Death Note Fic: "Mejor malo conocido que bueno por conocer"

Oct 06, 2010 11:36

Título: "Mejor malo conocido que bueno por conocer"
Fandom: Death Note
Personajes: Light Yagami
Género: Humor, general
Rating: PG
Advertencias: Crack, Spoilers de DN de principio a fin, shonen-ai implícito (nada que deba asustar a nadie, la verdad XD)
Número de palabras: 5471
Notas: escrito para la dotación anual de crack, reto "Time Travelling", de la comunidad crack_and_roll  .
Link a fanfiction.net: (lo editaré cuando lo suba allí)

Resumen: Light tiene la oportunidad de viajar en el tiempo para subsanar sus errores pero no será fácil controlar cómo afectará al futuro.

N/A: Por poco me quedo fuera del reto, lo escribí a toda prisa para entregarlo (y no me ha dado tiempo a hacer el reto del ticket dorado >_<, y eso que lo tenía empezado y todo T___T). Pensé en editarlo después, pero lo he releído y no me disgusta. Creo que se entiende más o menos bien sin necesidad de alargarlo con más reflexiones. Algunas partes están simplemente narradas, pensaba meterle algo de diálogo después, pero he decidido dejarlo como está porque creo que sin diálogo se hace más ameno y el fic ya es largo de por sí.

Otra cosa que debo aclarar es que en este fic Light NO llega a saber el nombre real de L. El nombre real de L apareció en el How to Read, por lo que en Death Note en sí, no aparece. Esto no quita que Light pudiera saberlo, aunque he revisado el manga un poco por encima y no he encontrado nada que diga que Light se enterara del nombre de L. A ver, yo creo que sí se enteró porque era tan fácil como mirarlo en la Death Note de Rem cuando ésta murió y Light recogió su Death Note. Pero bueno, tampoco hay nada claro sobre esto. Si alguien sabe si en alguna parte se dice algo sobre esto, que me lo diga, please XD.

En la nota del final explicaré cuáles eran las pautas del reto, por si a alguien le interesa saberlo ^^.

Pues nada, espero que os guste ^o^

Disclaimer: Todo lo que reconozcáis pertenece a Tsugumi Ohba y Takeshi Obata, lo que no, es invención mía y sin ganar un céntimo por ello.

MEJOR MALO CONOCIDO QUE BUENO POR CONOCER.

Cuando te cae del cielo una libreta con el poder de matar al desgraciado cuyo nombre sea escrito en ella, pocas cosas pueden sorprenderte después de eso. Y esa es la razón por la que ni me detuve a cuestionar que se me presentara la oportunidad de viajar en el tiempo para subsanar los errores que me llevaron a acabar como lo hice.

Quizá fuera porque alguien destinado a ser el Dios del Nuevo Mundo merece una segunda oportunidad.

Sabía que debía ser muy cuidadoso con la elección a tomar. Los libros, series y películas de ciencia ficción nos han enseñado que cuanto menos se alteren los acontecimientos, mucho mejor, por lo que me encontré en la difícil tesitura de decidir qué hacer. Debía ser algo sin demasiada relación con otras personas o hechos para que no influyera demasiado en el desarrollo de los acontecimientos, pero lo suficientemente crucial para poder llevarme a la victoria.

Mi primera idea fue matar a Near.

Deseché tal idea tan rápido como vino. Habría sido sin duda una de las mejores opciones, puesto que sin su participación nada de lo sucedido en el infame Yellow Box habría tenido lugar. Y sin embargo, esa era la razón por la que no era una buena idea.

Matar a Near habría supuesto un cambio demasiado importante, tanto que incluso ni podría asegurar el modo en que pretenderían capturarme. Sin Near, seguramente ni siquiera se habría concertado una cita entre la SPK y nosotros, y tampoco habrían tenido la idea de falsificar la Death Note. Matarle habría sido interferir demasiado en el futuro y no podía arriesgarme a no saber qué me iba a encontrar.

Por esa razón decidí que lo más seguro era dejar que el encuentro en aquel almacén abandonado se desarrollase de la forma más parecida a lo que conocía, sólo intervenir en algún detalle secundario que pudiera beneficiarme.

Significaba dejar con vida a Near para que pudiera elaborar su plan y acceder de buena gana a la cita que me propondría. Lo único que tenía que hacer era evitar que consiguieran falsificar la verdadera Death Note. De esta manera tendrían que hacer acto de presencia en el almacén en la fecha y hora fijadas aunque no hubieran conseguido realizar la falsificación.

