Uno siempre da cosas por sentado, ya sabes, lo típico de eso a mí no me va a pasar hasta que, mira tú por dónde, la desgracia se te viene encima.
Me acosté cerca de la medianoche. Debería de haberme ido a la cama antes, pero aquella película estaba tan interesante, que hasta me desvelé con tal de saber el final. Una vez saciada mi curiosidad (satisfactoriamente, he de decir) dejé mi vaso de leche en el fregadero y me fui a dormir.
Al bajar las cortinas, vi que seguía lloviendo con fuerza. Algo en mi interior me hizo recordar las alertas por la crecida del río. Yo no vivía cerca, así que, ¿qué podía pasar? Nada, seguro que no pasaba nada. Me metí en la cama, apagué la luz, me arropé y cerré los ojos.
A la mañana siguiente deseé no haberlos abierto. Me despertaron gritos, gente discutiendo. Pero aparentemente, yo estaba más ocupada ahora de lidiar con esa pesadilla.
Porque tenía que ser una pesadilla. ¿Cómo es que agua entraba por la puerta de mi habitación? Y no era un poco, no, iba en aumento. Asustada, intenté ver qué había pasado. Pero grité en cuanto salí de mi habitación y comprendí que prácticamente todo el piso estaba inundado.
Como pude, salí al portal y mi vecina del quinta, una mujer ya mayor, se me abrazó llorando y balbuceó:
- ¡La alcantarilla no ha aguantado y ha inundado calles enteras! ¡Dios mío, lo hemos perdido todo!
Volví a dentro a intentar salvar algunas de mis posesiones. Ojalá hubiera podido hacerlo, pero me fue más fácil salir de mi dormitorio que volver a él. No podía avanzar por mi propia casa. Lo había perdido todo. Lo que creía que era imposible, pasó.
La policía nos explicó que, durante la noche, cayó agua con tanta fuerza que, como bien dijo mi vecina, hizo que el sistema de alcantarillado sirviera de poco. De poco me servían a mí sus explicaciones, pues mientras me hablaba, mi edificio entero estaba siendo evacuado. Íbamos a dormir en un polideportivo, a las afueras, sin darme garantía alguna de cuándo podría regresar.
- Le recomiendo que avise a algún familiar o amigo y se quede con ellos hasta nuevo aviso. Cuando decida con quién va a irse, dénos la dirección.
Pero yo apenas escuchaba. Tan sólo miraba hacia fuera, veía el desastre, cientos de vidas cambiadas por completo, incluso algunas para siempre, pues habían muerto. Y lo que era peor: La lluvia, aunque lenta en su descenso, seguía estando ahí, presente.
Desde aquel día aprendí que todo puede suceder en esta vida. Incluso vivir tu peor pesadilla.