Pavarotti ha sido uno de los grandes tenores de la historia de la ópera y ha dejado alguna de las mejores interpretaciones del repetorio. Menuda novedad. A quien le guste la ópera, como es el caso, no puede hoy sino sentir esa tristeza rara que nos acomete cuando mueren nuestros ídolos: personas a las que no hemos conocido pero que significan mucho para nosotros.
En mi caso, además, yo me familiaricé con la ópera gracias a Pavarotti: con dos discos titulados
Essential Pavarotti que compré en Inglaterra, cuando iba durante el mes de agosto en unos cursos de inglés que organizaban los Agustinos; son equivalentes al doble Tutto Pavarotti, que tanto se vendió aquí. Aduciendo mi caso, podríamos decir que Pavarotti fue un divulgador de la ópera. Con todo, no comparto su gusto por hacer conciertos pop con estrellas del género u ordinarieces compartidas con dos grandes tenores españoles para clausurar mundiales de fútbol, que se traducen en operaciones de marketing: no es lo mismo.
Por si a alguien le interesa, sus mejores grabaciones quizá sean
La Bohème dirigida por Karajan en 1973 (un prodigio donde las voces se entreveran con los instrumentos en un experimento sonoro que tiene más de poema sinfónico cantado que de ópera convencional);
Madame Butterfly, también con Karajan en el 74; y
Turandot con Zubin Metha también en 1973, annus mirabilis. Imprescindibles. Quizá cabe añadir la versión de
Un Ballo in Maschera que hizo con Solti en el 85. Por supuesto, tiene otras grandes grabaciones pero estas son imprescindibles. Posiblemente, las versiones de referencia de todas estas obras.
Aquí una muestra de su talento incomparable en uno de sus papeles fundamentales: justamente el Rodolfo de La Bohéme, con Ileana Cotrubas y dirigido por Carlos Kleiber en La Scala en el 79 (tampoco es precisamente malo el plantel, ni la versión). Canta la célebre aria Che gelida manina, donde Rodolfo le explica a Mimí, a quien acaba de conocer y de la que empieza a enamorarse, quién es (poeta, pobre y soñador). La magnífica interpretación desata el delirio del público, como comprobaréis. Descanse en paz.
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