EXO; Chanyeol/Baekhyun [Escógeme a mí (o al fuego)]

Jun 01, 2015 00:38

Título: Escógeme a mí (o al fuego)
Fandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun
Rating: R
Palabras: 3.569
Summary: Había algo en Baekhyun que era pecado; algo obsceno en él que quería destruirlo, hacerlo caer con él. En la calle, en el Festival de Invierno y en la noche de la caza de brujas.
Notas: Está inspirado en esto, porque es mi canción favorita de Disney ever, y puliendo ciertos aspectos es muy buen concepto (?). No es Remi, pero últimamente ando de bloqueo y me siento bien siendo productiva, aunque sea para subir un os/drabble de mala calidad.
Advertencias: Muchas referencias a llamas y a pecado. Referencias a la canción/la película. Calidad dudosa. Baekhyun.


Escógeme a mí (o al fuego)

El sonido de las campanas de la iglesia, tañendo, violentas, sobre sus cabezas, prácticamente ahogó el impacto del cuerpo del joven prisionero contra la pared a su espalda, logró convertir el chirrido estridente de los grilletes de metal que le rodeaban las manos en un susurro quedo al chocar contra la piedra y transformó su grito de dolor en un quejido completamente mudo, silenciado en el caos que se había liberado aquella noche.

-Quieto ahí -ordenó Chanyeol, alzando la voz para ser oído por encima por encima del pulso de las campanas, invocando toda su concentración, su autocontrol, para permanecer firme, estoico, inquebrantable, tal y como le habían enseñado, tal y como debía ser. No era sencillo cuando, al otro lado de la pared contra la que había acorralado a su prisionero, las brujas habían tomado la calle y la ciudad estaba en llamas. Cuando él había recibido órdenes de atrapar, de prender a todas aquellas criaturas, vivas o muertas, y había perdido la noche entera yendo a capturar a uno de ellos.

-¿Quieto? -el hombre contra la pared estaba atrapado como un niño, acorralado contra una pared y con grilletes de metal constriñéndole las muñecas, pero aun así se las apañó para sonreírle, con aquella exasperante capacidad suya para aferrarse al control, para mantenerlo en sus manos incluso cuando estaba claro que lo había perdido. Las brujas que destruían todo y luchaban por su vida en la calle habían salido de sus escondites vestidas de negro, pero la capa que cubría a Byun Baekhyun era roja como el mismo fuego; como la sangre que brotaba de la piel desgarrada de una puñalada. Tenía el rostro de un ángel, la mueca burlona de un demonio en los labios, y en sus ojos no había ni el menor atisbo de miedo-. ¿Y a dónde iba a ir? ¿No me has atrapado? ¿No vas a entregarme para que me maten?

-Es lo que os merecéis, todos vosotros -respondió Chanyeol, tirando de la cadena unida a los grilletes del otro chico para hacerle alzar los brazos, pegarlos contra la piedra, posando la otra sobre la piel blanca de su cuello, tratando de recordar que presionar y acabar con todo sería sencillo, y de olvidarse del pulso caliente palpitando bajo sus dedos, de su respiración, tan cerca que parecía quemarle la mandíbula. Ya lo había dicho su Señor, la primera vez que habían visto al chico en las calles: Baekhyun era pecado, y él había sido educado para odiar todo lo malo-. Corrompéis a las personas con vuestros poderes. Mentís, engañáis, utilizáis vuestras artes para…

-¿De verdad? -Baekhyun apoyó la cabeza contra el muro de piedra, interrumpiéndolo con una carcajada baja que pareció ahogar el sonido del fuego, de las campanas, clavársele a Chanyeol en el cerebro, y en la sangre, y en el alma-. Eso es lo que todos vosotros pensáis, los cazadores de brujas. Ah, sí, creéis que sois tan buenos, salvando al pueblo de nuestras malas artes. Estáis convencidos de que os ganáis el cielo encerrándonos, torturándonos, quemándonos vivos en una pira. ¿Qué es lo que esperas que hagamos, Park Chanyeol? ¿No defendernos?

Las palabras de Baekhyun fueron como un latigazo; el modo en el que pronunció su nombre, deliberadamente despacio, como si fuera un secreto, fue fuego, llamas negras en sus entrañas. Si cerraba los ojos, en mitad de su lucha interna por tratar de reenfocar la vista podía ver a Baekhyun tal y como había sido cuando había llegado a la ciudad, con el pelo negro azabache y los ojos brillantes y profundos, como pozos sin fondo. Lo había visto varias veces mientras patrullaba las calles con los otros cazadores - aquel artista callejero, vestido de negro, y blanco, y rojo, que se ganaba su oro cerca de la plaza creando ilusiones ópticas con la luz del sol, riéndose con los niños que acudían a verlo mientras su compañero, un tal Jongin, tocaba la flauta - y no había podido ocultar la sonrisa que se le había dibujado en cada ocasión en los labios hasta que su Señor se lo había llevado a un lado y lo había ordenado vigilarlo.

