Fic de Bones - 48 Horas

Nov 30, 2008 00:58

Hace unos días me encontré con este picspam y como Protective!Booth es lo mas super-mono que hay porque haría cualquier cosa, CUALQUIER cosa por Brennan, me dio por pensar y salió esto.
Narrado desde el punto de vista de Booth. Nada que no hayáis visto en la serie en realidad, pero como la inspiración es así y viene cuando quiere y con el tema que quiere pues...


48 Horas

La oscuridad es total y se enrosca implacable alrededor de él. Sólo el estrecho rayo de luz blanca que proviene de la linterna que porta ilumina el suelo que pisa y le permite adivinar por donde continuar. El angosto corredor rezuma humedad y ni el traje de combate ni el chaleco antibalas impiden que el frío mortal que asola el lugar se le filtre hasta los huesos.

Aunque en realidad apenas lo siente.

Quizá porque desde hace dos días está muerto por dentro.

Los dos eternos días que han transcurrido desde que Brennan ha desaparecido y ha recibido aquella infernal nota que le comunica que en cuarenta y ocho horas la doctora Temperance Brennan va a morir.

Dos días en lo que ha creído enloquecer de angustia mientras seguía cada una de las minúsculas pistas que le han proporcionado. Dos días en los que Hodgins ha trabajado hasta la extenuación analizando la tinta, el papel y cualquier otro residuo hasta descubrir desde donde la han escrito. Dos días en los que Angela se ha dejado casi la vida cotejando la letra de mil maneras distintas en un millar de bases de datos hasta conseguir una identidad. Dos días durante los cuales Cam ha conseguido un permiso especial para sacar a Zack del sanatorio mental en donde está encerrado y entre todos facilitarle un lugar y un nombre.

Reza porque no lo hayan hecho demasiado tarde.

El límite del tiempo se ha consumido mientras conducía enloquecido por una carretera de Virginia rumbo a una planta maderera abandonada en medio de un bosque.

Sweets ha trazado el perfil de aquél psicópata. Alguien enamorado de ella, algún fan quizá. Un tímido enfermizo e impotente que la ha secuestrado porque no se atreve a acercarse a ella de ninguna otra manera y algo, algún suceso, le ha hecho estallar. El psicólogo le ha advertido que tiene que llegar a tiempo, que el único plan de aquél loco es torturarla durante dos días como castigo, que no la violará, pero que la matará con toda seguridad justo cuando se cumpla el plazo. Y él sabe que el crío tiene razón, es un maldito genio trazando perfiles. El mejor que ha conocido durante todos los años que lleva en el FBI, si exceptúa al pirado del sótano.

Sigue corriendo frenéticamente pasillo adelante mientras el sonido de sus latidos retumbando atronadores en su cabeza ahogan las comunicaciones que emite el transmisor que lleva en el oído. Da igual. En realidad su único objetivo es llegar hasta la sala donde los detectores de calor han descubierto dos personas, dos punto rojos destellando en una pantalla.

Eso significa que ella está viva.

O que su cuerpo recién muerto aun irradia calor.

Desecha la última idea. Tiene que estar viva.

Necesita que esté viva.

No puede perderla.

No ahora que por fin es realmente suya desde hace escasas semanas. Cuatro años de soñar con ella todas las noches no pueden acabar así, no cuando aquellos sueños se estaban convirtiendo por fin en realidad.

El miedo le paraliza el corazón pero no le impide seguir corriendo sin descanso. Tiene que salvarla. Cualquier otra opción no es válida porque no hay ninguna otra opción.

Gira en un recodo y frena en seco al ver una luz al fondo del pasillo. Apaga la linterna y la deja despacio en el suelo. Debería comunicar su posición al puesto de control que han montado en el exterior para que el resto de los agentes que se han desplegado por toda la planta sepan donde está, pero el temor a que aquel loco le oiga hace que se salte las normas y apague el comunicador con un último chasquido de estática. Sabe que ahora mismo el encargado de las telecomunicaciones estará gritando como un loco creyendo que le ha perdido pero le da igual. No quiere que sepan que, pase lo que pase ahí dentro, ese cabrón firmó su sentencia de muerte hace dos días, en el mismo momento en que le puso un dedo encima a Brennan.

Avanza despacio hacia la sala iluminada con la adrenalina fluyendo a borbotones por su torrente sanguíneo, agudizando sus sentidos al máximo.

El silencio sepulcral que siente mas que oye le aterroriza. Si ella estuviera viva habría gritos, o quizás gemidos si la ha torturado hasta el límite, cualquier cosa, excepto silencio. Porque ese silencio solo puede indicar lo peor.

