Bleach Fic: "Bajo presión" [Ryuuken & Isshin]

Jan 25, 2011 14:12

Título: "Bajo presión"
Fandom: Bleach
Personajes: Ryuuken Ishida, Isshin Kurosaki.
Género: General, humor.
Rating: PG
Advertencias: Probable OOC.
Número de palabras: 4622
Notas: escrito para la dotación anual de crack, reto "Destino", de la comunidad crack_and_roll . Regalo para hessefan 
Link a fanfiction.net: (lo editaré cuando lo suba allí)

Resumen: De las extrañas circunstancias en las que Ryuuken e Isshin se conocieron en un día lleno de casualidades y revelaciones.

N/A: Lo sé, lo sé, debería estar respondiendo los miles de millones de comentarios atrasados pero conseguí terminar el fic con tiempo de sobra y, para una vez que no me pilla el toro, quería subirlo con tiempo. Además, debo ponerme a escribir el fic de HP y, si puedo, seguir con los otros fics que tengo empezados (sí, qué optimista estoy yo hoy XDDD).

El fic no tiene mucho que explicar, es un fic del pasado, de cuando Ryuuken e Isshin se conocieron. Siento si está OOC, he intentado hacerlo lo mejor posible, pero Isshin y Ryuuken son personajes que no suelo manejar y me encuentro "rara" escribiendo sobre ellos. Soy horrible para los títulos, pero no se me ocurría nada mejor y que resumiera la idea global del fic.

Espero que a hessefan  le guste, ya que me pidió un fic de Ryuuken ;-). Y bueno, espero que os guste a todos, la verdad XDDD.

BAJO PRESIÓN

Ryuuken Ishida no siempre fue el reputado director del hospital de Karakura, ni tampoco un Quincy renegado desde el principio. Hubo un tiempo, lejano, en el que era el Quincy a cargo de la ciudad además de ser un médico recién salido de la universidad.

Mal pagado, echando más horas que un reloj y empalmando guardia tras guardia para poder llegar a fin de mes y pagar las facturas. Vamos, como la gran mayoría de la población y el noventa y nueve por ciento de los jóvenes independizados y… recién casados.

Por si fuera poco estrés, había que añadir que no podía hacer caso omiso de los ataques de Hollow. No es que sucedieran todos los días pero, si los detectaba, caería sobre su conciencia el no haber hecho nada al respecto. Maldita habilidad Quincy para detectar el reiatsu… Por suerte, pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo y no podía estar al tanto de lo que ocurría en la otra punta de la ciudad. Mejor así, ojos que no ven, corazón que no siente.

Además, los malditos Hollow es que eran la mar de inoportunos. ¿No podían aparecer cuando hubiera terminado su turno? No. Tenían que aparecer cuando tenía que atender una urgencia por un choque múltiple, una operación de transplante de corazón o una embarazada a punto de dar a luz.

Alguna vez pudo escaquearse para atender esas otras “urgencias” de las que el resto de los mortales no tenían conocimiento pero una vez vale, dos también, pero tres… a ver cómo se la colaba a su supervisor… Pronto se quedaría sin parientes cercanos a quienes matar ficticiamente como excusa.

Porque esa era otra cosa. Se mataba a trabajar para ganarse el sustento y poder dar una vida digna a su recién formada familia, y si quería prosperar para optar a un mejor sueldo y mejores horarios no podía andar jugándose su puesto en el hospital. Necesitaba labrarse una reputación, que su eficacia quedara demostrada, ser capaz de afrontar las responsabilidades. Tenía que llevar el pan a su casa, y no eran precisamente los Hollow quienes venían con los agujeros cargados de panes todos los días.

Definitivamente, los Hollow no ayudaban en absoluto a alcanzar esas perspectivas de futuro que se había fijado. La idea de abandonar su ejercicio como Quincy llevaba ya un tiempo revoloteando por su mente.

Obviamente la decisión no pasaba por delegar sus obligaciones en Souken. Su padre ya no estaba para esos trotes y bien se había ganado su “jubilación” como Quincy, si es que eso existía. La única solución era renegar definitivamente y confiar en que “otros”, con menos responsabilidades y mucho más tiempo libre, se encargaran de una vez por todas de lo que tenían que hacer.

