Para el I Baby Bang de fandom_oncrack en el día que Rupert Grint cumple 21 años (I still love him something fierce, you know?)
Título: Emma
Autor: Aitnac
Género: RPF AU GEN
Número de palabras: 9500, aprox.
Avisos: El fic está basado en "Laura" una película de 1944 dirigida por Otto Preminger. Si nunca has visto la película pero quieres verla no leas el fic porque te la destroza vilmente.
Argumento: Cuando la famosa actriz, modelo y musa de la ciudad Emma Watson es asesinada en su apartamento de Nueva York el caso va a parar al detective Rupert Grint cuya eficacia en la captura de criminales es muy alta gracias a sus métodos pocos ortodoxos de investigación. O a su ausencia de ellos. Sea como sea, Grint comienza a investigar a los amigos más íntimos de Emma entre quienes se encuentra Daniel Radcliffe, un escritor británico de lo más snob que descubrió a Emma y la llevó al estrellato, quien accederá gustoso a ayudarle con la investigación. Nadie se explica quien ha podido matar a Emma quien, vista por sus conocidos y amigos, parecía ser la persona más querida del universo.
Recordad que este fic lleva un art adjunto hecho por
highwords que podeis ver
aquí.
Uno
Nunca olvidaré el fin de semana que Emma murió.
Nueva York languidecía abrasado por una ola de calor. Las alcantarillas echaban humo. El asfalto se derretía bajo los pies de los transeúntes. En días como aquel echaba de menos la ausencia de verano de Londres. Y a Emma. Yo, Daniel Radcliffe, acababa de empezar a escribir su historia cuando otro de esos detectives vino a verme.
Estaba en la bañera, espantando el asqueroso calor con agua fría y le hice esperar. Podía verle desde mi posición, con la puerta entreabierta. Se movía por mi salón con las manos en los bolsillos, echando una mirada de vez en cuando a las cosas que yo atesoraba allí. No parecía impresionado. Aprendería con el tiempo que nunca parecía impresionado con nada. En un momento dado, se fijó en el reloj, el que es idéntico al que Laura tiene en su apartamento. Fue entonces cuando le hice pasar al baño.
- ¿El señor Radcliffe? - dijo
Tenía una voz grave y perezosa y, ahora que le veía más de cerca, se adivinaba un pelo del color del fuego bajo el sombrero que no se había quitado. Me recordó al ardiente calor de la calle y di las gracias por estar metido hasta la cintura en agua helada.
- Oh, me ha reconocido. Magnífico - chapotee un poco, a veces me dejo llevar por el entusiasmo - siéntese por favor.
Se sentó a un metro de la bañera, sobre el alfeizar de la ventana, con una pierna colgando. Seguía sin quitarse el maldito sombrero. Después arrancó a hablar y digo arrancó porque literalmente eso era lo que hacía dado que empezaba casi todas sus frases con un…
- Errr.. Tiene usted un apartamento muy guay señor Radcliffe.
Muy.guay. Eso fue lo que dijo. Casi se me cae la pluma con la que escribía dentro de la bañera pero la mantuve en alto.
- Gracias - acerté a contestar - es un poco entre barroco e impresionista con un toque rococó y una nota de vanguardia - el detective me miraba como si le hablase en sueco - es un hogar - le aclaré - supongo que está aquí por el asesinato de Emma Watson.
Por toda respuesta se rasco la frente, echando al sombrero hacia atrás. Realmente tenía el pelo muy rojo. Yo continué
- Ayer por la mañana ya fui interrogado por el detective Phelps y el otro detective Phelps. Declaré esto - dije echando mano de mi declaración, que tenía en la mesita auxiliar sobre la bañera - la noche del viernes Emma estaba invitada conmigo a cenar, después de lo cual ella planeaba abandonar la ciudad. Pero a las 7 en punto telefoneó para cancelar nuestra cita…
- Así que cenó solo y después se metió en la bañera a leer - completó mi frase el detective, leyendo de un cuadernillo negro y ajado que había sacado del bolsillo interior de su chaqueta, después levantó la vista para mirarme, los ojos eran de color verde, pero parecían dispuestos a cambiar al gris en cualquier momento - ¿por qué anotó su declaración?
- No me gusta que me citen mal - contesté - lo hacen a menudo. Después especulan mucho sobre mi. Un mäelstron de especulaciones, así es muchas veces mi vida
- ¿Un que?
- Es un remolino escandinavo, acérqueme la toalla, por favor, detective… - en mi mente la llamaba detective palurdo pero creí llegada la hora de ponerle nombre.
- Grint - dijo mientras se levantaba para recogerla al otro lado del baño.
Esta vez si me cayó la pluma al agua, pero como ya salía de la bañera nadie lo notó.
- ¡Rupert Grint! - exclamé - el caso de la Cámara Secreta en Long Island y el del fugado de Alcatraz venido a Harlem y el del Caliz del Metropolitan. He escrito artículos sobre todos ellos, sus métodos son - dudé un instante - refrescantes, señor Grint - dije por no decir ¿absurdos?, ¿inexistentes? Por no decir “nadie se explica cómo lo hace porque parece más tonto que un zapato pero siempre atrapa a los malos”
Por toda respuesta se encogió de hombros.
- Si, supongo que soy ese Grint
Le miré de arriba abajo. Era solo un palmo - bueno, quizá dos - más alto que yo pero tenía tres espaldas por las mias. Llevaba un traje barato y más grande que la talla que le correspondía pero aún así le sentaba bien. Era guapo, demonios. Si me gustasen los hombres, que no me gustaban, le pediría una cita.
Entre en la habitación y me dispuse a vestirme. Elegí un traje de verano - soy un hombre de trajes, tengo un extensa colección, estilizan la figura - de color gris a juego con una corbata de rayas rojas y grises. Estaba ajustándome los tirantes cuando vi a Grint reflejado en el espejo que tenía delante: estaba apoyado en el marco de la puerta, observando su cuadernillo.
- ¿Tiene alguna otra pregunta? - dije
Se rascó la barbilla perezosamente
- Er… si - dijo dando dos pasos dentro de la habitación - ¿si tuviese que elegir un helado en un día como hoy lo tomaría de fresa o de limón?
- No tomo helados, es poco británico - la pregunta era absurda pero algo me llevó contestarla - ¿esto forma parte del interrogatorio?
- No, es que no me decidía por un sabor concreto. Bien, hasta la vista - se dio la vuelta y comenzó a salir de la habitación. Le detuve diciendo
- ¿Me permitirá acompañarle?
