Título: Sweet Dreams (are made of this)
AU:
Vampire: the Masquerade!AUFandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun
Rating: NC-17
Palabras: 7.677
Summary: La historia de un sueño que empezó con sangre y terminó con fuego. El cuento de un niño humano y un vampiro; de cómo todos, en el fondo, deseamos algo, y es ese mismo deseo el que puede conducirnos a nuestra propia perdición: Trasfondo de Chanyeol (humano) y Baekhyun (vampiro).
Notas: AU basado en Vampire: the Masquerade. Puede haber errores porque hace años que no juego.
Advertencias: Sangre, heridas, vampiros, etc. Gente muerta que no son los protagonistas.
Comentarios: ¿Todavía os acordáis de este AU? Estoy en ello :D
.
Chanyeol lo estaba esperando con una botella a su lado, sobre la mesa, cuando Baekhyun volvió a la buhardilla en la que vivía la noche siguiente. Era distinta a la que había utilizado para ofrecerle agua en su anterior visita - más pequeña, más nueva y completamente transparente - y el líquido en su interior, rojo y espeso, resaltaba como la única pincelada de color en la penumbra reinante.
-¿Qué es eso? -preguntó el vampiro en alto, aunque ya lo sabía. El olor metálico, que llegaba hasta sus fosas nasales incluso a través del corcho que cerraba el recipiente, estaba haciendo que las encías le doliesen, una clara señal de sus colmillos, pidiendo que los liberase. Frunciendo apenas el ceño, Baekhyun luchó contra el instinto, se obligó a ladear la cabeza y a mostrarse inquisitivo, relativamente inofensivo, puede que un poco impertinente de más.
-Sangre -dijo Chanyeol simplemente, como si aquello no fuera algo obvio.
-No es humana.
-No -Chanyeol desvió la mirada de la botella a él con algo parecido a aprensión en los ojos, pero no tardó en comenzar a explicarse-. Calle abajo vive un hombre que no está del todo… bien de la cabeza. Llevo viviendo aquí años, y siempre que vuelvo tarde del trabajo me llama y me pregunta si no quiero comprar sangre de rata. Dice que es buena, buena para el cuerpo o algo así, y normalmente me niego sin más, pero ya que ibas a volver esta noche y viendo que ni siquiera toleras el agua, pensé que…
Baekhyun ladeó la cabeza, caminando con paso sereno hasta el punto de la habitación en el que Chanyeol lo aguardaba, muy quieto, como si estuviese esperando alguna reacción concreta por su parte. No había Elíseo aquella noche, o por lo menos Baekhyun no estaba de humor para acudir teniendo en cuenta que el Príncipe estaba empeñado en boicotear todas sus actuaciones, así que iba vestido con relativa simpleza, con un traje gris hecho a medida con el cuello de la chaqueta forrado de terciopelo negro. No era la ropa que habría usado para seducir a nadie, pero aún así el chico humano lo recorrió de arriba a abajo con los ojos, tensándose al ver que el vampiro lo había pillado con las manos en la masa y lo estaba mirando con una sonrisita burlona en los labios.
-Chanyeol -lo llamó Baekhyun, únicamente por el placer de ver al pobre chico humano prácticamente dar un brinco al oírlo pronunciar su nombre en un susurro suave como el terciopelo-. Aprecio, de verdad, tus buenas intenciones, pero, ¿sinceramente crees que alguien como yo se rebajaría a beber sangre de rata?
-¿No puedes?
-Puedo -Baekhyun sonrió como si pretendiera resultar tranquilizador, mientras daba un paso hacia él y luego otro. Se detuvo, por fin, cuando estuvo tan cerca de Chanyeol como para poder sentirlo tragar saliva al mirarlo, percibir su pulso aumentando de ritmo, la sangre viva martilleándole en las venas. Hacerlo ponerse nervioso, hacerlo desear, aunque ni él mismo supiera el qué, era siempre tan sencillo-. Técnicamente puedo, sí, pero no quiero. No sacia igual, ni siquiera sabe a lo mismo. Hay Vástagos que se alimentan de ella, principalmente idiotas que niegan su naturaleza o pobres desgraciados sin la capacidad suficiente para cazar humanos por su cuenta. Beber esa sangre es como conformarse con comer pan seco teniendo un banquete servido encima de la mesa. ¿De verdad, y conociéndome como lo haces, esperas que alguien como yo haga algo así?
El flequillo negro le había caído sobre los ojos, y Chanyeol alzó una mano, como si durante un instante se hubiera sentido tentado de rozarle la piel y apartárselo, pero Baekhyun ladeó la cabeza, negándole implícitamente el permiso, a punto de reírse, y el chico finalmente le apoyó una mano sobre el hombro.
-¿No es mejor eso que matar personas? -preguntó, casi como si él mismo dudara de sus palabras.
Baekhyun se apartó de él con una sonrisa, pasando a caminar de espaldas hasta quedar sentado en el mismo sillón que había utilizado la noche anterior. Era viejo y tan absurdamente incómodo que tuvo que ahogar la mueca de desagrado que estuvo a punto de formársele en los labios.
-¿No querías saber cosas sobre la Estirpe? -replicó-. A todos nosotros nos gusta cazar. Yo cazo. Mi creador caza. Tú cazarías, si estuvieras en mi lugar. Cada uno lo hace a su manera, por la fuerza, la seducción o el engaño, pero todos cazamos. Estamos hechos para matar. Nuestros sires nos escogen con eso en mente cuando nos crean, ¿sabes? Jamás elegirían a alguien a quien consideraran tan débil como para no hacerlo.
Los ojos de Chanyeol viajaron entre la botella de sangre aún sobre la mesa y su figura, tumbada de nuevo sobre el sillón, con la camisa un poco abierta de más y las piernas colgando desde el reposabrazos. Tras un instante, debió de terminar de aceptar que Baekhyun no iba a beberse el contenido, porque suspiró y se llevó la botella hacia la cocina adyacente, como si no acabara de agradarle verla en su salón.