Esa era mi baza. Pese a que fue Mikami quien cometió el error de sacar la Death Note de la caja de seguridad, no podía permitirme el lujo de matarle y prescindir de él. Necesitaba sus ojos de shinigami para que pudiera ver los nombres reales de los miembros de la SPK y así escribirlos en la Death Note auténtica que llevaría consigo.

Por tanto, lo menos agresivo de cara a posibles interferencias en el futuro, y también lo más extrínseco a todo aquel asunto era eliminar a Kiyomi Takada en el momento oportuno.

Prefería seguir conservando el trozo de papel que guardaba bajo el reloj para un caso de emergencia. Nunca se sabe cuando te puede hacer falta y tampoco podía estar seguro al cien por cien que en el futuro alternativo en el que sobreviviría pudiera tener libre acceso a una Death Note.

Para conseguir mi objetivo tuve que remontarme muchos años atrás, a mis años de estudiante cuando aún vivía en casa de mis padres. Aquella era la única época en la que podía disponer libremente de mi Death Note sin tantas complicaciones como tendría que sufrir más adelante. Poco después tendría que renunciar a ella y perder mis recuerdos hasta recobrarlos una vez que hubiéramos capturado a Higuchi. Más tarde, cuando ocupara el puesto de L, tampoco podría hacerlo. Estaría en el punto de mira, razón por la que tuve que delegar mis obligaciones en Mikami.

Viajé en el tiempo hasta mis días de instituto.

Era una suerte que todavía conservara mi viejo juego de llaves de casa de mis padres. Para ellos yo seguía siendo su hijo modélico y perfecto y veían totalmente normal que pudiera visitarles cuando quisiera y pudiera entrar y salir de allí como si aún fuera mi casa.

Las tres vueltas que tuve que dar a la cerradura indicaban que no había nadie dentro. Por la hora que era, mi padre debía estar trabajando, mi madre habría ido a hacer los recados y mi hermana y yo estaríamos en clase.

Tenía el camino libre. Subí a mi habitación, teniendo cuidado de sortear las trampas que había preparado para detectar la visita de intrusos, como la mina de grafito colocada en la puerta o el complejo sistema de incendio que preservaba el cuaderno dentro de mi escritorio. Sabiendo todo aquello de antemano, fue fácil hacerme con la Death Note que escondía en el doble fondo de uno de los cajones, sin dejar pistas que pudieran alertar a mi yo adolescente de que alguien la había utilizado sin su consentimiento.

Obviamente estaba allí escondida, pues en aquellos tiempos solía dejarla en casa a buen recaudo y no era frecuente que la llevara encima cuando estaba fuera. Sin duda, elegir esa época había sido la mejor opción a la hora de poder utilizar la Death Note sin que nadie se enterara de ello, y lo mejor de todo, sin necesidad de implicar a nadie más.

Para no levantar sospechas y que mi “yo del pasado” no se diera cuenta de ningún cambio en el cuaderno, preferí escribir el nombre en una de las hojas que ya estaban escritas, aprovechando alguno de los huecos para que pasara totalmente desapercibido.

Tenía grabada en la mente la fecha que debía poner, incluso la hora aproximada para que todo saliera según mi plan. Anoté el nombre de Kiyomi Takada junto al día y la hora. Especifiqué “derrame cerebral” en el motivo de la muerte. En realidad daba un poco igual, fuera cual fuese el motivo de su muerte seguramente acabarían relacionándolo con Kira, pero si hubiera dejado que fuese un ataque al corazón, habría sido ya como ponerle un cartel en la frente que dijera “Kira me ha matado”.

Satisfecho (y aliviado) procedí a devolver la Death Note a su escondite y dejarlo todo en perfectas condiciones. Intacto. Si todo salía según lo previsto, Takada moriría justo al salir del coche que la conducía a su trabajo en la televisión japonesa, momentos antes de ser interceptada por Mello. No habría nadie a quien secuestrar, por lo que Mikami no tendría motivos para sacar la Death Note verdadera y la SPK no tendría oportunidad de hacerse con ella.

Justo cuando estaba a punto de guardar el cuaderno, escuché ruidos en la casa. Eran las voces de mi madre y Sayu.

-¡Mamá! ¡Ya ha llegado Light! -exclamó mi hermana, al ver que la cerradura de la puerta principal no estaba echada había supuesto que yo ya había regresado.

