EXO; Chanyeol/Baekhyun [88 Días, (14/14) {Parte 1/3}]

Mar 17, 2014 02:30

Título: 88 Días
AU: 88 Días!AU
Fandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun, Kai/D.O, menciones minoritarias a Sehun/Luhan
Rating: PG-13
Palabras: 13.124
Summary: Hay tres cosas que Byun Baekhyun tiene total y absolutamente claras. La primera es que tiene que aprobar su examen final de economía, sea como sea. La segunda es que no puede volver a permitir que lo rechacen en otra audición. Y la tercera - y la más importante - es que no puede soportar a Park Chanyeol.


Capítulo 14. Día 88 (jueves)

[Chanyeol].

Cuando Park Chanyeol se había mudado a la que ahora era su casa, aún no había cumplido los ocho años. Sus padres habían decidido trasladarse de zona en la ciudad por temas de trabajo, lo que había implicado tener que decir adiós a su antigua escuela, a su antigua vida y aparecer de la noche a la mañana en un barrio totalmente nuevo, en una escuela en la que no conocía absolutamente a nadie.

Su madre lo había sentado en sus rodillas antes de la mudanza, le había acariciado el pelo y le había pedido perdón por lo súbito del cambio, por el problema que podía suponerle a un niño de siete años aparecer en un sitio nuevo poco antes de empezar el nuevo curso. Chanyeol la había mirado, había sonreído y le había dicho que no había problema, que todo estaba bien. Era lo que hacía siempre, lo que decía siempre, lo que siempre se esforzaba por pensar. Se trataba de ser positivo, en el fondo, de estar en el humor adecuado para intentar solucionar lo que quiera que estuviese mal. De evitar que su madre y los demás se preocupasen por él. De muchas cosas.

Por eso, también había sonreído al despedirse de sus amigos (Kris había estado allí, mirándolo con esa cara de aparente mal humor que ponía siempre que algo no le hacía demasiada gracia - es decir, un noventa por ciento del tiempo - con Tao, que apenas levantaba medio palmo del suelo en esa época, agarrado a su camiseta) y les había dicho que su nueva vida sería perfecta, que haría más de cien amigos nuevos (porque cien era un número lo suficientemente grande y que sonaba muy bien) y que se lo pasaría genial.

“¿Cien amigos?” había preguntado Tao, mirándolo desde abajo y limpiándose la nariz con una manga de su vieja sudadera. “¿De dónde vas a sacar tú cien amigos? Tendrás suerte si encuentras tres o cuatro”

“Llámame si alguien se mete contigo” había añadido Kris.

Chanyeol se había hecho el ofendido por semejante falta de confianza durante un grandioso total de diez segundos, pero al final se había echado a reír, porque iba a echar a aquellos dos de menos, y a pesar de lo serios que estaban, habría jurado que los dos estaban a punto de echarse a llorar. Igual que él.

Era un buen recuerdo de su antiguo barrio que llevarse a su nueva casa, después de todo.

Una nueva casa que, descubrió al llegar, tampoco estaba tan mal.

Su cuarto, que fue lo primero que corrió a ver en cuanto abrieron la puerta, era mucho más grande que el que había tenido antes, y tenía metros y metros de paredes blancas que no podía esperar a decorar con todo lo que se le ocurriera pegar en ellas. Tenía una única ventana, en la pared frente a la puerta, que ofrecía una vista privilegiada y un tanto incómoda a la habitación del vecino, pero, salvo eso, estaba bien. Muy bien. Increíblemente bien.

La cosa había mejorado aún más cuando su madre le había dicho que había conocido a una vecina del edificio de enfrente - la madre del chico del cuarto al otro lado del patio - y que la señora en cuestión tenía otro hijo de su edad que, al parecer, estaba muriéndose por conocerlo.

Cuando le había pedido a su madre que lo invitara, sintiéndose ridículamente ilusionado, no había sido consciente de en qué lío se estaba metiendo, ni el impacto que iba a suponer en su vida aquella visita, hasta que había sido demasiado tarde.