Grint me miró fijamente
- ¿No ha dicho que no toma helados?
Por.favor
- No, en su investigación. Se que irá a interrogar a los sospechosos y me gustaría verlo, me ayudaría ver sus reacciones, ya sabe, para mis novelas.
No se si lo he dicho todavía pero soy un escritor de éxito. Bastante bueno. Me gusta pensar que las mujeres caen rendidas a mis pies en las firmas de libros aunque desgraciadamente no ha pasado nunca pero no por eso voy a dejar de pensarlo.
- Usted está también en la lista de sospechosos, señor Radcliffe
- Pero yo soy inocente, detective - le aseguré mientras me hacía el nudo de la corbata, debía de darme prisa si no quería que me dejase aquí - míreme, ¿ha visto mi cara?, mis ojos son cándidos e inocentes, quizá mis cejas, un poco pobladas le hagan sospechar: den el típico perfil de asesino psicótico pero en el fondo de mi alma… - me di la vuelta con la corbata perfectamente ajustada para ver que Grint no había prestado atención a mi pequeño discurso, al contrario, estaba sentado en el sillón junto a la ventana, jugando con uno de esos pequeños juegos de “meta las bolitas de metal en los tres agujeros”
- ¿Pensando en el caso, detective?
Levantó la vista y guardó el juguete en el bolsillo de la chaqueta
- No, es que me aburría. ¿Nos vamos?
Me miré en el espejo una vez más: corbata anudada al estilo Windsor, pañuelo en el bolsillo, coloqué un clavel en el solapa - mi sello personal - y estaba listo.
- Claro, ya solo tengo que coger mi sombrero a la salida.
Dos
Radcliffe hablaba mucho. Cogimos un taxi al salir de su casa y no paró de parlotear durante todo el trayecto, moviendo las manos con nerviosismo. Yo miraba por la ventana y asentía de vez en cuando pero aquello solo parecía darle más cuerda. No escuché ni una palabra de lo que dijo, claro, pensaba en helados. En remolinos escandinavos. Y en el caso. Pero sobretodo en helados porque Nueva York se derretía como su estuviese sobre un gran cucurucho gigante que alguien había abandonado sobre una acera donde daba el sol del mediodía de agosto.
Nos bajamos del taxi en la 82 con Madison, yo iba a visitar a la señora Lynch, la tía de la señorita Watson. Radcliffe se dirigió como un flecha hacia la puerta del edificio, yo le seguí más calmadamente, incluso saludé al detective Lewis que estaba de guardia en la entrada, leyendo un periódico. Radcliffe ni se fijó en él.
La casa de la señora Lynch era una de esas elegantes mansiones cercanas a Park Avenue: suelos de mármol, adornos de ébano y criados muy solícitos que anunciaron nuestra presencia a la dueña de la casa: entró en el salón al mismo tiempo que nosotros, por otra puerta, era una mujer menuda y con una larga melena rubia y ojos soñadores. Tenía pinta de estar algo loca. Bien. Me gustan los locos, son más divertidos.
- Buenos días, teniente - saludo con una voz debil
- Buenos días, señora Lynch
- Buenos días Evanna - dijo Radcliffe, parecía familiarizado con la casa. No me sorprendió dado que se suponía que eran amigos.
- Me he hecho cargo del caso de Emma Watson - le aclaré y ella me invitó sentarme. Los sofás eran cómodos, podría pasarme la mañana allí con mi juego de meter la bola pero tenía que trabajar.
- Tengo que hacerle un par de preguntas - dije
- Por supuesto - me contestó - ¿un cigarrillo?
Nada de helados, nunca te ofrecen helados, es una pena.
- No, gracias, ¿estaba usted muy unida a su sobrina?
- La adoraba
Podía oir a Radcliffe detrás de mi, no se había sentado y, por el ruido que hacía, ojeaba revistas. Yo que se, parecía la clase de tipo interesado en leer revistas de decoración. O de ganchillo. A mi me daba igual, cada uno tiene sus vicios.
- ¿Qué hay de su doncella, Bonnie, era fiel a la señorita Watson?
- La veneraba, Bonnie besa el suelo que Emma pisa.
- Y que me dice de su prometido, el señor Felton, tengo entendido que visita esta casa con frecuencia…
- Si, es un buen amigo
- ¿Está usted enamorada de él?
Radcliffe dio algo así como un gritito y dejó a un lado la revista que miraba
- Oh, por favor - exclamó - esto por fin se pone interesante - al mismo tiempo que se sentaba en el brazo de mi sillón.
- Todo el mundo quiere al señor Felton - respondió la señora Lynch con placidez
- Yo no - dijo Radcliffe y después se inclinó para decirme - toca fatal la guitarra.
- Según mis informes - seguí ignorándoles a todos - usted estuvo sola la noche del viernes.
- Si
Me dispuse a apuntarlo en mi cuaderno pero Radcliffe quería seguir el interrogatorio por mi.
- ¿Por qué no acompañaste a Tom al concierto? - preguntó
Antes de que la señora Lynch contestase se abrió la puerta del fondo de la sala por la que ella misma había entrado cinco minutos antes y apareció un tipo alto y bien trajeado, de pelo rubio platino y peinado relamido.
- Que coincidencia, Felton - exclamó Radcliffe levantándose por fin del brazo de mi sillón - estábamos hablando de usted.
El rubio me miró.
- Este es el teniente Grint - le aclaró la señora Lynch - lleva el caso de Emma
Me tendió la mano y yo se la estreché sin apenas mirarle, atento como estaba a mi cuaderno.
- No esperaba encontrarle aquí, señor Felton - le dije
Tenía una voz suave al hablar, con cierto acento marcado que no supe identificar. Era raro, pero a mi me gusta lo raro, me cayó simpático, no se por qué.
- La verdad es que me estoy escondiendo - explicó - en mi hotel hacía mucho calor y estaba lleno de periodistas que no me dejan en paz desde la muerte de Emma. Estoy a su disposición para todo lo que quiera, teniente, pero no creo que yo pueda ser visto como sospechoso del asesinato de Emma ¿que motivo tendría? íbamos a casarnos esta semana.
Radcliffe carraspeó, se había puesto al lado de Felton y le miraba fijamente. Felton le sacaba más de una cabeza y por un segundo me pareció como una ardilla enfrentada a un mastín. Me pregunté quien ganaría una pelea entre una ardilla y un mastín, la gente pensaría que el mastín es más grande pero las ardillas parecen tan listas… ¿y entre un rinoceronte y un avestruz?, ah, eso si daba que pensar.
