Armand&Daniel

Apr 23, 2007 15:19


Diclaimer: Las Crónicas Vampirícas son propiedad de Anne Rice. Pero no me molestaría quedarme con Armand =)
Advertencias: Humor negro. Ooc. Estupidez. Slash
Notas: Transcurre en “La reina de los Condenados” Más bien, en está parte:

“Las invenciones tecnológicas empezaron a obsesionar a Armand, una tras otra. Primero fue la batidora de cocina, con la cual producía horripilantes brebajes, la mayoría basados en los colores de los ingredientes (…)”

Palabras: 784

El asqueroso brebaje de Armand y la negativa justificada de Daniel a no tomarlo.

Armand se empezó a interesar en las tecnologías del siglo XX. Daniel pensó que eso traería nuevas extravagancias, y cómo ya era costumbre, no se equivocaba. Conocía bien a Armand, incluso demasiado para su salud mental. Lo primero fue la batidora de cocina, la maldita batidora de cocina.

─ ¡Daniel, ven acá! ─ordenó Armand con voz sedosa.

Daniel entró a la cocina, mientras se arreglaba sin muchas ganas la corbata. Habían elegido -Armand había elegido- ir a la gran ceremonia que se realizaría esa noche en la Alcaldía. Daniel desconocía las razones, pero no se lo cuestionó mucho y acabó aceptando ó en realidad no le importaba nada y acabó con la conversación tirando a Armand sobre la cama, en fin, el hecho es que irían.

Armand tenía puesto un delantal como esos que utilizan las amas de casa, rosado y bordado con detalladas flores silvestres, pero estaba manchado de rojo. Daniel se preguntó dos cosas: si habría sacado la idea del delantal en unos de esos programas de cocina que últimamente estaba viendo y si las manchas que lo cubría sería sangre ó… no se le ocurría nada más así que debía ser sangre. En la pequeña mesa lijada de madera estaba una copa de oro, exquisita y elegante.

─Siéntate, querido ─dijo Armand con voz dulce, colocándose atrás de Daniel y arrastrándolo por la espalda hacia la silla frente a la mesa.

Daniel, una vez sentado, quedó confundido. No, no es sangre. ¿Y cómo lo sabía Daniel? Pues, porque ese líquido rojizo emitía un fuerte olor a mierda y tenía cuajos de quién sabe que cosa rara. No se esforzó en disimular su expresión de asco, pero Armand lo pasó por alto.

─Lo he preparado yo mismo. Los ingredientes los seleccioné utilizando un método cuidadoso y preciso ─dijo satisfecho. Huele a mierda. Armand ignoró aquél pensamiento. A Daniel le parecía que estaba demasiado entusiasmado por su primer brebaje especial como para que le afectaran las vulgares palabras de él.

─ ¿Cuidadoso y preciso? ¿Y de que trata? ─empezó a decir Daniel sin poder contenerse─ ¿En tomar todos los alimentos rojos sin ningún miramiento y tirarlos a la licuadora así sin más? ─Soltó una carcajada burlona.

Armand parecía desconcertado, y eso Daniel lo notó. Paró de reír al instante.

─ ¿Cómo lo supiste? ─preguntó Armand ingenuamente, con expresión aniñada.

Daniel se sintió desfallecer mientras que el rostro de Armand dejaba ver toda sinceridad. Eso es lo que ha hecho. Y ha creado algo que decididamente no puede ser saludable. Y huele a mierda, ¡a mierda! Daniel se preguntó si Armand pensaba matarlo de una vez esa misma noche, porque si no, no hallaba otra razón para que le diera de beber aquello. Al menos que de verdad pensara que eso era bebible.

─ ¡Deja de quejarte, Daniel! ─exclamó Armand con algo de molestia. Tomó la copa y se la alargó a Daniel─ Quiero que bebas porque sí, lo he hecho y quiero saber como sabe, y tú me lo dirás ─Parecía una orden de un chiquillo caprichoso. Y ante ese capricho, Daniel no se podía negar a no ser que le diera por aguantar las protestas de Armand -que durarían todas las noches sucesivas- y una semana sin sus juegos.

Pero no iba a beber. ¡No lo haría, aquello olía a mierda y seguramente le envenenaría!  Daniel pensó. Armand esperó. Pasó un minuto. Daniel se decidió: ¡Al diablo! ¡No iba a beber así tuviera que aguantar los chillidos de Armand toda una vida!

─Oh, ¿eso dices? ─murmuró Armand ya molesto completamente.

─Vete a la mierda ─dijo Daniel a modo de respuesta, cruzándose de brazos y actitud desafiante que se esfumó cuando Armand le dejó en claro telepáticamente que le había gustado su idea sobre dejar de jugar por una semana.

─Y pueden ser más, cosa que no me molesta en lo absoluto ─dijo Armand retomando su voz suave.

La voluntad de Daniel se tambaleó, en realidad se derrumbó. Y Armand sonreía de manera dulce y siniestra. Rayos, tenía que tomar aquella cosa pero, ¿y su vida? ¡No quería morir hasta que Armand le concediera la inmortalidad! Y de repente, como un haz de luz milagrosa, la idea llegó a Daniel.

─ ¡Ratones! ─exclamó desconcertando a Armand─ Si lo que quieres es que prueben tu asquerosa ─Daniel no pudo evitar no decir esa palabra─ bebida, ¿por qué no haces que la tomen ratones?

Armand, después de meditarlo brevemente, acabó aceptando la idea. De igual formas, ya sabía que su brebaje era imbebible -en realidad duró unos buenos minutos en darse cuenta-, y la verdad su idea de molestar a su mortal amante ya había empezado a aburrirle. Daniel se estaba volviendo molesto.

Esa misma noche, olvidándose de su compromiso que poco le importaba, Daniel encargó un millar de ratoncitos. Armand los utilizó las semanas siguientes para probar sus brebajes, y así acabaron envenenados, muriéndose uno tras otro. Y de esa manera, Armand reunió un montón de ratoncitos para hornear, pero esa es otra historia, igual de censurable que ésta.

Fin :D/

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