Título: Sweet Dreams (are made of this)
AU:
Vampire: the Masquerade!AUFandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun
Rating: NC-17
Palabras: 1.882
Summary: La historia de un sueño que empezó con sangre y terminó con fuego. El cuento de un niño humano y un vampiro; de cómo todos, en el fondo, deseamos algo, y es ese mismo deseo el que puede conducirnos a nuestra propia perdición: Trasfondo de Chanyeol (humano) y Baekhyun (vampiro).
Notas: AU basado en Vampire: the Masquerade. Puede haber errores porque hace años que no juego.
Advertencias: Sangre, heridas, vampiros, etc. Gente muerta que no son los protagonistas.
Comentarios: No sé si quitando el prólogo va a tener uno o dos capítulos, así que dejo la longitud normal en interrogante. Cronológicamente está situado algo más de cien años antes de los otros oneshots. Y ambientación pseudoeuropea/victoriana porque para vampiros me gusta más (¿?)
La primera vez que Baekhyun lo vio fue la noche de la Caza de Sangre.
Aquella fue una noche de caos, una noche de sed de sangre y de destrucción. La noche en la que el Príncipe había hecho pública la sentencia de muerte definitiva contra una mujer vampiro por violar la Mascarada; la noche en la que todos los Vástagos de la ciudad se habían vuelto contra una de los suyos, en la que habían abandonado sus juegos con el mundo humano y habían salido a cazar.
Si había algo que a los vampiros les gustaba más que desangrar al ganado humano, eso era matar otros vampiros; ver cómo su sangre espesa se derramaba sobre el suelo, cómo, a pesar de su inmortalidad, de su belleza, podían ser sometidos, humillados, destrozados. Y el que había encontrado a la presa, en aquella ocasión, había sido Baekhyun.
La pobre desgraciada no era más que una neonata Malkavian, demasiado loca para poder hilar más de dos pensamientos con coherencia, y demasiado alterada como para recordar su propio nombre con claridad, y Baekhyun no había sentido lástima de ningún tipo al acercarse a su figura agazapada a paso lento, con una ceja arqueada y los colmillos rozándole el labio inferior al sonreír. La muchacha temblaba, sujetando el cadáver roto de una niña humana con unas manos que más bien parecían garras, y su cuerpo, desde los labios al rostro y el viejo vestido que le colgaba de los hombros como un saco, estaban manchados de sangre seca.
-Estoy impresionado -susurró, y la figura frente a él se aferró con más fuerza a la niña muerta-. Los has matado a todos. No había pensado que fueras capaz de algo así.
La chiquilla había entrado a aquella casa, un edificio cualquiera entre tantos otros dentro de uno de los barrios de clase media-alta de la ciudad, buscando escapar de los vampiros que la estaban rastreando, pero, como siempre, no había podido controlar sus instintos. Cuando Baekhyun había entrado allí, el aroma metálico y dulzón de la sangre y de la muerte lo había inundado todo, y los pasillos habían estado llenos de cadáveres.
El señor de la casa había estado tirado frente a la puerta de entrada, boca arriba, con un revólver en la mano, los ojos muy abiertos y el cuello partido. Su mujer estaba en otra habitación, poco más allá, recostada contra una pared en una posición grotesca, con un rostro que probablemente hubiera sido hermoso tan deformado a base de cortes y dentelladas que ya apenas parecía humano. Había un hombre mayor, probablemente un criado, tendido boca abajo en un charco formado por su propia sangre en la cocina del primer piso, y dos doncellas jóvenes hechas un lío de brazos y piernas en las escaleras principales, abandonadas como muñecas rotas con las que su dueño se hubiera cansado de jugar. Todos se habían sentido a salvo en aquel lugar; todos habían muerto juntos, bajo las garras de una amenaza cuya mera existencia desconocían.
La niña, sin embargo, una figura angelical de ojos grandes y cabello oscuro, había estado viva y gritando cuando Baekhyun había llegado a la casa. Para cuando había entrado a aquella habitación, no obstante, ya había tenido la cabeza casi arrancada del cuerpo y su voz se había acallado para siempre.
