytherin.
- Oye, no me ignores.
¿Sigue ahí?
- Pídaselo a otra persona.
La niña parece que hace un puchero y es infantil, a William le parece una jovencita demasiado necia, más aún cuando siente que el libro le es casi arrebatado de las manos y al levantar la vista ve a la mocosa con la varita en alto, manteniendo el libro flotando, lo hace girar hacía ella y pasa las páginas sin tocarlo.
- Ankaret va a morir. Caroline rechazará a Jean-Paul y se quedará con Jon. Me agrada Zizi.
Quiere matarla.
Quiere matarla porque le ha arruinado el final por completo y él estaba apenas en el clímax, porque ese maldito libro le ha costado bastante encontrarlo y porque tuvo que arreglárselas para destrozar su libro de transformaciones y usar la pasta para cubrir la de su novela y que así sus compañeros no se diesen cuenta. Menos Izumi o Shitta. El sólo imaginar las risas y burlas de alguno de ellos ya le hacen sentir escalofríos. No, no puede arriesgarse.
- ¿Qué dices? ¿A qué hora en la biblioteca, Odergand?
En la sonrisa de la chica hay una falsa inocencia que le sabe a malicia pura y el chispazo en los ojos azules le hace entender que está en manos de la niña. Cría molesta.
William alza la mano, toma el libro y lo cierra, llevándoselo al pecho en un arrebato posesivo del cual él mismo no se da cuenta.
- En dos horas y en el atrio - Musita a regañadientes y se levanta, para largarse, disgustado a la habitación. Ha perdido contra una mocosa de segundo, contra una niñita de, a lo más, trece años.
Siente que su orgullo ha sufrido un golpe irreparable.
Llega quince minutos antes de la hora acordada, llevando un par de libros y la varita acomodada en el interior de su túnica, lista para ser usada en caso de ser necesario porque de esa pequeña no se fía. Pequeña que tiene nombre. Yaotzin Makepeace, doce años, hija menor, carece de padre y es fácil averiguar esas cosas para alguien como él. Yaotzin, el nombre le suena un poco estúpido.
- Vaya, no sabía que eras tan puntual. - La chica está sentada en el borde de la fuente y de pronto no parece ser tan mala, pero William está más que seguro de que eso es sólo una fachada.
- La duda ofende, señorita - Musita con educación, un poco falsa y en realidad sigue enojado por lo del libro. Se sienta a su lado y sin hacer el mayor escándalo, abre su libro de aritmancia.
Permanece en silencio unos momentos y espera que la pequeña comience de alguna manera, pero la chica se limita a jugar con la varita, formando pequeños anillos de humos de colores que se elevan y desaparecen. William suspira, no tiene tiempo para esas cosas.
- ¿Qué es lo que se le dificulta?
Escucha un susurro distraído y cree distinguir las palabras Pitagórica y Transmigración.
- ¿Números kármicos? - Alza una ceja y la mira y ella asiente, con una sonrisa que de pronto sí que parece sincera, que pide ayuda y vamos, William Odergand se la cree. - Es sencillo, le explicaré la teoría Pitagórica de la Transmigración de Almas, luego le enseñaré a sacar el número y por último nos vamos a la interpretación, ¿de acuerdo?
- De acuerdo, William
La chica se sienta derecha -al fin - y acomoda su cabello con un movimiento sutil, mientras mantiene en el aire una vuelapluma verde oscuro que escribe en el pergamino, mientras ella se dedica a observar al joven, casi examinándole. William comienza a hablar, sin mirarla y en realidad no está leyendo aunque mantenga la vista en el libro.
La relación entre dos cosas se puede expresar por una proporción numérica. Yaotzin se acerca un poco más y William puede sentirla casi tocándole pero sin hacerlo y es algo cálida y no demasiado molesta, aunque eso no cambia el hecho de que sigue resultándole desagradable. El cielo entero es como una escala musical, y puede ser representado por números. Ella termina recargándose un poco y lee por encima de su hombro, con confianzas y hasta se atreve a decir que ha terminado de leer y que él es lento. Odergand sólo le dice que deje de fastidiar y que se concentre. La tetraktys es el número perfecto y la clave de la doctrina.
- ¿Sabes sacar los números?
- Más o menos. - Responde la chica cuando la pregunta la golpea de improviso y la vuelapluma se detiene. Han sido casi quince minutos o más de lectura, hablar y hablar y aunque ha entendido, tiene la ligera impresión de que lo olvidará en unos cuantos días, la mayoría.
- De acuerdo, si ya sabes hacerlo, podemos pasar a la interpretación.
