... ¡Soy yo! Ya no es que esto esté abandonado, ¡es que esto está a tropecientos años luz de la civilización y hasta yo he perdido el mapa para llegar aquí!
Sigo viva, más cansada, con más sueño, con las neuronas agotadas de tanto examen y una radiante sonrisa por todo lo que me he comprado (y reído) en el Salón del Manga de este año. Además de tener por fin Crónicas del pájaro que da vueltas al mundo, de Murakami-sama, y de darme cuento que, por ahora, mi nota más baja ha sido un 7 en francés (;_; Me estropeó la racha de ochos y nueves que llevaba, jo). Ahora a esperar a catalán que, literalmente, estoy MUERTA del miedo de la nota que puede salir de ahí xD
De todas maneras... Traigo tabla + absurdo!minirelato que se suponía que era para el instituto... Luego me enteré que el profe quería un ensayo (saqué un 10 mueheheee) y no una historia xD Venga, va, como esto está triste y no me lee nadie (mea culpa xD), pues pono las dos versiones, por qué no.
#26. Pistola
Butch es puro nervio.
No para de dar vueltas de un lado a otro, mirando de reojo la puerta y mostrándole una pequeña mueca que simula ser una sonrisa cada vez que Marissa se le acerca a ofrecerle consuelo.
- Se pondrá bien - y sonríe de tal manera que parece tener dudas- Es fuerte.
Y el ex policía le pide, con palabras amables, que le deje. Le mira diciéndole en silencio que él mejor que nadie conoce a Vishous. Y sabe que una puta bala demasiado cerca del corazón no va a acabar con él. Porque no. Porque no han visto el jodido final de temporada de los Red Sox, ni Butch está aún satisfecho con todas las veces que han follado. Y porque si el muy cabrón se da el lujo de morir, obligará a la Virgen que lo reviva para poder matarlo con sus propias manos. Así que sí, gracias, pero no necesita consuelo. Solo que V salga por esa puerta con una ceja alzada y preguntando que qué hacen todos allí, habiendo lessers que exterminar.
- Venga, tonto, seguro que nuestro cerebrillo sale con una radiante sonrisa a agradecerle a su encantador príncipe, o sea, yo, que le salvara la vida.
Rhage le sonríe (tienen esa manía de sonreír cuando menos hace falta) exactamente igual que el resto de la Hermandad, con lástima e incertidumbre. A veces, Butch se pregunta si lo sabrán. Lo suyo con Vishous. Si no lo tendrá escrito en la frente.
Marissa mira primero a Rhage y luego a Mary, semi oculta tras el cuerpo del Hermano. Entre mujeres se entienden, así que esta última le susurra a su hellren que se calle. Que Butch necesita silencio.
El rubio obedece, aunque Marissa sabe que se está guardando alguna broma que soltará en cuanto haya pasado todo. La verdad es que no está muy segura de si le gusta o no que el Hermano desdramatice tanto las cosas.
De nuevo, Butch camina de un lado a otro. El Rey (que, probablemente, se vaya de un momento a otro) está expectante, por si se le ocurre en algún momento intentar entrar por la fuerza.
Su shellan sabe que no lo hará. Para él, ahora mismo lo más importante es que Havers salve la vida de Vishous, y cuando su hermano le dijo que necesitaba estar solo y tranquilo para operarle, al ver que Butch insistía en entrar con él (“No voy a dejar a mi trahyner solo, maldita sea”), se calmó a regañadientes y desde entonces aguarda en esa sala agobiante.
La verdad es que le preocupa.
Que Butch y su compañero… estén tan unidos. Está aterrorizada de que llegue el día en que el ex policía le mire con indiferencia y le diga que ya no la quiere, ni la necesita. No quiere volver a ser rechazada, pero no sabe qué hacer…
Santo cielo. Nos quiere a los dos.
¡A los dos!
Es un concepto demasiado complicado para que pueda comprenderlo. Amar a dos seres. Pero es lo que tiene que ser (o, al menos, eso quiere que sea), porque, de no quererle a ella, Butch la hubiera dejado, ¿cierto? O ni siquiera se hubiera emparejado con ella. Ha oído de vampiros homosexuales, así que no hubiera sido tan extraño.
Por suerte, los quiere a ambos.