No sabía qué habría hecho, de haberlo sabido de antemano.

Byun Baekhyun había aparecido con su madre (que llevaba un pastel) una tarde normal, en un día como otro cualquiera, y Chanyeol no sabía muy bien qué era lo que había ocurrido exactamente en su cabeza, pero aquel chico, con su jersey de rayas y el flequillo oscuro cayéndole sobre la frente, le había parecido sencillamente genial.

Donde Chanyeol era desmañado, un tanto torpe y tenía una completa incapacidad para controlar qué hacer con su cara cuando estaba nervioso, Baekhyun era pequeñito, delicado incluso, y bonito, todo él dedos finos, cara aún un tanto regordeta y ojos llenos de luz.

Chanyeol podía imaginarse siendo amigo de alguien así, yendo con él a clase (eran vecinos, ¿no?) y viéndolo reírse por tonterías, a ser posible tonterías que dijera él. La idea - y no es porque fuese suya - sonaba inmejorable. El problema, no tardó mucho en descubrir, era que, en aquel mismo instante, Baekhyun estaba parado al lado de su madre mirándolo como si fuera una especie de cosa rara. Y él era perfectamente consciente de que la primera impresión no había sido muy buena, y aquello habría desanimado a cualquier otra persona, pero a Chanyeol nunca le había gustado rendirse sin luchar, así que decidió intentarlo de todas formas.

“¡Hola, soy Chanyeol!” se había presentado, tratando de sonar como alguien interesante “¿Vamos a ser amigos?”

Todo lo que había hecho Baekhyun había sido mirarlo como si estuviera considerando seriamente el salir corriendo de su casa. Eso y retroceder un paso. El mensaje, creía Chanyeol, había estado lo suficientemente claro desde el principio.

Y aún así, y a pesar de todo, el chico había querido seguir intentándolo.

Con el paso de los días, las semanas, los meses, había descubierto muchas cosas. Que Byun Baekhyun hacía hapkido, tocaba el piano. Que no sacaba unas notas tan buenas como Chanyeol (nadie sacaba unas notas tan buenas como Chanyeol) pero que no le iba mal en los estudios. Que, incluso por aquel entonces, ya parecía popular; que siempre podía elegir compañero cuando les ordenaban trabajar en grupos en clase y lo escogían de los primeros cuando había que jugar al fútbol porque se le daba más o menos bien chutar a puerta.

De hecho, las cosas, cuando las hacía Baekhyun, eran siempre más bonitas. Si había que dar una voltereta en clase de educación física, no se torcía ni un centímetro. Si había que doblar una carta, no había una esquina que estuviera fuera de lugar, que sobresaliera más que otra. Si había que hacer una presentación oral, su voz sonaba perfecta sin que tuviera que esforzarse. Baekhyun parecía hecho de luz, no como Chanyeol, que se caía de culo fuera de la colchoneta cuando tenía que dar volteretas, era incapaz de doblar un folio en dos sin que una mitad sobresaliera cinco centímetros por encima de la otra y tendía a hablar demasiado alto y a gesticular como una especie de foca borracha en mitad de las presentaciones orales de la escuela.

Y Chanyeol había pensado que las cosas cambiarían, que tarde o temprano Baekhyun dejaría de mirarlo por encima del hombro y le daría una oportunidad; que le sonreiría, sólo una vez, y entonces todo habría merecido la pena, pero estaba claro que la vida no era tan sencilla y que, por mucho que él quisiera algo, eso no quería decir que ese algo fuera a hacerse real.

Y las cosas, claro, siempre podían empeorar.

Como, por ejemplo, cuando llegó la pubertad.