Es un maestro estricto, considera Yaotzin y quizá se ha metido en algo más grande de lo que imaginaba. Suspira apenas y es que ella imaginaba algo muy distinto. Viniendo de un chico que lee novelas rosas -sí, lo ha descubierto y su interior aún suelta la carcajada al recordarlo - pensó que era más sencillo sacar partido. O que un chico como Odergand sería alguien más... divertido.
- Números kármicos. 13, 14,15,16,19. Son esos. Los números mayores son el 11 y el 22. Pero nos interesan los primeros.
Y son otros varios minutos de voz profunda hablando en tono que no resulta tan monótono. Habla de significados, de destinos, de la suerte y el karma. Dichas, desgracias y ella se aburre, y con algunas florituras de su varita dibuja en el aire una serpiente de humo verde que se enreda alrededor - ¿Entendió?
Yaotzin asiente y su cabello se despeina un poco. La sierpe se desdibuja en el aire y William considera que es buena en encantamientos, francamente y es un punto a favor de la niña. Mira su reloj y dos horas han pasado y el tiempo en realidad vuela.
- ¿Siempre es así? - Pregunta de pronto la chica, haciendo una especie de puchero, observando cómo él se encoge de hombros, simplemente. Ella se queda callada unos momentos, frunce el ceño, se inclina en la fuente y toma un poco de agua, en sus manos y la arroja contra el chico, dándole en la cara.
- ¡Hey! - reclama él y sin pensarlo apunta con la varita, aunque de momento no recuerde ni un encantamiento. Ella suspira, niega con la cabeza, de nuevo su cabello se mueve y moviendo la varita crea otra serpiente de humo que se enreda en el cuello del mayor. William la deshace con las manos, frunciendo el seño y masculla un ‘no es gracioso’.
- Te molesta, ¿verdad? - El tono es divertido cuando ella se pega de nuevo, juguetona. - Te molesta que te haya destrozado la novela. - Y sí, le jode y mucho y aún quiere venganza. Sí, justa y grata venganza.
- Aguamenti - Y, oh sí, el agua brota de su varita y la moja, en el pecho, un chorro poco potente pero constante y tiene que esforzarse porque en eso no es bueno. Ella chilla, frunce el ceño y se levanta, gesto indignado y él se limita a sonreír, apenas un poco y nada más.
- ... Tramposo - Musita ella y agradece -o quizá no - que el pergamino siga flotando junto con su vuelapluma y que nada le haya pasado a sus hermosos apuntes. Se seca un poco y finalmente se ríe. Ríe, fuerte, sincera y niega con la cabeza. Es infantil, es una niña. Y Will, en un arrebato, en un instante de impulsiva debilidad, se levanta, estira la mano y se quita la tentación de dar un golpe, pequeño, casi agradable en esa cabecita hueca.
Se encuentran días después, en las escaleras. Ella le sonríe y él hace una ligera inclinación que ella aprovecha para sacar la varita, hacer nacer su pequeña serpiente de humo y hacer que esta se enrede en el cuello del chico, mordiendo en el cuello sin morder, desapareciendo pronto. Es su saludo. William se la queda viendo y determina que es extraña.
- William...
- Señorita Makepeace.
Pasa a su lado, se acomoda el largo cabello oscuro y con un encantamiento hace levitar un libro que cae en la cabeza del chico. Frunce el ceño y lo toma, ve el título y luego a la chica.
- ¿Es en pago por la clase del otro día?
- Eres un nerd aburrido. - William la fulmina con la mirada - Algo inocente, demasiado amable. - ya sabía él que Richard era mala influencia - Ravenclaw en vez de serpiente - ¡Eso es un insulto! - Pero...
Silencio, ella se voltea, le da la espalda y camina. Él acaricia con sus dedos el lomo del libro que reza ‘Scarlett’. Es la continuación de ‘Lo que el viento se llevó’ y su corazón late presuroso y Tara llega a su mente, su amada Scarlett, Rhett Buttler .Y no sabe si lo de Yaotzin, ese gesto, es recompensa o sólo se burla.
- Sé que puedo hacer algo contigo.
William se la queda mirando mientras se va y ella sonríe, porque será divertido. Programa de doce pasos, por su supuesto, porque ella tiene un objetivo.
Por su parte, el chico suspira, no la entiende, no le interésa mucho hacerlo y sigue su camino. Abre el libro, lee la primera hoja, la dedicatoria.
Rhett y Scarlett terminan juntos. Scarlett es la Gran O’hara y tiene una hermosa bebé. Pero antes hay divorcio -sí, divorcio- y bebé de la segunda esposa de Rhett y es wow, deberías leerlo.
Con amor: Yaotzin
Joder.