Kewpie

May 29, 2009 01:57

Esto es un kewpie.



Los conocí gracias a un anuncio de condimento para pasta japonés.

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Por lo visto en japón les encantan. Aqui, entre otros muchos sitios podéis ver, y comprar, los kewpies modernos. Los antiguos podéis encontrarlos en e-bay, infinitamente más caros.

Ahora, gracias a Connie Willis y su "Oveja mansa" he descubierto que son de origen americano. Se pusieron de moda entre 1909 y 1915 inspirados por las ilustraciones de los poemas que se publicaban en el Ladies' Home Journal. No me extraña demasiado. Las Blythe también son americanas, y si ahora las conocemos es gracias a Japón. Los Japoneses tienen una tendencia insana por mitificar chorradas pasadas de moda hace décadas en otros países. En la novela de Philiph K. Dick "El hombre en el castillo" los anticuarios norteamericanos reúnen objetos cotidianos antiguos y sin valor, como revistas viejas y relojes estropeados del Ratón Mickey, para agasajar a sus clientes japoneses. En el libro los americanos han adoptado con naturalidad costumbres orientales, como consultar el I Ching, pero encuentran esta tendencia nipona de considerar tesoros verdaderas baratijas totalmente incomprensible. Y eso que en la novela Hitler había ganado la guerra y Norteamérica formaba parte del Imperio del Sol Naciente.

Esto me chocó al leerlo. Los norteamericanos siempre han sido coleccionistas de baratijas, y ahora lo siguen siendo, más aun que los japoneses. Pero Japón es el líder mundial a la hora de mimetizar y magnificar tendencias. Quizá es eso. No recolectan, sino que copian y asimilan. Las Blythe originales están muy cotizadas, pero te puedes comprar una Blythe moderna made in Japan bastante aparente, y muy parecida a la original, aunque con nuevos materiales. Y sólo teneis que ver la versión nipona de los kewpies ancestrales. ¿Es esto un reflejo ajaponesado del amor norteamericano a la baratija, tan colonial, o una muestra más de la copia elevada a arte de la que Japón siempre se ha caracterizado? El huevo o la gallina.

Divagaciones para evitar devorar demasiado pronto un libro bastante majete. A mi padre no le gustó, pero tampoco quiere decir nada. Él me contagió el amor a la lectura y a los saldos de librerías, no necesariamente el gusto literario. El libro tiene mucho de sátira. Y mi padre llama a Pratchett "el gracioso ese". Por lo visto la comedia para él se puede ver y oir, pero no leer.

En fin.

De propina un kewpie muy cachondo:


mirabilia, bibliofagia

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