Título: Inexplicable.
Fandom: Supernatural.
Personajes: Sam/Ruby
Rating: PG-13
N/A: Participa en
lmf_torneo a favor de la secta El Método de las Cebollitas Asesinas, cuya base es
cebollitasPalabras: 538
Aquello definitivamente no podía ser normal. Nada en su vida era calificable de normal, pero es que eso se llevaba, con creces, el premio. ¿A quién se le podía pasar por la cabeza que un cazador, que se dedicaba básicamente a patearles el culo a todos los demonios que pudiera, cuyo padre había muerto gracias a uno de ellos, cuyo hermano había hecho un trato con uno de ellos y seguramente terminaría como su padre, se estaba tirando a un demonio?
Cada vez que lo pensaba se sentía peor persona, peor hijo y peor hermano. Era increíble. Era, definitivamente, una contradicción en si misma. Él odiaba a los demonios, pero aun así le era alarmantemente fácil olvidarse de que Ruby era uno de ellos en esos momentos en que aparecía cuando menos lo esperaba y se dedicaba a hacer con él lo que le apetecía. Era como si de repente todo se le olvidara, y solo estaban Ruby y él, besándose de una manera casi violenta, recorriendo los cuerpos del otro con sus manos.
Todo había empezado hacía ya casi un mes, y desde entonces sus encuentros eran cada vez más frecuentes, pero siempre a espaldas de Dean. No era muy complicado escondérselo, pero por muy fácil que todo resultara Sam no podía evitar que la conciencia fuera un tormento a añadir a la lista de cosas que no le dejaban dormir tranquilo.
Pero no podía evitarlo.
Por eso no se sorprendió al escuchar los pasos tras él, sabiendo que su hermano acababa de salir hacía apenas media hora de aquella habitación, y que seguramente no volvería hasta muy entrada la madrugada. Por eso, en vez de girarse y apuntar a aquel intruso con la primera arma que tuviera en la mano, dejó que se acercara a la pequeña mesa donde él, de espaldas a la puerta, leía. Y, por eso mismo, se le olvidó por dónde iba.
Porque Ruby había llegado a donde se encontraba y sin decir nada había comenzado a morderle la oreja, reclamando su atención por encima de lo que pudiese estar haciendo. Y a Sam eso no le importó demasiado, pues soltó el libro, se levantó de la silla y, en vez de girarse, apartó de un manotazo lo que había sobre la mesa y subió a Ruby sobre ella, viendo como en la cara de esta aparecía una sonrisa traviesa justo antes de estirar bruscamente de su camisa hasta poder besarlo, como siempre hacía, de aquella manera que conseguía que Sam Winchester olvidara hasta su nombre.
La ropa comenzó a sobrar en el preciso instante en que Sam comenzó a bajar por el cuello de Ruby, besándole, mordiéndole casi. La escuchó reír, intentando que no notara el gemido que le había provocado, pero no consiguió lo que pretendía. Sintió que necesitaba algo más cuando notó las manos de Ruby paseándose a sus anchas por su torso, que a aquellas alturas no estaba cubierto por nada, y comenzar a buscar su cinturón.
Y lo siguiente que pasó por la cabeza de Sam fue que era idiota. Idiota por dejar que Ruby despertara aquellas ganas de poseerla allí, sin pensar en nada más.
Pero no podía evitarlo, y lo sabía. Era adicto a Ruby.