Oct 11, 2007 19:56
Vuelvo a dejar un tanto de lado del blog por cuestiones de trabajo: buena señal. Me temo que le regularidad precedente en el fondo no lo era: respondía a un bloqueo y consecuente dejación en la tesis (algo se puede intuir, me parece, leyendo los estados de ánimo). Por lo mismo, y también mala señal, durante este tiempo he leído bastante (me refiero en relación con el hecho de estar haciendo una tesis, que suele ralentizarme mucho); la cuestión es que se me ha olvidado ir actualizando el cuadradito del "ando leyendo". Es lo único bueno que ha tenido este periodo malo: que por lo menos he procrastinado en actividades satisfactorias, y no navegando compulsivamente por internet o por las cadenas de televisión. El caso es que, después de Solaris leí El Rey, de José Luis de Vilallonga. Era un libro que tenía ganas de leer desde hacía mucho -se trata en parte de una entrevista y me parecía interesante que sea el propio Rey quien hable de sí. Coincidió que me enteré de la muerte del autor (me voy dando cuenta de que a veces soy algo obituario en la elección de mis lecturas) y que estaba un tanto saturado de ficción. No ha dejado de ser una curiosidad muy fructífera para mí que la lectura haya coincidido con la polémica sobre la Monarquía; ha sido como adelantarse a la actualidad y además me ha permitido escuchar mucho de lo que se ha opinado con cierto background histórico fresco. Luego, coincidiendo con los momentos más bajos, leí El truco de los espejos, de Agatha Christie. A mí Agatha Christie siempre me levanta el ánimo una barbaridad, o sea que si me encontráis leyendo algo de ella es probable que, o bien me encuentre en un periodo de pura y relajante vacación, o bien, más probablemente, algo (o bastante) desanimado o tristón. Por último, y en el paroximo procrastinador (y obituario también) comencé a leer dos libros de Umbral a la vez -esto es inédito en mí, no leer dos libros a la vez, pero sí de un mismo autor: Mortal y rosa y Las señoritas de Avignon. Y entretanto he comenzado también la magna antología Las ínsulas extrañas, que abarca poesía española desde 1950 a nuestros días (esto es, el año 2000 en que se publicó); ésta para ratos perdidos o antes de acostarme (no soy capaz, ni sé cómo nadie puede, de leer más de dos poemas seguidos relativamente largos o complejos en una misma sentada) y porque tengo la poesía algo abandonada, o sea que la cosa va para muy largo.
De estas lecturas me gustaría ir dando cuenta aquí poco a poco. Veremos. Ahora vuelvo a estar dentro de la tesis y trabajando bien. En el momento en que toqué fondo (llevaba dos días sin acercarme a la mesa) me di cuenta de que necesitaba algún tipo de revulsivo o me iba a volver loco, así que cogí los bártulos y me fui al piso. Ahora me levanto por la mañana y me voy allá, y estoy hasta la hora de comer; luego vuelvo por la tarde. La sensación de tener que salir de casa me obliga a levantarme tanto por la mañana como en la siesta -a veces incluso me voy directamente después de comer-, y me da también la sensación de ir a trabajar, de separar el espacio de trabajo del de ocio. Es que le estaba cogiendo asco a mi propia habitación, siempre en ella para hacerlo todo. Creo que hay que ser muy disciplinado para trabajar de freelance.
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