Título: Borra tus sentimientos.
Fandom: Sentidos.
Personajes: Varios
Rating: PG
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dekasem, al menos 2125 palabras del total.
Palabras: 2396
Tabla | Propmt: #009.
Sintió cómo la movían suavemente y también escuchó que alguien le decía algo que no entendió muy bien. Hasta hacía segundos había estado profundamente dormida, no sabía durante cuánto tiempo. Abrió lentamente los ojos y pestañeó varias veces, fue entonces cuando notó que le escocían. Levantó la cabeza y bostezó. Le dolía el cuello y estaba bastante incómoda, se había quedado dormida recostada sobre el hombro de Tomás y completamente doblada. El chico le sonreía tiernamente.
-Me sabe mal despertarte, apenas llevas media hora durmiendo.-comentó el chico. Pero ha sonado el timbre de la última clase, tenemos que irnos o nos quedaremos encerrados.
Le sonó el estómago. Miró su reloj, eran las tres de la tarde. Hizo un intento de esperezarse, pero estuvo a punto de pegarle a Tomás así que desistió, dedicándole una pequeña sonrisa avergonzada.
-Tienes demasiada paciencia. ¿Cómo has conseguido aguantar media hora de ronquidos?-preguntó la chica, tratando de sonar de mejor humor.
-Créeme, si roncaras me habría ido nada más te hubiera escuchado.-contestó él, levantándose.
Le tendió una mano para ayudarla y ella la cogió, tomando impulso para levantarse. Se colocó bien el pelo y la ropa y se miró al espejo para comprobar su aspecto. Ojos rojos e hinchados, el pelo encrespado, ojeras. Genial, parecía una auténtica supermodelo.
-No conocía yo esa faceta tuya de presumida.-comentó el chico, cruzándose de brazos mientras esperaba que ella terminara de adecentarse frente al espejo.
-Yo tampoco conocía tu faceta de almohada, la cual déjame decirte que no cumples muy bien, porque tengo el cuello molido. Ahora estamos empatados.-dijo ella, girándose como señal para que supiera que ya estaba lista.
Tomás rió suavemente. Si que parecía de mejor humor, si. Eso estaba bien.
Ambos salieron del baño y vieron pasar a mucha gente. Las mochilas al hombro, charlando con su grupo de amigos, ignorando que había dos personas que se habían saltado las dos últimas horas de clase. Fueron juntos a su clase y Tomás se ofreció a ayudarle a recoger más rápido, conscientes los dos de que lo último que quería Elisa era encontrarse con cualquier persona que la hubiera visto salir corriendo. O peor, que la hubiera visto llorando.
Una vez hubieron recogido sus cosas salieron juntos. Entonces se encontraron con Edu, Lucía y las amigas de esta última. Por la cara de Lucía, Edu debía de habérselo contado todo. Nada más verla aparecer avanzó hacia ella todo lo rápido que su silla le permitió.
-Eli, ¿cómo estás?-preguntó-Te juro que no sabía nada, mi hermano va a llevarse la bronca del siglo esta tarde.-comenzó a decir, enfadada, apretando las manos de Elisa tratando así de darle apoyo.-Después de todo lo que ha pasado…-añadió, algo más bajito, de manera que sólo Elisa y Tomás, que estaba junto a ella, lo escucharon.
-Tranquila, Lu. Ya sabes, yo ya me lo temía. No iba a esperar que por eso ya cambiara todo.
A pesar de que Tomás no entendía exactamente a qué se referían con “todo lo que ha pasado” y con “eso”, no era tonto. Todo apuntaba a que había pasado algo entre Marcos y Elisa. Algo más allá de que Marcos se hubiera liado con su mejor amiga a sabiendas de que a Elisa le gustaba, porque todo el mundo sabía que a Elisa le gustaba Marcos. Todo el mundo, claro, menos el propio Marcos.
En parte por eso le molestaba tanto que Elisa fuera su amiga. Era como si se regodease en su propio sufrimiento, y eso no era bueno para nadie. Pero él tampoco tenía tanta confianza como ella como para decirle lo que pensaba, al menos no después de aquel día.
Porque estaba seguro de que cuando Elisa había empezado a llorar, algo dentro le había gritado que fuera tras ella. Que la consolara, que no solo era una chica mona con la que llevaba tiempo queriendo quedar. Tenía corazón, y en aquel momento se lo habían roto, y no sabía hasta qué punto.
Dejó sus divagaciones a un lado y prestó algo más de atención a la conversación que mantenían todos mientras salían del instituto. Elisa decía que se iba a pasar la tarde en casa, Lucía que no pensaba hablarle a Marcos más. Las amigas de Lucía no se atrevían a decir casi nada, cohibidas en parte por estar con gente más mayor y en parte porque no conocían toda la historia. Edu se limitaba a mirar, asentir y callar.
Al llegar a la esquina de la calle del instituto se separaron. Todos iban hacia la derecha menos Elisa, que giraba hacia la izquierda. Se despidieron, Lucía prometió llamarla, Tomás repitió esa promesa. Elisa les sonrió y comenzó a caminar, alejándose de ellos.