Estaban en el instituto, tenían trece años (Baekhyun ya catorce) y, de un día para otro, las cosas habían empezado a cambiar. Chanyeol, muy en su línea de destacar en cosas inútiles, se había vuelto demasiado alto, tanto que habían tenido que sentarlo al fondo en clase porque no dejaba ver a los demás, y la voz, que estaba comenzando a cambiarle y no estaba estabilizada todavía, le sonaba a ratos un tanto aguda y a ratos muy, muy grave. Baekhyun, como era de esperar, también había cambiado, pero lo había hecho de otra forma. De una forma en la que había dejado de tener la cara tan redonda, en la que el uniforme del instituto había pasado de quedarle como un saco a sentarle muy bien (lo que era raro, porque esos uniformes le sentaban mal a todo el mundo) y en la que más de una y más de dos personas se lo quedaban mirando cuando cruzaba riéndose los pasillos del instituto.

De hecho, la gente había empezado a decir cosas sobre él. Cosas que tenían que ver con Baekhyun, un chico de tercer año y el cuarto de las escobas del segundo piso y que a Chanyeol no le acababan de gustar. No entendía por qué había que hablar, por qué había que criticarlo, cuando ninguno de ellos sabía absolutamente nada de lo que su vecino hacía o dejaba de hacer.

Baekhyun, como siempre había pasado con él, era extraordinariamente popular entre el resto de la gente, pero aquella popularidad había dejado, en algún punto indefinido, de ser positiva. Todos querían acercarse, todos querían decir que se hablaban con él, pero en el fondo siempre se acababan marchando y lo dejaban solo. Y a Chanyeol aquello le daba pena, porque estaba total y absolutamente convencido - cada vez más - de que Baekhyun era diferente a los otros, de que brillaba con luz propia, de que era especial.

Por eso, había decidido intentarlo una última vez, después de limpiar sus gafas a conciencia, arreglarse la ropa para que la camisa no le asomara por fuera de los pantalones y tratar de mostrarse calmado a pesar de los latidos extrañamente desbocados de su propio corazón.

Baekhyun había vuelto de clase más tarde aquel día, y Chanyeol lo había esperado sentado delante de su portal, rozando con los dedos la tarjeta dibujada a mano que se había pasado coloreando toda la noche anterior y que se había escondido en el bolsillo del pantalón.

“Baekhyunnie” lo había llamado, tratando de parecer tan contento como siempre cuando en el fondo se estaba muriendo de nervios “¿Sabes que la semana que viene es mi cumpleaños?”

Baekhyun lo había mirado como si no tuviera ganas de verlo, le había respondido como si no tuviera ganas de responder, y Chanyeol había decidido que tenía que intentarlo, de todas formas, y le había tendido la tarjeta.

Todo lo que había hecho Baekhyun había sido reírse en su cara y partirle la invitación en dos sin ni siquiera titubear.

Aquella había sido la primera vez en toda su vida en la que Park Chanyeol sintió que se le rompía el corazón en el pecho.

Había sido una clase de dolor terrible, espantoso, como una esquirla de cristal que se le metiese dentro y se quedara hundida allí. Algo que lo había hecho quedarse quieto, sin saber qué decir ni qué hacer, sintiéndose muy pequeño, y muy desgraciado y tan estúpido que, por mucho que intentara buscarle a aquello un lado positivo, para lo único que tuvo fuerzas fue para decirle luego a su madre que aquel año no quería fiesta, esconder los pedazos de la tarjeta rota en el fondo de un cajón y pasarse la noche entera llorando.

Park Chanyeol odiaba llorar. Odiaba aquel maldito sentimiento de impotencia más que nada.

Y estaba empezando a tener mucho miedo porque, aún a pesar de todo, seguía pensando demasiado en Byun Baekhyun, en el modo en el que seguía tocando el piano, y cantaba como un ángel, y lo hacía todo bien. En la manera en la que, según pasaban los días y los años, todos se acercaban a él, todos se reían con él en los descansos como si fueran sus amigos y se dedicaban a decir que era caprichoso, mala persona y un niñato consentido a la hora de comer, cuando Baekhyun estaba con Kyungsoo y no podía escucharlos. Y en cómo él quería gritarles a todos que eran idiotas, que no sabían nada, que estaban equivocados porque no podía ser así.