¿O acaso no era eso lo que los shinigami llevaban reivindicando desde el inicio de los tiempos? ¿Por qué tenía él que sacrificar su trabajo y su vida haciendo algo que, en teoría, no le correspondía? Desde luego que el shinigami a cargo de Karakura debía estar pasándoselo en grande sin dar palo al agua gracias a él.

Este pensamiento le rondaba constantemente desde hacía semanas, como un murmullo perenne en su subconsciente, como un dolor de cabeza que no termina de irse por completo. Pero al final, su conciencia terminaba ganando.

Como aquel día en el que se encontraba en la consulta atendiendo a un paciente y sintió la inconfundible oleada de reiatsu que le alertaba de un Hollow en las inmediaciones del hospital.

No podía negar que a veces deseara que apareciera un Hollow, tener que diagnosticar las misteriosas verrugas que le habían aparecido a una anciana en su trasero arrugado no era precisamente una tarea agradable, incluso para un profesional como él. Pero ya había llegado un a punto en que le daba igual qué fuera lo que estuviera tratando, si era algo desagradable, algo sumamente delicado como una intervención a vida o muerte o algo banal como una madre preocupada porque su bebé tiene mocos. Era su trabajo, su puto trabajo y tenía el derecho a desempeñarlo todo lo bien que pudiera, o al menos, todo lo bien que quisiera sin tener que estar al acecho de los malditos Hollow.
Sin embargo, ese día fue como otro más. Se disculpó con su paciente, alegando que no podía imprimir el informe porque la impresora no tenía papel y que debía acercarse al almacén un momento.

Salió corriendo de la consulta. Tenía que apresurarse para poder saltar por la ventana del baño de personal, matar al Hollow, y volver en un tiempo lo suficientemente escaso para que no fuera sospechoso y para que nadie, salvo el paciente, se percatara de su ausencia.

Con las prisas, se llevó por delante una pequeña mesa que había en la zona de espera fuera de la consulta, esparciendo por el suelo un montón de hojas de papel que habían puesto sobre ella. Bufó, molesto, por el contratiempo y por las prisas que tenía. Se agachó para recoger las hojas aunque, por suerte, una de las mujeres que esperaban se ofreció a hacerlo por él.

Agradecido siguió su camino raudo veloz sin darse cuenta de que se había llevado en la mano unas cuantas hojas.

Salió, mató al Hollow, volvió por la ventana y regresó a la consulta sin aliento y extenuado. El paciente que esperaba observó sus manos y él se dio cuenta de que no había cogido ninguna hoja para la impresora. Grave error.

Estuvo a punto de usar las hojas que había cogido de la sala de espera cuando se dio cuenta de que eran de un anuncio. Disimuló para sacar folios del cajón (que sí tenía realmente) y dejó allí las hojas que había recogido por error.

Despachó al paciente dándole su receta y se reclinó un momento en el sillón a la espera del siguiente. Miró al techo aún recuperándose del esfuerzo y deseó haber podido tener un poco de tiempo para fumarse un cigarrillo y relajarse un poco. Sin saber por qué, cogió una de las hojas de anuncio y la leyó.

En ella ponía: “¿Harto de esperar colas, que le traten de mala manera y le despachen en un minuto? Venga a la Clínica Kurosaki ¡nueva en la ciudad! ¡Le esperamos!” junto con el número de teléfono para pedir cita, también venía un pequeño mapa de situación de dónde se encontraba la clínica.

Ryuuken arrugó el papel tal cual terminó de leerlo. Aquello era el colmo de los colmos.

No sólo porque tuvieran la poca vergüenza de poner los panfletos dentro del hospital (aunque desde un punto de vista de marketing fuera una buena idea dado que ¿en qué mejor lugar encontrar a potenciales clientes?) sino porque ya era lo que le faltaba, que le saliera competencia.

No era más que un médico de atención primaria que se ganaba un sobresueldo haciendo guardias en Urgencias, si el hospital perdía pacientes por culpa de una nueva clínica en la ciudad, necesitarían menos personal. Y en ese caso ¿el puesto de quién peligraría? Evidentemente no el del prestigioso cirujano, o el director, sino el del último mono en llegar que, por supuesto, era él.

No podía permitirlo. Era el momento de trabajar duro y demostrar su valía.

Sin poder dejar de pensar en ello, cuando terminó su turno decidió dar un rodeo antes de ir a casa y acercarse a ver qué pinta tenía aquella clínica. Tal vez no tuviera de qué preocuparse y no fuera más que un charlatán que embaucaba a las viejas y a los crédulos…

No le fue difícil encontrarla gracias al mapa de situación adjuntado en el folleto. Estaba en un barrio residencial y ocupaba el bajo de una vivienda unifamiliar. Un gran rótulo sobre la puerta anunciaba la tan famosa clínica Kurosaki.

