Un ángel caído del cielo. (1/2) [Kriqué]

Sep 11, 2010 01:16

Descripción: Una historia de angelitos y demonios. Sí, me encantan este tipo de historias.
Tipo: Universo Alterno.
Pareja: Kriqué.
Narración: 3ª persona.
Disclaimer: Homosexualidad, fantasía.
Advertencia: Si no te gusta, no leas, pero no vengas a criticar.



Las doce de la noche. Frío estremecedor que cala hasta lo más hondo de los huesos. El cielo, encapotado, amenazando con derrumbarse encima de los viandantes nocturnos. Un chaval de 20 años iba andando por el arcén, con las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros negros, y abrigado con una buena y gruesa chaqueta de plumas y un gorro de lana. Agarró el paquete de cigarros y sacó un cigarrillo, para luego sacar el mechero y encender el tabaco. Se lo llevó a los labios e inspiró, y el humo del cigarrillo entró en él, calentándolo en el temblor helado de la noche.
Miró a todos lados. No circulaba un solo coche; la autopista estaba tan desierta como los alrededores de ella. Las luces de las pocas farolas alumbraban algunos bares de carretera fríos y lúgubres, con grandes camiones aparcados en las afueras.
Se acercó a uno de ellos con el cigarro entre los dedos índice y corazón de la mano izquierda. Sus dedos, finos y estilizados, lo sujetaban con poca presión, y el humo dejaba una estela plateada que se perdía en la negrura del cielo, que estaba adornado con solitarias estrellas que centelleaban como pequeñas llamas de velas de cera.
El joven llegó hasta el bar de carretera. Tenía las paredes de blanco sucio, manchado por miles de sustancias que no valdría la pena enumerar. Encima de la puerta de entrada, que era de color marrón, había un letrero luminoso, al que ya se le habían roto varias letras, que rezaba “Bar Gustav”. El chaval tiró el cigarro al suelo y lo pisó, como miles de otros fumadores habían hecho, pues se adivinaban un trillón de colillas en éste.
Entró en el bar de carretera con una mirada interrogante en su rostro. El sitio olía a tabaco, a sudor y a bebidas alcohólicas que no se molestó en identificar. Fue hasta la barra con andares resueltos y se sentó en uno de los mugrientos taburetes. Un hombre de cabellos rubios, revueltos, de quizá 24 o 25 años, y ojos verdes claros como los prados suizos, se ocupaba de atenderla. Se fue hasta él, mientras limpiaba un vaso medio roto con un trapo asquerosamente sucio.
- ¿Quieres algo? -le preguntó, con actitud chulesca, mientras mascaba un chicle de menta-.
- Vodka. -se limitó a decir, con voz ronca, mientras apoyaba los brazos en la mesa-.
Observó el local mientras el barman iba a por su bebida. Habían unos tíos, unos… cuatro, si no contaba mal, que estaban en un rincón, vestidos como si fuesen moteros, tomando cervezas y charlando animadamente.
El primero de ellos era un hombre alto y rubio, muy apuesto, que llevaba por parte de arriba un chaleco de cuero, sin nada debajo, sorprendente para el frío que hacía. El segundo tenía un cabello negro, que lucía bastante descuidado, y una sonrisa amplia. El siguiente de los moteros llevaba el cabello negro, hacia arriba y con un corto flequillo hacia la izquierda. Y el último era un chaval que tendría menos edad que el castaño fumador, que reía, pelo rubio, largo y revoltoso.
Habían dos más que estaban jugando al billar, y parecían que llevaban apuestas. El que tiraba ahora era moreno y pequeñito, el otro rubio, pelo largo, alto y mucho más apuesto que el anterior.
- Aquí tienes. -reclamó su atención el encargado de la barra-.
- Gracias. -agradeció con voz queda, agarrando su vaso, helado-.
Esta vez pareció llamar la atención del grupo de moteros, y el más alto de ellos miró hacia él, y se le quedó mirando. Pero el chaval se quedó observando su vaso con la mirada perdida.

- Oye, vamos, Gerard, no me negarás que no es verdad. -exclamó el moreno que estaba a su lado. Él le miró con una sonrisa.- No pensarás que te creémos.
- Espero que así sea. -corroboró el rubio.- Es imposible que creáis que soy gay. Porque si yo lo soy, también lo sois vosotros.
- ¿Y quién ha dicho que no lo seamos? -chasqueó la lengua el menor-.
- Yo mismo, hombre, yo mismo. -negó con la cabeza el primer moreno.- Por favor; en todo caso bisexual. Las rubias están demasiado buenas como para dejarlas pasar, ¿es o no, Gery? -le pegó un codazo que este contestó con una risotada-.
- Sin duda, sin duda, Cesc…
- Aquí tienes. -escuchó la voz del barman, Fernando, decir desde su habitual lugar de trabajo-.
- Gracias. -dijo roncamente una voz desconocida-.
Miró hacia la barra y vio a un chico de estilizada figura, piernas ataviadas y presionadas por tela vaquera negra, chaqueta gruesa de plumas también negra, y cabello castaño. Estaba de lado, y sus ojos centellaban a la luz de la tenue luz del local. Verdes como pulidas bolas de billar y centelleantes como la luz de la Luna. Era como ver a un ángel caído del cielo.

Y es que aquello era el chaval. Un ángel caído del cielo.

CONTINUARÁ…

!pairing: kriqué

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