- ¡Nadie lo sabe! - la voz de Radcliffe me sacó de mis dudas sobre las peleas animales.
- ¿Qué quiere decir? - le pregunté
Se puso tieso como un palo. Bueno, siempre estaba tieso como un palo así que se puso tieso como dos palos. Pegados.
- Emma no había decidido aún casarse con él - explicó - me lo dijo el viernes cuando me telefoneó. Pensaba irse unos días al campo para meditar su decisión. Emma era muy bondadosa pero eso no quiere decir que echase a perder su vida por un guapo en apuros - dijo esto último mirando a Felton con fiereza.
Felton ni se inmutó. Permaneció de pie, agarrado al respaldo de la silla donde se sentaba todavía la señora Lynch y me preguntó
- ¿Quiere tomar algo, teniente?
Vaya, quizá este hombretón si que me ofrecía por fin un helado.
- Oh, es usted el perfecto anfitrión, como si estuviera en su propia casa - dijo Radcliffe con retintín mientras Felton mascullaba “Dan…” entre dientes, como una advertencia. En todo caso, ahí se iba mi helado. Y seguro que en esta casi los tenían de sabores exóticos. Una pena.
- Tom sabe que a veces soy distraída - replicó la señora Lynch en un tono tan gélido que por un momento pensé que guardaba los helados en su bolso. Después dulcificó la voz - ¿quiere tomar algo, teniente?
- No, gracias, debo irme ya- dije yo seguro de que solo tenían polos de limón. Pff, polos de limón, si al menos fueran de coca-cola.
- Pero teniente, ¿no va a preguntarme nada? - dijo Felton
Me puse en pie.
- Si insiste: ¿cual fue el programa del concierto al que acudió el viernes por la noche?
No dudó ni un instante.
- La 1ª de Bramhs y la 9ª de Beethoven
- Guay - a saber quien serían esos tipos.
- ¿Tiene la llave de la casa de campo de la señorita Watson?
- No, pero creo que hay una en su apartamento.
- Bueno, echaré un vistazo - dije poniéndome el sombrero, con suerte además de llaves habría helados en la nevera.
- ¿Puedo acompañarle? - preguntó Felton - podría ayudarle
No se que interés tenía todo el mundo en seguirme hoy. Me encogí de hombros. Si querían seguirme, que me siguieran.
- Hasta la vista, señora Lynch - me despedí mientras Felton y Radcliffe me seguían a donde quiera que fuese.
Tres
A la entrada del edificio donde estaba el apartamento de Emma se agolpaban multitud de curiosos. Me pregunté que harían allí, dado el infernal calor pero no era de extrañar puesto que Emma había sido una celebridad en vida. Sin embargo, nadie pareció reconocerme cuando otro taxi nos dejó, al estúpido de Felton, al teniente Grint y a mi al otro lado de la calle, desde donde nos abrimos paso hasta las escaleras de entrada. Después, subimos hasta el segundo piso. Grint iba mascando chicle y juraría que le vi hacer un par de globos con él. Sacó la llave del apartamento de Emma y abrió la puerta pero en lugar de entrar se quedó un momento en el umbral, como observando algo.
- Sonó el timbre - murmuró mirando al suelo, después dio un paso hacia el interior de la vivienda - y cayó aquí, de espaldas.
- ¿No decía que no había estado aquí antes? - pregunté
Me miró desde debajo del ala del sombrero, pero no estoy seguro de que me viera. Sonrió de lado.
- He visto las fotos del informe policial.
Entramos a aquella casa que tan bien conocía: el reloj de pared que le había regalado, gemelo del mio, estaba en el vestíbulo, a la izquierda, las plantas de Emma, los sofás tapizados, la chimenea, el retrato que Pattison le había pintado… Felton dijo algo sobre ir a buscar la llave y se perdió camino de la habitación mientras Grint habría las cortinas y la casa se llenaba de luz.
- Teniente - pregunté - ¿como es posible que se fotografiase a Emma en tan atroz estado?
Seguía mascando su chicle y miraba aquí y allá con desgana, tal y como había hecho en mi casa un par de horas antes.
- A una tipa muerta le importa poco su aspecto
Aquello era intolerable
- ¡¿Una tipa?! - exclamé - mire a su alrededor, ¿le parece esto la casa de una “tipa”?
De hecho, era una casa exquisita, yo mismo había dado la mayoría de los consejos sobre su decoración. Grint ni me miraba, parecía muy interesado en un mechero de cristal, apuesto a que no sabía ni para que servía.
- Mírela a ella - dije señalando el cuadro sobre la chimena, era un retrato de Emma, hermosísima, en el que el pintor había captado su célebre mirada seductora.
Grint se dio la vuelta y miró el cuadro durante un breve espacio de tiempo, después dijo.
- No está mal. Aunque da un poco de miedo, parece que vaya a pegarnos.
- Pattison estaba ciego cuando la pintó - le expliqué - de whiskey, claro - aclaré - pero también de amor - suspiré - es un gran retrato pero opino que no ha captado su energía. ¿Ha estado alguna vez enamorado, Grint?
Ahora abría la puerta del mueble bar, me pregunto que estaría buscando. Seguramente nada, empezaba a sospechar que sus idas y venidas no tenían propósito alguno excepto el de sacarme de quicio. Al fin contestó
- Er…, bueno, hubo una chorba en Washington…
- ¿Hay alguna mujer que haya conocido que no fuese una tipa o una chorba?
Era increíblemente maleducado, un zafio, un grosero, un… me miraba por encima del hombro, sus ojos eran ahora de un azul grisáceo.
- Una, pero estaba empeñada en comprarme ropa demasiado estrecha - dijo.
Felton regresó en ese momento, alto y tontorrón como era, claro, no iba a cambiar por dar un paseo a otra habitación. Grint miró hacia arriba para hablarle.
- ¿Por qué dijo que se interpretó a Brahms y Beethoven en el concierto?, se cambió el programa a última hora e interpretaron a Sibelius.
Habría apostado la mano derecha porque era la primera vez que decía Sibelius y la segunda que decía Brahms, aunque tengo que reconocer que aquellos nombres extranjeros sonaban muy bonitos con su voz. Y trabajo en la radio, a veces, se de voces.
Felton enrojeció
- Bueno, no debería haber ocultado que había trabajado tanto ese día en uno de los photoshoots de Emma…
¡Ja!, trabajar
- … que me quedé dormido durante el concierto.
Dejé escapar una risilla descreída. Feltón se excusó.
- Se que suena sospechoso pero asumo que no soy un tipo convencional y todo lo que digo o hago siempre es un poco sospechoso.