Gruñó para sí mismo al comprobar que parecía un consultorio completamente normal, e incluso atractivo y familiar. Observó que a apenas unos metros había una parada de autobús. “Genial -pensó, contrariado- encima tiene buenas comunicaciones.”

Era un poco tarde y la clínica parecía estar cerrada, no obstante, decidió esperar un poco por si veía algún tipo de movimiento por allí, ya fuera algún paciente que salía o entraba o incluso el mismo médico encargado. Si no tenía suerte, tendría que pasarse otro día cuando terminara el turno más temprano.

Disimulando, se sentó a esperar en el banco de la parada de autobús. Había un hombre que no parecía tener nada que ver con la clínica, pues llevaba allí esperando desde que él había llegado, seguramente estaría esperando la llegada del autobús.

Además, era un hombre joven, más o menos de su edad, bien arreglado y con un ramo de flores en la mano. No tenía aspecto de encontrarse mal ni necesitar la visita de un médico.

Apenas llevaba allí unos minutos y no observó movimiento alguno de personas por la zona, había casi decidido que era mejor irse y no perder más el tiempo allí cuando sintió de nuevo la presencia de un Hollow cerca. Muy cerca.

Se levantó y salió corriendo al acecho del Hollow sin decir nada. Si su intuición no le fallaba, el Hollow debía estar justo detrás de la clínica. No es que hubiera muchas personas por allí pero si no se daba prisa, el hombre de la parada de autobús podía correr peligro.

Le había dado la extraña impresión de que ese hombre se había sobresaltado también, pero no quiso pararse a pensar en ello, lo más normal era que se hubiera sorprendido al ver que él, de repente, salía corriendo sin dar ninguna explicación.

Efectivamente, encontró al Hollow donde suponía pero, contra todo pronóstico, o era más fuerte de lo normal, o más hábil o él estaba más cansado que otras veces por el duro día de trabajo, que fue más complicado de lo habitual acabar con él.

Decidido a regresar a casa y dejarse de aventuras de momento, constató que se había hecho daño en un tobillo al intentar esquivar uno de los ataques del Hollow. No tuvo más remedio que sentarse un instante a comprobar que todo estaba bien o si necesitaría volver al hospital cuando se encontró de frente al hombre de la parada.

-¿Se encuentra bien? -preguntó el hombre.

-Sí, no es nada, sólo me he torcido el tobillo -comentó Ryuuken.

-¿Puedo echarle un vistazo? Soy médico -dijo el hombre.

Ryuuken entornó la mirada, sospechoso, e hizo el ademán de levantarse cuando vio que el hombre se agachaba para inspeccionarle el pie.

-No, de verdad, no es nada, déjelo -insistió.

-¡Pero si no puede ni andar! -dijo el hombre, ofreciéndose para que se apoyara en él al caminar.

Ryuuken accedió con tal de que le dejara en paz y poder volver a casa, pensando que el hombre simplemente le acompañaría de vuelta a la parada del autobús. Cuál fue su sorpresa cuando vio que se dirigía hacia la clínica.

-Vamos, déjeme echarle un vistazo, no puedo dejarle ir así, puede que tenga algo roto -dijo el hombre mientras sacaba unas llaves del bolsillo de su chaqueta y abría la puerta de la clínica.

Podría haberle dicho que él también era médico y que sabía que no tenía nada roto, pero era una buena oportunidad de averiguar a qué clase de competencia se estaba enfrentando, así que prefirió no decir nada.

-Ya había cerrado, pero no pasa nada, no será más que un momento -continuó hablando el hombre, encendiendo la luz de la sala de espera y pasando a Ryuuken al interior para cerrar la puerta de nuevo y colgar el cartel de “Cerrado”-. Siéntese ahí en la camilla, ahora mismo vuelvo.

Se sentó en la camilla y, mientras el hombre regresaba, se dedicó a observar la clínica. Estaba bien, era acogedora y moderna, como cualquier clínica recién instalada. Tendría que proponer a sus superiores que mejoraran el mobiliario del hospital y la decoración. En seguida volvió el hombre, que había dejado sobre una mesa el ramo de flores y se había puesto una bata sobre el traje para no manchárselo. En el bolsillo de la misma llevaba bordado “Doctor Kurosaki”.