Chanyeol sabía que, a aquellas alturas, negar que su estúpida fijación con la amistad de Byun Baekhyun se había convertido en una especie de ridículo enamoramiento platónico habría sido mentirse a sí mismo. Y sabía también que aquello no tenía sentido, que el dedicarse a observar a Baekhyun desde la distacia mientras el otro chico lo miraba mal o simplemente lo ignoraba no lo estaba llevando a ninguna parte.

Así que trató de pasar página, trató de olvidar. A los quince años, se detuvo a mirar a su alrededor y descubrió que había otra gente interesada en él, gente de su clase, del instituto, que se reían cuando él contaba chistes malos y contestaban a sus mensajes. Así que se esforzó por intentarlo, se forzó a ello, con chicos, con chicas, con cafés calientes que se acababan quedando fríos en la cafetería del centro comercial y besos robados al despedirse en las aceras. Y durante un momento creyó que sí, que iba a conseguirlo, pero al final no funcionó.

Volvía a estar atascado en el laberinto de siempre.

“Yo lo dejaría estar” le había dicho Kai después de que, en su segundo año de instituto, Baekhyun se hubiese quejado delante de toda la clase porque no quería hacer con él el proyecto de ciencias para el que el profesor los había emparejado “¿Qué sentido tiene querer que alguien que ni te mira te haga caso? Incluso vino a declarárseme a mí, Yeol; no le importas absolutamente nada”

Chanyeol había bajado la cabeza y se había mordido el labio, pero había tenido que darle la razón.

Quizá por eso había decidido aceptar apuntarse a aquella famosa beca para ir a estudiar a San Francisco. Porque tal vez así lograra pasar página. Sólo después de haber consultado el temario, cuando ya no había vuelta atrás, descubrió que las asignaturas que cursaría le gustaban. Que, en el fondo, vivir en otro país por un tiempo le haría ilusión. Que Byun Baekhyun, en el fondo, era la única cosa que no le había salido bien, y que tenía todo lo demás.

En su tercer y último año de instituto, Park Chanyeol creyó que su vida, por fin, estaba encauzada. Sin embargo, hacía poco menos de tres meses todo había dado un nuevo giro.

Estaba saliendo de casa una tarde cuando se topó con la madre de Baekhyun, que cruzaba la calle con un aspecto un tanto agitado. Chanyeol la saludó con una mano - porque siempre la saludaba; siempre saludaba a todo el mundo -, y fue entonces cuando ella se detuvo y comenzó a hablarle muy deprisa, en una conversación que, sin saber muy bien cómo, terminó con Chanyeol comprometiéndose, sin sentirle demasiado seguro al respecto, de darle clases de economía a su hijo para que pudiera aprobar el examen final.

Kai se había presentado en su casa esa misma tarde, con la mochila sobre un hombro y el ceño muy fruncido, preguntándole qué demonios se suponía que estaba haciendo.

“¿Byun Baekhyun otra vez?” había exclamado “¿Estás seguro de que quieres encerrarte dos veces por semana con alguien que te odia cuando estás a punto de librarte de él para siempre?”

Chanyeol había suspirado. Estaba sentado en la mesa del escritorio, de espaldas a la ventana del cuarto vacío del hijo mayor de los Byun, jugueteando distraídamente con el calendario en el que marcaba todos sus eventos importantes.

“He estado pensándolo, ¿sabes? Que tal vez sea bueno, como terapia de choque o algo así. Siempre he creído que si Baekhyun me odia tanto es porque nunca se ha parado a hablar conmigo. Que si lo hiciera, tal vez…”

Kai había puesto los ojos en blanco.

“¿Qué? ¿Que si lo hiciera tal vez se enamoraría mágica y perdidamente de ti?”

A pesar suyo, Chanyeol se había reído. Ojalá.

“No”

“¿Entonces?”

“Es como una espina clavada que tengo, ¿sabes? El creer eso. Así que tal vez debería ponerme un plazo para intentar hablar con él por última vez, para tratar de convencerle de que no me odie. Como una especie de último esfuerzo que hacer antes de marcharme”

Kai había parecido tan rematadamente harto como siempre que Chanyeol hablaba de Baekhyun, pero había acabado asintiendo.