Baekhyun no sabía si reírse o sentirse un tanto ofendido por su falta de delicadeza. Aunque tampoco es que importara a aquellas alturas.
-Aléjate de mí -le estaba diciendo la asesina, la mujer vampiro, su víctima, aún sujetándose al cadáver de la chiquilla como si éste pudiera protegerla de algo-. Eres una criatura del demonio. Aléjate de mí.
-¿Debería irme? -Baekhyun se rió entre dientes y, arrodillándose con cuidado a su lado, le dirigió una sonrisa casi dulce a la muchacha temblorosa-. ¿Quieres que te perdone la vida? ¿Que te deje marchar? No puedo hacer eso, ¿sabes?
La chiquilla se lamió los labios, resecos y agrietados, y lo miró bajo una maraña enredada de cabello claro y rizado. Era una criatura adorable, vulnerable como un pájaro moribundo en las garras de un gato, y Baekhyun no podía esperar a destrozarla del todo.
-No puedes matarme -murmuró, bajando la voz, cerrando los ojos, adquiriendo una cadencia constante, como si canturreara alguna vieja canción de cuna-. No puedes matarme, no puedes, no puedes. Si lo haces ocurrirán cosas malas, no puedes, no puedes.
-¿Cosas malas?
-Habrá algo que pierdas si me matas, algo que pierdas, que pierdas. Algo que ames, que ames, algo que te haga llorar cuando ocurra.
Baekhyun la miró, todavía con fingida dulzura, alzando la mano para acariciarle una mejilla a su interlocutora con suavidad.
-Estás loca -susurró, imitando el tono de su canción, repitiendo el mismo ritmo, compitiendo contra su tono quebrado con su voz perfecta-. Estás loca, loca, y he venido aquí por ti.
-¿Quieres matarme? ¿Vas a matarme?
-Sí.
A pesar de todo, la chiquilla intentó resistirse, pero su sangre era extraordinariamente débil, y Baekhyun, a pesar de no ser fuerte, estaba acostumbrado a matar, venía preparado y adoraba aquello. Adoraba el pulso de la sangre en sus venas, adoraba el dejarse llevar por el monstruo en su interior. Adoraba la visión del puñal que había traído escondido en la bota al perforar piel muerta, el ímpetu de sus colmillos atravesando carne, brindándole acceso a la espesa sangre sobrenatural. No podía razonar, no podía pensar. Aquella era una sensación conocida, familiar; una sensación bienvenida - la pasión por la caza, la lujuria por la muerte. Era como una droga, quemando como fuego en las arterias, haciéndolo sentirse más joven, más despierto, más letal. Total y absolutamente vivo.
En apenas dos minutos, su víctima estaba desangrada, con el cuerpo destrozado, herida de muerte, y Baekhyun la observó arrodillado a su lado, esperando con una sonrisa el momento en el que llegaran el miedo, las plegarias; el instante en el que la chica rogara para que él no la convirtiera en cenizas, para que la dejara vivir. Todos lo hacían.
-¿Tienes algún deseo? -susurró.
La muchacha, no obstante, no suplicó. En lugar de eso, giró la cabeza y lo observó con unos ojos redondos e inyectados en sangre, brillantes y tan lúcidos que, por primera vez desde que hubo llegado a aquel lugar, Baekhyun tuvo un repentino ramalazo de miedo.
-Lo perderás todo -le dijo ella, soltando una carcajada histriónica a la que siguió otra, y otra más-. Perderás todo lo que te importe. Tus dulces, dulces sueños se harán trizas, Byun Baekhyun -su nombre sonó como una maldición en sus labios rotos, y el chico volvió a liberar sus colmillos.
-Cállate -le advirtió, pero ella volvió a reírse.
-Tus sueños, niño bonito -repitió-. Monstruo. Asesino. Destrozarás todo lo bueno que toques y llorarás por ello.
Las siguientes palabras, la risa histérica quedaron ahogadas cuando Baekhyun le propinó el golpe final, aceleró el proceso de muerte para un cuerpo que ya estaba demasiado roto. Pronto, todo lo que quedaba de la chiquilla Malkavian eran sangre, cenizas y el eco de sus carcajadas en el techo alto de la habitación, y Baekhyun tendría que haberse sentido satisfecho, tendría que haber lanzado un rugido de felicidad y estar ya corriendo hacia el Príncipe para reclamar su premio.
