Crossroads Masterpost Cuando entró en la universidad, Andy tenía un plan bien detallado de lo que pretendía hacer en ella. Algo así como, un plan de productividad con informes cada un determinado número de meses para ver si había cumplido los objetivos marcados. Cuando conoció a Sid se dio cuenta de que jamás iba a usar ese plan, ni a cumplir esos objetivos. Y no es que sus notas fuesen malas, pero podrían ser mejores. No es que fuese un empollón, ni que se desviviese por ser el mejor pero se sentía un traidor hacia lo que le había prometido a su familia. Había querido ser el mejor y de pronto había aparecido un chico en su vida y lo había dejado todo por él.
Sin embargo, Sid era lo mejor que le había pasado nunca. Con él nunca se aburría. Siempre había algo nuevo por descubrir y no sólo sobre música. Casi sin darse cuenta descubrió que lo que estudiaban se complementaba bastante bien. Era como si él fuese a diseñar los edificios que luego Sid iba a supervisar en su construcción. Podrían ser un gran equipo.
Mientras pasaban los meses también descubría cosas de él. También era un alumno becado y el trabajo en la cafetería era para gastos propios. Lo de la banda era por hobby y porque así no perdía la agilidad con las manos en la guitarra. El propio Andy consiguió un trabajo a media jornada en “Labyrinth Books” los fines de semana. No pagaban gran cosa, pero le valía para caprichos. Para cuando llegó navidad tenía una rutina más o menos establecida que le hacía bastante feliz (salvo por esa pequeña espina que aparecía de vez en cuando).
-¿Volverás a casa por navidad? -Sid revisaba unos apuntes que le habían dado esa misma mañana en la habitación de Andy que se había convertido sin querer su refugio habitual, en gran parte porque Sid compartía habitación a diferencia de Andy.
-No creo. Dory se va a ver a sus padres a Ohio y me tocará a mí cubrir sus turnos. A mi madre no le importa que no vaya siempre y cuando vuelva para verano. La navidad no es una buena época en mi casa -le explicó sin despegar la vista de los papeles.
-Yo si iré. Mis abuelos nos visitan todos los años. Al menos iré en Nochebuena. Pero volveré para Nochevieja. Podríamos hacer algo en Año Nuevo si quieres.
-Me parece bien.
A pesar de la sonrisa que puso, Andy no quedó del todo convencido y cuando se despidieron en la estación del tren había algo en su interior que le decía que algo no iba bien. Todo el trayecto hasta su casa se mantuvo intranquilo y apenas pudo concentrarse a pesar de que lo intentó con todo lo que pudo. Trato de leer por enésima vez su ejemplar de “Los Magos”. Ahora ya no sólo lo leía porque le gustaba, sino porque le recordaba al día que había conocido a Sid. Sin embargo, ni eso le distrajo y cuando llegó a su casa tenía la cabeza llena de dudas y teorías descabelladas sobre ideas absurdas y sin fundamento.
Los días que pasó en su casa no fueron mejor. Sid contestaba a sus mensajes pero no parecía hacerlo con ilusión, o quizás sólo era su imaginación y simplemente estaba cansado porque Dory se había ido y tenía mucho trabajo en la cafetería. Lo único que sabía es que no lo estaba pasando bien y la Navidad solía ser su época favorita del año. Sus abuelos venían de visita, el abuelo Max solía hacerle buenos regalos y él se sentía feliz completamente. Salvo ese año.
-¿Qué pasa Andrew? -su abuelo era el único que le llamaba por su nombre de pila. Hasta su madre le llamaba Andy.
-No lo sé, abuelo. Estoy un poco perdido -cogió la taza de chocolate que su abuelo le traía de la cocina y esperó a que se sentase a su lado en el porche.
-¿Es la universidad?