“Así que un plazo, ¿eh? ¿De un número de días? ¿De cuántos?”

“Cien” Chanyeol había pasado las páginas. Ya había escrito los números allí, en tinta oscura: aquel día era el día uno; cuando llegase el último, el curso estaría casi acabado.

“De acuerdo, cien. Así que, si esos días se acaban y sigue tratándote como te trata, te rendirás para siempre, ¿no?” Kai había apretado los labios y Chanyeol había asentido. “¿Y si por algún extraño casual decide cambiar de opinión?”

El chico no había sabido qué responder. Sólo una parte muy, muy pequeña de su mente se atrevía a considerar aquella opción, y ni siquiera se había detenido a pensar en las consecuencias.

“No lo sé. ¿Tal vez venga al aeropuerto a decirme adiós cuando me marche?”

Sí, ojalá todo hubiera sido tan fácil.

Y, sin embargo, así fue como Baekhyun entró en la vida de Chanyeol - o, más bien, cómo Chanyeol entró en la vida de Baekhyun: con dos horas a la semana de clases forzadas, encuentros por casualidad en los pasillos y accidentes que habían acabado con una puerta anti-incendios estrellada en la cara de Do Kyungsoo. Y, a día de hoy, Chanyeol seguía sin saber muy bien qué había pasado, si había sido algo que había hecho él, algún tipo de cambio interno dentro del propio Baekhyun o un simple cúmulo de casualidades, pero, y a pesar de todo, había llegado a conocer a aquel chico. Conocerlo de verdad, como nunca hubiera pensado que habría podido llegar a hacerlo antes.

Desde pequeño, Chanyeol siempre había creído que Baekhyun era virtualmente perfecto, que lo hacía todo bien, que no había nada en lo que pudiera equivocarse. Había sido una sorpresa detenerse a mirarlo, escuchar lo que tenía que decir y darse cuenta, poco a poco, de que no había podido estar más equivocado.

Baekhyun era un chico pegado a un sueño; un chico que llevaba toda la vida corriendo detrás de algo que no podía conseguir y que se le estaba negando de pronto, una vez tras otra. Era como un pájaro cantor enjaulado, incapaz de discernir si es que no quería echar a volar o es que tenía las alas rotas. Y eso era triste, muy triste porque, al mismo tiempo, Baekhyun era ese chico que se reía en el pasillo por tonterías, que se aliaba con Jongdae para meterse de modo implacable con el menú del comedor y que cruzaba con él todos los días por el parque en lugar de ir directamente a la parada de autobús porque probablemente le daba vergüenza admitir que había empezado a tomar aquella ruta porque no quería encontrarse con él en el camino de vuelta a casa, pero le había terminado cogiendo cariño a aquel lugar de todas formas. Ese chico que a veces era un tanto mandón, a veces se comportaba como un maldito crío impertinente y que estaba un poco preocupado de más por el qué dirán, pero que se quedaba despierto hasta las tres de la mañana enviándole fotos de jirafas por el móvil (él decía que se parecían a su profesor de inglés), se había pasado tardes enteras haciéndole resúmenes para ayudarlo a estudiar y trataba de evitar a toda costa que sus amigos se percatasen de que lo inferior que se sentía con respecto a ellos por no tener un solo en el festival del coro ni una beca de música asegurada el año que viene para poder cantar.

Byun Baekhyun era dolorosamente imperfecto, alarmantemente frágil, increíblemente fuerte, y Chanyeol se encontró descartando del todo la imagen de aquella persona ideal que había tenido en la cabeza durante años enteros y queriendo más y más de aquel chico con el que iba a clase por las mañanas hasta un nivel que no podía siquiera llegar a describir.

Baekhyun con las luces y sombras del auditorio suavizándole la piel. Baekhyun cerrando los ojos para cantar. Baekhyun llamándolo por teléfono al salir de su última audición, diciéndole que estaba seguro de haberlo conseguido. Baekhyunnie, su Baekhyunnie, sentado solo en un banco del parque, aferrando una carta con otro rechazo más y preguntándole qué era lo que estaba haciendo mal, qué era lo que iba a hacer si tenía que renunciar a lo único que siempre había querido.