Excusas, excusas, excusas…
- No se preocupe - dijo Grint que ahora ponía toda su atención en unas lámparas - yo también me duermo en esas cosas… los conciertos.
Dejó de interesarse en el mobiliario del salón y pasó a la habitación de Laura mientras preguntaba
- ¿Ha encontrado esa llave?
Felton sonaba culpable dijese lo que dijese.
- Pues no, pero puede que esté aquí - y una vez dicho se dirigió directamente al tercer cajón de la mesilla de noche. Resbuscó un poco y la sacó de allí. Pobre desgraciado.
Entretanto Grint, haciendo una vez más alarde de su grosería se tumbó sobre la cama apoyado en un codo y sacó del bolsillo su ridículo juego para niños.
- ¿Sabe Felton? - dijo como quien no quiere la cosa - en el inventario que la policía hizo ayer de esos cajones no figuraba una llave.
Después volvió a jugar con su juguete. Yo me partía de la risa, estaba empezando a caerme bien el grosero, quizá le invitase a cenar.
- Quizá ha aparecido ahí de repente - apuntillé.
Grint miró a Felton desde la cama donde perezosamente se había tumbado.
- ¿La acaba de poner ahí, verdad?
- Si - admitió el muy felón
- ¿Por qué?
- No quería entregársela con Dan presente. Tengo motivos privados que no le interesan.
- Todo lo que tenga que ver con Emma me interesa - dije - lo que tiene son motivos privados para mentir sobre la llave.
- Dan, se lo advierto, no vuelva a insinuar que tengo algo que ver con el asesinato de Emma…
- No estoy insinuando, le estoy acusando
Aquello pareció enfadarle mucho, y avanzó hacia mi con intención de someterme a alguna clase de castigo físico, pero rápidamente Grint se había levantado de la cama y se interpuso entre nosotros sin soltar su juguete en ningún momento. Me daba cuenta ahora de que, aunque más bajo que Felton, parecía cinco veces más fuerte. Dijo
- Yo no lo haría - y siguió como quien no quiere la cosa con su juego.
- ¡¿Podría dejar de una vez esa chatarra?! - le grité - me pone nervioso
Y él sin inmutarse lo guardo en el bolsillo
- A mi no - dijo - vámonos de aquí.
Cuatro
Radcliffe insistió en llevarme a cenar a un restaurante de la calle 34. Yo no había estado en un sitio tan elegante desde… bueno, nunca. Pensé que si aquella gente no tenía buenos helados, me comía el sombrero. El sitio estaba lleno de humo y mujeres con peinados elegantes acompañando a sus elegantes maridos (o amantes). Había incluso un cuarteto de cuerda. Nos sentaron en una mesa en una esquina apartada que tenía hasta una vela. Radcliffe anunció con solemnidad
- Esta era nuestra mesa - dijo con un suspiro - de Emma y mia.
Fue un alivio porque me miraba con tanta intensidad que pensé que estaba a punto de proponerme matrimonio. Después de aquello y tras elegir el vino empezó a contar su historia.
- Cenamos aquí la noche de su 22 cumpleaños - me relató - entonces todavía éramos felices. Yo la había conocido cinco años antes en el Hotel Algonty cuando ella era una joven publicista y yo un escritor de éxito. Quería que le avalase una pluma. Al principio me negué, creo que con malos modales, pero había algo en su expresiva mirada que me hizo ceder así que le escribí una nota de disculpa y mandé que se la entregasen. Era una muchacha encantadora: tierna, dulce, preciosa. Que le voy a contar, Grint, la habrá visto usted miles de veces en el cine y los anuncios.
Asentí. La había visto un par de veces, me parecía una chica, sin más.
- Emma me gusto tanto que le presenté a todo el mundo - siguió Radcliffe - la introduje en sociedad, como quien dice. Fui yo quien le aconsejó como peinarse y como vestirse y como comportarse, tengo mano para eso, ¿sabe?, cierto toque ¿cómo diría?, femenino. Pronto recibió ofertas para hacer películas, su ambición secreta era ser actriz, y distintos posados. Estaba cada vez más guapa y, en poco tiempo, era tan famosa como mi clavel blanco.
Se tocó tímidamente el clavel que llevaba en la solapa. El camarero nos había puesto un par de solomillos delante pero Radcliffe no dejaba de hablar y la comida se enfriaba.
- Fueron tiempos muy felices, detective. Cada martes y viernes quedábamos en mi casa para cenar y yo le leía mis artículos. Un día la señora Lynch nos invitó a una de sus extravagantes fiestas. Fue allí donde conoció a ese Felton sin que yo pudiese hacer nada para evitarlo. Emma, siendo el alma caritativa y dulce que era, le ofreció trabajo en su equipo de asistentes y él poco a poco se la fue ganando. Pronto Emma me anunció que iban a casarse, fue entonces cuando yo la hice partícipe de mis pesquisas sobre el tal Felton: era un arribista sin un sitio donde caerse muerto que tonteaba aquí y allí con todas las damas de alta sociedad para ver cual de ellas picaba. Le hice ver a Emma la dura verdad sobre su prometido como quien arranca una venda pegada, le conté que Felton tonteaba con Katie Leung, una aspirante a actriz que imitaba en todo a Emma, hasta en el color de sus zapatos y que incluso, mientras nosotros hablábamos, Felton se encontraba en casa de Evanna, cenando con ella. Emma lo negó, al principio no quería creerme porque Felton le había dicho que esa noche estaba cansado pero fuimos hasta casa de Evanna y allí los encontramos a los dos. El compromiso quedó roto. Esto fue dos días antes de la muerte de Emma.
A estas alturas yo ya había sacado mi libreta y me había puesto a tomar notas. La historia de Radcliffe era jugosa. Acompañé mis anotaciones con un par de garabatos que dibujé distraídamente mientras Radcliffe hacía toda clase de digresiones, porque su relato no era tan sucinto sino que estaba acompañado de detalles sobre calidad de telas, tipos de peinados, cuales eran los mejores vinos para tomar un martes por la noche y creo que incluso me recitó un poema sobre un adultero. No se, como digo, en esos momento yo dibujaba. Y miraba tristemente el filete que ya estaba completamente frio cuando acabó con su historia.
- El viernes pasado habíamos quedado para cenar, pero yo estaba intranquilo. A eso de las siete de la tarde Emma me telefoneó y me dijo que se iba un par de días a su casa de campo para pensar. Fue la última vez que oí su voz.
