No. Esta es una declaración de mis derechos fundamentales e inalienables.
Y es que, tal día como hoy, revindico mi derecho a ser imperfecta. No soy una ecuación ni una sinfonía, mi naturaleza no es la perfección absoluta, ni la vida una carrera a corazón abierto contra mí misma.
Levanto la voz por mi derecho a tener un mal día. Me niego a protagonizar un anuncio de dentífrico cuando tengo el alma aplastada contra el suelo y no encuentro un soplo de aire que respirar. No hay error en las lágrimas ni en las cicatrices, aunque el mundo entero te obligue a sonreír como si fueras gilipollas. No, hay momentos en que no quiero sonreír ni mirar la vida con optimismo ni gafas de color rosa. Tengo derecho a vivir mi dolor como me dé la gana.
Reivindico mi derecho a guardar aquello que amo en la burbuja de mi intimidad, a salvo de ojos curiosos y malintencionados. Me niego a mostrar mi vida en imágenes a un público desconocido aunque cada día la presión para hacerlo sea más fuerte. Del mismo modo tengo derecho a mis momentos de soledad y silencio, y a dar explicaciones sólo a quien lo merece. Tengo la potestad de cerrar puertas, de quemar mis naves y romper con aquello que no me haga feliz.
Poseo el derecho inalienable de ser yo misma en todo momento, y a romper con la prudencia frente a los cínicos y los hipócritas. Puedo indignar o enojar a aquellos que no estén de acuerdo conmigo, la respuesta de los demás no debe limitarme. Del mismo modo tengo derecho a ser mi mejor amiga y mi peor crítica, a dar un par de gritos, a poner mala cara y a caminar despeinada por la mitad de la calle si así lo quiero.
Tengo el derecho a la locura, a vivir en mi propio mundo. Tengo derecho a ser rara y vulnerable, a enfrentarme al mundo sin la armadura aprendida de lo razonable, y luego a lamer mis heridas en un rincón, a levantarme y a comenzar de nuevo. Tengo derecho a amar con el corazón en la mano, porque es la única forma en que sé hacerlo, a pesar de las mentiras y los reveses del pasado.
Me niego a respetar aquellos que difunden el odio y el miedo; no todas las ideas son igual de respetables. Me permito luchar hasta que las fuerzas me fallen, entonces me otorgo el derecho a descansar. Tengo derecho a ignorar a los dioses y sus mandamientos si entran en conflicto con los míos propios . Tengo derecho a crear mi propia conciencia y a guiarme por ella, también a escuchar cantos de sirena que envíen mi barco contra las rocas. Y luego rectificar, y salir del abismo, pues es el único modo de seguir adelante.
Reivindico el chocolate, y los besos, y fruncir la nariz si algo no me gusta. Reivindicó la nostalgia, y la melancolía; los momentos cursis que nunca se olvidan, el ''horror vacui'', la mala literatura escrita con el corazón. Me permito exprimir aquello que me apasiona hasta la última gota, fumarme un cigarrillo al anochecer y charlar de madrugada aunque haya que trabajar al día siguiente. Reivindico mi derecho a disfrutar hasta de lo más pequeño , a dejar que la vida siga el curso que haya marcado el destino, a aceptar lo inevitable y a rebelarme ante lo que no lo es.
Reivindico mi derecho a no olvidar que soy frágil, hermosa y única, como todo ser humano. Que nadie es más que yo, pero tampoco menos. Que tengo derecho a ser todas las mujeres que soy, a desarrollar todas mis facetas y a experimentar y a descubrir hasta el último aliento.
Tengo derecho a tener miedo, pero también a romper mis barreras. A ser radical. A vivir con todas las consecuencias.
Hablo por mí, pero lo hago en nombre de todos.
En el último día de 2015.
Archange.