Y Chanyeol se había sentido un tanto triste, un tanto sorprendido, un tanto alarmado, porque en aquel instante había querido abrazar a Baekhyun (cosa que había acabado haciendo, por cierto), hundirle la mano en el pelo y decirle que todo estaba bien, pero también había querido besarlo; besarlo hasta que dejase de preocuparse, hasta que no pudiera hablar, hasta que le temblasen los dedos y su nombre fuera lo único que fuera capaz de decir.

No era la primera vez que ocurría, la primera vez que pensaba en algo así, ya estuviera solo, encerrado en su cuarto o con él, y aquello era un serio problema. Desde el principio, había estado prácticamente seguro (al 98%, si le preguntaban) de que empezar a darle clases a Baekhyun, a hablar con él, iba a servirle para que el otro chico lo rechazase del todo, para olvidarse definitivamente de él, no para… No para aquello. Eso no era lo que tenía que pasar; se suponía que su bonito y estupendo plan no tenía que volverse contra él y rebotarle en la cara; no así. No cuando tenía una beca para marcharse a Estados Unidos en menos de cuatro meses.

Porque tenía que marcharse. Iba a marcharse. Por mucho que Baekhyun pareciera un tanto triste al respecto (sólo a ratos) o le mandara señales confusas.

“Estás pensando demasiado” le había dicho Kai “Deberías hacer algo, ¿sabes? Él mismo no se aclara, así que mándalo al infierno de una vez, o ponlo contra una pared y bésalo hasta dejarlo tonto, pero deja de darle vueltas a todo y busca una solución ya”

Chanyeol no lo había tenido del todo claro, y Kai debía de haber pensado que ya era hora de tomar cartas en el asunto, porque prácticamente lo había secuestrado la tarde de su fiesta de despedida, lo había arrastrado al centro comercial y lo había acabado obligando a gastarse toda su paga del mes en ropa con la que se suponía que iba a estar guapo. Y Chanyeol no sabía si aquello había terminado sirviendo para algo, porque al final el que había llegado estando guapo (mucho) había sido Baekhyun, todo él vaqueros ajustados, y clavículas a la vista, y maldito eyeliner. Y él se juraba a sí mismo que había dado lo mejor de sí para no mirarlo, para distraerse con otras cosas y no pensar los comentarios de Kai, en paredes y en lo que conllevaban, pero todos sus esfuerzos se habían acabado yendo al traste cuando había terminado metido con Baekhyun en el baño de casa de Jongdae.

No lo había esperado y no había querido que aquello pasase así, no cuando Baekhyun parecía empeñado en obligarle a confesar cosas con respecto a él, a los dos, que Chanyeol hubiera preferido guardarse para él, pero muy a pesar suyo seguía siendo absurdamente débil ante todo lo que tenía que ver con aquel chico. No débil como lo había sido de niño, en sus primeros años de adolescencia, cuando Baekhyun le había roto el corazón, pero débil igualmente.

¿Cómo iba a poder haberse resistido, de todas formas, con Baekhyun tan cerca de él, tan bonito, tan perfecto, respirando contra sus labios y preguntándole si se quedaría en Corea de pedírselo él?

Chanyeol creía que había muchas veces en las que podía presumir de autocontrol, pero, después de todo, seguía siendo humano.

Así que lo había besado. Besado como si le fuera la vida en ello, hasta que Baekhyun había separado los labios para él y le había hundido aquellas malditas manos perfectas que tenía en el pelo hasta el punto de casi hacerle daño. Y él había querido más, había querido besarle el cuello, y el hombro, y marcarle la piel, y escucharlo decir su nombre casi sin aliento, una vez, y otra, y otra más.

Chanyeol, Chanyeol. Chanyeolchanyeolchanyeol.

