Pero hoy…
Y cuando pienso que ya no voy a encontrarte, me mandás una señal, la sensación de un brillo muy, muy lejano.
Y cuando creo que no estás en este mundo, hacés gotear el sol entre el ramaje de mis sueños, monedas de oro destellando en la cómoda semipenumbra elegida.
Ya no quería buscarte, no quería, ya no…
Había perseguido tantos fantasmas, jirones de aire entre los dedos, retazos de otros sueños, nunca los míos. Nunca los míos porque… tal vez nunca supe cuáles eran los míos. Marchaba dormido por la vida, como esos autómatas que siempre eligen lo mismo, una y otra vez.
Me di de cara contra la realidad tantas veces. Tantas dolorosas veces, que ya no quería, ya no quería...
Ya no quería sangrar, y elegí reservar mi sangre para otras batallas, ya no tan mías, ya no tan anheladas. Y guardé mis ropajes de gala, Y archivé las ternuras nunca entregadas, los besos, las miradas, las caricias. Guardé todo junto en el último estante, el más alejado, dentro de mi corazón. Lejos. Lejos hasta del recuerdo.
Y dejé de buscar.
Pero hoy…
Y cuando creo que no estás en este mundo, hacés gotear el sol entre el ramaje de mis sueños, monedas de oro destellando en la cómoda semipenumbra elegida.
Ya no quería buscarte, no quería, ya no…
Había perseguido tantos fantasmas, jirones de aire entre los dedos, retazos de otros sueños, nunca los míos. Nunca los míos porque… tal vez nunca supe cuáles eran los míos. Marchaba dormido por la vida, como esos autómatas que siempre eligen lo mismo, una y otra vez.
Me di de cara contra la realidad tantas veces. Tantas dolorosas veces, que ya no quería, ya no quería...
Ya no quería sangrar, y elegí reservar mi sangre para otras batallas, ya no tan mías, ya no tan anheladas. Y guardé mis ropajes de gala, Y archivé las ternuras nunca entregadas, los besos, las miradas, las caricias. Guardé todo junto en el último estante, el más alejado, dentro de mi corazón. Lejos. Lejos hasta del recuerdo.
Y dejé de buscar.
Pero hoy…