No me dio tiempo a reaccionar cuando ya estaba oyendo los pasos de Sayu en las escaleras, corriendo de camino a mi habitación y seguida por los pasos de mi madre, mucho más sosegados.

Abrió la puerta de par en par con una sonrisa radiante en la cara.

¿Qué demonios era tan importante como para entrar en mi cuarto de esa manera y sin avisar? ¿Acaso no sabían de sobra que no me gustaba que me molestaran? ¿Por qué mi madre no le regañaba?

-Sayu, tendrías que haber llamado a la puerta antes, ¿no ves que Light está estudiando? -la reprendió mi madre, llegando también a la entrada de mi habitación-. Has vuelto hoy antes del instituto, cariño. ¿Os han dejado tiempo libre para estudiar para el acceso a la universidad?

-Sí, mamá -respondí de mala gana, a ver si así se iban pronto, tratando de mantenerme de espaldas a ellas y esconder la Death Note. Como no fuera cuidadoso podría desencadenar un incendio.

-Pero mamá… -protestó Sayu-. ¡Quería enseñarle a Light mis notas!

Bien, ya lo entendía. Los de mi curso estaban ultimando la preparación para el examen de acceso a la universidad pero los cursos inferiores, como el de Sayu, ya habían terminado y habían entregado las notas.

Menudo ojo clínico para elegir el día en que viajar al pasado…

Me apresuré a meter la Death Note en el doble fondo y cerrar el cajón de golpe cuando oí un sospechoso “Crack”. Una gota de sudor frío me resbaló por la frente.

No había tenido alternativa, o quitaba de en medio la Death Note, o Sayu la hubiera visto porque en una fracción de segundo la tenía saltando sobre mí y agitando el boletín de notas con entusiasmo.

-¡Mira, Light! ¡He sacado un Notable en matemáticas! ¡Todo gracias a ti! -dijo abrazándose a mí y dándome un beso en la mejilla.

-Enhorabuena, son unas notas excelentes, estoy orgulloso de ti -mentí. La verdad es que eran unas notas buenas, pero nada del otro mundo, la mayoría Notables con algún Sobresaliente y algún que otro Bien. Bastante mediocres si se comparaban con mis calificaciones habituales, pero claro, tenía que guardar las apariencias e intentar que se largaran de allí lo antes posible.

-¿De verdad? -insistió Sayu-. No te noto muy contento…

Tal vez notara que el tono de mi voz era un poco áspero. No estaba el horno para bollos… Tenía que disimular el nerviosismo por no saber qué desastre le había ocurrido al cajón, cómo iba a solucionarlo antes de que mi “yo del pasado” volviera, y había que añadir que necesitaba que se fueran de mi habitación cuanto antes.

Así que para comprobar si realmente estaba contento o no, Sayu giró la silla de mi escritorio, donde yo estaba sentado.

Y me vieron…

Noté al instante que percibían algo raro en mí. Era lógico, pues aunque me cuidaba bastante y me mantenía muy bien, la diferencia de edad con el Light que ellas estaban acostumbradas a ver era innegable.

Por suerte, Sayu era aficionada a las revistas de moda y del corazón y achacó el cambio al traje que llevaba puesto. Qué lista era para lo que le convenía, porque bien que de un vistazo pudo identificar el traje como un Armani de los bastante caros.

-¡Esto es un traje de Armani! Oh, te queda genial, estás guapísimo pero… ¡MAMAAAAÁ! -exclamó haciendo un berrinche- ¿Por qué a mí no me habéis comprado nada así? ¿Es que acaso es un regalo de graduación o algo?

Vi cómo mi madre se encogía de hombros. Obviamente, ella no recordaba haberme comprado ningún traje, ni que yo se lo hubiera pedido y mucho menos haberme dado dinero para comprarlo.

-Sí, es un regalo de graduación -afirmé para salir de esa situación tan embarazosa. Parecía la opción más lógica. Aunque no fuera el tipo de regalo que yo habría pedido, mis padres nunca me negaban nada y, además, no era ningún secreto que me gustaba vestir bien-. Acabo de comprarlo porque ya que voy a ir a una universidad tan distinguida me gustaría ir elegante.

-¿Me comprarás algo así también cuando yo me gradúe? ¿Sí, mamá? -preguntó Sayu dando tirones al brazo de mi madre.