-¿Os escogen? -preguntó al regresar a la habitación, volviéndose a sentar en el borde de la cama al ver que no quedaba sitio libre en otra parte-. ¿No os crean al azar, o por error, o accidente?
Baekhyun se encogió de hombros.
-Hay de todo. Gente que se vuelve loca, amantes despechados, imprudentes a los que les parece oportuno tener un ejército de chiquillos que apenas durarán vivos un par de noches… Pero lo normal, sí, es escoger a alguien con cuidado. Según nuestras normas se necesita permiso, ¿entiendes? El permiso del Príncipe de la ciudad, nuestro soberano. Y puede denegárnoslo, si el humano al que escogemos no le gusta, o incluso hacernos pagar por su comportamiento, si no lo educamos bien.
-¿Así que a ti te escogieron?
-Yo quería esto -murmuró Baekhyun sin más, recordando una vez más el suburbio donde se había creado, el viento helado del invierno sobre una piel que por entonces aún había estado cálida al tacto, a Luhan-. No es que la vida humana tuviera mucho que aportarme. Cantaba bien, pero no era suficiente. Solían decirme que era bonito, pero no es que eso supusiera siempre una ventaja, ya sabes.
Baekhyun dudaba que Chanyeol llegase a entender, pero el otro chico lo miró con expresión seria.
-¿Y nunca te has arrepentido? -preguntó-. ¿De ser así?
-¿Así, cómo? Solía observar a mi sire, cuando estaba vivo, pensar que era perfecto. Quería ser como él y lo acabé consiguiendo. ¿Qué ocurre? ¿Es que no te gusta lo que ves?
Chanyeol lo observó parpadeando y Baekhyun le devolvió la mirada con un mohín.
-¿No te gusto? Qué pena. Lo tomo como mi cruzada personal, el que se me adore. Creía que a estas alturas podía hacer que cualquiera se enamorase de mí.
Su interlocutor dudó un momento.
-¿No me matarías? -preguntó a su vez, mientras Baekhyun lo escuchaba con una sonrisa casi invisible en los labios-. Si no tuviera ese libro que copiar para ti, ¿no me matarías sin pensarlo?
-Puede. ¿No morirías tú pensando que soy bonito? Es eso lo que estaba preguntando, no otra cosa. No me juzgues mal.
Chanyeol intentó decir algo, pero finalmente negó con la cabeza, visiblemente frustrado. Baekhyun se llevó una mano enguantada a los labios y soltó una carcajada.
-Eres idiota -declaró-. Idiota, idiota, idiota.
-Y yo me alegro de tener ese libro que copiar para ti.
--
Baekhyun podría haber repetido desde el anochecer hasta el alba que Chanyeol era un estúpido (porque, técnicamente, era el ser humano con menos instinto de supervivencia que había visto en toda su existencia), pero no podía negar que había algo en él que le producía curiosidad. Una curiosidad primaria, casi instintiva, por saber hasta cuándo podrían seguir adelante con aquella pantomima, en qué momento saltaría por los aires la especie de precario equilibro en el que ahora se movían. Cuándo, una de dos, o Chanyeol se hartaría de verlo aparecer en su casa todas las semanas, con sus camisas de seda y sus sonrisas de ángel, poniéndose de puntillas para preguntarle al oído si ya se había enamorado de él; o acabaría de rodillas en el suelo, rogándole a Baekhyun que hiciera lo que quisiera con él.
Eran los dos únicos escenarios posibles para Baekhyun, los únicos dos finales en los que habían desembocado las aventuras con humanos que había tenido a lo largo de los años desde que había sido Abrazado. El primero de ellos habría terminado con la solución que Baekhyun había tenido planeada para sus problemas desde un principio - matar a Chanyeol, limpiar su propio rastro, darle a Jongdae lo que tuviera del libro y volver a su existencia tediosa de antes. El segundo… digamos que implicaba poder llegar a jugar con la comida antes de comérsela, y no es que Baekhyun pudiera decir que la perspectiva lo desagradara del todo. Chanyeol era joven y fuerte, después de todo, y cuando Baekhyun se acercaba más de la cuenta lo miraba como si no supiera muy bien si salir corriendo de la habitación o estamparlo contra la pared más cercana y comérselo a besos.
Era… satisfactorio, el sentirse deseado por alguien tan desesperado. Satisfactorio, divertido y quizás emocionante hasta el punto de haberse convertido en su nuevo entretenimiento personal favorito.
Porque lo cierto era que Chanyeol seguía manteniendo un autocontrol digno de mención y Baekhyun, a pesar de quejarse todas y cada una de las veces, seguía volviendo, durante días que se convirtieron en semanas y semanas que se convirtieron en meses.
En realidad, hablaban casi de todo: de cómo a Baekhyun el Príncipe parecía tenérsela jurada; de cómo Chanyeol se pasaba las mañanas enteras copiando libros, repitiendo los mismos trazos una vez tras otra porque los Inquisidores nunca habían sido demasiado amigos de las imprentas. El chico humano caminaba de aquí para allá dentro de su pequeño salón, explicándole algo que había visto u oído con los ojos muy brillantes, y a cambio Baekhyun no podía evitar sonreír cuando le hablaba de los nuevos negocios de Luhan, de la apariencia eternamente preocupada y atareada de Lord Suho desde que lo habían nombrado Primogénito Ventrue o de las idas y venidas de la clase alta del Elíseo, que había forjado un mundo de lujo y falsa luz para pretender por unas horas que había algo más en ellos que sangre, destrucción y muerte.
-No podéis ser tan crueles. No todos -argumentaba Chanyeol, una vez tras otra, tal y como lo había hecho el primer día, cuando Baekhyun le contaba entre risas como uno de los Vástagos más influyentes del clan Toreador había sido sorprendido infraganti tratando de robarle cuatro cuadros y una amante al Guardián del Elíseo, y cómo la chica había terminado muerta en la lucha, ahogada en el río cuando trataba de huir-. No matáis por principio en vuestra sociedad. Ni siquiera matáis siempre que os alimentáis. ¿No decías que vuestro Príncipe lo condena? ¿Que se ordena una de esas cazas de sangre si alguien se pasa de la raya?