-Sí… y no -suspiró y sopló un poco la taza para darse valor-. Es la universidad y es un… chico -confesó dudoso de cómo se tomaría la noticia. Miró de reojo al hombre que seguía mirándole esperando a que siguiese. Al ver que no decía nada, tragó saliva y se animó a seguir-. Le conocí al poco de llegar a la universidad y aunque estudio igualmente aunque salga con él, siento que si no lo hiciese sería mejor estudiante. Pero me gusta estar con él. Aunque siento que si no soy el mejor os fallo a vosotros que pusisteis vuestra confianza en mí para que estudiase y fuese un buen arquitecto y… no sé qué hacer.
Andy se encogió sobre sí mismo una vez confesó sus temores y esperó a que su abuelo le contestase. Quizás todo estaba en su cabeza y era una tontería, o quizás lo que tenía que hacer era centrarse en la carrera y esperar para pensar en novios y esas cosas. Sintió un peso en su hombro y se giró para encontrarse la mano de su abuelo junto a su sonrisa en sus labios.
-¿Tú le quieres? -preguntó haciéndole enrojecer mientras asentía levemente y murmuraba un “mucho” que apenas se oyó en el porche- En ese caso, Andrew, estás pensando demasiado. Uno no es el mejor sobre el papel. Uno es el mejor cuando demuestra lo que sabe en la vida real. Puedes tener las mejores calificaciones y no saber aplicarlas. Si en vez de sacar una matrícula de honor sacas una nota un poco más baja, pero has sido más feliz en ese tiempo yo me sentiré más orgulloso que si sacas todo matriculas de honor, pero te has pasado cuatro años encerrado entre cuatro paredes sin vivir esa época de tu vida.
El castaño parpadeó mirando a su abuelo tratando de entender sus palabras y esperando que una luz divina apareciese para enseñarle el camino o algo así.
-Lo que quiero decir es que la vida está llena de cruces de caminos. Encrucijadas donde debes elegir una dirección. No sirve de nada quedarte en medio esperando a que alguien llegue y te indique el camino. Debes elegir tú. Todos queremos que seas feliz, Andy. Que seas un arquitecto feliz y si eres feliz con ese chico pues, ¿qué más da que no seas el primero de tu promoción? Tú serás feliz y eso es lo que nos importa.
-Gracias abuelo -le agradeció el castaño abrazándose a él tras posar la taza sobre la mesa de mimbre del porche. El hombre le devolvió el abrazo apretándole contra él como cuando era un niño.
-De nada, pequeño. Para eso estamos. Eso sí, el año que viene invita a ese chico a cenar y así le conocemos todos, ¿vale? -Andy se sonrojó pero asintió.
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Para Fin de Año la gran mayoría de la gente que se había ido del campus volvía para preparar los exámenes que estaban a la vuelta de la esquina y de paso celebrar alguna de las fiestas de las residencias, hermandades, bares de la ciudad y demás. Había tanta variedad que podían elegir a qué ir pero la verdad es que Andy no quería ir a ninguno y así se lo dijo a Sid, que le miró extrañado cuando le pidió que no hiciesen planes para Nochevieja más allá de los muros de su habitación.
En las casas y los restaurantes la gente se afanaba por preparar comidas elaboradas para despedir el año, pero ellos tan sólo encargaron un par de pizzas en una de las pocas pizzerías con servicio a domicilio aquel día del año. Comieron sentados en el suelo, uno frente al otro y Andy descorchó una botella de champán para hacer los honores.
-No es vodka, pero hoy es el día del champan.
Sid se rió a pesar de todo y de que normalmente ese día solía pasarlo con sus amigos bebiendo cervezas y botella tras botella de vodka en algún bar o en casa de alguno hasta que el sol volvía a salir. Era un cambio agradable, Andy en sí había sido un cambio agradable para su vida. Chocaron las copas de plástico y brindaron por el año que se iba y por el que llegaría en unas horas. Bebieron un par de copas y a la tercera, Andy le arrebató a Sid la suya, que se quejó, y las puso a salvo de derribos mientras se cambiaba por la copa entre sus brazos.
