Título: Olor a Lucas.
Fandom: Beauxbatons RPG.
Personajes: Tiana Brennan/Lucas Bouchar
Rating: PG
N/A: Tiana está tan asquerosamente enamorada que da asco, como le decía yo ayer a
eugeart. Pero es muy mona de todas formas, me encanta que esté enamorada y es toda feliz en mi cabeza.
Palabras: 1051
Cerró la última caja que pensaba llenar con unos cuantos trozos de celo. Se soltó el pelo y volvió a recogérselo, rehaciendo la cola de caballo que hacía unos segundos ya ni siquiera parecía tal de lo floja que estaba. Llevaba toda la mañana apareciéndose y desapareciéndose y vale que ya tenía cierta costumbre, porque llevaba bastante tiempo haciéndolo, pero empezaba a dolerle la cabeza. Claro que, mientras abrazaba la caja y volvía a desaparecer de su habitación, casi vacía, en la residencia, se dijo a si misma que pasaría ochenta mañanas más así si la causa era que se iba a mudar con Lucas.
Se iba a mudar con Lucas.
Le apetecía bailar, gritar, saltar y hacer un millón de cosas desde que él se lo había dicho. Era como una euforia constante, parecía que no pudiera borrarse la sonrisa de la cara ni siquiera cuando en teoría tenía que estar seria. Porque se iba a mudar con su chico, el primer chico al que realmente había querido. El primero que la había tratado como si fuera la única chica en el mundo, la más importante. Y, lo más importante, la había hecho sentir especial en todos los buenos sentidos que esa palabra pudiera tener.
Soltó la caja en el suelo del apartamento, junto con otra que había llevado unos minutos después. Todo estaba lleno de cajas. Unas más grandes, otras más pequeñas, pero cajas por todos lados. Arrugó la nariz. Le daba una pereza horrible, pero tenía que empezar a guardar cosas. Lucas volvería en una semana y media, lo cual era una eternidad teniendo en cuenta las horribles ganas de abrazarlo que tenía durante prácticamente todo el día, y debía encontrar su apartamento medianamente decente, no con el aspecto que tenía en aquel momento.
Suspiró y empezó a abrir una caja.
Una hora después, todas las cajas estaban abiertas, pero casi ninguna estaba vacía. Había un montón de ropa acumulada sobre la cama de Lucas (y, como una voz chillona y eufórica le decía en la cabeza, sobre su cama también). Un montón de libros, apuntes y folios en blanco estaban desperdigados sobre la mesa del salón. Zapatos por el suelo de la habitación. Collares, pulseras, pendientes y anillos encima de la cómoda (y alguno también en la mesa del salón).
Y Tiana sentada en el suelo mirando a su alrededor.
-¿Para qué sirve la magia si no hay hechizos que lo guarden todo automáticamente?-preguntó, en voz alta, sabiendo que nadie respondería.
Gateó por el suelo esquivando zapatos hasta llegar al armario. Ni siquiera lo había abierto todavía, simplemente se había limitado a escampar todo lo que había en las cajas. Se arrodilló en el suelo y abrió el armario. No pudo evitar la sonrisa que se le dibujó en la cara. La mitad de las perchas del armario estaban vacías y, en el fondo, cogida a la madera, había una nota de Lucas.
Espero que te quepa todo. Te quiero.
De repente, las ganas de abrazarlo fueron insoportables. Pero él estaba lejos, y ella tenía que seguir con todo aquel rollo de la mudanza. A saber cuánto tiempo llevaría esa nota ahí colgada. Puede que desde el primer día que se había ido a Alemania. Suspiró, se puso en pie y quitó la nota del fondo del armario, dejándola sobre una de las mesitas de noche. Empezó a guardar ropa de la que había sobre la cama, y en aquel proceso de dio cuenta de que Lucas también había vaciado un par de cajones para darle más espacio.
Un rato después, la cama ya estaba vacía. Se dijo a si misma que un descanso no le mataría, así que prácticamente se tiró en plancha en la cama. Con la cabeza enterrada en la almohada, cogió aire.
Y el olor a Lucas fue lo único en lo que pudo pensar.
Sin mover la cabeza, feliz donde estaba, estiró el brazo hasta meter la mano en el bolsillo trasero del pantalón corto que llevaba. Cogió el móvil. Ni siquiera levantó la cabeza de entre las almohadas para marcar el número. Lo marcaba a diario, y aquellos días incluso varias veces. Se giró levemente, justo lo necesario para poder hablar y también escuchar lo que le decía.
-Hola nena.
Se abrazó con su brazo libre a la almohada antes de responder, esbozando una sonrisa mientras cerraba los ojos.
-Hola. Te quiero.
-¿Ha pasado algo?
La voz de Lucas le llegó con cierto tono de confusión. Normalmente primero iba una pregunta como “¿qué tal?” o algo parecido. Luego hablaban un rato sobre cosas sin demasiada importancia. Si era por la noche, o simplemente si Lucas estaba en su hotel, al llegar a cierto punto terminaban diciéndose cosas subidas de tono y haciendo lo que aquellas insinuaciones provocaban. Pero la parte de los te quiero no iba la primera casi nunca, por no decir nunca directamente.
-No. Bueno, si. Oficialmente me he mudado.
-¿En serio? ¿Ya has terminado?
-Si, y ahora estoy en la cama, y las sábanas huelen a ti, y me apetece horrores darte un abrazo largísimo y que me aplastes contra la cama y no hagamos nada más productivo que besarnos.
-A mi también me apetece mucho. Dentro de poco más de una semana podremos llevar a cabo ese plan.
-Demasiado tiempo. Pero bueno, aguantaré. Procuraré no moverme demasiado de la cama, es el único sitio donde, si cierro los ojos, puedo imaginar que estás al lado.
Escuchó la risa de Lucas y no pudo evitar reírse también. Lo echaba de menos. Mucho.
-Te quiero.-repitió.
-Yo también te quiero. Lo siento mucho, nena, pero tengo que colgar. En un par de minutos empieza el torneo.
-No importa, hablamos por la noche. Suerte. Te quiero.
-Te quiero.
Había colgado. Dejó tirado el móvil sobre el colchón y volvió a enterrar la cabeza en la almohada, abrazándose a ella ya con ambas manos. Estiró de la almohada y la colocó en paralelo a su cuerpo, rodeándola también con sus piernas y dejando el móvil enterrado bajo ella. No quería moverse de allí. Le importaba un pimiento que todo estuviera lleno de cajas y que lo único que por fin había terminado de ordenar fuera su ropa. Estaba cansada y en la cama olía a Lucas.
Motivos suficientes para pasar allí lo que quedaba de día.