-No se trata de matar o no -había replicado Baekhyun esa vez, igual que todas las demás, aprovechando que el chico humano estaba sentado y él estaba de pie a su lado para inclinarse sobre él, lo suficientemente cerca para incomodar, sólo un poco, rozando los límites de su espacio personal casi como si lo hiciera sin querer-. A nuestro Príncipe le dan igual las vidas del ganado. Era distinto hace años, mucho antes de que yo naciera, cuando el ser humano tenía miedo de los cuentos de brujas, pero el hombre de tu generación no cree en nada y lo investiga todo. Cazamos, matamos por puro instinto, pero nos gusta mantener el control. No sería agradable que nuestra presa descubriera qué somos y decidiera buscarnos después de la salida del sol, ¿verdad?
Frente a él, Chanyeol tembló, un gesto casi imperceptible que alguien menos observador habría pasado por alto, y Baekhyun no supo si el chico había tenido, por un instante, miedo por lo que podría hacerle una turba furiosa o si estaba pensando en sí mismo.
-Pero no todos sois igual de malos. No todos actuáis igual -volvió a insistir, más como si hablara consigo mismo que para Baekhyun, pero el comentario había sido tan estúpido que el vampiro se echó a reír.
-Somos criaturas diferentes, distintas clases de monstruo, ya te lo he dicho -murmuró, dejando que sus carcajadas se disolvieran en una sonrisa-. Cada uno tiene su propio modo de actuar. Unos lo hacen por la fuerza, arrinconando a sus presas y arrastrándolas entre gritos a un callejón. Otros lo hacemos de un modo más sutil, sonriendo a pobres almas indefensas en una taberna; sacándolas a bailar en mitad de una recepción. Puede que no seamos externamente brutales, pero somos lo que todos vosotros deseáis tener, y eso nos hace mucho, mucho más peligrosos.
Conforme hablaba, Baekhyun se había ido acercando a Chanyeol hasta el punto de estar casi encima de él, susurrando las palabras con deliberada lentitud contra su oído. El chico humano seguía desprendiendo un calor casi asfixiante, rastros de sangre y de vida materializándose en el modo en el que su respiración se aceleró por un segundo, en la manera en la que se le erizó el vello de la nuca, en los restos de rubor en sus orejas.
-¿No somos la peor clase de demonio? -musitó-. ¿La que encarna, en un mismo cuerpo, todo lo que deseas?
Baekhyun había esperado una réplica estrangulada, un vano esfuerzo por alejarse de él, cualquier intento desesperado por parte de Chanyeol para recuperar una compostura que era obvio que estaba perdiendo. En lugar de eso, el chico humano lo agarró por la muñeca, en un gesto tan repentino que Baekhyun fue incapaz de preverlo, hundiéndole unos dedos que casi quemaban sobre la piel fría mientras giraba la cabeza para mirarlo a los ojos.
Y ya no parecía un chiquillo muy joven, no parecía el mismo niño que lo había esperado en la nieve y que le hablaba de sus mañanas copiando libros como si fueran lo más emocionante del mundo. Había algo en él que era intenso, y Baekhyun sintió un pinchazo de inseguridad en la boca del estómago.
-Los peores demonios no son los que te seducen, Baekhyun -dijo el chico entonces, y el vampiro recordó una escena, años atrás, una casa destrozada, un hombre muerto con su revólver en la mano y a su esposa con el rostro mutilado; criadas muertas sobre las escaleras y un niño asustado bajo la cama-. Los peores monstruos son los que te matan. Los que te matan sin más. Es posible recuperarse de todo, absolutamente de todo, menos de la muerte.
“Todos matamos” quiso decir él. “Eso sólo fue el trabajo muy sucio de alguien que estaba loco.”
Pero el contacto de Chanyeol seguía siendo fuego en su muñeca, y aquella especie de ciega resolución seguía brillándole en algún lugar tras las pupilas, así que, por mucho que las palabras estuvieran a punto de salir de entre sus labios, a la hora de la verdad no dijo absolutamente nada.
Al final de la noche, cuando la luna ya no brillaba y el horizonte comenzaba a clarear, Chanyeol le había dado sus páginas de siempre. Y Baekhyun las había aceptado y se había ido, sólo para volver, como el alba y el crepúsculo, una vez más.
Las visitas a aquel pequeño ático del distrito este se convirtieron en una rutina, sólo rota por aquellas ocasiones en las que el Elíseo abría sus puertas en toda su gloria y Baekhyun, como siempre, se ataviaba con sus mejores galas y acudía a cantar. El Príncipe seguía apañándoselas para boicotear la gran mayoría de sus representaciones, saboteando todos y cada uno de sus esfuerzos sin siquiera cambiar de expresión facial, pero ahora él tenía buenas historias que contar, relatos que hacían que el resto de Vástagos se congregase a su alrededor incluso después de que acabaran sus canciones, presa de una curiosidad que se hallaba difusa en algún punto entre lo pueril y lo macabro.
Había varias cosas que siempre atraían a los suyos como las moscas a la luz, y una de ellas eran las discusiones sobre humanos - humanos controlados, humanos cazados, humanos obligados a actuar en contra de su voluntad, o vinculados por sangre, o convertidos en ghouls, o en amantes. Cualquier cosa era buena, por pequeña que fuera, y su historia, tal y como él la contaba, resultaba tan refrescante para el resto que ni siquiera necesitaba entrar en detalles para conseguir convertirse en el centro de atención.
-¿No lo has vinculado por sangre? -cuestionaba alguien, una mujer de apariencia joven con perlas trenzadas en el pelo-. ¿No le has dado a beber ni siquiera una vez?