Debe ser eso, ¡tiene que serlo! Si no, no tardará en dejar de quererme.
Y si él es feliz así... y, por qué no, Vishous y ella misma también (aunque le resulta incómodo compartir su hombre con otro), lo acepta. Compartir no es tan malo, y tampoco lo es V, quizás algo tosco y con aspecto peligroso, pero nada más. Puede que incluso tenga cualidades que solo muestra a Butch.
Aunque tendrán que hablar de esto algún día.
Así que se acerca a su hellren silenciosamente y le coge de la mano, con una sonrisa esperanzadora, porque acaba de tener la mayor epifanía de su vida y ha sido gracias a la pistola de un lesser.
#28. Música
A Vishous siempre le ha gustado el rap, como al resto de sus Hermanos.
En menor medida, escuchaba también metal, pero casi siempre cuando se llevaba a las hembras a la habitación, mientras mantenía relaciones con ellas.
A algunas vampiras les gustaba esa música de fondo. La dureza y la fuerza de las guitarras eléctricas, tan parecidas al desenfreno de V cuando las inmovilizaba bajo su cuerpo. La voz grave y desgarradora del cantante, esgrimiendo una letra poderosa, como la propia voz del vampiro al tener un orgasmo que no le satisfacía del todo.
No tiene un buen recuerdo del metal, así que ha dejado de escucharlo.
Por el contrario, Butch prefiere el rock. Más suave, pero con letras, en ocasiones, igual de duras. A veces el poli enciende el equipo de música, pone I love rock and roll y la canta a pleno pulmón, solo para joderle su momento de tranquilidad.
Aunque Vishous le amenaza con romper cuanto aparato que pueda reproducir música se le ponga por delante, si no para de dar alaridos lastimeros de una puta vez, le gusta oír la voz de su amigo (aunque cante fatal). Le reconforta verle feliz y siente un malvado (y patético) placer sabiendo que en esos momentos solo están ellos dos.
Al final, Butch siempre termina callando, con una sonrisa pícara y una mirada cargada de malas intenciones, mientras se lanza hacia Vishous y le devora completo, en una lenta, salvaje y tremendamente agradable tortura.
¿La música favorita de ambos? La que sale de los labios del otro cuando tienen las manos dentro de los pantalones y las camisas perdidas en algún lugar del Pit.
Si un pez se enamora de un pájaro, ¿dónde vivirían?
Está sentado, hoja en blanco y pluma estilográfica frente a él. No parece muy inspirado; el título reza Si el pez se enamora de un pájaro, ¿dónde vivirían? , y su mirada se pierde en la tinta negra.
¿Puede realizarse un amor imposible?
Le gustaría creer que sí. Que el pez pediría a Dédalo unas alas para volar junto a su amor, pero no de cera, y una bomba de oxígeno para acompañarle desde lo más alto y reírse de esas pobres e ilusas hormigas que sueñan con ser los protagonistas de un cuento.
Sin embargo, no puede. No en la vida real. Hace tiempo que dejó de creerse Cenicienta (¿o debería decir Ceniciento?) y no quiere siquiera intentarlo. Se conforma con el pequeño placer que produce el amor platónico, ¿y qué decir, entonces, sobre amores imposibles, si uno no cree en ellos?
La página en blanco no inspira confianza. La pluma parece reírse de él, cree oír sus carcajadas molestas y burlonas. De repente le duele el pecho. Hace tiempo que no siente con tanta intensidad algo que no fuera un amor enfermizo y auto destructivo.
Ha olvidado cómo respirar. El pez ha intentado salir del agua, dando un salto para alcanzar al pájaro que revolotea sobre el mar con sus alas blancas y brillantes y que compone melodías alegres sobre la libertad. Duele, maldita sea, duele la falta de oxígeno, y duele la falta de amor cuando se sabe de antemano que no hay esperanza.
Pronto lo ve entrar. Su amigo, el pájaro. Con los cascos puestos y una sonrisilla prepotente en la cara, tarareando una canción divertida que solo él escucha. A veces hacen eso. El pájaro se posa sobre una roca y el pez aletea contra la corriente para llegar hasta él y oír sus aventuras en el cielo azul.