Nos quedamos un rato en silencio. La comida casi sin tocar en los platos, la vela de la mesa se había consumido por completo. Ya no estaba el cuarteto de cuerda y los camareros nos miraban de mala gana, era evidente que querían cerrar.
- ¿Dónde vive esa tal Katie Leung? - pregunté. Hay que seguir todas las pistas.
- En algún lugar de Brooklyn, creo
Lo apunté en mi libreta y la cerré, ya no había nada que hacer allí.
- Vámonos - dije
Radcliffe pagó la cuenta, cogimos nuestros sombreros y salimos a la calle. Me despedí de él a la puerta del restaurante y se marchó por la calle con paso lánguido. Le observé hasta que dio la vuelta a la esquina, después caminé en la dirección contraria, buscando un taxi. Tenía un largo camino a casa.
Cinco
Al día siguiente madrugué para ir al apartamento de Emma. Llamé a Felton desde allí y le cité para una hora después. Estaba seguro de que no vendría solo. Mientras esperaba a que Bonnie, la criada, llegase a la casa me senté a leer el diario de Emma. Hablaba muchísimo de ropa y me aburría cosa mala pero a veces hacía dibujos bonitos en las páginas. Me gusta la gente que dibuja. A eso de las nueve llegó Bonnie, era una muchacha pelirroja y parecía muy disgustada, cuando vió el diario de Emma sobre la mesa se enfureció, dijo que aquella no era manera de tratar el recuerdo de una señora.
- ¿Qué quiere saber, detective? - me preguntó - yo se lo diré sin que usted toquetee sus cosas
- Quiero saber lo que todos. Quién mató a Emma Watson.
- ¿Y como voy a saberlo? - me contestó. La miré fijamente y se llevó una mano a los labios, escandalizada - ¿no creerá que lo hice yo, verdad?, jamás le haría daño a Emma, pregunte a cualquiera, habría trabajado para ella incluso sin cobrar con tal de estar a su lado. Era la amabilidad en persona, detective, también la elegancia, una auténtica señora, eso es lo que era. Siempre me decía cual era la última moda en Paris y me prestaba sus zapatos, nunca le estaré lo suficientemente agradecida.
Sonaba sincera.
- Lo se - le dije - y por eso necesito su ayuda, Bonnie - saqué la botella del mueble bar donde la había encontrado media hora antes. Era una marca de whiskey barato - ¿Cómo llegó esto a su mueble-bar?, no es el tipo de whiskey que compraría alguien como la señorita Watson.
Bonnie parecía mortificada
- Yo la puse ahí - dijo
- ¿Cuándo?
- El sábado
- Antes de que llegase la policía, ¿verdad? - asintió - Y dígame, ¿la botella estaba aquí el viernes cuando se fue?
- No
Dejé la botella sobre la mesa y me crucé de brazos.
- Así que alguien estuvo el viernes por la noche aquí y trajo la botella, ¿Quién?
- No lo se - admitió ella - pero me encontré la botella en el dormitorio el sábado por la mañana y la puse en el mueble-bar para que nadie pensase mal de ella. La prensa siempre la estaba persiguiendo, obsesionados por fotografiar su… - se sonrojó - sus paños menores. Son unos pervertidos, eso es lo que son. Si se enterasen de esto se inventarían todo tipo de historias.
Sonreí, me apetecía un trago.
- ¿Puede traer dos vasos de whisky y algo de hielo, Bonnie?
La muchacha acababa de irse a la cocina cuando sonó el timbre de la puerta. Fui a abrirles. Tal y como esperaba era Felton, pero no había venido solo, le acompañaba la señora Lynch y detrás de ellos, poniéndose de puntillas para mirar sobre sus hombros sin conseguirlo, estaba Radcliffe, con su clavel en la solapa. Entraron precipitadamente en el apartamento, cada uno dando su propia excusa peregrina sobre la razón de su presencia allí.
- La verdad es que yo he venido a verle, Grint - dijo Radcliffe por toda explicación. Lo aterrador es que sonaba sincero. Me encogí de hombros.
- Estaba a punto de tomar una copa, ¿me acompañan? - les pregunté y todos asintieron. A aquella gente parecía gustarles el whisky más que a los peces el agua.
Saqué la botella de whisky barato del aparador y se la enseñé a Radcliffe
- ¿Le parece bien este?
La miró con una mueca de disgusto
- Si no hay otro…
Después me acerqué a Felton
- ¿Qué dice usted?, es barato pero fuerte.
Me contestó muy correcto
- Está bien, aunque no tengo por costumbre beber durante el día, teniente.
Suficiente. Me puse a servir el whisky mientras los “invitados” se lanzaban a una charla inane sobre las posesiones de la señorita Watson, según la señora Lynch todas sus cosas tenían gran valor, dado el impecable gusto de la difunta. Al parecer planeaba dejarlo todo en manos de un marchante de arte.
- No todo - dijo Radcliffe - aquí hay cosas que me pertenecen: este jarrón, aquel reloj…
- Oh, Dan - suspiró la señora Lynch
- No permitiré que se lo lleve - espetó Felton sentado en el respaldo del sofá como estaba.
Radcliffe ya había cogido el jarrón y lo sostenía en la mano. No se que clase de hombre podría querer decorar su casa con una cosa tan fea.
- Ah, si, seguro que le haremos caso al supuesto prometido - dijo y echó mano de su sombrero - me llevaré el jarrón ahora y luego mandaré a buscar lo demás.
Yo había obsevado toda la escena bebiendo mi copa. Fue entonces cuando me adelanté y le quité a Radcliffe el jarrón de las manos.
- Esto son pruebas policiales - dije con calma mientras lo devolvía a su mesa - y se quedarán aquí hasta que concluya la investigación. Usted sin embargo puede marcharse, Radcliffe.
- ¿Me está echando?
Miré el reloj. Las diez de la mañana, buena hora para visitar el zoo. Me hacían gracia los pingüinos y verlos siempre me ayudaba a pensar.
- Nos vamos todos, tengo que estar en la comisaría en medio hora - les mentí.
- Pero teniente - dijo Felton - me hizó llamar, ¿no tenía que hacerme preguntas?
- Bueno, ya se las haré.
Posé el vaso sobre la mesa y les acompañé a todos a la puerta.
