Tiene que saber lo que produce en él.
Es imposible que haya llegado a los 18 sin saber que sus manos, reptando sinuosamente, provocativamente, por su ombligo, ahora al descubierto, podría ser parte, perfectamente, de sus sueños húmedos.
O sea, no se llega a los 18, no después de haber salido con esos tipos tan raros que a Emma parecen gustarle sin saberlo.
Lo vuelve loco, hace que se vuelva en algo muy cercano a los tíos pervertidos de ésos que se hacen toda la peli cuando la pobre inocente que tienen enfrente no tiene ni la menor idea de lo que está pasando por la mente del mentado pervertido.
Pero es que es inevitable.
Rupert culpa, sin lugar a dudas a esa nueva mujer, ¿Cómo se llaman esas que se dedican a indicarte que ropa te tenés que poner y con qué? Si, una estilista, esa rubia súper producida que no se separa de Emma ni a sol ni a sombra…Desde que apareció, las camisetas de su amiga se hicieron mas ajustadas, los jeans más pequeños y todo se complicó para él.
¿En qué momento se convirtió en esta persona libidinosa? No lo sabe.
La cosa es, que así están las cosas y es lo que hay…
Por eso sólo se limita a asentir al parloteo incesante de Emma que ha empezado a hablar de la nueva colección de bolsos de Prada, de lo preciosísimos que son y de todos los que se va a poder comprar ahora que por fin terminen con el circuito de premiers.
Rupe se siente…asaltado…
Y todo porque tuvo la mala suerte de ser el último en subir al avión y cuando buscó su ticket descubrió que estaba entre Em, Bonnie y la mentada chica que vive de vestir a los demás…
Al menos tiene la suerte de que no es como si sus compañeras esperaran mucha intervención de su parte. Se trata sólo de asentir en los momentos adecuados, exclamar entusiasta un ¡No me digas! O un ¡Estás de broma! Para que ellas sigan, conformes.
Cuando Rupe logra que su respiración se tranquilice y vuelve a pensar con claridad se acuerda que ha traído la consola esa que le regalaron vaya a saber de qué empresa, y por eso se para y remueve en su mochila hasta que la encuentra, la enciende y se pone a jugar, lo mas concentrado del mundo, un juego que ni conoce.
Pero no se distrae lo suficiente como para olvidar la pequeña conversación que tuvo con Dan, la última vez que estuvieron juntos en Londres y lo pescó mirando a Emma de esa manera que parece últimamente inevitable
“-¿Cuándo le vas a decir lo que te pasa con ella? ¿O al menos vas a intentar ligártela? Sabes que no sale con nadie ahora, ¿no? ¿Y que no hay razón para que no se lo digas? Al fin y al cabo… Las películas están terminando, no habrá ningún silencio incómodo…Y a lo sumo, pasarán por un tiempo de incomunicación y retomarán su amistad…Se quieren demasiado, ambos para que suceda de otra manera”
Y a continuación, siguió acomodando su pequeño bolso con paciencia, claro, obviamente, no era él el que estaba hablando de poner en riesgo una amistad de años y todo por lo que era, a simple vista…pura calentura. No va a negar que no sólo es una cara bonita para él, y un cuerpo que tiene curvas en los lugares adecuados…y unas caderas que…
Sólo un pervertido puede sentirse así respecto de la que es una de sus mejores amigas. La chica que le enseñó a besar, la amiga con la que compartió las borracheras más memorables, la nena a la que jugaba a tironearle las trenzas, su mejor amiga, fuera y dentro del set.
Y sí, sabe todo eso, pero al cuerpo no se lo manda y así está el panorama.
Y como prefirió esquivar el golpe cuando Dan trató de aconsejarlo, ahora también elige pensar que, claro, tío es imposible no ver a Emma y sentir eso cuando ella es tan perfecta.
Son típicos pensamientos de adolescentes, que pronto pasarán.
Eso sí, en ese lugar, está seguro de una cosa: le espera un viaje muy largo.