-¿Así que es usted el Doctor Kurosaki?

-Sí, Isshin Kurosaki ¿y usted?

-Ryuuken Ishida.

-Mmmmm, Ishida… me suena mucho ese apellido -dijo el hombre, intentando hacer memoria pero no parecía recordar nada relevante.

-Es posible, es un apellido muy común -comentó Ryuuken a la vez que intentaba recordar a algún compañero de facultad que se llamara Kurosaki, pero no le sonaba la cara de aquel tipo.

-En serio, no se moleste, o llegará tarde a su cita -dijo Ryuuken mirando de reojo el ramo de flores-. Ya apenas me duele… ¡¡¡AHHH!!!

Isshin le había quitado el zapato y movía el pie del paciente para comprobar dónde se podía haber hecho daño.

-Sí le duele -sonrió-. No se preocupe por mí, le haré una radiografía y no tardaremos ni un minuto, es lo bueno de no tener que esperar las colas de las Urgencias del hospital.

El rechinar de los dientes del Quincy casi pudo oírse en el silencio de la clínica. ¿Pero cómo se atrevía a restregarle eso por la cara?

-Además, las mujeres siempre llegan tarde, tardan tanto en arreglarse… pero claro, luego merece la pena -continúo hablando como si tal cosa mientras acompañaba a Ryuuken a hacerle una radiografía del pie-. Hoy es nuestro primer aniversario de boda y he quedado con ella para llevarla a cenar a un buen restaurante.

-Enhorabuena -dijo Ryuuken sin mucho ánimo.

-He reservado mesa en el “Fussion” pero si conoce alguno mejor… Llevamos sólo un par de meses en Karakura y aún no conozco esto muy bien -comentó Isshin.

-Ese es un buen restaurante para una cena de aniversario -dijo el Quincy sin querer entrar en demasiados detalles que alargaran la conversación, aquel tío parecía ser de los que no se callaban ni debajo del agua.

-¿Está usted casado? -preguntó Isshin, mirando de soslayo la mano de su paciente para ver si llevaba o no alianza.

Y vio algo mucho más interesante que una alianza matrimonial.

-Sí, estoy casado -respondió rápidamente.

Ryuuken se dio cuenta de que se le había quedado mirando la mano demasiado tiempo y que la expresión de aquel hombre había cambiado un poco y su ceño se había fruncido ligeramente. Era obvio que no se trataba del detalle de que estuviera o no casado.

Estaba claro que había visto la cruz Quincy que colgaba de su muñeca.

Trató de esconderla bajo el puño de la camisa sin que se notara mucho pero el tío seguía mirándola como si fuera algo de lo más interesante. ¿Era posible que aquel tipo estuviera al corriente de lo que era un Quincy? Porque desde luego no la miraba como si se tratara de una simple pieza de joyería, por como lo hacía todo parecía apuntar a que conocía cual era su significado.

Quedaba descartado que se tratara de otro Quincy, esas cosas se sabían y no tenía noticia de que otro de su especie hubiera llegado a la ciudad, además de que, hasta donde él sabía, su padre y él eran los últimos que quedaban.

La otra posibilidad era que se tratara de algún humano que, por alguna casualidad, conociera la existencia de otros humanos con poderes especiales. O tal vez fuera algún humano con alguna habilidad desconocida hasta el momento.

O un maldito shinigami…

Pero esto último no tenía mucho sentido. ¿Por qué un shinigami habría de adquirir un cuerpo físico? ¿Para qué? Todos los shinigami que había visto eran simplemente entes espirituales que los humanos normales eran incapaces de ver. Además, que un shinigami utilizara un cuerpo, formara una familia y montara una clínica no tenía ningún sentido.

Al ver que el paciente no daba muestras de querer entablar conversación, el médico recogió la radiografía y la observó sobre una pantalla.

-Aquí no aparece nada roto, es sólo un leve esguince -comentó.

-Ya se lo dije. ¿Puedo irme ya? -se apresuró Ryuuken, por un lado estaba tentado a averiguar qué demonios era aquel tipo pero por otro lado, la sospecha de que pudiera saber que era un Quincy le instaba a salir de allí antes de que la cosa pudiera comprometerle más.

-Habría que hacerle un vendaje al menos y entonces ya podrá irse.