Seis
No volví al apartamento de la señorita Watson hasta que fue de noche. Me pasé el día visitando el zoo, primero - tenían un oso nuevo - y deambulando por Nueva York después. Me ayudó a pensar. A última hora de la tarde empezó a llover así que llegué al apartamento empapado. Le ordené a uno de los Phelps, que se había quedado de guardia en la puerta todo el día, que fuese a cenar y entré, despojándome de la gabardina y el sombrero. Me gustaba pasear bajo la lluvia y pisar los charcos, pero no era tan tonto como para coger un resfriado porque si. En el salón del apartamento, Emma Watson me miraba desde su cuadro. Decían que tenía una mirada seductora pero a mi me daba un poco de miedo, había algo agresivo allí, como si quisiera comerse al pintor. Creo que era por las cejas, parecían tener vida propia. Llamé a Lewis para comprobar que el teléfono seguía bien pinchado y no había recibido llamadas. No las había recibido. Me serví una copa, desaflojé el nudo de la corbata y me dispuse a leer las cartas de la difunta, sentado frente a su retrato. Era bonita, después de todo. La clase de chica que uno dejaría que le comprara la ropa.
En algún momento de la noche me quedé dormido en el sillón.
Desperté un par de horas después, cuando alguien encendió las luces del salón. Abrí los ojos dispuesto a protestar pero lo que vieron no lo creí del todo: Emma Watson estaba de pie frente a mi, vestida con gabardina y sombrero. Llevaba un paraguas en la mano y lo apretaba fuertemente.
- ¿Qué hace usted aquí? - preguntó. Las cejas subieron y bajaron, eran aún más aterradoras en movimiento, parecía dispuesta a darme una paliza y no una cualquiera sino una de las que te dejan moratones para varios días.
Me puse en pie rápidamente.
- ¡Está viva! - exclamé.
No pareció inmutarse.
- Si no se va inmediatamente llamaré la policía - dijo
Yo no me lo acababa de creer del todo
- ¿Usted es Emma Watson, verdad? - pregunté. Creo que soné un poco idiota.
- Voy a llamar a la policía - dijo haciendo además de acercarse al teléfono. En ese momento reaccioné y saqué mi placa del bolsillo del pantalón.
- Yo soy la policía - le aclaré, enseñándosela - Rupert Grint - me presenté.
Puso unos ojos como platos.
- ¿Qué ocurre aquí? - preguntó y me di cuenta de que no tenía ni la más mínima idea.
- ¿No lo sabe? - contesté - ¿no sabe que ha pasado?
- No
- ¿No ha leído los periódicos?, ¿Dónde ha estado?
Me miró de arriba abajo, parecía dudosa.
- En el campo, allí no llegan los periódicos
- ¿Tampoco la radio?
- No funcionaba, ¿qué…?
Le tendí uno de los periódicos del sábado, que estaban a mano. El titular decía “Emma Watson asesinada en su apartamento de Manhattan”. Cuando lo leyó abrió la boca y, sin cerrarla, fue dejándose caer en el sofá poco a poco hasta estar sentada.
- Alguien fue asesinado en esta casa - le dije - ¿tiene idea de quien fue?
- No - contestó débilmente, la vista fijada en un punto indeterminado delante de ella.
- ¿Quién tenía la llave del apartamento? - interrogar al testigo, sospechoso o lo que sea cuando está en shock siempre es más ventajoso
- Nadie - acertó a decir y después - ¿Cuándo ocurrió?
- El viernes por la noche
Volvió la cabeza para mirarme. Respiraba con agitación.
- ¿Y que piensa hacer?
Eso lo tenía claro
- Averiguar quien fue asesinado y después, encontrar al asesino.
Era un buen plan. Sencillo. Me gustan las cosas sin complicaciones.
- Cambiese de ropa - añadí - o cogerá un resfriado.
Me hizo caso y, todavía tambaleante, se dirigió a su habitación. Salió cinco minutos después, muy agitada, llevaba un par de zapatos de mujer en la mano.
He encontrado esto en mi armario - me dijo - ¡es de Katie Leung, yo jamás me pondría bailarinas plateadas, que ordinariez, siempre las uso doradas!
Me enseñó también una foto de una revista que también traía en la mano. Salía una chica muy parecida a ella, de su misma complexión. Al parecer era la tal Katie.
- Siéntese - le dije mientras me ponía mi chaqueta - hoy es lunes por la noche y se fue usted el viernes, ¿Qué tren tomó?
- El de las siete y veintiséis - dijo con cierta cautela
- ¿Vió a algún conocido en el tren?
- No
- ¿Y después qué?
Ahora me miraba casi desafiante, más o menos como en el cuadro pero sin la seducción.
- Me bajé del tren en Northwork
- ¿La vió alguien en la estación? - yo había sacado mi cuaderno y empezado a tomar notas.
- No - continuó - después me fui a mi casa
- ¿Y que hizo allí estos tres días?
- Arreglar el jardín
- ¿No salió?, ¿nadie fue a verla?
- No y no. Fui allí para estar sola.
Levanté la vista del cuaderno y sonreí de lado
- La policía fue allí el sábado y no había nadie.
- El sábado di un largo paseo por el bosque - dijo poniendo su mejor cara de inocente. Casi daban ganas de imaginársela de pastorcilla aunque sospecho que si un lobo intentase comerse sus ovejas lo apalearía con el bastón.
Dejé el cuaderno sobre la mesa, metí las manos en los bolsillos y di un corto paseo por la habitación.
- Iba usted a casarse con Tom Felton esta semana - dije casualmente - el jueves, si no me equivoco, ¿por qué se fue a pasar un fin de semana sola cuatro días antes de su boda?
Ahora parecía mortificada.
- Estaba cansada - dijo - había trabajado mucho.
La miré a los ojos, yo estaba de pie, ella sentada pero me devolvió la mirada con fiereza.
- Sabe que Tom Felton tiene una llave de este apartamento pero no me lo dijo, ¿por qué?
Se levantó de la silla hecha una furia para ponerse a mi altura.
- ¡No la tiene! - chilló
Conservé la calma. Se me da bien.
- ¿Entonces como entró esa chica aquí? - pregunté - usted sabe que tiene un lio con él.
- Ya lo sabía - me miraba a los ojos, desafiante - ella misma me lo dijo el viernes en el almuerzo. Pero también sabía que no significaba nada para Tom.
Se dio la vuelta y caminó hasta detrás de su mesa. La seguí, apoyando las manos en la superficie de madera e inclinándome hacia ella.
- La encontraron con su bata y zapatillas, no es la clase de ropa que lleva una mujer ante un hombre para el que no significa nada. ¿Sabía o sospechaba usted que él la traería aquí el viernes por la noche, señorita Watson?
Ahora estaba enfadada
- Ni lo sabía, ni lo se, ni lo sabe usted - me gritó - eso solo son suposiciones.
