Abstenerse

Jun 16, 2008 10:22

Llovía.

Llovía muchísimo. También hacía frío.

Todo mi cuerpo me suplicaba que parase. Me pedía muy descaradamente que dejase de correr y buscase un sitio más cálido.

Pero mi mente iba más allá de todo. Solo de pensar, imaginar que el estaba cerca, persiguiéndome, mis piernas no podían dejar de correr.

Era inútil huir. Me atraparía. Podía esconderme, pero no tardaría demasiado en encontrarme. El viento me sacudía violentamente, pero no era nada en comparación con el miedo.

Tropecé con mi propio cuerpo y me quede tendida en el suelo.

Había tentado a la suerte. Había desafiado tontamente mi suerte, que se había acabado antes de que me diese cuenta.

Intente levantarme, pero temblaba. Eran temblores tan fuertes, que parecían espasmos.

Intente acurrucarme, al menos para protegerme del frío.

-Eres incapaz de callar un momento. - Lo estaba afirmando.

-Creo que es muy injusto por tu parte contestarme así. - No era la primera vez que provocaba esta discusión con el. Por muy estúpida que pareciese, me divertía mucho- Solo te he dicho hola.

-¡Que te largues! ¡Largo!

- Ves. Por pesado ahora me quedaré aquí. - Me senté en la silla que estaba delante de mi mesa. El estaba haciendo alguna especie de manualidad. - Ahora llegará el de sociales. Deberías recoger eso. Se va a enfadar. - Lo dije de buena fe, pero el creyó que lo decía para molestarle.

- ¡Lárgate! - Se levanto de su silla de un brinco mientras daba un fuerte porrazo a su mesa. No me asusto. Hacía eso muy a menudo. Sin embargo me sentó mal que me contestase así.

- Si no quieres verme, lárgate tu. Yo estoy en mi sitio. - Me gire hacia la pizarra y justo en ese momento entraba el profesor.

- ¿Se puede saber que estas haciendo? - Mis predicciones se habían hecho realidad. El profesor de sociales parecía muy enfadado.

-Ya lo guardo. - aun había una nota de brutalidad en su tono.

Intente moverme un poco. Al menos taparme con algún árbol. Cualquier cosa que ayudase a protegerme del viento.

Cuando lo conseguí me encogí un poco mientras me intentaba dar calor en los brazos.

No ayudaba para nada la camiseta de manga corta que solo cubría el tronco.

- ¿Qué tal todo?

- Mal, ahora que te he visto.

- Eh, tampoco te pases.

- No me caes bién, ¿Por qué sigues persiguiéndome, hablándome, saludando?

- Por nada en especial. Te saludo porque eres la única persona que esta aquí. Y que yo sepa no te persigo. Vamos a la misma clase, por lo cual tenemos gimnasia a la misma hora, lo que significa que estoy aquí por la misma razón que tu, y seguro que te arrepientes en estos momentos de ser tan puntual.

- Un día de estos te partiré la cara.

- Vale, pero pide cita. Ya sabes. Estoy muy solicitada.

Hizo una especie de onomatopeya y se aparto unos diez metros de mi.

Siempre igual.

Vale. La verdad era que yo conocía sus reacciones y le provocaba deliberadamente, pero en realidad si por una vez - o dos- me hubiese contestado bién, yo le hubiese dejado en paz.

Intenté recordar con lo poco que me quedaba de cordura, que era exactamente lo que me había pasado.

Miré mi brazo y el miedo volvió a sacudirme.

La marca azul que envolvía mi muñeca me parecía aun más oscura y dolorosa ahora.

- El día que te mueras haré una fiesta.

- Que no se te olvide invitarme. - Le conteste. Si en algún momento me hubiese puesto a contar las veces que el había pronunciado esa frase tendría un nuevo tema para discutir con el.

Mi garganta me dolía muchísimo. Quería toser, pero si lo hacía el me oiría.

Las lagrimas no dejaban de caer. Seguía temblando. El tiempo se hacía eterno y solo deseaba ver algo de luz.

No quiero morir en una noche de tormenta.

-Gracias. - El me miró con mala cara.- Por dejarme la calculadora. El examen me fue muy bién.

- ¿Y a mi que me importa?

No aguate más. Empecé a toser. No podía aguantarme más. No podía parar aun sabiendo que me encontraría..

La tos no paraba y mi cuerpo me dolía por los nervios. Los oídos me pitaban demasiado. La cabeza me daba vueltas y mi estomago parecía un revuelto de todo lo que una vez pude haber comido.

- ¿Hasta aquí te tengo que encontrar?

