Manchas sobre un abrigo gris - Billshido-Oneshot

May 21, 2013 18:35

¿Que tendrá el Billshido que me sigue fascinado tanto?

Han pasado seis años desde que desde que escribí el primero, y más allá de lo que hayan cambiado los personajes de la vida "real", esa apasionante partida de ajedrez que mi fantasía plantea entre ellos aún no termina. Quizás es el choque frontal entre la suavidad y la rudeza, o la lucha de egos... pero más allá de los clichés (que cada día tienen menos sentido), es el aire dramático de esta pareja lo que me atrapa sin remedio.



8,45 de la tarde. Día 30. Recorrido 1.A
Caminas deprisa por la acera, como cada día desde hace cuatro semanas. Llevas el mismo abrigo de ayer, el mismo taconeo ligero que resuena a tu paso. Me sorprendió que al principio solías caminar con la espalda erguida, como si el sol sólo brillara para ti y resto del mundo estuviese sumido en tinieblas. Quizás la arrogancia bien aprendida es lo último que perdería un chico como tú, en cualquier circunstancia. Ahora, cuando te acercas a la floristería, puntual como cada jueves, me pregunto cómo logras sublimar el temor.
Nadie sería capaz de ver el paulatino deterioro que ha sufrido tu apariencia en estos 30 días: una mancha de café en el abrigo gris, trazas de barro bajo unos zapatos de apariencia impecable, gafas de sol de la temporada pasada con el cristal algo rayado, algunas canas prematuras que no ha podido ocultar un rápido tinte casero. Fracturas diminutas que van denotando cierta inquietud, cierto abandono, pero que son tan sutiles que sólo un dedicado observador podría registrar: y ese tipo, por un giro rocambolesco del destino, soy yo.
Sólo yo tengo el privilegio de notar las delicadas grietas que van corrompiendo tu impecable serenidad. Y sólo yo (y eso me conmueve más de lo que imaginas) sé que esa batalla la has perdido de antemano.
9,01 de la tarde.
Sales de la floristería con un pequeño ramo de lirios, azules en esta ocasión. Me gustaría preguntarte por qué lirios, por qué siempre lirios. Supongo que es algo que nunca entenderé, como muchas otras cosas. Es muy curioso, puedo saber de un solo vistazo si has dormido algo por el color de tus ojeras, o captar la más leve diferencia en el temblor de tus labios o en el desgaste de tu esmalte de uñas. Sí, puedo hacerlo, sin embargo entre tú y yo hay una barrera invisible que nos separa, y ni siquiera al final de todo dejarás de ser un misterio para mí. Un hermoso misterio, si me lo permites.
Trastabillas un poco y te detienes, sujetando el ramo con los dedos crispados. Miras a un lado y al otro de la calle, ocultando tu nerviosismo tras las gafas oscuras. Te quedan un poco más grandes que hace 30 días, has adelgazado unos tres kilos y tienes los pómulos casi puntiagudos. De pronto sonríes; una sonrisa trémula, desesperada, que enseguida te cubres con la mano, ahogando un gemido. Entonces luchas por controlar los nervios, aferrándote a las flores. Intentas respirar con calma, pero no puedes, no puedes hacerlo. Quisiera decirte que te tranquilices, que es un momento de debilidad, sólo eso, que enseguida pasará… pero no puedo hablar y tu angustia aún no termina.
Una lágrima silenciosa resbala por tu nariz y cae sobre tu solapa. Otra mancha en tu abrigo preferido, y aún queda una tercera. Miras a ambos lados de la calle, de nuevo. Pasa un chico con una bicicleta por tu lado, lleva un periódico y algunas barras de pan en el cestillo. Te lanza una sonrisa al pasar, pero tú no la viste.
9,25 de la noche.
Estoy acostumbrado a observar en la oscuridad. De pequeño me decían que tenía ojos de gato, y durante mucho tiempo fue mi orgullo. Contigo he tenido que afilar ese don, sobre todo los jueves. No sé si te has dado cuenta que la luz ha cambiado. Hace 30 días ya era de noche a esta hora, apenas alcanzaba a ver tu silueta arrodillada desde la distancia que nos separa. Ahora la primavera comienza a alargar los días, y en el suave atardecer puedo distinguir tu cabeza gacha, los flecos de cabello cayendo alrededor de tu rostro, el intenso color de los lirios azules contra la blanca lápida de mármol. Es muy bonito, así como un fotograma de película antigua. Te oigo llorar, susurrar palabras que quieren ser gritos. Lo sé. Nadie mejor que yo puede entender tu dolor, porque sólo yo tengo la respuesta y el consuelo que necesitas. Tú lo sabes.
En el comienzo era sólo trabajo, lo confieso. Apenas conocía tu nombre (Bill, Bill… cuantas veces me lo he repetido en esta larga espera), tu voz y la desesperación que te corroía por dentro. Un chico más en mi lista, simplemente. Han pasado 30 días con sus noches desde aquel momento, 720 horas en los que he estado concentrado en ti como un rayo láser de última generación. Siguiendo tus horarios, tus paseos, tu rutina de profunda tristeza. He podido adivinar tantas cosas de ti como tantas quedarán para siempre en secreto, pero sólo intento cumplir tu voluntad.
Por primera vez me acerco a ti cubierto por las sombras. Sigues de rodillas frente a la tumba de tu hermano, hecho un ovillo en tu abrigo gris. Sólo me exigiste dos condiciones: no saber ni el momento ni el lugar. Te contemplo despacio, sollozante, mientras las últimas luces de Berlín se apagan en tu rostro.
9,30.
Un solo disparo.
Ya está. Cumplí mi parte del trato.
No más lágrimas, no más dolor. Para siempre, mi pequeño.
Quizás no lo sepas, pero sigues siendo hermoso. Sólo siento haber ensuciado tu bonito abrigo, pero ya te lo advertí. Ahora son tres las manchas que dejas sobre ti: café, sangre y lágrimas. Espero que no lo usen en tu funeral.

Un beso a todos~

billshido

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