-¿Por qué debería? -no era la primera vez que Baekhyun escuchaba esa pregunta y su respuesta siempre era la misma: su sonrisa más brillante, la que lo hacía parecer un ángel de piel inmaculada y ojos azules, un lobo con piel de cordero jugando a ser inocente-. Un trago lo haría soñar conmigo, dos lo harían buscarme con los ojos a donde quiera que fuese. Al tercero -añadió, contando con unos dedos largos y finos cuyo movimiento siguió la mujer vampiro con los ojos entornados-, estaría obligado a estar enamorado de mí, lo quiera o no, hasta que se rompa el vínculo. Pero, ¿por qué forzarlo, no? ¿Para qué necesito anular su voluntad si tal y como está ahora hace lo que yo quiero de todas formas? ¿No es más divertido así?
-Los humanos son criaturas volubles -replicó la mujer-. Siempre terminan descontrolándose, actuando de maneras que no se pueden prever. Acaban siendo un problema.
-Siempre puedo matarlo, si ocurre algo así -Baekhyun sonrió con suavidad, pensando en su chico humano solo en su ático, perdido en un distrito en el que había nuevos muertos cada día y nadie, salvo quizás el propio Chanyeol, se preocupaba por sus vecinos. Tal vez su maestro inquisidor se dedicara a buscarlo durante un tiempo si no lo veía aparecer una mañana, pero ni siquiera él insistiría demasiado si su cuerpo no llegaba a encontrarse-. Nadie lo echaría de menos.
Luhan estaba allí, rodeado como siempre del grupo de Vástagos con el que estaba metido en sus nuevos negocios; con su querido Lord Montgomery y su siempre impecable chaleco gris, con Lord Suho y su manía por llevar siempre la espalda demasiado recta, como si eso fuera a convertirlo en un mejor Primogénito en lugar de hacerlo parecer una presa fácil para las distintas facciones de su clan.
-Es divertido, vincularlos cuando ya te odian -comentó-. Ofrecerle tu sangre a tus pobres amantes despechados y ver cómo no pueden evitar seguir acudiendo a ti aunque te detesten. Un juego interesante. Podías probarlo, cuando tus otras opciones se agoten.
Su sire estaba en esa etapa de su existencia - doscientos, trescientos años - en la que el mundo humano normal lo hastiaba, pero los humanos, indefensos y arrastrados a su esfera de poder, todavía lo divertían. Tenía dos clases de juguetes favoritos: los mortales y los neonatos, vampiros recién nacidos que llegaban a su mundo creyéndose poderosos cuando apenas acababan de morir. Y Baekhyun a veces se había unido a él en otra clase de juegos, lo había ayudado a dar una lección de humildad a Vástagos recién llegados que se creían los reyes del universo o que simplemente le parecían tediosos, pero la idea de hacer que su propio juguete humano - Chanyeol - lo odiara para luego vincularlo a él hizo que la sonrisa se le congelara en el rostro durante una centésima de segundo.
-Dependéis de los vínculos demasiado para divertiros, todos vosotros -replicó, forzando un suspiro-. Hay otras maneras de jugar más… refinadas.
-Puede que sí, chiquillo -Luhan se echó a reír pero curvó los labios en la sombra de una sonrisa burlona, secreta.
“No es como si a ti o a mí pudieran vincularnos, ¿verdad?” añadió la voz de su sire, solamente para su mente, mientras de cara al exterior le decía algo banal a Lord Suho y se reía su respuesta aferrado al brazo de Lord Montgomery. “Nuestra línea de sangre siempre ha llevado las de ganar en ese juego.”
Baekhyun no respondió - su sangre no era aún lo suficientemente potente como para proyectar pensamientos a mentes ajenas de todas formas - concentrándose en su lugar en informar a uno de sus seguidores asiduos sobre el número musical que prepararía para el lunes siguiente, sonriendo como un ángel ante el brillo de admiración en los ojos del neonato en cuestión.
Y todo siguió siendo así, incluso cuando la nieve se derritió en las calles y llegó la primavera, con sus días más largos y sus noches más breves. Baekhyun seguía vistiendo los mismos trajes, hechos a medida por su sastre personal, y se cubría las manos con guantes de cuero para disimular, cuando se movía entre el ganado, que tenía los dedos helados. Los lunes continuaban siendo su jornada de Elíseo, recepciones en las que la historia con su juguetito humano seguía haciéndose más y más popular. La mayoría de las otras noches, Baekhyun abría los ojos con el crepúsculo, buscaba a alguna víctima inocente con la que saciar la sed que le atenazaba la garganta y se adentraba en el distrito este.
Luhan siempre le sonreía cuando le preguntaba dónde había estado; Lord Montgomery le ofrecía una copa de sangre más, las Arpías del Elíseo revoloteaban a su alrededor, Lord Suho lo miraba como si fuera un niño que estuviera jugando demasiado con la comida antes de comérsela. Y, él, siempre, se reía, les contaba la última tontería que había hecho su juguete humano, la exageraba hasta que todos los demás se reían con él.
-¿Cómo vas a matarlo? -le preguntaban. Y Baekhyun se imaginaba mil formas: se veía a sí mismo asaltando a Chanyeol en mitad de una calle oscura, o utilizando sus poderes para acabar de arrebatarle el poco autocontrol que le quedaba cuando lo tenía delante. Podía imaginarse claramente saltando sobre él en su propia casa, una de tantas veces que el chico humano lo dejaba entrar sin siquiera temer por su vida, o mordiéndole en el cuello cuando dormía, preguntándole antes de que perdiera la consciencia si había estado soñando con él.
Porque la Bestia en Baekhyun deseaba aquello - deseaba la caza, y la sangre, y la muerte, y deseaba ver a aquel chico humano rogándole con el miedo en los ojos - y Chanyeol cada vez dormía más, hasta el punto en el que los ojos se le cerraban cuando Baekhyun dejaba de hablar y se daba la vuelta un instante durante una de sus visitas.