Pude oír a mi madre tragando saliva sonoramente e incluso podría haber oído el sonido de una caja registradora mientras hacía el cálculo mental de cuánto le iba a costar la broma. Puede que el ir vestido con un traje caro hubiera sido positivo para mí, pero desde luego se iba a convertir en algo negativo para la economía familiar.

Mi madre asintió, resignada, a la propuesta de Sayu, para luego aclarar:

-Desde luego es un traje muy bonito y te sienta muy bien pero te hace parecer mucho mayor.

Una buena observación, porque desde luego era mucho mayor. Sin embargo, mi madre parecía más preocupada por otras cosas que por mi aspecto “demasiado adulto”. Quizá temiera que al ir a una universidad cara quisiera tener varios trajes de este estilo, como si fuera mi intención ir todos los días a clase como un dandy.

-Es posible -dije dándole la razón, era absurdo negar lo evidente. Sentí la necesidad de aliviarle las preocupaciones económicas-. Pero sólo lo quiero para la ceremonia de graduación y algún evento que pueda ofrecerse en la universidad. Es sólo para uso esporádico, no pretendo ir de esta guisa a diario por ahora.

La sonrisa que incluí al final pareció tranquilizar de forma definitiva a mi madre, que suspiró levemente bastante más calmada.

Ahora necesitaba que se fueran de allí. Encendí la televisión de mi escritorio.

-Si no os importa, me gustaría ver los informativos.

-Mira que eres aburrido… -protestó Sayu.

-Una compañera de clase iba a hacer una prueba como presentadora y quisiera ver si al final va a salir o no -me excusé.

Y no sé por qué lo hice, porque lo mismo daba si era aburrido como si no lo era. ¿A quién importaba si quería ver las noticias? Maldije ese momento cien mil veces.

-¿Ah, sí? ¿Quién?

-Takada.

-Oh, ¿en serio van a hacerle una prueba? ¿Tan joven? -preguntó Sayu de repente muy interesada.

-Sí, quiere entrar en la facultad de Periodismo.

-Venga, Sayu, vamos a hacer el almuerzo, dejemos tranquilo a Light -propuso mi madre.

Mi hermana salió detrás de ella, extrañamente entusiasmada, diciendo que ella era tan guapa como Takada y que también querría estudiar Periodismo.

En ese momento no fui consciente del desastre que todo aquello podría acarrear. Tan pronto salieron por la puerta, abrí el cajón para comprobar el destrozo causado. Afortunadamente no había quedado dañado el dispositivo de la gasolina y no se había desatado ningún incendio, no obstante, lo que se había roto era el doble fondo. No era nada grave pero se había despegado de forma que se podía intuir que debajo había un compartimento oculto.

No tenía ni tiempo ni medios para arreglarlo decentemente. Por la hora que era, mi “yo del pasado” no tardaría en volver y sería peor encontrármelo allí que tratar de arreglar aquello aunque fuera de forma chapucera.

Lo único que pude hacer era utilizar un chicle que llevaba en el bolsillo, y menos mal que lo llevaba. Lo masqué un poco y lo usé a modo de pegamento para que el doble fondo volviera a quedar pegado y no se viera al abrir el cajón.

Era una solución cutre que, sin duda, no pasaría desapercibida para el Light adolescente. Pero peor era dejarlo como estaba.

Salí rápidamente de la casa, aunque antes le dije a mi madre desde la entrada que me había venido con el traje puesto desde la tienda y me había dejado allí mi uniforme del instituto e iba a recogerlo. Una excusa barata pero que al menos evitaría preguntas incómodas cuando vieran llegar a mi “yo del pasado” vestido con el uniforme al regresar de las clases.

No había salido todo como esperaba, aunque confiaba en que el resultado no fuera demasiado nefasto.

Volví al futuro, al momento del encuentro en Yellow Box, para comprobar cómo había afectado mi viaje al desarrollo de los hechos.

En principio no se veía nada diferente, estábamos las mismas personas. Mikami abrió la puerta, escribió los nombres y…

Nada. No ocurrió nada.

Había vuelto a fallar, además en lo mismo, porque más tarde Near explicó cómo habían falsificado la Death Note y toda esa historia.

Me preguntaba cómo era que mi intervención no hubiera tenido consecuencias cuando empecé a atar cabos, y algún que otro comentario nuevo en la conversación terminó de hacerme encajar las piezas.