-Sí, claro -respondió Ishida con voz resignada.

El doctor se acercó y comenzó a realizar el vendaje. Entretanto, Ryuuken seguía intentado ocultar la cruz Quincy bajo su camisa, pero todo apuntaba a que era demasiado tarde. Quizá fueran imaginaciones suyas pero juraría que Kurosaki no dejaba de echar miradas fugaces hacia su muñeca como si quisiera asegurarse de qué era lo que había visto.

-¿Le importaría decirme cómo se ha hecho esto? -preguntó Isshin, malicioso.

Y Ryuuken percibió perfectamente que la pregunta no era tan inocente como parecía. Se limitó a ser breve y conciso.

-Resbalé.

-Ya… -la voz del médico sonaba totalmente incrédula. Decidió ahondar en el tema con una nueva pregunta más concreta-. Si no es mucho preguntar… ¿por qué salió huyendo despavorido?

Ryuuken se ajustó las gafas, incómodo. Definitivamente aquel tipo sabía que era un Quincy y estaba tratando de acorralarle con preguntas estúpidas.

-Tenía necesidades fisiológicas urgentes que atender -mintió Ryuuken. Al menos era la excusa más sensata que había tenido tiempo de inventar-. Esto es un barrio residencial, no hay aseos públicos cerca y, como comprenderá, necesitaba encontrar un lugar más discreto que la parada de autobús.

-Claro, claro -dijo el hombre sin creer ni una palabra-. Esto ya está -añadió al terminar el vendaje.

-¿Puedo irme ya? -insistió el Quincy.

-No, un momento -el médico le dio la espalda un instante para luego volverse enfundándose un guante de látex y mirándole con una mirada psicópata.

Ryuuken tragó saliva y se agarró la muñeca por instinto.

-La incontinencia urinaria puede ser un problema de la próstata, ¿qué tal un examen rectal? -propuso Isshin.
-¡DE ESO NADA! -exclamó Ryuuken, levantándose de un salto de la camilla.

Por mucho vendaje que tuviera, el tobillo se resintió y tropezó con un mueble que contenía documentos diversos, haciendo que éstos revolotearan por la habitación. Cojeando, se alejó lo más posible de aquel ser maquiavélico hasta quedar agazapado contra una esquina. Seguía agarrando la cruz Quincy por si acaso fuese necesario usar sus poderes.

Todo aquel interrogatorio sin sentido parecía tener el único propósito de desenmascararle. Pues bien, si quería un Quincy, lo iba a tener y, por supuesto, no iba a ser su trasero el que saliera dolorido de aquel encuentro.

-¡Soy médico y sé que eso es completamente innecesario! ¡Podría incluso denunciarle! -desveló. Al ver que el doctor Kurosaki se acercaba, sacó el arco y le apuntó con una flecha.

-¡Vale, vale! -respondió Isshin, alzando las manos en postura de rendición-. Sólo era una broma… Quincy.

-Así que lo sabías… -murmuró, sin dejar de apuntarle con la flecha por si decidía acercarse un paso más.

-Empecé a sospecharlo cuando saliste detrás de ese Hollow, luego, la cadena de tu muñeca me lo confirmó -explicó Isshin.

-¡Ajá! Entonces tú también sentiste la presencia de ese Hollow… No me equivoqué al pensar que te habías sobresaltado. Pero… ¿Qué coño eres tú?- preguntó Ishida.

Todas las opciones posibles se desvanecieron para quedar sólo en una posibilidad. No podía ser otra cosa que…

-Un shinigami -admitió Isshin.

-¡Lo sabía!

-No, no lo sabías, es imposible que lo pudieras saber.

-Por supuesto que lo sabía ¿por qué no podría saberlo? -preguntó ofendido el Quincy. ¿Acaso estaba poniendo en duda su capacidad de razonamiento?

-Dime una sola razón por la que hayas pensado que era un shinigami.

No tenía que irse muy lejos. El odio entre los Quincy y los shinigami era ancestral. Sólo a un shinigami se le habría ocurrido hacer un tacto rectal a Quincy sólo por diversión (y por joder).

-Notaste al Hollow, así que no podías ser un humano normal, y luego… bueno, lo del tacto rectal lo confirmó todo.

-Jejejeje -rió Isshin-. No se me ocurrió otra idea para hacerte confesar. Puedes bajar eso -dijo, refiriéndose al arco- No tengo intención de atacarte ni hacerte nada. Este traje es nuevo y no quiero llegar hecho un desastre a mi cita.

