badfic here~ :3
Esto no es para tomarse en serio, sólo es una burla de cómo se manejan a los personajes regularmente, en cualquier ámbito (no sólo los fics). La idea me vino en una conversación por el chan, aunque no recuerdo quién dijo lo de que Francia usaba tacones para verse más alto con UK. No está beteado, seguro hay errores y tal u.û Y puede que ooc necesario y malas palabras porque sí.
Entonces el mayor besó al más pequeño con delicadeza. Y entre todas las emociones y pensamientos que le produjo el beso, se destacó sobre todo en la mente de Arthur la pregunta de por qué el narrador lo llamaba pequeño a él. Esperaba que fuera porque el viejo Francis era unos cuantos años mayor (que no tiene que ver en nada con el desarrollo mental; o tal vez sí, entre más viejo, más neuronas se morían y más estupidez se cometía. América es un caso especial).
-Oh, no es por eso -le dijo Francis-, se refiere a la estatura.
-Pero si tenemos la misma puta estatura, ¿cómo mierda se va a referir a…? -Y Arthur se dio cuenta que, en efecto, Francia era mayor por unos cuantos centímetros. Se quedó perplejo, sin capaz de buscar una explicación razonable para el repentino estiramiento del otro.
-En fin, sigamos en lo que estábamos. Ahora tú te sonrojas y me dices, “oh, Francis, es que aún soy virgen”, ocultas la cara en mi pecho y yo te reconforto para que agarres ánimo, evitando decir “pues vaya que patético a tu edad”.
-… No voy a hacer eso.
-¿Cómo que no? ¡Está en la historia, hay que seguirla!
-Pues que te jodan. Me niego a seguir si no me explicas cómo carajo conseguiste hacerte más alto.
-¿En serio?
-Sí.
-¿Y si te lo digo, seguirás con tu papel de uke?
-¿Por qué de uke?
-Porque lo eres. Está en tu sangre. Cada relación gay es así.
-¿De dónde sacaste esa mariquera?
Francis se encogió de hombros, sabiendo que la respuesta no lo dejaría satisfecho, a él tampoco lo dejaba, pero eso era lo que había. Poner su propia opinión del asunto sería revelarse contra las intenciones del autor, hacer más largo el fic y retrasar su próxima historia, donde haría con Canadá una historia rosa y cursi; obviamente los protagonistas de las novelas de Corín Tellado se quedaban cortos a su lado.
-Verás, estoy más alto porque me puse tacones.
-¿En serio? -Arthur se sintió tonto al no creerlo de inmediato. Bajó la mirada y se encontró con el par, unos tacones de color rojo de punta estrecha-. No los había notado.
-Se supone que nadie lo nota. Verás, es algo que el autor nunca menciona. Se ve mal que el hombre en la relación los use, ya sabes; es tú culpa por osar ser del mismo tamaño que tu seme. ¡Ahora sigamos! Mira que la próxima historia me emociona, le leeré poemas a Canadá.
-¿Para matarlo de diabetes?
Francis volvió a besarle, pero Arthur lo rechazó.
-Espera, quítate esos tacones. No voy a seguir con ellos.
-No se puede…
-Entonces nos quedamos sin lemon. Vete a joder con Canadá.
-Cuida ese vocabulario, se supone que te sonrojas a cada mala palabra mía, no al revés.
-… Listo, estoy harto. No haré nada -le gruñó Arthur y comenzó a recoger sus cosas, ante las protestas de Francis.
-No modifiques la trama, además, tampoco íbamos a llegar tan lejos. Edipo nos va a interrumpir ya.
Arthur no tuvo tiempo de preguntar. La puerta de la habitación fue abierta de una patada y por ella entró Alfred, vistiendo sólo unos vaqueros y dejando su musculoso y trabajado -a base de comer hamburguesas- pecho al aire. Tenía una cara tan seria, que por un momento Arthur pensó que no se trataba de él.
-¡Quita tus manos de él, pervertido! -exclamó, estando a tono con la historia-. ¡No voy a permitir que nadie manche su pureza! ¡Más de mil años de virginidad se irán al traste sólo conmigo!
Arthur estaba tan choqueado, que sólo atinó a preguntarse por qué era importante que fuera virgen. Francis hizo lo que mejor se le daba en esas circunstancias: huir. Y en dirección hacia Canadá. Alfred, viendo que consiguió proteger la pureza del inocente Arthur, lo alzó en brazos y lo llevó como una doncella hacia su propia habitación.
-Te haré olvidar sus sucias manos, amor mío. Y no me lo agradezcas, haría cualquier cosa por ti.
-E-Entonces mátame -le pidió Arthur, aún sin salir del desconcierto.