-¿Qué es lo que ocurre contigo? -le preguntó, entre divertido y exasperado, en una ocasión en la que Chanyeol se quedó dormido de rodillas sobre el suelo, con los brazos apoyados sobre la mesa y el rostro entre ellos, ladeado, con una mejilla apoyada sobre la superficie de madera. Tenía un aspecto tan genuinamente estúpido que Baekhyun acabó riéndose antes de arrodillarse a su lado para despertarlo.
-Te recuerdo que paso las noches despierto -murmuró el otro chico sin más, todavía adormilado, parpadeando con una languidez que no parecía encajar del todo con la idea de él que tenía Baekhyun (Chanyeol parecía incansable, estaba siempre lleno de vida, hasta el punto de lo irritable)-. He estado aprovechando las pausas en el trabajo para intentar descansar, pero está visto que no es suficiente. Me quedé dormido el otro día, mientras copiaba un libro para mi maestro. El tintero se volcó sobre el manuscrito original. Creo que nunca me habían gritado tanto.
Chanyeol prácticamente soltó un quejido al recordarlo, inclinando la cabeza en señal de derrota como un perrito enorme al que su dueño hubiera reñido demasiadas veces, y Baekhyun volvió a reírse, juntando las manos sobre la mesa y observando a su interlocutor con una media sonrisa en los labios.
-¿Estás sacrificando tus horas de sueño por mí, Park Chanyeol?
-Puede -Chanyeol le había respondido como si estarse quedando dormido por las esquinas para pasar tiempo con un vampiro asesino fuera algo de lo que sentirse perfectamente orgulloso, y Baekhyun se observó las uñas de una mano con gesto aburrido, dejando salir las siguientes palabras de entre sus labios como si fueran algo sin importancia, una sugerencia que pudiera hacer todos los días, a todo el mundo.
-Podría ofrecerte mi sangre.
-¿Eh?
-No pienses mal, sería sólo un poco -Baekhyun se mordió el labio y se echó levemente hacia atrás, aún de rodillas, apartándose de la mesa y salvando el metro escaso que lo separaba de Chanyeol sin levantarse. Sentía la tensión en todo su cuerpo, como cada vez que hablaba, mencionaba, que pensaba en sangre, en heridas abiertas, y sus articulaciones respondieron a las órdenes de su cerebro de modo perfectamente fluido, con la suavidad felina de un depredador acercándose a una presa que no está oponiendo resistencia. Los ojos de Chanyeol se abrieron de más, sorprendidos durante el segundo que tardó Baekhyun en rodearle el cuello con los brazos, en mirarlo bajo una nube de pestañas con una sonrisa que parecía hecha de pura miel-. ¿Sabes el efecto que tiene, una pizca de sangre de vampiro en humanos vivos? Es como medicina, medicina para todo. Podría hacerte más rápido, más fuerte. Si te dejase beber de mí, podrías mantenerte despierto durante el día y la noche enteros. ¿No crees que podrías buscarle un buen uso a algo así? ¿Hmn?
El vampiro pudo ver las arrugas en la frente de Chanyeol cuando se obligó a sí mismo a fruncir el ceño; la curiosidad en sus ojos, dilatándole las pupilas.
-¿Cuál es la parte mala?
-¿Tiene que haber una parte mala?
Chanyeol arqueó las cejas, sin apartarse, con la voz convertida en un susurro una octava más bajo de lo habitual que hizo que a Baekhyun se le revolviera algo en las entrañas, tan primario como la caza, como el hambre.
-Tú nunca das nada gratis, Baekhyun. No te gusta hacer favores.
Había algo oscuro en Chanyeol, algo que salía a la luz cada vez con más frecuencia cuando Baekhyun estaba cerca; su propia bestia, confinada tras una pared de autocontrol y preguntas cada vez más cubierta de grietas. Y aquel era el juego de Baekhyun, el juego con el que llevaba arrastrando a sus presas hacia sí desde que había sido creado, y no podía evitar tener curiosidad - plantearse hasta cuándo podría Chanyeol resistir el impulso, durante cuánto más podría soportar tenerlo lo suficientemente cerca como para poder rozarlo si alargaba los dedos sabiendo que Baekhyun no le había dado el permiso para tocarlo. Él era el brillo, la llama, la luz, y Chanyeol era la polilla que en el fondo estaba deseando quemarse.
Quizás incluso fuera el turno de volver a subir las apuestas.
-Todo tiene un precio, por supuesto -susurró, dibujándole círculos con el pulgar a un ritmo constante en el hombro, inclinándose para murmurarle las palabras con suavidad al oído, con los brazos todavía alrededor de su cuello, los labios fríos contra el lóbulo de su oreja-. Yo estoy maldito, ¿no? Es lógico que mi sangre también lo esté. Te haría más fuerte, sí, pero anularía tu voluntad, al menos en parte. Serías mejor que cualquier humano, pero estarías atado, vinculado por sangre, a mí.
-¿Qué es lo que quiere decir eso? -preguntó Chanyeol en voz baja.
-Que matarías por mí, vivirías por mí. Te enamorarías de mi aunque no quisieras. Eso, claro, si no lo estás ya. Soy muy persuasivo, ¿recuerdas?
A Chanyeol se le congeló la respiración en seco y Baekhyun casi podía oírlo, sentir el modo en el que su mente estaba trabajando, hilando pensamientos en una corriente de hiperactividad frenética sin poder sacar nada en claro después de todo.
-Las marcas de colmillos quedarían bonitas en tu cuello -añadió, sonriendo, pegado a él-. Pero también sobre el mío, ¿verdad? Mi piel es blanca, muy blanca. Sería algo casi obsceno mancharla de rojo, poder tenerme a tu merced y beber de mí. ¿No lo harías, si pudieses?
Baekhyun había estado esperando que aquello ocurriera, había insistido y aguardado hasta ver cómo el autocontrol de Chanyeol le fallaba, así que no se sorprendió cuando el chico humano lo apartó de sí de un empujón, no opuso resistencia alguna al ver que su espalda chocaba contra el suelo con violencia y que Chanyeol estaba encima de él, con los brazos a ambos lados de su cabeza y los ojos brillantes, las pupilas dilatadas.