Cuando llegó a su casa su madre estaba haciendo la comida. Su padre todavía no había llegado, pero no debía de tardar ya mucho según lo que le dijo su madre. Haciendo caso omiso a la mirada de preocupación de su madre, supuso que por su aspecto, fue a su habitación.
Suspiró y su tumbó en la cama, dejando la mochila a los pies de esta. Al tirarse de golpe rebotó ligeramente, pero tampoco le importó demasiado. Giró levemente la cabeza, mirando hacia su mesita de noche, donde descansaban su móvil y el despertador. Más atrás, en la pared, el corcho lleno de fotos.
Fotos con Marcos y Paula.
Se levantó de nuevo y si dirigió hacia allí. Comenzó a quitar las fotos una por una, no quería tenerlas allí, recordándole todo lo que había pasado. Una vez las hubo quitado todas, el corcho quedó medio vacío, con alguna entrada de concierto y chapa más que se habían quedado solo por el hecho de que no eran fotos.
Volvió a su cama y se sentó, aun con las fotos en la mano. Subió también las piernas y las cruzó, acomodándose. Comenzó a mirar las fotos.
En la mayoría aparecían haciendo los tontos. Marcos cogiéndola a caballito, Paula y ella bailando, los tres haciéndole caras a la cámara. Algunas tenían incluso varios años, y se notaba especialmente en sus caras de niños, más redondeadas. Incluso había alguna de la época en la que Paula todavía no se había unido al grupo, y alguna que otra en la que Marcos llevaba gafas en vez de las lentillas que usaba ahora. En todas parecían felices.
Llegó a una en concreto que recordó perfectamente. Salía ella, besando a Marcos en la mejilla, una de las noches que habían salido de fiesta con Paula, que había sido la encargada de hacer aquella foto. Marcos sonreía a la cámara y la cogía por la cintura, medio abrazándola. Habían bebido un poco, y eso se notaba en sus ojos ligeramente rojos. A pesar del alcohol, Elisa todavía recordaba la sensación de estar flotando que había sentido cuando había notado los brazos de Marcos rodeando su cintura, atrayéndola hacia él para hacer la foto.
Había sido todo lo contrario a la sensación de vacío y debilidad de aquella mañana.
Cogió todas las fotografías y, enfadada sin ninguna razón aparente, las lanzó con toda la fuerza que pudo, haciendo que chocaran contra la pared y cayeran desperdigadas por el suelo. No merecía la pena seguir mirando esas fotografías, solo estaba haciéndose daño. Y sería tonta, débil, incluso podría decirse que llorona, pero según tenía entendido no era masoquista.
Estaba levantándose para ir a preguntar cuánto le quedaba a la comida cuando su madre se adelantó y la llamó a la mesa. Se adecentó un poco, tratando de tener una mejor imagen para que si madre no se preocupara y empezara a hacer preguntas, y salió de su habitación.
-Marcos…
Se encontraban en la habitación de Marcos, acostados en su cama. Abrazados. Llevaban un rato sin decir absolutamente nada, sin moverse. Ambos sabían por qué. Aquella mañana Elisa les había pillado, besándose. Y Marcos todavía quería salir corriendo tras ella, aun a sabiendas de que a aquellas alturas ya era inútil.
-Dime.
-¿Crees que nos odia?
Claramente la pregunta iba referida al incidente. Pero la respuesta…la respuesta era una cosa que ninguno de los dos tenía muy clara. En realidad era algo que llevaban preguntándose interiormente gran parte de la tarde, pero sólo Paula había tenido la suficiente valentía para formularla en voz alta. El simple hecho de escucharla ya era algo que a él le dolía.
Demasiado.
-No lo sé.-respondió con sinceridad.-Espero que no.
-Yo también.
Paula se sentía culpable. Muy culpable. Era completamente consciente de que le había hecho daño a su amiga, y sin embargo no podía evitar sentirse en el fondo, muy en el fondo, aliviada. Porque ya podían dejar de esconderse, porque que ella lo supiera significaba liberarse de un gran peso con el que llevaba cargando casi dos semanas.
Y es que, dos semanas antes, todo había pasado tan rápido que era casi un recuerdo borroso.
Habían pasado un par de días desde aquella accidentada tarde en casa de Elisa, en la que ella había terminado llorando y soltándole la gran bomba sobre Marcos. Sobre los sentimientos de Marcos que, para sorpresa de ella misma, había descubierto que correspondía.
Aunque en el fondo, ya lo sospechaba desde hacía tiempo.
Por eso había estado tan fría con Felipe aquellos últimos días. No tardó más de un día en cortar con él, aquella vez definitivamente. Y aunque en principio todo había sido algo confuso, pues ni ella misma estaba segura de lo que sentía, cuando Marcos había aparecido en su casa diciendo que necesitaban hablar sus dudas se habían despejado. Minutos después ella lo había besado, sorprendiéndolo, y había empezado todo. Escondiéndose, tratando de no dañar a Elisa.
Intentos fallidos.