No tenía ni idea (o tal vez sí, para qué engañarse) de lo que habría acabado pasando allí si Jongdae, Kai y Kyungsoo no hubieran abierto la puerta en aquel mismo instante. Si era sincero consigo mismo era casi mejor no pensarlo. Pero, aún así, había pasado toda aquella noche, una vez ya solo, con una sonrisa considerablemente estúpida pegada en la cara y los pensamientos desbocándosele.

Porque, ¿ahora qué? Tal vez pudieran arreglarlo de alguna manera. Tal vez pudieran buscar el modo de lograr que algo entre los dos funcionase. Tal vez lo que le había dicho a Kai al empezar a contar los días fuera a hacerse realidad y Baekhyun fuese a despedirlo al aeropuerto. Tal vez pudieran sobrevivir a base de Skype. Tal vez, si Baekhyun había sido sincero, él incluso pudiera intentar hablar con alguien por ver si podían retrasarle la beca un año, acortársela de alguna manera. No sabía si estaba preparado del todo para rechazar una oportunidad como aquella así como así, pero podría incluso llegar a consierarlo si Baekhyun decía la verdad.

Si decía la verdad.

Pero había resultado ser que mentía.

Chanyeol no había querido dudar, pero no había podido evitar que una parte de él - pequeña, diminuta, pero una parte a fin de cuentas - se sintiera un tanto recelosa. Byun Baekhyun podía haberle dejado besarlo, sí, pero ya le había roto el corazón una vez. Y a pesar de todo, había querido creer, había querido confiar en él con todas sus fuerzas.

Quizás por eso había dolido tanto cuando Baekhyun había declarado - delante de medio instituto, por cierto - que lo que había pasado entre los dos no había significado absolutamente nada y que Chanyeol se había estado haciendo ilusiones como un imbécil por algo que no iba a pasar jamás.

Había sido terrible al principio, como una puñalada en el centro del pecho, como una aceptación a la fuerza de lo inevitable. No sabía cuánto tiempo se había quedado parado en medio del comedor observando a Baekhyun frente a él sin verlo del todo, vagamente consciente de que todos lo estaban mirando y pensando con amargura que el otro chico ya tenía lo que quería, que después de aquello a nadie se le ocurriría volver a crear rumores emparejándolos otra vez.

Fue en aquel mismo instante, al reaccionar justo a tiempo para ver a Baekhyun acercarse a él y comenzar a hablar, cuando se percató de que ya no se sentía triste, sino engañado. Engañado, utilizado y absolutamente furioso y decepcionado, con Byun Baekhyun, sus tonterías y la mentira en la que había estado viviendo todos aquellos años y de la que por fin acababa de despertar.

Kai se lo había advertido. En el instituto todos lo decían: que aquel chico era un niño malcriado, un egoísta. Que sólo miraba por sus intereses, que era promiscuo, un aprovechado y que le daba absolutamente lo mismo jugar con los sentimientos de los demás. Chanyeol, desde siempre, lo había negado. Siempre había dicho que se equivocaban, que eran demasiado duros juzgándolo, que Baekhyun, en el fondo, era bueno y que lo que ocurría era que no lo conocían de verdad.

Sólo ahora veía que, tal vez, el que no lo conocía de verdad probablemente fuera él mismo.

Había pensado en ello mientras salía del instituto, casi corriendo; lo había pensado mientras sacaba el móvil, cruzaba las calles, bajaba al metro. Para cuando había llegado a la residencia universitaria de Kris (que tenía horario de clases de mañana, así que estaba en su habitación), Chanyeol estaba completamente seguro de que llevaba años enteros siendo el ser humano más profundamente imbécil del universo.

Y normalmente no le gustaba hablar mal de otras personas, pero, con todo lo que había tenido encima, no lo había podido evitar.

“Todo el mundo me lo decía. Todos, ¿sabes? Y a mí me daba igual. He perdido casi diez años de mi vida intentando que se dé cuenta de que estoy aquí para, ¿qué? Tiene la voz y la cara muy bonitos, pero el resto de él no vale nada. Nunca ha merecido la pena”

Kris lo había mirado por encima del libro que había estado leyendo al llegar él.