Y, sin embargo, estaba allí parado, con la sangre que acababa de beber congelándosele en las venas, el olor dulzón a muerte que llenaba la casa clavándosele en el cerebro, obligando a cada músculo de su cuerpo a querer correr, salir de allí. Y aquello era absurdo, porque él nunca, nunca tenía miedo.
-Necesito aire -murmuró, levantándose, dirigiéndose hacia la puerta a zancadas, con una torpeza que no era propia en él. Tal vez fuera la sangre de Malkavian en su sistema, volviéndolo loco. Tal vez…
Fue entonces cuando escuchó el ruido, casi inaudible, proveniente de debajo de la cama y sus instintos se recuperaron un poco, apenas lo suficiente para volver, inclinarse y mirar.
Aquella habitación era el cuarto de un niño, decorado en colores claros, con amplias ventanas que daban a la avenida exterior, con su suelo empedrado y sus lámparas de gas, pero había libros y no muñecas; un tren en miniatura, roto, en el suelo, y un oso con un lazo azul sentado en una silla.
Ese era el cuarto de un chico, de un niño pequeño. Al parecer, los señores de la casa habían tenido dos hijos. La chica estaba muerta, tirada como una muñeca rota en la esquina donde la mujer vampiro la había dejado caer. El chico era una silueta llena de sangre y de vida, aún ilesa, observándolo con unos ojos grandes y brillantes hecho un ovillo bajo su propia cama.
El crío trató de escapar, pataleó como un demente cuando Baekhyun lo agarró por una pierna y lo sacó de debajo de la cama, haciéndolo ponerse de pie. Parecía aterrorizado, y se quedó paralizado en el sitio tan pronto como el vampiro desnudó sus colmillos, cuando se inclinó hacia él dispuesto a traerle una muerte rápida, de evitar más problemas con la Mascarada, de atar todos los cabos sueltos.
Y Baekhyun tendría que haberle atravesado el cuello con los colmillos, tendría que haber bebido su sangre hasta saciarse y haber dejado su cadáver allí, junto a los demás, para que los hombres del Príncipe se encargaran de limpiar, pero, al inclinarse, sus ojos se toparon con las pupilas sin vida del cadáver de la hermana del crío, caída más allá, y Baekhyun pudo ver, con meridiana claridad, a la mujer vampiro a la que él había matado sujetando el cuerpo de la niña como si le perteneciese, diciéndole entre carcajadas burlonas que él iba a perderlo todo.
La niña muerta se había parecido a su hermano. Y la sangre se le revolvió a Baekhyun en las venas ante el solo pensamiento, haciéndole empujar al chiquillo, todavía intacto, hacia atrás.
Estaba asustado. Se sentía inquieto, tenía miedo. Seguía necesitando salir de allí, y no sabía por qué.
Aquella noche, Baekhyun no fue a reclamar su premio ante el Príncipe. Tampoco fue a reunirse con su creador, ni se dirigió al Elíseo a informar a todos los presentes de que la Caza de Sangre había acabado y a recibir sus elogios por haber sido el más rápido, el más certero, el más letal. Simplemente, informó a los hombres del soberano de que tenían que limpiar, se disculpó con una reverencia y no paró de correr hasta que estuvo encerrado bajo la puerta reforzada de su refugio.
Sabía de sobra que aquello era estúpido, sabía de sobra que él sólo se tenía a sí mismo, que las cenizas de una Malkavian don nadie no podían hacerle daño, que no había cosas que amase, salvo la ciudad y el poder, y que, salvo su propia existencia, no tenía nada que perder, pero no pudo evitar ocultarse bajo siete llaves, temer la llegada del amanecer.
Fue a la noche siguiente, al despertar, cuando observó que el mundo seguía igual a su alrededor y se rió, burlándose de sí mismo por ser tan idiota.
Poco sabía que el conjunto de acciones de la noche anterior, incluso las involuntarias, incluso las más mundanas, serían las que acabarían precipitando, en cierto modo, su propia caída.
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[Capítulo I].