Guarda rápidamente la hoja en blanco, la pluma burlona que piensa tirar a la basura y sus sentimientos dentro de la mochila. Le sonríe, bebe un poco de su café y le pregunta qué tal ha ido el día, observando cómo se quita los cascos y apaga el reproductor. Él contesta que bien, nada mejor que una cita con la novia.
Ya tiene pensado el primer párrafo.
Uno en el cielo, el otro en el mar. El pez seguiría sumergido en las aguas profundas, esperando en silencio que se dé cuenta algún día y termine por rechazarlo y alejarse de aquel que ha osado enamorarse de alguien tan magnífico. ¿El pájaro? Viviría feliz. Total y absolutamente libre y orgulloso, ajeno a lo que ocurre bajo el mar y a las plegarias de un desdichado pececillo que se oculta tras las enrevesadas algas.
¿Los amores imposibles?
Son imposibles.
Si un pez se enamora de un pájaro, ¿dónde vivirían?
Para. Deja de pensar. No insistas, no analices. No lo conviertas todo en una mera ecuación.
Siente. Siente cómo se desmoronan los corazones bajo el peso de un amor irrealizable.
Oye. Oye el ruido metálico y quejumbroso de las cadenas invisibles que recluyen la pasión.
Escucha. Escucha los lamentos de los amantes que se sienten pero no se tienen.
Ahora que ya eres consciente de todo esto, ¿qué opinas tú? ¿Dónde vivirían?
Curiosa pregunta. Casi puedo sentir la inocencia, la ternura absolutamente infantil que desprende la persona que la formula. Puedo ver a una niñita con coletas y la boca manchada de chocolate, símbolo de su travesura, mirándome y preguntándome dónde vivirían el pez y el pájaro. Como si creyera realmente que, quizás no Romeo y Julieta, pero sí otras personas pudieron, pueden y podrán terminar juntas y felices.
A veces, sin embargo, ni siquiera tienen final estas historias. O lo tienen, pero no como se espera. Sin reconciliación o, meramente, un nuevo encuentro en el que den punto y final a todo. No. Los amantes entierran su dolor, hacen cicatrizar sus heridas por la fuerza, ignorando que las murallas de su alma están resquebrajadas para siempre y se enfrentan a este mundo lleno de manzanas podridas. Olvidan sus nombres, sus rostros y no vuelven a verse fuera del mundo de los sueños. El bálsamo de la existencia real.
Otras tantas, la imposibilidad es vencida y los amantes se reúnen con el suficiente valor como para vivir juntos. Pero ahí está el miedo, la desconfianza, a volver a estar separados y a que el corazón no resista un segundo golpe. Y esos sentimientos venenosos se instalan en el centro de la pareja. Como un virus, crecen y se alimentan de las dudas y los celos, carcomen la felicidad y la desvirtúan hasta que el amor se vuelve insoportable y destructivo para ambos.
Me gustaría creer en ello, en que un amor imposible puede acabar bien en este mundo. En que el pez, luchador, mandaría a Dédalo a construir unas alas, no de cera, y una bomba de oxígeno para poder volar feliz junto al pájaro.
Pero no. No en un mundo así; no cuando el ser humano lleva por nombre egoísmo y por apellido, crueldad.
¿Que dónde vivirían el pez y el pájaro si estuvieran enamorados?
Uno en el cielo, el otro en el mar.
El pez se ocultaría entre las algas, temeroso y adolorido. Encerraría en la más absoluta profundidad ese sentimiento. El pájaro surcaría el cielo en busca de consuelo. Se acercaría a cualquiera que le ofreciera una migaja de pan con tal de que eso le hiciera olvidar.
¿Los amores imposibles? Son imposibles.
Si alguien ha tenido el valor de leerse ambas redacciones, se dará cuenta de que OMG, ¡hay cosas repetidas!
Obviously. Soy muy perezosa y, con lo potito que me había quedado (al menos, potito para mí xD)... ¿cómo no iba a reutilizar cosas? Hay que reciclar, chicos xD
Luego... ¡eh! La segunda también parece casi una historia y no un ensayo... Pues sí. Aún me pregunto por qué no me mandó repetirla y me puso un diez. o.o Cosas extrañas.
Total, que no sé cuándo volveré ;_____; RL IS BAD.