-¿No lo harías? -repitió, sonriéndole con los colmillos extendidos. El silencio se extendió durante segundos enteros, sólo quebrado por el casi inaudible tic-tac del reloj de mecanismo que Baekhyun llevaba guardado entre sus ropas, por la respiración irregular de Chanyeol, que era la única que podía escucharse en la habitación. Durante un momento, el vampiro creyó que el chico humano lo besaría, pero todo lo que hizo fue clavar los ojos en él, negar con la cabeza.
-No -dijo.
-¿No?
-No es eso. Lo que quiero. No es eso. No quiero tu sangre.
Había determinación en su respuesta, un deje de terquedad que era tan rotundamente humano que Baekhyun echó la cabeza hacia atrás sobre el suelo, y se echó a reír.
-No es gracioso -comenzó Chanyeol, pero se detuvo en seco al ver que Baekhyun se impulsaba hacia delante, que aprovechaba la poca distancia aún entre los dos para pegarle los labios contra el cuello, con suavidad, justo en el punto en el que el pulso de la sangre bajo su piel era más claro, irregular-. ¿Qué haces? -murmuró, con la voz casi temblándole.
“Eres un crío.”
Probablemente hubiera pensado que Baekhyun pretendía morderle, y lo cierto era que no estaba tan desacertado. A la hora de la verdad, él seguía estando allí por el libro de Jongdae y Chanyeol ya sabía demasiado, tanto que tendría que morir por ello, pero el vampiro suponía que podían esperar, que aquella especie de tregua que tenían, en la que ninguno de los dos hablaba de lo que ocurriría después, podría alargarse un poquito más.
-¿No lo ves? -replicó-. Te estoy besando. Es tu beso de buenas noches.
Chanyeol había insistido que podía mantenerse despierto después de aquello, pero se había quedado dormido de todas formas, inclinado sobre la mesa y con la cabeza entre los brazos, como al principio. Y Baekhyun le había amenazado con irse, le había jurado que se marcharía si dejaba de prestarle atención, pero se había quedado igualmente, velándolo hasta casi el amanecer.
Se había marchado cuando quedaba algo más de una hora para el alba, echándose el abrigo de paño sobre los hombros y encasquetándose el sombrero en la cabeza. A aquellas horas, cuando una parte de la ciudad aún dormía y la otra comenzaba a retirarse, escondiéndose de la luz traicionera del sol, incluso el recorrido de vuelta a través del distrito este se convertía en un paseo tranquilo. Nunca había nadie, ni humano ni sobrenatural, y por eso Baekhyun se detuvo en seco, alerta, al vislumbrar una pincelada de rojo bajo una de las lámparas de gas casi, un retazo de pelo rubio y piel blanca bajo la luz amarillenta.
-¿Luhan? -susurró.
Al igual que Baekhyun siempre había sentido predilección por la seda blanca y negra, su sire siempre había destacado por llevarla roja, del color rubí intenso de la sangre recién derramada. Aquella noche no era una excepción, y la camisa del otro Vástago contrastaba fuertemente con lo gris de su entorno y la oscuridad a su alrededor.
-Hola, Baekhyun -lo saludó, y el vampiro sintió que se disparaban todas sus alarmas internas. Luhan era igual que él: prefería el lujo a la pobreza, solía escoger a sus víctimas entre las clases altas porque la miseria lo incomodaba. El distrito este no era lugar para él.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Tsk, ¿no parece claro? He venido a ver a tu juguetito humano.
Obviamente, su sire sabía. Todo el Elíseo sabía, teniendo en cuenta que los intentos semi-fallidos de Chanyeol por tratar de resistirse a sus encantos eran una de las fuentes de entretenimiento más notorias entre la élite vampírica de la ciudad. Él nunca había sido discreto, después de todo, y había repetido las historias una y otra vez ante admiradores y curiosos con la pericia de un narrador experto. Daba igual, después de todo, cuando Chanyeol era sólo un pobre humano más, un juguete reemplazable que en el fondo era el medio para un fin y lo que más querían saber todos los demás era el final del cuento. Parándose a pensarlo, la presencia de Luhan allí no tendría que haberle molestado y, sin embargo, podía sentir el peso de la inquietud y el desagrado como una sombra negra en las entrañas.
-¿Qué es lo que hay que ver? -preguntó. Luhan se encogió de hombros.
-Te está durando mucho, chiquillo, mucho más que cualquier otro humano con el que te hayas entretenido antes. Tenía curiosidad -replicó con una sonrisa-. He de admitir que no me lo esperaba, y que es una casualidad curiosa pero, ¿no es tu niño bonito el crío humano superviviente de la última Caza de Sangre? ¿Chanyeol, era? ¿Park Chanyeol? Recuerdo el nombre. Los hombres del Príncipe estaban furiosos porque no lograron encontrarlo en su momento. Se lo acabó dando por muerto después de meses.
Baekhyun se forzó a ladear la cabeza, a encogerse de hombros - el arte de mentir en los Elíseos, llevado a la máxima instancia.
-A mí también me sorprendió, al principio -admitió.
Luhan lo miró, igual de perfecto que cuando Baekhyun había sido humano y le había rogado para que lo convirtiera en uno de los suyos, en un barrio casi idéntico a aquel.
-Es guapo, sorprendentemente guapo para haber salido de un antro como este -comentó sin más-. ¿No me lo prestarías una noche, si te lo pido por favor?
Aquello era obviamente lo que su sire estaba buscando, pero Baekhyun no pudo evitar sentir el golpe de sus palabras, casi como un puñetazo en el estómago.
-No -dijo, y Luhan se rió-. No -repitió-. Yo nunca he tocado a tus humanos ni me he metido en tus juegos sin que me invites.
-Por eso estaba pidiendo permiso, chiquillo. No pretendo meterme en lo que sea que estés haciendo. Recuerda que yo estoy entre los pocos aliados que tienes.