Takada había muerto, sí, a la hora y el día fijados tal cual lo había escrito en la Death Note. El problema era que ahora Takada era una persona totalmente ajena a todo aquello. Era simplemente una presentadora de televisión sin ninguna relación conmigo o con el caso Kira, porque quien había ocupado su lugar era Sayu…

Sayu encontró la Death Note en mi habitación por culpa de la chapuza del chicle, y se convirtió en mi cómplice. Aquel día, y sin saberlo, la insté a que estudiara Periodismo, y fue ella quien ocupó la posición de Takada en el futuro que yo conocía. Sayu era la portavoz de Kira. Y fue a Sayu a quien secuestraron y a quien mató Mikami sacando la Death Note de la caja de seguridad y favoreciendo que volviera a falsificarla la SPK.

Nunca quise implicar a mi familia en todo aquello, y mucho menos a Sayu. No me hacía ninguna gracia que hubiera ocupado el lugar de Takada en este futuro alternativo. Si al menos hubiera permanecido con vida, lo habría aceptado pese a no estar de acuerdo. Pero la consecuencia era que acababa muriendo de la misma forma en que lo hizo Takada… Cómplice, sí, pero muerta, no.

Esa alternativa de futuro no me era válida, tanto Sayu como yo acabaríamos muertos. Así que no me quedaba más remedio que dejarme de tonterías. Hiciera lo que hiciese, iba a cambiar el futuro, y lo mejor era confiar en que mi “yo del pasado” aprovechara las oportunidades lo mejor posible.

Decidí, pese a que no me pareció una buena opción en un primer momento, que lo más apropiado era matar a Near. Para ello viajé al pasado, a la época en la que L todavía vivía, pero esta vez preferí no arriesgarme y me materialicé en un lugar lejos de personas conocidas. No iba a hacer nada para conseguir la Death Note, me conformaría con el trozo de hoja que guardaba en el reloj. Con una aguja se puede escribir una letra realmente microscópica y aún tendría sitio para escribir más nombres si me era necesario.

Apunté el nombre de Near, que ya conocía gracias a la intervención de Mikami en Yellow Box, y especifiqué que muriera poco después del día en que moriría L. De esta manera, pretendía asegurarme que Near no tomara su relevo.

Pero me equivoqué. Otra vez.

Al regresar al futuro para comprobar qué pasaría si Near no estuviese, me encontré con que su lugar era ocupado por otro chico. Nunca lo había visto personalmente pero por las descripciones que conocía debía tratarse de Mello.

La escena se desarrollaba en otro lugar y en otra fecha. La verdad es que daba igual lo que sucediera porque lo importante era que, aún matando a Near, el tal Mello sería quien tomaría el relevo de L y acabaría dándome caza en algún momento.

Por suerte, también conocía el nombre de Mello. Sabía que se llamaba Mihael Keehl. Y también por suerte ahora conocía su rostro, que era lo único que me había impedido matarle antes de que se convirtiera en un estorbo.

Realicé la misma jugada que con Near. Viajé al pasado y escribí el nombre real de Mello en la hoja del reloj para que él tampoco pudiera suceder a L.

El resultado esta vez fue desesperante.

La persona que tenía delante me era totalmente desconocida. Del mismo modo que sucedió con Mello, esa persona tarde o temprano acabaría atrapándome. Parecía un chico joven, más o menos de la edad que Mello y Near habrían tenido de seguir con vida algunos años más.

Se hacía llamar Matt, por lo visto. Y por el discursito que le estaba soltando a mi “yo del futuro” comprendí que se trataba de otro de esos chicos que pretendían seguir la estela de L. Se me presentaba un gran problema, y era que no había forma de saber cual era el nombre de ese joven para poder matarlo, porque a diferencia de Mello y Near, ese chico nunca había estado implicado en el caso Kira, al menos que yo supiera…

En cualquier momento podría cambiar la mitad de mi vida por los ojos de shinigami, pero no estaba dispuesto a hacerlo. Si todo lo que estaba haciendo era por salvar mi vida ¿qué sentido tenía mermarla?

Además, viendo cómo estaban las cosas, estaba seguro de que una vez hubiera matado al tal Matt, llegaría otro de esos malditos huérfanos a darme por saco. Tal vez lo mejor sería poner una bomba en Wammy’s House y que todos murieran…

Esa idea desesperada me dio la idea de otra más sensata.

Sabía dónde se encontraba Wammy’s House y sabía que tanto L como esos chicos habían pasado allí su infancia. Probablemente lo más acertado fuera acabar con la raíz del problema de forma radical. Si mataba a L antes de que se convirtiera en un súper detective no habría ni posibles sucesores ni nadie que me pudiera hacer sombra una vez que me convirtiera en Kira.