“Es uno de ellos, Park,” le había dicho. “Vigílamelo, tráemelo. Hay que destruirlos, a todos ellos. Deben arder en la pira, antes de que nos condenen a todos.”

Chanyeol no había querido creerlo, pero no podía evitar recordar. La inocencia en la sonrisa de Baekhyun disolviéndose, convirtiéndose en la mezcla perfecta de tentación, burla y desprecio cuando lo había visto observarlo a partir de aquel momento. Los juegos de luces, las ilusiones con las que había entretenido a los niños, volviéndose en su contra cuando se quedaban solos, confundiéndolo mientras el chico se reía de él. Su risa, sí, y el pelo negro, y la piel blanca; el roce de sus dedos, que siempre parecían encontrar una excusa para tocarlo, y el rastro de saliva casi invisible que su lengua dejaba sobre sus labios cuando se los humedecía, observándolo con la calma impasible de un depredador.

Había algo en Baekhyun que era pecado; algo obsceno en él que quería destruirlo, hacerlo caer con él. Y Chanyeol no iba a perder, no podía perder, así que había tratado de enfrentarse a ello. Había sido en la festividad de invierno, en el escenario improvisado que se había armado en mitad de la plaza, donde Baekhyun había subido las apuestas - donde había saltado desde las tablas a las gradas en mitad de su número, envuelto en luz y con fuego en los ojos, y le había vendado a Chanyeol los suyos con uno de los pañuelos de seda con los que juagaba a hacer sus trucos de magia.

-¿Qué es lo que estás mirando? -le había susurrado, prácticamente sentado en su regazo, con las manos frías sobre su cuello, haciéndolo temblar, desearlo, y quedar en ridículo delante de la ciudad entera-. Deberías aprender a mantenerte alejado de las cosas que no son tuyas.

Al acabar el festival, y ya de vuelta en el Palacio de Justicia, su Señor le había cruzado a Chanyeol el rostro de una bofetada, sin ni siquiera quitarse antes los guantes de cuero y metal.

-¡No puedes dejar que esas criaturas jueguen contigo! -le había increpado-. Si pretendes sobrevivir tienes que ser más fuerte que ellos, más que el demonio. ¿Lo entiendes?

-Sí, señor.

Tenía que ser así. Baekhyun era pecado; Baekhyun no era bueno, y Chanyeol lo odiaba. Lo detestaba, y se había detenido frente la chimenea del palacio aquella noche, dispuesto a arrojar a las llamas el pañuelo de seda roja que aquel demonio le había anudado antes en torno a los ojos. Había querido hacerlo, por dios misericordioso, pero no había podido y había huido de allí como un cobarde, apretando la tela suave contra su pecho, contra su rostro; preguntándose por qué olía como él, por qué en el silencio de su habitación, cuando no había nadie más, todavía podía sentir al brujo sobre su regazo, podía escucharlo riéndose de él por no mantenerse alejado de las cosas que no eran suyas.

-¿Defenderos? -el sonido de su propia voz devolvió a Chanyeol al presente; a la caza de brujas, a la ciudad en llamas, al cuerpo de Baekhyun encadenado y atrapado entre él y la pared. Demonio o no, Chanyeol todavía llevaba aquel pañuelo de seda atado en torno a su muñeca, bajo la camisa, donde nadie podía verlo pero él sí que podía sentirlo, cortándole el pulso-. Mira lo que habéis hecho. Mira lo que hacéis. La ciudad está en llamas.

-¿Y de quién es la culpa? Ha sido tu amo quien le ha prendido fuego para encontrarnos. Valiente protector del pueblo, ¿no crees?

-¡Habéis sido vosotros quienes lo habéis causado! ¡Habéis empezado vosotros!

-Claro que sí -murmuró Baekhyun, con la cabeza todavía contra el muro, con los dedos de Chanyeol todavía presionando levemente contra su cuello. La presión no era suficiente como para cortarle la respiración, pero sí para dejarle una marca, para hacerlo caminar hacia la pira con la huella de Chanyeol sobre su piel-. Vete a decirle eso a tu dueño, sacando la lengua y moviendo el rabo, como el perrito obediente que eres. Tal vez te compre una correa nueva cuando le lleves mi cadáver.