“Hasta que deje de convenirte” se dijo Baekhyun, manteniéndose inmóvil fuera del círculo de luz que proyectaba la farola de gas.
-No quiero compartir -murmuró-. Mi juego, mis reglas. Es cosa mía.
-¿Planeas pedir al Príncipe permiso para Abrazarlo? ¿Es lo que quieres, convertirlo en uno de los nuestros?
-¿Qué? -la idea sonaba extraña, grotesca-. No.
-Tal vez deberías. Si te lo quieres quedar, más te valdría reclamarlo como algo tuyo de una vez. Ahora mismo es territorio abierto, ¿no? Cualquiera podría entrar por la ventana de su habitación y alimentarse de él. Tú mismo lo dijiste en el Elíseo una vez: nadie lo echaría de menos.
-Eso son tonterías.
-Puede ser, pero destruir a alguien es fácil. Recuerda cómo nos dedicábamos a ello, tú y yo, hace años. Y lo nuestro era por hastío, Baekhyun, una forma más refinada de caza, si puede llamarse así. Tú tienes enemigos, pueden ir a por él si quieren llegar a ti. Si lo he encontrado yo, lo harán otros.
Baekhyun exageró un suspiro con un aire que no necesitaba, observó el cielo, que comenzaba a clarear más allá de los tejados, con gesto impaciente. Todo aquello era estúpido, tonterías y despropósitos, uno detrás de otro, y él tenía - quería - irse de allí.
-¿Qué más da? -respondió-. Va a morir de todas formas.
Luhan se rió.
-Avísame, entonces. cuando lo hayas matado.
--
Los días para Baekhyun siempre habían transcurrido a paso rápido - noches prácticamente iguales las unas a las otras que se sucedían en un caos de colores, llenas de rumores e intrigas, bañadas en sangre. Era sencillo sumirse en una rutina cuando tu cuerpo era siempre el mismo, cuando el mundo a tu alrededor cambiaba y tú pretendías cambiar con él, pero permanecías constante al mismo tiempo. Un año se convertía en dos, y en veinte, y en cincuenta, y una noche apenas duraba un suspiro cuando no podías morir.
Baekhyun nunca había considerado aquello un problema. Vivía inmerso, en cierto sentido, en el mundo humano - acudía a sus fiestas, leía sus periódicos, vestía su última moda y se alimentaba de sus hijos, los que eran jóvenes, los que eran hermosos. Nunca lo había molestado el paso de las horas y, sin embargo, se dedicó a contarlas durante aquellas últimas semanas, mientras Chanyeol le daba más y más páginas del libro que estaba copiando para él y le decía que cada vez quedaban menos para terminar.
Sólo cincuenta. Cuarenta. Treinta. Veinte. Diez.
Todo seguía siendo igual. Baekhyun llegaba al caer la noche, después de alimentarse, cuando no tenía nada más que hacer; se reía del desorden del pequeño apartamento de Chanyeol y lanzaba su abrigo y su sombrero sobre la cama. Se tumbaba siempre sobre el mismo sillón, con los dos primeros botones de su camisa convenientemente desabrochados y observaba al chico con una sonrisa burlona en los labios cuando lo descubría tragando saliva, ladeando la cabeza para tratar de captar un atisbo de sus clavículas.
-¿Qué pasa? ¿Qué quieres? -le preguntaba en voz baja cada vez que Chanyeol se le acercaba de más, en cada ocasión en la que parecía que iba a rendirse del todo y besarlo.
-Te estás burlando de mí.
Y Baekhyun habría estado mintiendo de haber dicho que no lo estaba haciendo, porque disfrutaba de aquello; le gustaba jugar con la cabeza y el corazón de los humanos y Chanyeol quería aquello tanto, tanto, a pesar de estar huyendo de ello que el vampiro no podía evitar sentir curiosidad.
Iba a matarlo, pero no le importaba tener que esperar un día más. Iba a matarlo, pero no había podido evitar entregarle uno de los cuchillos que siempre llevaba encima, deslizarle la empuñadura entre los dedos, enlazándolos con los suyos para obligarle a sujetarla a pesar del brillo de alarma en los ojos del otro chico.
-Llévalo siempre encima, guárdalo bajo la almohada cuando duermas. Un arma de fuego no te valdría de nada contra uno de los míos si te atacan por sorpresa, pero nosotros también sangramos si nos cortan.
-¿Por qué iban a atacarme a mí? -le había preguntado Chanyeol.
-Puede que por mi culpa.
Chanyeol iba a morir, sí, pero sería él quien lo matase. Su juguete, su juego, sus normas. Era lo que le había dicho a Luhan y lo que pretendía cumplir.
Era aún primavera cuando Baekhyun recibió las últimas páginas del libro. Había probado a leerlas, sí, a tratar de descifrarlas para averiguar por qué Jongdae le había pedido que lo robase, por qué estaba interesado en aquel tomo y no en ninguno más, pero no había sacado nada en claro. Lo único que había allí eran viejas leyendas, cuentos que ya había escuchado antes, que pasaban de sire a chiquillo, de boca a boca en los Elíseos. Había creído que tendría tiempo para descubrir qué había de especial en todo aquello. Había pensado que Chanyeol nunca acabaría de copiar.
Había llegado el momento, y Baekhyun no se había alimentado aquella noche. Esa sería la última vez que estaría en aquel apartamento. La última vez que tendría que salir de allí, en plena noche cerrada en lugar de bordeando el amanecer.
-He terminado de copiar tu libro. Aquí están las dos últimas páginas.
Baekhyun no había traído sombrero, no se había quitado la chaqueta del traje al entrar, y Chanyeol lo estaba observando con recelo desde el centro de su habitación. Era como si supiera, como si fuera del todo consciente de lo que implicaba el fin del trato entre los dos pero aún así se estuviera permitiendo tener esperanza.
No estaba muy claro si era muy idiota o más bien demasiado inocente. Probablemente ambas.