- ¿Y que otra cosa se puede suponer? - le contesté en su mismo tono de voz - ¿tanto ama a Felton que está dispuesta a arriesgarse para protegerle?
- ¿Sospecha de mi? - preguntó bajando la voz.
Yo bajé la mirada, quizá me había pasado.
- No sospecho de nadie. Solo intento descubrir la verdad.
Silencio. Me aclaré la voz.
- Bueno, debo irme. La veré por la mañana, señorita Watson. Le ruego que no abandone la casa ni use el teléfono entretanto- dije dirigiéndome a la puerta mientras ella me seguía.
- ¡Pero debo avisar a mis amigos que estoy viva! - exclamó haciendo un puchero.
Cogí mi sombrero y mi gabardina
- Lo siento pero no es posible
- ¿Estoy arrestada?
- No - me puse la gabardina apresuradamente - una cosa más: se marchó usted al campo para decidir si se casaba con Tom Felton o no. ¿Qué ha decidido?, dígame la verdad.
- Decidí no casarme con él - dijo con tristeza.
No necesitaba saber más.
- Buenas noches - le dije
- Buenas noches - dijo ella.
Poco después yo estaba al otro lado de la puerta. Emma Watson estaba viva.
Siete
No me fui a casa. Bajé al sótano del edificio, donde Lewis había instalado el puesto de escucha. Tenía sorprendentes noticias: el informe forense decía que la asesinada no era Emma Watson. No tuvimos que esperar mucho hasta que el teléfono sonó, era ella llamando a Felton. Quedaron en verse media hora después y, como era de esperar, les seguimos. Se pasaron una hora completa dentro del coche de Felton, hablando, y después se separaron. Le encargué a Lewis que siguiese a la señorita Watson a casa y yo me metí en mi coche - es naranja, hace juego con mi pelo lo cual siempre es gracioso - y le seguí. Al salir de la ciudad tomó el desvío que lleva a Northwork.
Cuando entré en la casa de campo le pillé descolgando la escopeta que estaba sobre la chimenea. Se la quité de las manos y comprobé que había sido disparada hace poco. T.F, podía leerse grabado en la culata
- ¿Es su escopeta? - pregunté
- Es mia, si - admitió - se la regalé a Emma. Yo quería regalarle una caña de pescar pero ella insistió en una escopeta, a veces es un poco violenta, ¿sabe?
Recordé su cara cuando me vió dormido en su salón. Vaya que si era violenta.
- Está en un lio, Felton - le dije - usted llevo a esa chica al apartamento y sabe que ella era la asesinada. Confiese.
Felton se había desplomado sobre una silla y parecía derrotado, pero algo me decía que no era él el culpable que buscaba. Solo un tipo medio tonto al que le gustaba pescar metido en un lio complicado.
- Emma tiene un duplicado de la llave en su camerino y la cogí de allí. Invité a Katie a cenar sabiendo que ella no estaría porque quería aclarar la nuestro y no quería que nos viesen en público. Estuvimos hablando tres horas y…
Me miró fijamente, tal vez porque yo había sacado mi juguete del bolsillo y pensó que no le escuchaba. La verdad es que puedo jugar y escuchar a la vez pero el resto del mundo siempre se queda perplejo al enterarse.
- Continue - le dije sin apartar la vista de mi partida. Solo me quedaba una bola por meter.
- El timbre sonó - contó - yo no me asusté porque Emma tiene tantos amigos que cualquiera puede pasarse por su casa a cualquier hora. Le dije a Katie que abriese la puerta y dijese que Emma le había prestado el apartamento mientras estaba fuera de la ciudad. Siempre hace esas cosas generosas por sus amigos, ¿sabe?. Katie accedió, se puso la bata y las zapatillas de Emma e incluso se echó una de sus cremas por la cara, para aparentar que se iba a la cama, después se dirigió el vestíbulo. Yo estaba escondido en la habitación.
- Uhum
- Oí como abría la puerta. Después hubo un momento de silencio y a continuación oí gritar a dos mujeres. Me precipité corriendo hacia allí pero cuando llegué la puerta estaba cerrada y Katie yacía en el suelo, muerta.
- ¿Y por qué no acudió a la policía?
- ¡No lo se!, intenté no mezclarme en nada y no mezclar a Emma tampoco - se quedó callado un instante - estaba muy asustado - musitó.
Guardé el juego en el bolsillo de la gabardina y me levanté para dar un paseo.
- El sábado cuando la policía le dijo que Emma Watson estaba muerta pareció usted muy impresionado.
En una de las paredes de la casa había unos pequeños cuadros con caniches dibujados. Eran graciosos.
- Y lo estaba, no me esperaba ese error policial.
- Pero aún así no dijo nada.
Silencio.
Descolgué uno de los cuadros, lo sopesé un momento en la mano, le di la vuelta, miré la parte del atrás y lo volví a colgar. Tendría que preguntar donde los había comprando, eran tan graciosos que quería un par para mi casa.
- Y dígame, Felton, ¿de que ha hablado con Emma esta noche?
Se levantó de la silla y vino hacia mi, agitado.
- Le conté esto mismo que acabo de contarle a usted.
Di otro paseo, esta vez encontré la radio dentro de un mueble.
- Diga la verdad: le dijo que viniese aquí a esconder la escopeta.
- Eso fue idea mia, ni siquiera sabe que estoy aquí.
Encendí la radio. Una orquesta interpretaba en ese momento una melodía popular, seguramente desde uno de los teatros de la ciudad. La señal de radio llegaba clara. Me volví hacia Felton que estaba detrás de mi.
- Me gusta esta canción - le dije - ¿a usted no?
Pareció perplejo y se encogió de hombros. Apagué la radio.
- Vámonos - le dije
- ¿Estoy arrestado?
Yo ya tenía la mano en el picaporte de la puerta de entrada.
- No, pero no abandone la ciudad.
La verdad es que me encantaba decir esa frase.
Ocho
Aquella mañana me desperté temprano. Apenas acababa de vestirme cuando sonó el timbre de la puerta y, no sin cierto miedo dados los acontecimientos de mi apartamento en los últimos días, me dispuse a abrir. Era el teniente Grint, con una sonrisa y una bolsa de comestibles en la mano.
- Buenos días - dijo, como si acabase de despertarse. Siempre sonaba como si acabase de desperatarse.
- Bueno días - contesté yo rudamente - ¿Qué trae ahí?
- El desayuno - dijo mientras entraba sin que le invitase y se dirigía a la cocina. Una vez allí, empezó a sacar cosas de la bolsa de papel. Fundamentalmente helados.