Ryuuken lo observó un instante, dudoso, pero parecía que decía la verdad y guardó el arco. Vio que el shinigami se agachaba para recoger todo lo que él había tirado al saltar de la camilla y recordó que tenía una cita. Muy a su pesar se ofreció a ayudarle a arreglar todo aquel estropicio.

-¿Por qué querías desenmascararme? -preguntó Ishida, ayudándole a recoger papeles.

-Es un gran alivio saber que hay otras personas “especiales” cerca, no sé si me explico, eso de saber que no estoy solo en la ciudad.

-¡Oh, no! Eso sí que no. No pienses ni por un momento que voy a colaborar contigo o algo parecido, bastante tengo ya con mis problemas y mis malditos Hollow.

-No me refería a eso, bueno, la verdad es que…

Isshin decidió no terminar la frase porque en ese momento Ishida estaba completamente absorto mirando uno de los informes que había recogido del suelo.

En realidad, era como si hubiera entrado en trance.

El expediente estaba a nombre de “Nanako Ishida” y en él había el siguiente diagnóstico: “Embarazo de ocho semanas de gestación”.

La mano le temblaba. Todo le temblaba a decir verdad, hasta el punto en que tuvo que sentarse de nuevo en la camilla sin poder dejar de mirar el informe. Iba a tener un hijo, una familia. ¿Qué clase de médico de pacotilla era que ni siquiera había sido capaz de descubrir el por qué de las náuseas matutinas de Nanako? Demasiado ocupado trabajando, demasiado tiempo fuera de casa, demasiados Hollow.

Tanto que ni su mujer había tenido tiempo de decirle que estaba embarazada. Eso sin contar que hubiera decidido acudir a esa dichosa clínica para confirmar su estado.

Intrigado, Isshin miró el informe que tan ensimismado tenía al Quincy e, inmediatamente, recordó el por qué le era tan familiar el apellido Ishida. Era el mismo de esa paciente que había estado en la clínica unos días atrás.

-Vaya, ¿la conoces? Si de verdad eres médico, huelga decir que esto es secreto profesional, no deberías estar viéndolo.

-Es mi mujer -dijo como un autómata sin quitar la vista del informe.

-Oh, pues ¡enhorabuena! Vas a ser padre. Y mira, aquí está la ecografía -le animó Isshin pasando la siguiente página del expediente donde estaba impresa una imagen de la pantalla.

Para cualquier otra persona, lo normal sería que no hubieran sido capaces de ver nada coherente en la imagen, pero Ryuuken era médico y pudo ver perfectamente dónde estaba su bebé. De no haber estado acompañado por aquel charlatán de Kurosaki, se le habría escapado una lagrimilla.

-Lo siento, tengo que irme -anunció, dirigiéndose hacia la puerta.

-¡Eh! Devuélveme eso ¡es confidencial! -gritó Isshin, que recibió el informe volando por los aires.

Ryuuken se sentó de nuevo en la parada. Al parecer no había pasado el autobús en todo ese tiempo, pues había más gente esperando que cuando se fueron.

Y allí se decidió a meditar seriamente sobre su futuro mientras se encendía un cigarrillo. Iba a tener un bebé. Iban a ser una familia y no podía estar jugándose su puesto de trabajo por culpa de los malditos Hollow. Todo parecía ser una jugarreta del destino. Justo cuando descubre que va a ser padre, también descubre que hay un shinigami en la ciudad.

No se había dado cuenta que Kurosaki había cerrado la clínica y había regresado a la parada con su traje y su ramo de flores hasta que le oyó hablar.

-¿Me das un cigarrillo?

Ryuuken le miró de reojo, pero sacó el paquete de tabaco y le dio un cigarro.

-Los médicos no deberían fumar -comentó, aspirando una larga calada.

-Mira quién fue a hablar -bromeó Isshin con ironía.

-¿Quieres fuego?

-No, lo voy a dejar para después -dijo Kurosaki, guardando el cigarro en el bolsillo de la chaqueta-. En realidad no suelo fumar, sólo en ocasiones especiales, como hoy. A mi mujer le gusta porque dice que parezco un actor de cine.

Ryuuken no contestó, se limitaba a fumar y ver las formas que hacía el humo antes de disiparse en el aire con aire ausente.