-Veo que has cumplido bien tu trabajo -Baekhyun extendió una mano enguantada, sujetó las páginas amarillentas entre los dedos. Todo estaba allí, frases y palabras, puntos y comas.
-¿Para que quieres ese libro? -preguntó Chanyeol, y a aquellas alturas habría sido estúpido mentirle.
-Vale un secreto. Puedo cambiarlo por un secreto sobre el Príncipe.
Chanyeol asintió.
-¿Qué es lo que va a pasar conmigo?
Había llegado el momento, y Baekhyun pudo sentirlo en cada hueso, en cada articulación, en cada terminación nerviosa en su cerebro. “Tengo lo que quiero de ti” le habría gustado decir mientras se acercaba, a pesar de que Chanyeol no estaba haciendo ningún esfuerzo por huir o alejarse de él. “Ya no me sirves para nada.”
-Debiste hacer caso a tu maestro -dijo en su lugar, deteniéndose solamente cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, lo bastante como para apoyarle una mano en el pecho, para sentir el latido de su corazón más allá, atrapado y acelerándosele detrás de las costillas-. No deberías haber vuelto a entrar a este mundo. No deberías haberme metido en tu casa.
-Ya me perdonaste la vida una vez.
Era verdad, en un cierto sentido, y Baekhyun volvió a verlo entonces - el niño bajo la cama, la neonata Malkavian y sus últimas palabras, el miedo irracional que había sentido antes de salir huyendo de allí. No le gustaba pensar en ello, en nada de ello.
-Puede. ¿Y?
-Pensaba que… -Chanyeol se mordió el labio y clavó los ojos en el techo, y Baekhyun sonrió con toda la dulzura del mundo. Sabía lo que el otro chico veía cuando lo miraba, era la imagen de si mismo que llevaba construyendo durante años enteros: el ángel caído cantor-. Estás igual que entonces, que aquella vez, pero yo… Supongo que lo sabes, porque tú siempre lo sabes todo, pero hay algo que no te he dicho. Algo sobre mí y sobre ti.
El vampiro se permitió sonreír, concentrarse en el calor bajo sus dedos.
-¿Algo sobre nosotros? ¿Sobre el modo en el que te sientes con respecto a mí, por fin? ¿Que podría hacer que yo te perdone la vida?
Su interlocutor lo miró a los ojos.
-Puede. ¿No lo harías?
-Tal vez -la habitación pareció crecer, hacerse enorme; sus sentidos estaban tan agudizados que sus oídos podrían haber captado cualquier cosa, por minúscula que fuera, y aún así sólo podía oírse una respiración, el palpitar irregular de un único corazón humano-. Quizás podría tener piedad de ti -musitó, poniéndose de puntillas-. Pero Chanyeol. Chanyeol. Yo no soy humano.
El ataque llegó de modo repentino, tan rápido y tan certero que el otro chico no pudo hacer nada para evitarlo. Baekhyun era rápido, Chanyeol no tenía experiencia alguna en luchar contra los que eran como él, y en un instante la sonrisa se había convertido en colmillos y las manos contra su pulso en un agarre férreo que lo empujaba hacia delante y hacia abajo mientras Baekhyun le perforaba la piel con los dientes, se daba el festín de sangre que se había negado a sí mismo durante meses.
No tardaron en caer de rodillas al suelo, los dos, todavía enredados el uno en el otro, y Baekhyun podía sentirlo, el modo en el que la vida se escapaba de aquel cuerpo y pasaba a formar parte del suyo, el calor de la sangre contra sus labios, la euforia, el éxtasis que lo hacía querer más, que lo llenaba de fuerza y de deseo al saber que no tendría que detenerse antes de tiempo, que podía matar, llegar hasta el final.
-¿Qué es lo que piensas de mi ahora? -susurró, dejando de beber por un segundo al ver que el cuerpo de Chanyeol había perdido fuerza, que el chico humano antes había estado tratando de apartarlo de sí, luchando contra algo a lo que no podía ganar y ahora estaba quieto, prácticamente inerte-. ¿Sigues creyendo que no somos todos iguales?
Las manos de Chanyeol lo aferraron por la cintura, casi como si lo estuvieran sujetando, abrazando, y Baekhyun, por algún motivo, dudó. Todo su cuerpo lo instaba a seguir bebiendo, lo único que podía ver era sangre, sangre, sangre, pero aún así se apartó, un poco, lo suficiente como para observar a su presa a los ojos. Los de Chanyeol eran grandes, enormes, oscuros, siempre habían sido así. Dolorosamente humanos.
-Tendrías que haberme matado hace doce años -murmuró el chico un instante antes de que su mirada se nublara, de que cayera, inconsciente, contra Baekhyun.
Y ya no faltaba nada, se dijo el vampiro, y se repitió lo mismo mientras volvía a pegarle los labios contra la herida abierta, se esforzaba por abrazarse a la euforia y beber más, pero había algo en el fondo de su cabeza que hacía que la sangre se convirtiera en una sustancia viscosa contra sus labios, que prácticamente le estuviera dando arcadas.
-No -susurró-. No.
Cuando Baekhyun lo soltó, Chanyeol cayó, hecho un guiñapo, sobre el suelo sucio y el vampiro lo recordó, esperándolo, dormido junto a la fuente. Se lo había dicho a Luhan, a Jongdae, lo había repetido mil veces en el Elíseo - él quería matar a aquel idiota, había querido matarlo desde el principio.
Pero, a la hora de la verdad, había algo que estaba mal en el hecho de tener su sangre en los labios. Algo que lo hacía querer gritar, rebelarse, porque Park Chanyeol no estaba muerto y él no lo podía asesinar.
“Me perdonaste la vida una vez.”
Y Baekhyun no lo había querido, ni entonces ni ahora, pero se encontró dando media vuelta y saliendo, corriendo, de allí, como si el mismo sol estuviese a punto de alcanzarlo.
[Capítulo II] [Capítulo IV]