“¿No es ese él? ¿El que te está llamando al móvil ahora mismo?”

Chanyeol se había girado y había visto su móvil vibrando sobre la mesita del café y un nombre, un diminutivo - Baekhyunnie - parpadeando en la pantalla. Había creído que le costaba respirar por un momento, sólo un segundo, hasta alargar la mano y bloquear la llamada, pulsando sobre el cristal con tanta fuerza que se le había puesto la yema del dedo blanca.

“¿Qué es lo que crees que quiere ahora, reírse un poco más?” había susurrado, tratando de ignorar lo amarga que sonaba su propia voz. No tardó mucho en añadir aquel nombre a su lista de contactos bloqueados, en desviar sus llamadas directamente a buzón. “Probablemente ahora mismo esté en clase, rodeado de su corrillo de fans y bromeando sobre lo divertido que le parece romperle el corazón a la gente. Y yo… Ojalá alguien se lo hiciera a él, ¿sabes?”

“¿El qué?”

“Daño. Daño de verdad”

Por primera vez desde que Chanyeol había entrado, Kris había dejado de fingir que no le estaba prestando atención.

“No hablas en serio” había murmurado.

“Claro que sí”

Chanyeol no recordaba mucho más de aquella tarde. Sólo que había repartido las horas entre seguir maldiciendo su estupidez (y a Baekhyun) y observar una grieta en el techo blanco, tirado sobre el sofá sin moverse. Había acabado marchándose por la noche, cuando Tao había aparecido por allí aún vestido con el uniforme de su instituto y le había dicho que su familia estaría preocupada. Chanyeol no había protestado y había vuelto a casa.

El aire había estado helado aquella noche y, a pesar de todo, el chico seguía estando furioso. Quizá por eso no había podido dormirse después de encerrarse en su habitación y tirar aquel maldito calendario suyo a la papelera, esperando olvidarse de él para siempre. Tal vez por eso había comenzado a planear, a pensar en cosas que no debía y a romper su inmaculado expediente de buen comportamiento y arriesgar todo el futuro por el que había estado luchando por algo tan ridículo como aplicar lo que le había dicho a Kris y darle a Baekhyun donde le hiciera verdadero daño, si es que aquello era posible para el caso de alguien tan despreciable como él.

Cuando le había dado el examen en aquella clase vacía, Baekhyun lo había mirado con los ojos muy abiertos, los labios temblándole, como si aquello de verdad lo hubiera afectado mucho más de lo que él hubiera podido esperar. Chanyeol había querido reírse, preguntarle qué pensaba ahora de todo, si le sentaba bien que le hubieran dado a probar su propia medicina. Por primera vez en su vida, le había echado todo en cara, había ido a acorralar, a dañar, a marcar con sus palabras.

Tal y como le había dicho a Kris, había querido ver a Baekhyun realmente herido, aunque sólo fuera por una ocasión.

Una parte de él quería pensar que había merecido la pena, pero lo único que había conseguido era más furia, más frustración y un extraño sabor, como de ceniza, en los labios, cuando el otro chico había soltado un grito ahogado y había salido casi tropezándose con sus propios pies de la habitación.

Había habido algo raro en el modo en el que Baekhyun lo había mirado antes de marcharse, pero Chanyeol no había querido pensar en ello. De hecho, no había querido pensar absolutamente en nada. Lo único que había sabido seguro era que, muy a pesar de todo, Baekhyun seguía teniendo la mejor voz que había escuchado nunca, y que se merecía pasar su última audición aunque él ya no quisiera estar allí para ver qué hacía con su vida.

Después de aquello, Chanyeol había estado convencido de que Baekhyun y él sólo volverían a coincidir los meses de clase que les quedaban juntos y que luego todo, después de tanto tiempo, se habría acabado para siempre. Pero, como de costumbre, estaba equivocado.

[Capítulo 13]   [Capítulo 14/2]

au: 88 dias, !multi-chaptered, pairing: kai/kyungsoo, fandom: exo, fic: 88 dias, pairing: chanyeol/baekhyun

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