El único problema era que no sabía el nombre real de L. Pensé que si lograba infiltrarme en Wammy’s House podría encontrarlo en los archivos que allí tuvieran, aunque fueran súper secretos.

El plan era que me contrataran en el orfanato. Si allí se criaban niños brillantes también necesitarían de profesorado altamente cualificado. Y yo lo era. Una vez que supiera el nombre de L, viajaría al pasado, a cuando aún era pequeño y no había despuntado gracias a sus dotes extraordinarias y lo mataría antes de que se convirtiera en L. Así ni habría L ni se fundaría nunca ese maldito orfanato plagado de niños prodigio cuyo objetivo sería hacerme la vida imposible en el futuro.

Viajé al pasado, a la época en la que L vivía en Wammy’s House, y llevé mi excelente currículum con intención de aplicar para cualquiera de las materias que allí se impartieran. No me costó encontrar el sitio, pues sabía que se localizaba en el Reino Unido, concretamente en Winchester, y no había allí muchos más orfanatos.

No pude ver a los niños porque estaban en clase. Mejor así, porque no sé qué habría pasado si hubiera visto al pequeño L allí… Dudo que me remordiera la conciencia por estar haciendo todo aquello para matarle cuando aún fuera todavía más pequeño, pero mejor si podía evitar la tentación.

El director de la institución me recibió en su despacho y, después de examinar mis credenciales y alabarlas, me dijo que se quedaría con el currículum por si más adelante necesitaba a alguien, que mis cualidades eran muy buenas y que posiblemente en el futuro se plantearan impartir japonés como lenguaje complementario a la larga lista de idiomas que los chiquillos ya estudiaban. Pero que en ese momento no necesitaban de ningún profesor, tan sólo había una vacante como ayudante de cocina y no era precisamente el puesto que alguien como yo iría buscando.

Se equivocaba totalmente.

Yo iba buscando cualquier cosa que me pudiera hacer entrar allí, me daba igual si era de profesor (aunque fue la opción que me parecía más lógica) como si era de chico de la limpieza.

Me despedí haciéndole saber que esperaba su llamada cuando se decidieran impartir japonés. Cuando salí de allí estaba satisfecho porque, si bien no había salido la cosa como yo esperaba, sí que me había ido con información interesante.

No era ningún problema que no supiera nada de cocina. Ese tipo de contratiempos eran fácilmente solucionables con los viajes temporales. Tomaría un curso de cocina y, una vez que lo tuviera todo dominado, volvería a ese momento y me ofrecería como ayudante de cocina en lugar de como profesor.

Aunque la cocina nunca ha sido algo que me llamara la atención, gracias a que soy un chico bastante listo pude realizar el curso de forma satisfactoria en un periodo de tiempo menor que el resto de la gente.

Tal y como esperaba, cuando regresé a ese momento y me ofrecí como ayudante de cocina, me contrataron al instante. Bien, ya estaba dentro de Wammy’s House.

Me costó bastante trabajo tener un momento para escabullirme a la habitación donde guardaban los archivos de los alumnos. De hecho, me llevó varias semanas localizarlos y tener acceso a ellos, no era fácil encontrar aquella sala sin vigilancia.

El nombre que aparecía en los documentos de L tenía toda la pinta de ser falso, asimismo su fecha y lugar de nacimiento. Parecía que desde el primer momento se habían empeñado en guardar bien el secreto. No perdía nada por comprobarlo de todas maneras. Escribí el nombre en el papel de mi reloj. Si moría, no sería tan provechoso como si nunca se hubiera llegado a crear esa institución pero era mejor que el que L llegara a adulto y se convirtiera en el detective más famoso del mundo y decidiera dar caza a Kira.

No sucedió nada, por lo que quedó comprobado que aquel nombre era falso.

Y ya es cuando no sabía qué demonios hacer para salvar el cuello…

Todo apuntaba a que no tendría más remedio que acceder a hacer el trato de los ojos de shinigami. Si me paraba a analizarlo ya sabiendo lo que ocurriría en el futuro parecía que era la opción más segura. Si desde el primer momento hubiera accedido a hacer el trato no habría pasado por tantas calamidades y habría sido yo el único que controlara la situación, sin necesidad de requerir la colaboración de otras personas, cuyos errores me llevarían al fracaso.

