Por una vez, el hecho de que me haya demorado en actualizar no se debe a mi desidia: durante todos estos días he estado sin ordenador por reformas. Ya lo tengo otra vez en mi poder, pero me temo que éstas no han acabado ni sé cómo acabarán; me doy con un canto en los dientes si para el lunes puedo volver a usarlo con normalidad. Y aprovecho para hacer público mi agradecimiento a Calixto, el sufrido informático/amigo, por su dedicación a la causa y su generosidad.
Ahora, la noticia principal: ya tengo fecha definitiva de lectura de la tesis. Será el
12 de junio
a las once y media de la mañana (lo que quiere decir que comenzará a las 12), en el salón de grados del nuevo edificio de la Facultad de Letras, cuyo nombre, el de un decano, o rector pretéritos, no recuerdo -la decana actual, según parece, se cabrea si lo llamamos salón de grados y no con el nombre propio en cuestión; en fin. Lo bueno es que es una sala recién construida, cómoda y moderna, con capacidad para unas cuarenta personas en asientos ergonómicos de polipiel, que incluso tiene monitores individuales en la mesa del tribunal que emergen en plan futurista -para el público, hay pantalla; así que creo que voy a tirarme el moco de proyectar algunas cubiertas con el pórtátil. Espero que para cuando lea ya estén colgados los cuadros de Marite Martín Vivaldi sobre poemas de su tía previstos en aquella ubicación, que le darán calor a la sala y un toque sentimental al acto, por lo que me toca como amigo suyo.
Al final, no viene Simón Marchán Fiz al tribunal. No ha habido manera de localizarlo. No es que haya dicho que no, es que no ha contestado -ha sido, creo, el principal motivo del retraso. Hasta su colega de la UNED, Domínguez Caparrós, por mediación de Carvajal, ha indagado y según parece no se sabe de él desde hace tiempo. En su lugar comparecerá el suplente, Domingo Sánchez-Mesa Martínez. Jordi Llovet sí viene. Menos mal.
Lo cierto es que la fecha ha sufrido ya tantas demoras, que cuando por fin la supe casi me sentí más puerilmente triste que otra cosa, sin saber muy bien por qué. Después, Antonio Chicharro me ha dado a entender que mi proceso de doctorado ha ido más rápido que otra cosa; quizá entre sus prisas y algunas tesis anómalas previas (de tribunales muy caseros y fácilmente convocables) yo tenía una visión algo distorsionada. Sea como fuere, ya hay fecha. Todavía no sé dónde celebrar la comida del tribunal. Mis dos opciones principales son el
Hotel Villa Oniria y el
Horno de Santiago. Se admiten sugerencias de entendidos sobre otros posibles lugares.
Por supuesto, el acto es público y estáis todos invitados.