Mar 24, 2007 19:45
Mi primer encargo: para Silvia
Ya la había visto. De lejos. Estaba sentada en el banco métalico, esperando el tren. La vio mientras, inquieto, paseaba a la largo del andén apurando un cigarrillo. Era rubia a media melena y vestía falda verde y suéter blanco. Abrazaba su carpeta de universitaria de posgrado y canturreaba algo, distraida. A él le daba la impresión de desentonar en el ambiente. A su alrededor no había nadie, parecía tener un aura invisible de independecia.
Al rato, acabado ya el segundo cigarrillo, se olvidó de ella. Pasaba grandes periodos de tiempo dentro de su cabeza y a veces se perdía. Entretanto, las voces de "ya llega" alcanzaron su oido y al girar la cabeza, vió el foco en lo alto del tren que venía por el fondo de la via. Como siempre, eligió un punto determinado a la largo del andén y se situó lo más cerca del foso que pudo. El tren, como siempre, paró con una de sus puertas justo delante de él, cosa que siempre le había inquietado, pero como era útil, tampoco se hacía muchas cruces acerca de ello.
Ese dia no había mucha gente, asi que pudo sentarse solo en uno de los módulos vacios de cuatro que eran los asientos. Al lado de la ventanilla y de espaldas a la máquina. Viendo el mundo pasar hacía detrás. Volvió a adentrarse en sus pensamientos, hasta que el ruido seco de la puerta entre vagones se abrió y vio aparecer a la chica de la falda verde. Vino justo a sentarse enfrente de él. El vagón estaba casi vacio, y ella se sentó enfrente de él. Ahora ella miraba hacia adelante, el miraba hacia atrás y el tren seguía su curso.
Cuando se cansó de los arbustos, fue a por un diario de esos gratuitos que alguien había olvidado en las butacas de al lado. El gris y coloreado de su portada resaltaba sobre el raso rojo del asiento. Con pasos cortos y desequilibrados, volvió a su asiento y al sentarse, trastabilló un poco y golpeó ligeramente el pie de la chica. Y entonces, entonando una disculpa que murió en sus labios, sus ojos se fijaron en los de ella, que era, a fin de cuentas, la razón de todo el asunto.
Se vió a él reflejado. Dejado, vestido con tejanos y una camiseta corta encima de otra larga, con barba de dias y el pelo lacio. Luego, se vió atrapado en su pupila negra en una fosa abismal de la que salía de todo menos luz. En el fondo, ella, desnuda y en pie, desafiante y hermosa, cegada por una venda que le cubría los ojos y una balanza en su siniestra, luchando con sus miedos, manchas de colores tenues que danzaban alrededor del aura resplandeciente y dorada que emergía de su pelo, de su ser. Sonreía sin embargo, pues su alma era fuerte, prismática, reflejando todas las vertientes de su ser. Los Miedos se acercaban una y otra amenazantes y se retiraban otras tantas, repudiados y chamuscados por el noble fuego que surgía de su corazón, que brillaba intermitente a cada latido en su pecho, lleno de sangre y de vida. Y el viajó dentro de la oscuridad, observándola desde todos los ángulos, cautivado por la pureza de la hermosura de lo que estaba viendo. Flotando, pudo escapar de la profundidad y una luz marrón-rojiza lo atrapó. La luz del color de su iris. Teñido en sangre y dolor. La vió de niña, repudiada por sus compañeros por ser diferente, por empezar a destacar de la masa haciendo y diciendo cosas distintas. La vió de adolescente, sufrir engaños y desengaños. Novios, amigas, población en general. La vió fortalecerse creciendo, la vió respondiendo a todas las injusticias de su mundo personal, con la pasión de una aútentica alma libre. La vió brillar con más fuerza cuando llegaba el amor verdadero y apagarse como una vela de cera tapada por un vaso cuando este se iba. Vio lágrimas cansadas por un mundo con el que desde el principio se vió destinada a lidiar sin descanso. Y vió las más sinceras sonrisas cuando un amigo o el gesto de un extraño la alentaban a seguir luchando por lo que creía. Y al final, la vió sentada en un vagón de tren frente a un extraño con cara de soñador que la miraba directamente a los ojos, interrogante.
Y la mirada que ella le dirigía era una sincera, honesta. Que no pedía nada a cambio, salvo el hecho de ser observada. Llena de curiosidad. De ganas de ver y conocer. Que traía paz y esperanza. Y que sobretodo, empezaba muy por detrás de los ojos.
Si quereis que os escriba algo ya sabeis donde estoy. [Espacio Autopublicitario]
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