El castaño se sentó a horcajadas sobre Sid, que estaba apoyado contra la cama y le miraba esperando a ver qué hacía. El menor acarició la media melena negra del otro y enredó los dedos en su pelo jugando con ella mirándole con cariño como si tuviesen todo el tiempo del mundo. Sid se dejaba tranquilamente.
-Nunca me has dicho por qué tu madre te llamó Sid -le recordó mientras le acariciaba el pelo. Sid sonrió.
-Mi padre tenía un grupo cuando tenía mi edad. Una banda como la mía y hacían covers de los Sex Pistols sobre todo. Mi madre decía que cuando tocaba mi padre se parecía a Sid Vicious. Estoy seguro de que exagera, pero por eso decidieron llamarme así.
-¿Eso significa que yo soy tu Nancy? -preguntó el castaño acercándose con todas las intenciones hasta sus labios y sonriendo ante la pregunta.
-Sinceramente, no te pareces en nada a Nancy -bromeó atrapándole entre sus brazos-. Tú eres más guapo.
Andy se rió al oírle y dejó que le besase. Primero lento, con mimo, mientras sus manos seguían acariciando su pelo y luego con más ritmo; aumentando a cada segundo que los latidos de sus corazones se aceleraban dentro de sus pechos. Sus cuerpos también se unían a ese ritmo y pronto el ritmo era casi imposible de seguir coherentemente. Cuando se separaron a respirar, Sid aprovechó el descanso para separar a Andy de él y como siempre mantener las distancias.
Porque eso era algo que frustraba al futuro arquitecto mucho, las distancias. No estaba seguro si Steve había tenido algo que ver, pero desde hacía tiempo Sid marcaba mucho las distancias con él. Quizás estaban teniendo un hermoso momento íntimo donde las manos de uno se perdían en el cuerpo del otro y no sabían dónde terminaba la piel de uno y empezaba la del otro; y cuando él realmente pensaba que iban a pasar a segunda base, a conquistar al fin algo, a acallar esa voz de su interior que le decía que igual era demasiado recatado para alguien como Sid… en ese instante era cuando Sid ponía distancia entre ellos y se cargaba el momento. Justo como ahora.
-¡No! -exclamó reclamando su sitio donde había estado hasta ese momento, sentado sobre su regazo. Andy se colgó de nuevo de su cuello y Sid ahogó un jadeo por lo brusco de la acción.
-¿Qué haces, Andy? -preguntó el moreno sorprendido por la acción.
-Reclamar mi sitio. Estoy harto de que te cargues el momento. Parece como que no te gusto, que no me deseas y sé que eso no es así. Es más, estoy notando que es todo lo contrario -en otras circunstancias seguramente estaría muerto de vergüenza por mencionar y notar la erección de Sid contra la costura de sus pantalones, pero apenas podía soportar un día más de aquella situación.
-¿De qué hablas? ¿Cómo puedes decir que no te deseo?
-Es lo que parece. Siempre pones distancia entre nosotros cuando las cosas se vuelven intensas. Como ahora…
El moreno se sonrojó avergonzado al verse descubierto y con una de sus manos libres se revolvió el pelo, un gesto que Andy ya había descubierto que hacía cuando estaba nervioso o tenso. Un claro signo de que él tenía razón.
-¿Qué pasa, Sid? ¿Es por algo que yo he hecho?
-¿¡Qué!? ¡No! Tú no has hecho nada. Tú eres perfecto así. Tal y como eres -le dijo besándole los labios con ternura-. Soy yo. Tengo miedo. A corromperte y hacerte daño. Llámame paranoico. Tanto tiempo oyendo que soy peligroso y maligno pues…
-¡Chorradas! A mí sólo me has servido para cosas buenas. Además, la vida está llena de elecciones. Mi abuelo lo explicó muy bien.
-¿Tu abuelo? ¿Has hablado de mí con tu abuelo? -preguntó el moreno divertido. Andy se sonrojó al verse descubierto.