- Hola. - Le salude alegremente. Habíamos tropezado en la gasolinera a tropecientos kilómetros de la ciudad en la que solíamos encontrarnos.

- Dios mío. En el instituto, en el cine, en el super, y ahora aquí. ¿Se puede saber que he hecho para aguantarte?

- No sería más fácil decirme hola e irte? Solo para que lo sepas: no te pienso seguir. - Le aclaré de mala manera. - Así no tendrás que soportarme. Y mucho menos ponerte a gritar en medio de una gasolinera.

- Harto. Me tienes harto.

- ¿Se puede saber que te he hecho?

- ¡Molestarme!

Esta si que era buena. Hasta entonces nunca le había dicho nada demasiado hiriente, peri esto era el colmo.

Di media vuelta y salí de la gasolinera. Me quedaría sin chicles para lo que quedaba de viaje. Pero no quería aguatar esa brusquedad más tiempo.

Salí por la puerta pero no me sirvió de mucho. El me siguió.

- Espérate. - Me dijo, pero yo seguía andando. Ni que tuviese alguna obligación con el. Ni que tuviese que esforzarme para entenderle. - Que te esperes he dicho. - Su voz se hizo demasiado dura mientras me agarraba de la muñeca.

El susto pudo con el dolor, pero no por mucho tiempo. Pegue un grito mientras me soltaba. Cuando intente mover la muñeca volví a soltar un grito. Dolía demasiado.

Cada vez sentía la cabeza más ida.

Me quedaba sin aire y no podía dejar de toser.

Pensé en cerrar los ojos. Tampoco ganaba mucho teniéndolos abiertos.

- No grites. - Ni siquiera tubo la bondad de ser amable. - Que exagerada que eres. - Dijo mientras apartaba la mano de mi muñeca, pero entonces se quedo blanco. Ni el mismo se había dado cuenta del daño hasta que vio la marca azul que me había dejado. La muñeca estaba prácticamente aplastada. - Dios mío. -

Las piedras se me clavaban en las piernas y en la espalda.

Me abandone a mi misma. Ojala terminase todo pronto.

Me sentía tan mal.

-Escucha. Tranquilízate. - Me había sentado en un banco y había ido a buscar hielo en la gasolinera. Ahora lo mantenía encima de la muñeca, pero servía de poco.

Era difícil tranquilizarse en mi situación por dos razones básicas: una era la facilidad con la que me había provocado la lesión; la otra el dolor.

-No quería hacerte daño. - Aunque hubiese querido contestarle no hubiese podido.- Es solo la forma que tienes provocarme. Me saca de mis casillas.

Si me hubiese encontrado mejor me hubiese reído mucho.

Casi ya no me afectaba nada.

Seguía teniendo frío pero ya no me importaba.

Me seguía doliendo la muñeca, pero ya no la sentía.

Seguía sintiendo el miedo, pero ya me había abandonado a mi misma.

- Se que suena raro, pero a veces tengo demasiada fuerza. Y si juntamos que a veces me pones rabioso. No ayuda. - Este monologo me aburría. Sus excusas eran demasiado raras. El hielo empezaba a hacer un poco de efecto, pero no el suficiente para poder hablar o hacer cualquier cosa. - Por favor, di cualquier cosa.

Le miré a los ojos. Dudaba mucho sobre que mi mirada de reproche hubiese sido vista como tal, pero eso sería lo único que conseguiría de mi.

Quise suspirar, pero me faltaba el aire.

- Estoy harto. No quise hacerte daño. - Estaba empezando a alterarse. - Di algo.

Intente levantarme y di gracias al cielo de solo tener una mano rota.

-¿Qué haces? Estate quieta.

- Deja...- Inspire hondo. Me dolía mucho la mano y estaba al borde de la histeria. Era una de esas personas que se ponían a llorar por cualquier cosa y eso era bastante más que cualquier cosa.- Estoy bién. - no sonó para nada convincente.

Oí un sonido. Era diferente. No era el sonido del bosque. Era movimiento. Se estaba acercando. Cerré los dedos de la mano buena en forma de puño.

Como si pudiese defenderme.

-Escucha. - No tenía ganas. - Se que te va a parecer extraño... - Hizo ademán de agarrarme la mano, pero me aparte. Me dolía demasiado.- A veces me enfado mucho y hago daño a la gente. No lo hago a propósito.

- El increíble Hulk - susurre.

- Si algo así.- Casi rugió cuando me contesto a eso.

Se agacho a mi lado. Note como me levantaba. Ahora estaba en sus brazos.

Preferí no abrir los ojos. ¿Para que?