Asoma la cabeza por el marco de una puerta que hace mucho que desapareció buscando cualquier signo de vida. Buscándola a ella.

Lo que ve le hiela la sangre en las venas.

Están al fondo de la sala. El rostro de Brennan, tumefacto, amoratado en algunos lugares, revela que ese hijo de puta ha debido golpearla repetidamente. Ella tiene los ojos cerrados, parece que no respira. Los brazos, salpicados con su propia sangre, le cuelgan inermes a lo largo de los costados. El secuestrador está detrás de ella y la mantiene en pie sujetándola con un brazo alrededor de la cintura mientras le acaricia el rostro y el cuello con el cañón del arma y le susurra al oído «Ha sido bonito ¿verdad Doctora? Pero se acabó. Ya la dije que su amiguito no vendría a buscarla. Nunca la ha querido de verdad, no como yo. Sólo quería follarsela y en cuanto lo consiguió se olvidó de usted. Nunca debió liarse con él y hacerme enfadar.»

La voz de aquel hombre destila rencor. Así que es eso, la ha secuestrado porque de alguna manera ha sabido que estaba con él. La culpabilidad le golpea dejándole casi sin aliento y nota en su boca el amargo sabor de la bilis.

En ese momento ella abre los ojos, vidriosos y desenfocados por alguna droga, y el alivio de saberla viva es tal que le tiemblan las piernas y tiene que apoyarse en la pared.

«Está viva. Viva. Viva.» Se repite a si mismo una y otra vez para poder creérselo.

Oye como el psicópata levanta el percutor dispuesto a ejecutarla y se da cuenta de que es ahora o nunca.

Respira profundamente y amartilla el arma. Sabe que desde donde está nunca acertaría, tiene que salir de su escondite, dejarse ver mientras apunta y dispararle a la cabeza para que muera en el acto antes de que el otro reaccione, o le quedarán fuerzas para acabar con Brennan antes de que él llegue hasta ella para liberarla.

Entra en la sala de un salto gritando «FBI» Acompasa su respiración mientras apunta, tal y como le han enseñado en mil y un entrenamientos, tal y como ha hecho tantas veces antes. Su vista se clava en el punto rojo del visor láser que baila en aquel rostro demoníaco y se obliga a centrarlo justo entre los ojos. Reza porque ella no haga ningún movimiento brusco que desplace a su presa del punto de mira. No quiere mirarla. No puede mirarla. Sabe que si lo hace eso la matará porque el otro tendrá tiempo de disparar antes que él.

Aprieta el gatillo y le parece oír grito. No sabe cual de los tres lo ha proferido. Siente el leve retroceso del arma contra su hombro mientras sus fosas nasales se saturan con el olor a pólvora. Quizá parpadea, no sabe, pero lo siguiente que su mente registra es que donde instantes antes había un punto rojo brillante en la frente de aquel hombre ahora es de un intenso rojo oscuro color sangre.

El hombre se desploma a los pies de Brennan con una grotesca mueca de sorpresa en el rostro. Ella está a punto de caer cuando el peso muerto de su secuestrador tira de ella hacía abajo pero, a pesar de su debilidad, se mantiene en pie.

Él sigue apuntando a aquel cabrón hasta que se convence de que está realmente muerto y que todo ha terminado.

Sólo entonces se atreve a mirarla.

Ella le está mirando con los ojos arrasados en lágrimas. Intenta acercarse a él cuando tropieza y está a punto de caerse.

Loco de alivio suelta el arma y corre hacia ella para sujetarla. Para impedirla que caiga. Para consolarla. Para decirla que ya pasó todo. Para abrazarla. Pero sobre todo para no dejarla que se separe de su lado nunca mas.

Cuando llega a su altura la estrecha entre sus brazos y ella se derrumba en su regazo. Tiene que sacarla de allí, necesita ir a un hospital, y la coge en volandas como un recién casado cruzando el umbral con su novia, como quiere realmente hacer con ella algún día.

Brennan, demasiado débil, se deja hacer, y entierra su rostro en su cuello mientras murmura contra él «Sabía que vendrías. Él decía que no pero yo sabía que vendrías, que no me abandonarías.»

«Jamás.» Contesta él. Y busca tiernamente los labios de ella porque necesita sentirla, sentir que está viva.

«Jamás.» Repite encaminándose al exterior.

Y con ella entre sus brazos el frío mortal que ha atenazado a su cuerpo durante dos días empieza a diluirse por fin.

Fin

Premio para quien me diga quien es «el pirado del sotano» (será por pista, no os quejaréis)

bones, brennan, fanfic, booth

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