-Puede... bueno, sí. Se lo comenté. El caso no es ese. El caso es que él lo explicó muy bien. La vida es una encrucijada y tienes que elegir un camino no esperar a que elijan por ti o a que vengan a por ti. Así que yo elijo este, Sid. Estar contigo y disfrutar de mi tiempo contigo y lo que tenga que ser, será.
-¿Ves? Si es que eres demasiado sexy para tu propio bien, Andrew Davis.
Sólo había dos ocasiones en las que Sid le llamaba por su nombre completo: cuando estaba enfadado y cuando estaba cachondo. Y claramente esta era la segunda. Como bien pudo se levantó del suelo y le trasladó a la cama que estaba a un solo paso sin dejar de besarle. Le mordió les labios haciéndole jadear contra los suyos. Sid coló sus manos bajo la camiseta del castaño y acarició sus costados mientras descendía besando su barbilla y su cuello bordeando la nuez de Adán. Sopló divertido por encima de la camiseta haciéndole cosquillas a Andy, que se quejaba llamándole inmaduro a pesar de que ambos sabían que de eso tenía bien poco. Subió la camiseta gris del menor lo suficiente para dejar al descubierto su abdomen y el ombligo, en el cual deposito un par de besos mientras sus manos trasteaban con el cinturón de sus pantalones.
-¿No vas un poco rápido? -preguntó el castaño entre suspiros apoyándose en los codos sobre la cama. Sid le miró desde donde estaba sonriendo.
-Es por si cambias de opinión antes de Año Nuevo -bromeó con él mordiéndole sin fuerza en un costado.
Con maña se deshizo de los pantalones del chico y le hizo echarse del todo en la cama mientras él se desvestía. Iba a hacerlo sin ayuda, pero Andy apareció para ayudarle sin ser llamado. Se arrodilló sobre las sábanas y le acercó para hacer lo mismo que le había hecho. Acarició su pecho bajo la camiseta mientras repartía pequeños besos por su abdomen arrodillado delante de él. Sid se permitió un momento de debilidad y arqueó la cabeza hacia atrás disfrutando de cómo Andy trasteaba con el cierre de su pantalón. Sacar los pantalones pitillos fue algo más difícil ya que se pegaban a las piernas de Sid como una segunda piel, pero Andy no parecía enfadado con el doble esfuerzo que debía hacer para deslizar la tela hacia abajo.
Cuando ambos estuvieron liberados de parte de su ropa se reencontraron sobre las sábanas de la cama del castaño, que se dejó dominar por el moreno y llenar de besos húmedos por todas partes. Las manos vagaban libremente entre ambos cuerpos y pronto el resto de la ropa también sobró a pesar de las temperaturas del invierno. Las camisetas de los dos hicieron compañía a los pantalones en el suelo de la habitación mientras sus manos trataban de repetir el camino que recorría la mano contraria en el cuerpo del otro. No lo lograban del todo, pero era divertido intentarlo mientras las lenguas peleaban en boca ajena una batalla perdida de antemano.
Rodaron por las sábanas descubriendo el cuerpo ajeno durante horas, sin prisa. Habían esperado demasiado, pero aun así no tenían prisa. Terminaron de desnudarse entre caricias y besos que pasaban de lentos a ansiosos sin problema. Se sentían cómodos allí, disfrutando del tiempo solos, sin prisa, descubriendo los puntos débiles del otro. Sid averiguó que Andy se reía cuando le soplaban tras la oreja y que se estremecía si alguien le pasaba las yemas de los dedos por la columna. Andy por su parte se sintió complacido cuando vio como su novio se deshacía mientras le besaba el cuello; o como se retorcía de cosquillas si le acariciaba la cara interna de los brazos. Cosas que sólo se pueden averiguar con tiempo y paciencia.
Por eso, cuando llegó el momento álgido de la noche tan sólo fue como subir un peldaño más de una escalera que llevaban tiempo escalando. Dory le había metido miedo a Andy sobre lo doloroso que era y miles de clichés ya que era su única confidente (como se había autodenominado ella misma) y siempre le llenaba el móvil de mensajes de esa índole. Sin embargo, no fue lo que sintió. Había dolor sí, siempre lo hay, pero también estaba esa sensación que le embargaba. Ésa que le hacía sentir completo, como si la parte que le faltaba desde que había nacido le hubiese encontrado y finalmente aquella noche se hubiesen unido de nuevo. Ni siquiera se dio cuenta de que lloraba hasta que Sid lo mencionó.