- Se que parece una tontería pero me sulfuras. Si te pido que me dejes en paz, ¿Por qué no lo haces?

No le conteste. ¿Por qué lo hacía?

- Y cuando te pregunto algo no me dices nada. Eres inaguantable. - Me miro. Como siempre estaba enfadado.-  ¿Has venido con alguien?

- No. Iba de excursión con la moto.

Me miró y por un momento supe lo que estaba pensando.

-Un buen momento para partirme la cara, ¿ no? Aunque luego te denunciara podrías decir que tuve un accidente.

Una suave tela empezó a cubrir los brazos, que estaban demasiado rígidos.

Fue un cambió agradable.

Su mano se coloco encima de mi espalda y empezó a frotarla suavemente.

Comencé a entrar en calor.

- Tengo que ir al lavabo.

-Te quedarás aquí quietecita. - Su tono estaba alcanzando unas notas de brutalidad excesiva.

Casi no pude soportarlo y eche a llorar.

Mi mano se volvía azul-morado por momentos. Me dolía muchísimo.

Además el no paraba de gritarme y decirme cosas bastante extrañas.

Me levante haciendo caso omiso de sus quejas.

- Me voy. Estoy harta de escucharte.

No me dio tiempo a dar tres pasos cuando el me había cogido por los hombros y me impedía moverme.

-¡No llores! - Me gritaba. Después de todo me gritaba.

Intenté soltarme pero el me sacudió más fuerte.

- ¡¡No llores!! ¿Es que no me escuchas?-

Empecé a mover los pies intentando darle una patada y al quinto intento lo conseguí.

Salí corriendo en dirección al pequeño bosque que había detrás de la gasolinera.

Me colocó en sus espaldas y comenzó a caminar. No entendí muy bién ese comportamiento. Tampoco me dio tiempo. Ahí fue donde perdí el conocimiento.

Ya era tarde y meterme en el bosque era peligroso, pero estaba asustada. Nunca nadie me había tratado con tal brutalidad. Quería escaparme de el.

Desee no haberme metido en el bosque. Después de un buen rato caminado sin ningún sentido me había perdido.

Empezó a llover.

Todo, excepto la lluvia y el viento, estaba en calma. Intenté refugiarme debajo de algún árbol, no fue una buena idea, porque empezó a tornar. La superficie no era plana pero igual era peligroso.

-¡¡Sara!! ¿Dónde estás? - No le iba a contestar. No después de toda esa violencia.

Salí corriendo en dirección contraria al sonido.

Empezaba a llover mucho.

Demasiado.

Estaba tan asustada.

- ¡¡Sal de donde estés o juro que no respondo de mi!! -Amenazó. Pero la amenaza vino de lejos.

No podía más. Estaba mojada y tenía mucho frío.

Seguí corriendo. Estaba cansadísima.

Me senté a lado de un árbol para protegerme del frío.

Me encontraba demasiado mal para poder hacer cualquier cosa.

Me desperté en una habitación blanca a la que reconocí enseguida como la habitación de un hospital.

Tenía la mano enyesada.

Aparte de eso no me pasaba nada más.

Enseguida note el exceso de calefacción en la habitación así que intente levantarme para salir de ahí.

Antes de que pudiese hacerlo apareció el por la puerta.

Todos mis músculos se contrajeron. Me puse muy nerviosa y seguramente mi cra lo reflejo.

-¿Cómo estas?- No parecía alterado, lo cual fue buena señal.

No le conteste. No sabía como. Después de todo lo que había pasado me costaría bastante tranquilizarme.

-No quise asustarte. Nunca quise hacerte daño. Pero este temperamento no me ayuda mucho. Se que tu no has hecho nada y por mi culpa estas aquí.

Suspiro al ver que no le contestaba.

- Siempre me intento apartar un poco de ti. Me sacas de mis casillas. Y lo peor de todo es que tu siempre te acercas.

Tampoco le conteste a eso.

-Se que es extraño que tenga tanta fuerza. Puede que algún día te lo explique.- Paro un momento al ver que no reaccionaba.- ¿Puedo pedirte algo?

Me supo mal no contestarle esta vez.

-¿El que...? - Mi voz salió muy débil y dañada. Supuse que eso fue la factura de la noche pasada.

- No dejes de acercarte. A pesar de que te grito, te trato mal, te insulto y imploro tu muerte cada día me gusta que estés conmigo.

- Ya lo se.

Claro que lo sabía. Supongo que esa era la respuesta a su pregunta.

Si te pido que me dejes en paz, ¿Por qué no lo haces?

Previous post Next post
Up