Así que ahí estaban. Preguntándose si su mejor amiga estaría en aquellos momentos odiándoles. Preguntándose si la habrían perdido para siempre. Deseando que aquello no hubiera pasado de aquella manera, que por lo menos hubieran tenido una oportunidad de decírselo a la cara, de modo que ella no se hubiera enterado tan bruscamente.
-Marcos, por favor, dime que lo que estamos haciendo no está mal.
-No lo está. Pero entiende que para ella es difícil. No puedes pedirle que de repente borre sus sentimientos. No puedes pedirle que lo acepte sin más.
-Lo sé y, aunque pueda sonar egoísta, no me gusta. No por mí, si no por ella. No quiero que lo pase mal, no quiero que me odie.
Marcos estrechó un poco más su abrazo. Él tampoco quería que lo odiara. No después de haber sido su primera chica. Pero eso no lo sabía Paula, y tampoco pensaba decírselo. No era un dato que necesitara saber, ni uno que él quisiera recordar, ya que sólo podría empeorar las cosas más si se podía.
-Tranquila.-le dijo, besándole suavemente en el pelo.-El tiempo lo curará. Créeme, tarde o temprano mejorará.
-Eso espero, Marcos. Eso espero.
El teléfono sonó y, aunque ella esperó, pensando que lo cogerían sus padres, nada ocurrió. Al final se vio obligada a salir de su habitación y dirigirse al salón, descubriendo así que sus padres debían de haber vuelto al trabajo mientras ella se dedicaba a contar mentalmente los segundos que pasaba mirando al techo.
-¿Diga?
-¡Elisa! Te prometí que te llamaría, y aquí me tienes.
Era Lucía, tratando, obviamente, de animarla. Tampoco era que pudiese hacer mucho al respecto, pero Elisa se sintió reconfortada. Al menos todavía tenía a alguien a quien considerar amiga.
-¿Qué has comido?-preguntó la chica al otro lado del teléfono, evitando tocar temas relacionador con Marcos o Paula.
-Arroz, ¿y tú?
-Macarrones con tomate.
La conversación, bastante lejos de ser interesante, se extendió unos cinco minutos antes de caer en los silencios incómodos. Una vez que a Lucía se le hubieron terminado los temas tontos, sin importancia, no supo qué decir, y Elisa lo notó. Esbozó una leve sonrisa, pensando en lo nerviosa que estaría la chica tratando de encontrar un tema rápidamente.
-Lu, no hace falta que te sigas esforzando. Estoy bien.
Ni ella misma se creía lo que estaba diciendo. No sabía exactamente cómo se sentía, pero desde luego bien no era la palabra que lo describía. Pero tampoco quería hacerse la mártir delante de Lucía, ni ir de víctima. Ella era más de guardarse las cosas y explotar de vez en cuando.
Algo que, obviamente, ya le había traído problemas.
-¿Seguro?
-Lucía, últimamente te preocupas más de cómo estoy que de cómo estás tú. Como amiga tuya te ordeno que cuelgues ahora mismo y vayas a dar una vuelta con tus amigas. Conoce a chicos, y si tienen hermanos mayores preséntamelos.-escuchó la risa de Lucía, y siguió hablando.-Diviértete. No quiero ser una carga para ti, no te lo mereces.
-Bueno, si tú me lo ordenas tendré que hacerte caso…
-Si, venga, déjame ya tranquila.-dijo Elisa.-Adiós, Lu. Mil gracias, te quiero.
-Mil de nada. Yo también te quiero, Eli, y recuerda… ¡siempre llevo el móvil encima!
Después de esto, Lucía colgó.
Un vez se vió sola y sin nada que hacer, Elisa decidió volver a su habitación. Aunque tampoco le dio tiempo a hacer mucho, ya que apenas había dado un par de pasos cuando el teléfono volvió a sonar. Suspirando se giró y volvió a acercarse al aparato.
-Lu, cariño, te he dicho que…
-¿Elisa?
Aquella no era la voz de Lucía. Demasiado grave, algo tímida. Casi con miedo de preguntar por ella. Aquella, para sorpresa de Elisa, era la voz de Tomás.
-Hola.-murmuró, algo sorprendida.
-Hola.
Silencio. Algo extraño, en parte porque no sabía qué decirle a Tomás, en parte porque no recordaba haberle dado su número. Seguramente Lucía tenía mucho que ver en aquella última parte.
-Lo siento, yo…pensé que eras Lucía. Estaba hablando con ella antes de que llamaras y…
-Tranquila, no pasa nada.
-Bueno, dime… ¿qué querías?
-Es que había pensado que…tal vez, si tú quieres…tengo la tarde libre, ¿sabes? Y como esta mañana dijiste que sí cuando te propuse…
-Tomás, me vendrá genial quedar contigo.-acortó Elisa.- ¿A qué hora y dónde?
A lo mejor no era buena idea. Por supuesto que no lo era. Pero en aquellos momentos le daba bastante igual. Marcos y Paula estaban juntos, y lo único que quedaba de su amistad eran unas fotos que ella se había encargado de meter en una caja que ya descansaba bajo su cama.
Era hora de empezar a borrar sentimientos que sólo le hacían daño, para hacer sitio a otros nuevos.
Amistad. Paz. Tranquilidad.