-No llores, mi amor -le consoló acercándose a secarle las lágrimas con el dorso de la mano.
A lo lejos el barullo del comedor resonaba en toda la residencia y alguien pasó por el pasillo gritando “Feliz Año Nuevo” que les hizo reír al darse cuenta de la situación en la que les pillaba el año nuevo. Sid miró de nuevo al castaño y éste asintió dándole su consentimiento para que continuase y acabase lo que habían empezado el año anterior. Sid se movió lentamente mientras Andy se acomodaba a su ritmo y comenzaba a acompañarle en el vaivén. Mucho más pronto de lo que pensaba el castaño, ambos habían encontrado un ritmo cómodo y se habían lanzado a investigar cómo sorprender al otro mientras se movían.
A veces lo conseguían, otras era un completo desastre y no conseguían nada salvo que el otro se riese de su intento pero no importaba. La primera vez no tenía que ser perfecta porque lo que la iba a hacer perfecta era lo imperfecta que iba a ser. Andy lo tenía muy claro desde el principio y Sid lo hacía todo perfecto con su presencia y con el mimo que le ponía a cada milímetro que se movía dentro de él. Alcanzaron el orgasmo a destiempo, casi sin darse cuenta y sin poder avisar al otro. Acabaron riéndose entre las sábanas mientras el reloj casi alcanzaba la una de la mañana del primer día del año nuevo.
-Feliz Año Nuevo -le felicitó Andy dándole un beso al moreno en los labios.
-Feliz Año Nuevo. Espero que este sea aún mejor que el anterior. Al menos ha empezado mucho mejor que el pasado -comentó divertido.
Andy se rió y se acomodó como bien pudo entre las sábanas para intentar dormir un poco. Seguramente cuando despertarse le dolerían partes de su cuerpo que no pensaba que le iban a doler nunca. Quizás se sentiría incómodo. Casi seguro se sentiría sucio. Pero lo que está completamente seguro es que nada le iba a hacer sentir tan feliz como ese momento.
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-Venga. Sé que hoy te daban las notas. Enséñamelas -insistía Sid mientras Andy trataba de hacerse el interesante con la barbilla apoyada en la mano sobre la mesa.
-No sé de qué me hablas.
-Andrew…
-Vale. Vale. Toma -le pasó el papel con ellas y el chico lo abrió con ímpetu mirando por alto todas y buscando la que le interesaba-. ¡Ajá! Aquí esta. Matrícula de Honor. ¡Te lo dije! Te dije que Smith te la pondría.
-Sí. Tenías razón. Eres todo un adivino -sonreía el castaño sin moverse de la mesa.
-¡Dory! ¡Pelirroja! Un Bloody Fairy para Andy -gritó en medio de la cafetería haciendo que los cuatro clientes que estaban allí se girasen a tratar de averiguar quién acababa de pedir aquello.
-¡Sid! No pienso beber absenta a estas horas, sabes que me sienta fatal -le dijo en un susurro apresurado.
-Mejor. Así puedo aprovecharme de ti en el almacén con la excusa de que estás indispuesto y voy a acompañarte al baño -le propuso acercándose más de lo necesario a él-. Así celebramos esa Matrícula de Honor como se merece.
Andy se rió mientras veía como su novio iba a atender otras mesas y esperaba a que Dory le trajese su regalo por aprobar todo el curso con buenas notas. Aún no sabía qué iban a hacer en verano pero seguro que algo podrían averiguar, sólo eran tres meses antes de volver al campus. No era tan difícil compaginar algo.
Como bien decía su abuelo, la vida es una encrucijada. Todo se basa en las decisiones que tomes y a dónde te lleven estas.
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Fin (por ahora)