Sí, parecía que no tenía otra alternativa. Tendría que viajar hasta el día en que encontraría la Death Note en el patio del instituto y advertir a mi “yo del pasado” de todo lo que iba a suceder y convencerle de que hacer el trato de los ojos de shinigami era la única salida.

Estaba a punto de hacerlo cuando de repente alguien se apareció ante mí.

Era yo, pero yo dentro de muchos, muchos años. Juraría que rozaba los cincuenta años. A primera vista no me pareció mal porque eso significaba que habría conseguido vivir bastante más de lo que había conseguido hasta ahora con mis intrusiones temporales.

Sin embargo, la noticia fue muy distinta.

-Como puedes ver, soy tu yo del futuro, y he venido para impedir que hagas ese viaje que vas a hacer.

-¿Por qué? -pregunté yo, perplejo porque no tenía pinta de que el resultado de ese viaje fuera tan malo.

-Me he convertido en una especie de policía del tiempo. Con tus idas y venidas temporales has alterado demasiadas veces el futuro y ya no eres dueño de tu destino.

-¿Qué quieres decir con eso? ¿Algo así como que he agotado mis oportunidades?

-No, no las has agotado, pero es mi deber evitar que sigas alterándolo. Tienes que saber que con ese viaje que vas a hacer, cambiarás el futuro de forma inevitable. Te lo explicaré y podrás sacar tus conclusiones: viajaste hasta el día en que te hiciste con la Death Note por primera vez. O al menos esa era tu intención, porque con ese viaje lo único que conseguiste es que nunca llegaras a poseer una Death Note.

Me entró el pánico.

-¡Pero si yo lo que pretendía era poner en conocimiento de mi “yo del pasado” todo lo que debía hacer! -exclamé, sin comprender nada. ¿Cómo era posible que hubiera derivado hasta algo tan desastroso?

-Sí, ese era tu propósito. Sin embargo, al ir al pasado mataste sin querer una mariposa que revoloteaba en el jardín del instituto mientras esperabas que cayera la Death Note del cielo y que tu “yo del pasado” la recogiera. Eso provocó que Ryuk, que observaba desde el reino de los shinigami, no tuviera la sensación de que se aburría. En otras palabras, al parecer, lo que provocó que Ryuk llegara a la conclusión de que se aburría era esa mariposa que revoloteaba por allí. Sin ella, no llegó a esa conclusión y por tanto, no se le ocurrió arrojar la Death Note al mundo humano para divertirse.

Estaba a punto de reírme por lo ridículo de todo aquello. Por favor ¿a quién pretendía tomar el pelo?

-Sí claro -reí-. Que esto no es como si viajara al Jurásico y, por accidente, destruyera un insecto que luego resultó crucial para la evolución humana…

-Bueno, es una buena metáfora que se podría aplicar.

-¿Y qué es lo que se supone que debo hacer si no?

-Si haces ese viaje, como te he dicho, no poseerás la Death Note y te convertirás en lo que soy ahora, un policía aburrido y amargado que debe matarse en el gimnasio para mantener la figura amenazada por toneladas de donuts y sobredosis de café. Estoy seguro de que eso no es lo que deseas.

-¡Por supuesto que no! -me estremecí ante semejante panorama.

-Entonces lo que debes hacer es acatar el futuro que te espera, sea cual sea, tal cual están las cosas ahora mismo. No más viajes en el tiempo.

¿Cuál era la situación que tenía ahora? L seguía vivo, y mientras L siguiera vivo no tendría que preocuparme por Mello y Near en el futuro. El panorama pintaba malo, pero podía ser peor. L tarde o temprano acabaría pillándome.

Tenía que jugar mi última baza, como fuera. Me conocía bastante bien a mí mismo y podía asegurar que mi “yo cincuentón” estaba bastante decepcionado por cómo se había desarrollado su vida. Estaba seguro de que esperaba muchas cosas de sí mismo que no habían tenido lugar. Seguía siendo un ser ambicioso pese a que la vida no le había ido como él pretendía.

-¿Y si me dejas realizar un último viaje? Sólo uno, lo prometo, y acataré el futuro que de él se deduzca sin protestar.

-Ya te he dicho que no puedo dejarte viajar más.

-Pero ¿y si vinieras tú conmigo? ¿No podría ser en ese caso?

Noté cómo los ojos de mi “yo del futuro” brillaron con un poco de ilusión que se veía que le faltaba desde hacía mucho tiempo.

-Dime qué pretendes.