-Cállate.

-¿Qué pasa? ¿No te gusta que te recuerden lo necio que eres? Era algo que tenía que pasar, tarde o temprano, viendo que lo único que haces es bailar al son de la música que tocan los demás.

-¡Te he dicho que te calles!

-¿Eso es lo que quieres?

-¡Cállate!

Chanyeol estaba zarandeando la cadena con tanta fuerza, haciéndola alzarse y descender por la pared, que estaba seguro de que los grilletes tenían que estar clavándosele a Baekhyun en las muñecas. Un único vistazo le bastó para comprobar que había sangre, apenas un par de finos regueros descendiendo desde el punto en el que se unían metal y piel, pero el chico no parecía en absoluto perturbado por el dolor, ni mucho menos por la aparente sumisión de su postura. Estaba prisionero, atrapado, iba a arder al amanecer y Chanyeol podría haber hecho cualquier cosa con él aquella noche, y a pesar de ello todo lo que estaba haciendo era sonreír y mirarlo con aquellos ojos tan oscuros como si estuviera a punto de devorarlo.

-Dime la verdad -dijo finalmente, lamiéndose los labios con lentitud antes de hablar, sonriendo como si supiera mucho más que él-. ¿Has venido hasta aquí, cruzando la ciudad hasta atraparme, porque quieres entregarme a tu amo? Tantas molestias, tanto interés, todo este juego… ¿sólo para eso?

Chanyeol no respondió, y Baekhyun se inclinó hacia delante, forzando las cadenas al máximo para lograr rozarle el lóbulo de la oreja con los labios. Estaban tan cerca que apenas había necesitado espacio para que sus cuerpos estuvieran completamente pegados el uno contra el otro sin que Baekhyun tuviera que hacer apenas esfuerzo.

-Sé sincero, niño. Estoy seguro de que te lo has imaginado más de una vez, ¿verdad? A ti y a mí. Piénsalo -murmuró, con una voz que era como un ronroneo, queda y ronca por debajo del caos al otro lado de los muros-. Piensa en mí, ahora, de rodillas sobre el suelo, en cómo sería si soltaras las cadenas. Si soltaras las cadenas. Podría hacerlo, ¿sabes? Usar la boca contigo. Estoy seguro de me dejarías, de que te vendrías abajo como un niño.

-Yo no… -Chanyeol quiso protestar, pero la fuerza de voluntad que lo había guiado hasta aquella iglesia estaba desvaneciéndose, atrapada en un espacio del pecho que le ardía tras las costillas. La mano que había sostenido las cadenas con firmeza sobre la pared resbaló sobre el muro hasta detenerse junto al rostro de Baekhyun con un tintineo metálico, permitiéndole al chico mover los brazos, hundirle las manos en el pelo y trazar círculos con aquellos dedos largos y perfectos sobre la piel de su nuca-. Baekhyun -llamó, rogó, y el brujo volvió a reírse.

-Podríamos hacerlo al revés, si quieres. ¿Lo preferirías? Mis manos así, en tu pelo, y las tuyas en mis caderas. ¿No te gustaría escucharme? ¿Saber si voy a gritar o no, a moverme o no, contra ti? ¿Si terminaría con tu nombre en los labios? Tal vez sea lo que quieras, viendo cómo no tienes ningún problema en arrodillarte para obedecer a tu amo -había algo en la voz de Baekhyun, un rumor, una llamarada de fuego oscuro que estaba logrando que sus propios pensamientos lo traicionaran, que Chanyeol quisiera verlo, más que nada, con la espalda arqueada contra la pared, las mejillas teñidas de rojo, las sílabas de su nombre en su boca, en su garganta, en todas partes, repetidas constantemente como un mantra. Y la imagen era tan vívida que el chico no habría podido detener el quejido que salió de entre tus labios aunque hubiera querido, a pesar de que sabía que Baekhyun iba a volver a reírse de él-. Así que así es como es, ¿eh? -murmuró, separándose lo suficiente como para mirarlo con unos ojos que, con las pupilas dilatadas, eran total y absolutamente negros-. Te lo preguntaré una vez más. ¿Para qué has venido?

Baekhyun lo había acusado de seguir ciegamente a su líder, de hacer lo que le pedían en lugar de lo que deseaba, pero, mientras volvía a empujar al brujo hacia atrás, mientras inclinaba la cabeza y estampaba los labios contra los suyos, aprisionándolo contra la pared, estuvo seguro de que lo que estaba haciendo, absolutamente todo, era lo que Baekhyun quería de él.