-¿Pasa algo? -preguntó Isshin. Aunque no lo conociera de nada sabía que algo debía andar preocupándole. No todos los días se entera uno de que va a ser padre, y mucho menos en circunstancias tan extrañas.

-Estoy pensando en renunciar… -Ryuuken se apresuró a aclarar antes de que la voz de Isshin le atosigara con preguntas. Ya podía escuchar un inicio de verborrea de la cual no estaba escuchando absolutamente nada-. Quiero decir, renunciar a ser un Quincy. Hoy me entero de que voy a tener un hijo y también me entero de que eres un shinigami. Hace tiempo que estoy dándole vueltas al asunto y todo parece ser una providencia del destino…

-A ver…-esperó el aludido antes de decir nada.

-Eres un shinigami, tú puedes, o más bien, eres quien debe hacerse cargo de los Hollow según la Sociedad de Almas, no yo -explicó Ryuuken.

-Entiendo… Desde luego la Sociedad de Almas se alegrará de que no haya ningún Quincy alterando el flujo de las almas, pero lamento decirte que no puedo encargarme de los Hollow -anunció Kurosaki.

-¿Por qué? -preguntó el futuro papá.

-Perdí mis poderes, ahora mismo no soy más que un shinigami sin poderes en el cuerpo de un gigai. Básicamente, un humano “casi” normal.

Ryuuken alzó una ceja, creyendo que se trataba de una simple excusa, pero en seguida se dio cuenta de que era verdad. Era por eso por lo que no había sido capaz de percibir ningún tipo de reiatsu extraordinario en él, y eso que la detección del reiatsu era una de las habilidades más importantes de los Quincy.

-Entiendo cómo te sientes, tener una familia es lo más importante. Masaki y yo vamos a ser padres el próximo verano y, aunque a veces me gustaría tener mis poderes para poder protegerles, también muchas veces agradezco estar fuera de esto y poder llevar una vida normal -explicó Isshin.

-Eso es a lo que me refiero. Quiero que mi familia lleve una vida normal, pero no sé si seré capaz de confiar su seguridad en otras personas sabiendo que yo puedo encargarme de ello personalmente.

El autobús llegaba por fin y los usuarios se ponían en cola para entrar. Isshin y su ramo de flores entre ellos.

-Mi consejo es que te tomes un respiro, aunque no sea algo definitivo, y céntrate en tu familia algún tiempo. Ya hay un shinigami en la ciudad, no tienes por qué hacerlo todo tú solo -dijo antes de subir al autobús.

Ryuuken se quedó solo en la parada. Aquel autobús no iba cerca de su casa y se levantó para parar el próximo taxi que pasara por allí. No tenía el tobillo para una caminata.

Ahora que Isshin se había marchado, le asaltaban muchas preguntas que podría haberle hecho, pero algo le decía que no sería la última vez que se verían.

¿Por qué había perdido sus poderes? Y otra cosa que necesitaba aclaración inmediata: ¿Cómo demonios podía un shinigami tener un hijo con una humana? Aquello era la cosa más perturbadora que había oído en mucho tiempo.

Cuando se subió al taxi, en la radio ponía una canción que le gustaba y, sin saber por qué, se puso a tararear para sí mismo. Se quitó la cruz Quincy y la guardó en el bolsillo. Miró por la ventana y pensó que, si todo salía bien, y resultaba ser un niño, se llamaría Uryuu.

Sólo faltaban siete meses para noviembre.

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N/A: ¿Qué tal? ¿os ha gustado? Espero que sí, y espero vuestros comentarios y/o tomatazos, que me los merezco totalmente XD.

Me gustó la idea del fic en general porque, lo que empieza siendo algo más o menos humorístico al final acaba siendo casi un drama. Me gustó ese toque final un poco más serio. Además, también me gustó inventarme esa escena, el cómo se conocieron y también los motivos (y el momento concreto) que llevaron a Ryuuken a renunciar a su actividad como Quincy. De verdad espero que no me haya quedado totalmente OOC *se pega un tiro*

Como otros fics, este va para la dotación anual de crack. Esta vez las pautas del reto eran: 1000 palabras mínimo, dos personajes se conocen mientras uno de ellos espera a su cita. Uno de ellos debe tener dos trabajos (aquí entra Ryuuken, que es médico y Quincy)

Como ya he dicho, no tengo mucho más que comentar. Ahora sólo me queda escuchar vuestras opiniones.

¡Besitos!

Ak

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