-Pretendo evitarte esa vida tan desgraciada. Está visto que sin peligros a tu alrededor, tu vida podría ser bastante larga. ¿Qué es lo que prefieres? ¿Vivir una vida larga y aburrida o vivir una vida suficientemente larga como para ser alguien importante y sentirte realizado? ¿Para qué vivir hasta los noventa años? ¿Realmente tiene algún sentido?

Parecía que mi discurso tenía un efecto positivo pues mi compañero empezaba a sopesar la posibilidad que se le ofrecía.

-Dime exactamente cómo vas a actuar y ya decidiré qué hacer.

-Mi idea es que ambos viajemos hasta ese día en que encontré la Death Note. Por supuesto, sin matar ninguna mariposa traicionera, mejor si abordamos a mi antiguo yo antes de que llegue a casa pero que ya tenga la Death Note en su poder. Una vez que le encontremos le contaremos todo lo que pasaría si no sigue nuestras instrucciones, y ahí estás tú como testigo. Cuando la idea de ser el Dios del nuevo mundo empiece a rondar por mi cabeza, de ninguna manera querré volver a ser una persona normal. Le animaremos a hacer el pacto de los ojos de shinigami si la cosa se pone muy fea. Que en un principio no mate a L, porque después llegarán otros a sustituirle.

-Sí, más vale malo conocido…

-Que bueno por conocer, exacto. Entonces ¿qué te parece?

-Está bien, al fin y al cabo tampoco creo que eso altere las cosas más de lo que ya están.

Así que viajé al pasado por última vez, esta vez acompañado de mi “yo del futuro” para encontrarnos ambos con mi “yo del pasado”. Íbamos a tirar por la borda varias de las reglas lógicas de viajar en el tiempo como revelar el futuro y crear una paradoja porque, si ya era poco aconsejable encontrarse con tu otro yo, peor debía ser encontrarse con dos de tus otros yo. Pero en fin, confiaba en que todo aquello sirviera para algo mejor de lo que me iba a esperar.

Me embargó la nostalgia cuando pudimos hablar con el Light adolescente, aún lleno de ideas utópicas que nada sabía de lo que le iba a deparar el futuro. Nos encargamos de ponerle al corriente y, tal y como suponía, se negó en principio a sacrificar media vida para hacerse con los ojos de shinigami. Cuanto más tiempo pudiera evitarlo, mejor, pero quisimos dejarle claro que no era una opción a descartar por completo, que las cosas se podían complicar mucho sólo por evitar esa alternativa. Le instamos a no matar a L porque cualquier cosa derivada de ello podía ser mucho peor.

Y accedió, sorprendentemente sin poner demasiadas pegas. Me quedó un regusto extraño, como si todo fuera demasiado fácil. Algo tenía que salir mal seguro. Lo comenté con mi “yo del futuro” y decidimos que no íbamos a alterar nada si comprobábamos qué iba a pasar en este caso. Fuera lo que fuese lo que encontráramos había prometido que ya no iba a viajar más.

Nos encontramos con un panorama un poco perturbador. Yo seguía siendo Kira y L seguía siendo L, aunque trabajábamos juntos como en la época en que queríamos capturar a Higuchi. Eso no era del todo malo, lo raro y escalofriante es que también éramos pareja.

Pero bueno, pensándolo bien, era un “mal menor”. Mejor eso que vivir amargado comiendo donuts…

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N/A: Espero que os haya gustado aunque sea una chorrada y una paranoia de fic. Pero era inevitable que saliera algo tan absurdo XD. Las pautas del reto eran que el personaje debía hacer al menos tres viajes al pasado y romper las diez reglas de los viajes temporales. Lo crackoso del tema es que las reglas había que tomarlas de forma literal, así que por eso ha salido esta paranoia de fic.

Las reglas eran:

1) Evitar encontrarte con tus antepasados.
2) No matar mariposas.
3) Llevar ropa acorde con la época.
4) Evitar a la policía del tiempo.
5) Viajar solo.
6) Aprender lo que puedas.
7) Mejórate a tí mismo (algo así como lo de la película Atrapado en el tiempo)
8) No hablar del futuro.
9) Evitar una paradoja.
10)Llevar chicle porque nunca sabes cuando lo vas a necesitar.

Así que ya veis, las reglas había que tomarlas literalmente y hacer que el personaje las rompiera en sus viajes temporales XD.

Pues lo dicho, que espero que os haya gustado al menos ^^

¡¡Besitos!!

Ak

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