-¿Eh? Arthur, no fastidies. Aquí es cuando dices “hazme tuyo”, y yo te digo inseguro “no quiero lastimarte” y vienes tú y me dices “confío en tu experiencia” y luego yo…
-Por favor, MATAME.
Entonces el mayor besó al más pequeño con delicadeza. Y entre todas las emociones y pensamientos que le produjo el beso, se destacó sobre todo en la mente de Arthur la pregunta de por qué el narrador lo llamaba pequeño a él. Esperaba que fuera porque el viejo Francis era unos cuantos años mayor (que no tiene que ver en nada con el desarrollo mental; o tal vez sí, entre más viejo, más neuronas se morían y más estupidez se cometía. América es un caso especial).
-Oh, no es por eso -le dijo Francis-, se refiere a la estatura.
-Pero si tenemos la misma puta estatura, ¿cómo mierda se va a referir a…? -Y Arthur se dio cuenta que, en efecto, Francia era mayor por unos cuantos centímetros. Se quedó perplejo, sin capaz de buscar una explicación razonable para el repentino estiramiento del otro.
-En fin, sigamos en lo que estábamos. Ahora tú te sonrojas y me dices, “oh, Francis, es que aún soy virgen”, ocultas la cara en mi pecho y yo te reconforto para que agarres ánimo, evitando decir “pues vaya que patético a tu edad”.
-… No voy a hacer eso.
-¿Cómo que no? ¡Está en la historia, hay que seguirla!
-Pues que te jodan. Me niego a seguir si no me explicas cómo carajo conseguiste hacerte más alto.
-¿En serio?
-Sí.
-¿Y si te lo digo, seguirás con tu papel de uke?
-¿Por qué de uke?
-Porque lo eres. Está en tu sangre. Cada relación gay es así.
-¿De dónde sacaste esa mariquera?
Francis se encogió de hombros, sabiendo que la respuesta no lo dejaría satisfecho, a él tampoco lo dejaba, pero eso era lo que había. Poner su propia opinión del asunto sería revelarse contra las intenciones del autor, hacer más largo el fic y retrasar su próxima historia, donde haría con Canadá una historia rosa y cursi; obviamente los protagonistas de las novelas de Corín Tellado se quedaban cortos a su lado.
-Verás, estoy más alto porque me puse tacones.
-¿En serio? -Arthur se sintió tonto al no creerlo de inmediato. Bajó la mirada y se encontró con el par, unos tacones de color rojo de punta estrecha-. No los había notado.
-Se supone que nadie lo nota. Verás, es algo que el autor nunca menciona. Se ve mal que el hombre en la relación los use, ya sabes; es tú culpa por osar ser del mismo tamaño que tu seme. ¡Ahora sigamos! Mira que la próxima historia me emociona, le leeré poemas a Canadá.
-¿Para matarlo de diabetes?
Francis volvió a besarle, pero Arthur lo rechazó.
-Espera, quítate esos tacones. No voy a seguir con ellos.
-No se puede…
-Entonces nos quedamos sin lemon. Vete a joder con Canadá.
-Cuida ese vocabulario, se supone que te sonrojas a cada mala palabra mía, no al revés.
-… Listo, estoy harto. No haré nada -le gruñó Arthur y comenzó a recoger sus cosas, ante las protestas de Francis.
-No modifiques la trama, además, tampoco íbamos a llegar tan lejos. Edipo nos va a interrumpir ya.
Arthur no tuvo tiempo de preguntar. La puerta de la habitación fue abierta de una patada y por ella entró Alfred, vistiendo sólo unos vaqueros y dejando su musculoso y trabajado -a base de comer hamburguesas- pecho al aire. Tenía una cara tan seria, que por un momento Arthur pensó que no se trataba de él.
-¡Quita tus manos de él, pervertido! -exclamó, estando a tono con la historia-. ¡No voy a permitir que nadie manche su pureza! ¡Más de mil años de virginidad se irán al traste sólo conmigo!
Arthur estaba tan choqueado, que sólo atinó a preguntarse por qué era importante que fuera virgen. Francis hizo lo que mejor se le daba en esas circunstancias: huir. Y en dirección hacia Canadá. Alfred, viendo que consiguió proteger la pureza del inocente Arthur, lo alzó en brazos y lo llevó como una doncella hacia su propia habitación.
-Te haré olvidar sus sucias manos, amor mío. Y no me lo agradezcas, haría cualquier cosa por ti.
-E-Entonces mátame -le pidió Arthur, aún sin salir del desconcierto.
-¿Eh? Arthur, no fastidies. Aquí es cuando dices “hazme tuyo”, y yo te digo inseguro “no quiero lastimarte” y vienes tú y me dices “confío en tu experiencia” y luego yo…
-Por favor, MATAME.