Había presión en sus ojos, en sus oídos, llamaradas como las que estaban arrasando la ciudad devorándolo por dentro. Baekhyun lo había estado esperando, y sus labios se abrieron para él sin resistencia, invitándolo, tragándoselo por completo. Chanyeol había oído muchas historias, cuentos sobre el bien, el mal, el cielo y el infierno, y en aquel momento estuvo seguro de que, si el pecado hubiera podido tornarse material, probablemente habría sabido así - que si fuera una sensación habría sido la saliva sobre sus labios, la lengua que se movía contra la suya, las uñas clavadas aún en su nuca.

-¿Por qué esto? ¿Por qué? -preguntó casi sin voz cuando se separaron, cuando sintió a Baekhyun aferrarse a sus brazos con inusitada fuerza para alguien tan pequeño e inclinar la cabeza para lamerle la línea de la mandíbula, esconderle el rostro en el cuello, todavía con aquella sonrisita  prepotente en la boca. Chanyeol no sabía sobre qué estaba preguntando: si sobre las brujas, sobre la ciudad que su propia gente había prendido en llamas, sobre el modo en el que Baekhyun había empezado a moverse contra él, buscando fricción, o la manera en la que Chanyeol no podía negársela, no podía negarle nada, y quería, quería y quería, soltando las cadenas que mantenían a Baekhyun prisionero y deslizándole las manos por los costados, cerrándolas contra sus caderas, clavando los dedos en el hueso, sintiendo que algo le atenazaba las entrañas y la visión se le volvía negra y roja.

Baekhyun estaba excitado y precioso, y pareció un ángel, el diablo, la encarnación de los siete pecados capitales, cuando echó la cabeza hacia atrás sobre el muro para gemir.

-¿Por qué? -repitió, burlándose de sus palabras a pesar de no tener prácticamente aliento. El fuego estaba por todas partes, extendiéndose más y más al otro lado de los ventanales, con su luz cruzando los cristales, reflejándosele en el pelo, en los ojos y en la sonrisa hasta hacerlo parecer hecho de llamas, tan irreal que Chanyeol creyó que se abrasaría si seguía tocándolo-. ¿Y por qué no? Porque puedo.

Baekhyun había sido siempre así, había jugado con él desde el principio - en la calle, en el festival de invierno, en la caza, en aquel instante - pero a Chanyeol le daba igual. Y su Señor había hablado de decencia y de pecado, y él había creído, pero el instante en el que le hundió al brujo los dedos en la parte trasera de los muslos, cerrando las manos sobre su piel para hacer que le rodease la cintura con las piernas, le supo a auténtica gloria.

“Más,” había empezado a susurrar Baekhyun contra su piel, más una orden que una súplica, mientras él se movía contra él; “Más, más, más.” Y el obedecía, porque la fricción era exquisita, porque estaba fuera de control. Podía sentir las manos del otro chico, arrastrando unas cadenas que ya no sujetaba nadie, subiendo por su espalda, tembló ante el frío de los grilletes metálicos sobre la piel de su cuello cuando Baekhyun le sujetó el rostro con los dedos, rozándole el labio inferior con el pulgar antes de besarlo de nuevo.

-Esto no… no tendría por qué ser así -se oyó Chanyeol decir a sí mismo cuando se separaron, en voz suave, rota, sintiendo el calor arremolinándosele en el vientre, la vergüenza por el modo en el que estaba aplastando a Baekhyun contra la pared para lograr terminar, un súbito ramalazo de miedo al comprender, recordar, que él no era el único que aquella noche había salido a cazar brujas-. Yo puedo… Puedo…

-¿Hmn? -los labios de Baekhyun se separaron de los suyos el tiempo suficiente como para producir algo entre una pregunta, una risita y un gemido, que se convirtió en otro cuando Chanyeol embistió hacia arriba, otro más cuando Baekhyun se encontró con él a medio camino, con los brazos todavía en torno a su cuello en algo parecido a un abrazo. Chanyeol quería hablar y no podía; se estaba calcinando junto al resto del mundo, y había perdido las palabras en las llamas.

-Puedo sacarte… Puedo sacarte de aquí -susurró, y no había querido decirlo, pero lo hizo, porque sin importar lo que dijera su Señor él iba a ir al infierno de todas formas-. Puedo esconderte, no te encontrarían, no…

-¿Y cuál es la condición?

-¿C-cond…?

-El precio. Todos los cazadores de brujas tenéis un precio.

Chanyeol estaba luchando por mantenerse lúcido, por mantenerse en pie. Era patético que él estuviera ahogándose, arruinado, tan excitado que el mero roce de los dedos de Baekhyun contra su cuello estaba amenazando con hacerlo estallar, y que el chico contra la pared tuviera el pelo revuelto, las mejillas enrojecidas y la piel blanca del cuello marcada, pero que sus ojos siguieran siendo tan negros, extrañamente serenos cuando él ni siquiera podía mantener la vista enfocada. “Yo sólo te quiero para mí,” pensó, gruñendo contra su cuello. “Sólo quiero que seas mío, mío, mío entero.”

No se percató de que había estado hablando en alto, gruñendo las palabras, gimiéndolas, hasta que los dedos finos de Baekhyun volvieron a aferrarle la barbilla, alzándole el rostro para obligarle a mirarlo a los ojos.

-Tuyo, Chanyeol -susurró, y tenía los labios rojos-. Tuyo.

Aquello fue lo único que bastó para que algo en su interior se rompiese, para que la visión se le volviese blanca y el clímax lo dejase sin aliento, haciéndolo presionar a Baekhyun con más fuerza contra la pared, tratando de alargar el momento y susurrando incoherencias que se le murieron en los labios cuando el chico lo besó. Podía sentir sus dedos sobre su cuello, helados y firmes sobre su piel, sujetándolo con tanta fuerza que quiso quejarse pero no pudo.

Fue al recuperar el aliento, cuando, débil y agotado, volvió a ser consciente de dónde estaba, cuando se percató de que Baekhyun seguía observándolo con aquellos ojos negros, los ojos del diablo, mientras mantenía firmes alrededor de su cuello las cadenas que él había usado para aprisionarlo antes, y cuyos extremos había acabado soltando momentos atrás.

Un vago sentimiento de alarma trató de abrirse paso a través de la neblina que le nublaba la mente - peligro, porque ya no podía mantener a Baekhyun sujeto. Peligro mortal, porque su antiguo prisionero podía estrangularlo; podía matarlo y Chanyeol lo conocía lo suficiente como para saber que lo haría mientras se reía.

-Tuyo -repitió Baekhyun, como si la palabra le hiciera gracia, desenredando sus miembros de los suyos y tensando la cadena desde abajo al ponerse en pie. Su sonrisa era una máscara de inocencia que no le llegaba a los ojos-. Así que ese es el trato que ofreces. ¿Que pase a pertenecerte, o que arda? Muy bien.

-Yo no… -comenzó Chanyeol, pero Baekhyun se adelantó para posarle un dedo en los labios.

-Tenlo claro -susurró-. Si me pides que escoja entre el cazador y la pira… Siempre, siempre, eligiré arder.

El incendio seguía extendiéndose fuera, llevándose todo a su paso. La iglesia era terreno sagrado, pero pronto vendrían a por ellos, pronto vendrían a llevarse a Baekhyun.

-Van a quemar a todos los que capturen vivos al amanecer -respondió. “Y va a dar igual que me mates o no,” quiso añadir. “No puedes salir.” Tal vez no hiciera falta expresarlo en alto, porque Baekhyun volvió a sonreír.

-Ya lo sé.

Esta vez, Chanyeol cerró los ojos y no respondió nada.

--

-¿Cómo que el chico no está?

La furia de su Señor era siempre helada, y sus palabras fueron como un cubo de agua fría en mitad del infierno que todavía consumía la ciudad, al otro lado del Palacio de Justicia. Desde niño, Chanyeol había estado acostumbrado a agachar la cabeza, así que eso fue lo que hizo, clavando los ojos en el suelo de piedra gris.

-No estaba en la catedral -susurró, sonando suave, débil, convincente-. Lo seguí hasta allí, pero cuando llegué a la iglesia ya se había ido.

-¿Qué…? Pero, ¿cómo…? -Chanyeol levantó la cabeza, separando los labios para formular una disculpa, pero su Señor lo cortó con un gesto seco y un chasquido de lengua-. No importa. Vete, idiota. Seré yo quien dé con él aunque tenga que prender fuego a toda la ciudad.

No había más que decir, y Chanyeol murmuró una disculpa, saliendo de la habitación tropezando con sus propios miembros como un animal asustado. No fue hasta que se hubo alejado a través del pasillo, hasta que estuvo a salvo donde ni su Señor ni los suyos podían escucharlo, cuando se permitió clavar la vista en la ciudad al otro lado de las ventanas y sonreír.

El mundo estaba en llamas, pero Baekhyun no estaba allí.

-Me gustaría ver como te las apañas para encontrarlo -susurró-, Amo.

fic: short fics/drabbles, !one-shot, fandom: exo, pairing: chanyeol/baekhyun, rating: r

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