- ¿Helados? - pregunté, incrédula - ¿para desayunar?
Él los fue señalando.
- Hay de piña, de coco, de limón, de fresa - enumeró - me gustan los de fruta pero por si acaso a usted no he traído de chocolate y de vainilla también.
Suspiré resignada. Tom ya me había dicho la noche anterior que el teniente Grint parecía estar un poco tocado del ala. Lo que no me había dicho es que era bastante guapo, más a la luz del día. Justo entonces, se abrió la puerta del servicio, que estaba en la cocina y Bonnie entró, como cada mañana. Al verme lanzó un grito y después se abrazó a mi, llorando. Mi pobre Bonnie, si yo llego a faltar ¿quién le prestaría zapatos de marca a ella?. Después de consolarla durante un rato y asegurarle que yo estaba viva y coleando le encargué que nos hiciera el desayuno. Sin helados.
De vuelta en el salón el teniente tuvo a bien informarme.
- Por cierto - dijo con esa pereza tan suya - le he pedido a Dan Radcliffe que viniese aquí esta mañana.
- ¿A Dan?, ¿y le ha contado que sigo con vida?
Dudó un momento.
- Pues la verdad es que se me olvidó.
- Oh, pero eso es una crueldad
Se encogió de hombros y se sentó a mi lado en el sofá. Justo entonces, sonó otra vez el timbre de la puerta. Grint se levantó a abrir. Era Tom, que entró con una sonrisa y una flor en la mano que me tendió. Siempre tan galante, tan rubio, tan… no se.
Grint nos miraba con los ojos entrecerrados.
- ¿Reconciliados?
Yo exhibía una sonrisa pícara. ¿Celoso, teniente?
- He hablado con mi abogado esta mañana - anunció Tom - me ha dicho que todo lo que le conté anoche no tiene validez porque fue bajo presión. Además, no era cierto.
- Que listo - masculló Grint. Su pelo parecía más rojo que hace cinco minutos - a lo mejor fue su abogado el que trajo aquí a Katie Leung.
De nuevo el timbre de la puerta. Otra vez el teniente se dirigió a abrirla. Era Dan, esta vez. Entró despreocupadamente, con toda su atención puesta en el policía y diciendo
- ¿Ha pensado en lo que le propuse el otro día, Grint? - juraría que incluso guiñó un ojo.
Entonces me vió. Y, acto seguido, se desmayó de forma muy teatral.
Instalamos a Dan en el sofá y, en cuanto recuperó el habla me cogió de la mano y dijo
- Querida, hagamos una fiesta para celebrar tu regreso
Yo di palmaditas. Para ser sincera, ya había invitado a unos cincuenta amigos íntimos que llegarían en unas dos horas.
La fiesta fue genial. Comimos, bebimos, reimos, incluso aprovechamos los helados del teniente Grint como postre. Todos mis amigos acudieron y pude hablar con unos y con otros sobre lo desagradable que había sido todo el incidente de estar muerta. Fue una pena que sonase el teléfono al final de la tarde. Bonnie lo cogió y se lo tendió al teniente. No se por qué todo el mundo se quedó expectante mientras hablaba por teléfono mascullando las palabras.
- Si - dijo - tal y como prometí arrestaré al asesino hoy. Iba a detenerle ahora mismo, cuando usted ha llamado. Claro, le llevaré a comisaría inmeditamente. Hasta luego.
Colgó. La fiesta se había quedado paralizada. Grint dio un par de pasos hasta quedarse delante Tom e Ivanna, que parecían tremendamente asustados, después avanzó hasta donde estábamos Dan y yo. Le echó un largo vistazo de Dan, de arriba abajo y después se dirigió a mi.
- Bien, vámonos - me dijo.
Miré a todos mis amigos. Solo Bonnie lloraba.
Nueve
Llevé a la señorita Watson hasta la comisaría y la hice pasar a la sala de interrogatorios. Es un sitio desangelado, con una mesa, un par de sillas y una de esas lámparas para apuntar a los sospechosos a la cara que solo se usan en las películas pero que está bien tener porque todo el mundo espera que las comisarías sean como en las películas. No es cuestión de defraudar al ciudadano. Hice que se sentara pero no encendí la lámpara. No tiene bombilla.
- Bien - le dije sentándome frente a ella y reclinándome la en silla - usted oculta algo y quiero saber que es.
- Yo no maté a Katie Leung - contestó con rabia. Las cejas parecían tener vida propia.
- ¿Por qué dijo que la radio de su casa de campo estaba averiada?, estuve allí y funcionaba a la perfección.
- Antes de irme dejé encargado que la arreglasen, ya lo habrán hecho.
Gruñí. Otro callejón sin salida.
- ¿Qué le dijo anoche a Felton? - volví a preguntar - ¿la convenció él de que si rompía ahora el compromiso le haría parecer culpable?
Suspiró y las cejas se aplacaron. Supe que ahora si había dado en el clavo.
- Si - dijo en voz tan baja que apenas la pude escuchar - pero ahora entiendo que él creía que la culpable era yo.
- ¿Cree usted que él es culpable?
- No, no lo creo, no es capaz ni de matar a las truchas que pesca, ¿sabe?
Sonreí. Me había dado esa impresión. Me levanté de la silla y puse las manos sobre el respaldo de la suya.
- Venga - dije - la llevaré a casa.
La señorita Watson se puso en pie. Olía muy bien.
- ¿No estoy arrestada?, yo creía que…
- Creyó lo que yo quise que creyera. Usted y los otros.
- ¡¿Entonces esto ha sido un juego?! - exclamó, enfadada.
- Tenía que eliminar sospechosos, ¿sabe?
Me miró con furia y me dio una bofetada que resonó en toda la comisaría.
- Hey - protesté, me ardía la cara pero había estado temiendo el golpe desde la primera vez que la vi - solo pretendía demostrar su inocencia.
- Oh - dijo ella y me puso la mano en el brazo - entonces gracias, Rupert.
Diez
Después de que arrestasen a Emma me fui a casa, apesadumbrado, y me puse a leer a Dostoievski. Tal vez no sea la mejor opción para cuando uno está deprimido, me temo, así que un par de horas después salí a dar un paseo. Al pasar por delante del apartamento de Emma vi que había luz, así que subí y llamé a la puerta. Me abrió ella misma y me invitó a pasar y tomar té en esas tacitas de porcelana tan monas que le regalé las navidades pasadas. Siempre hay que tomar el té en los recipientes adecuados, creo yo. Me contó su experiencia en la comisaría y como el teniente Grint, a quien ahora ella llamaba Rupert, le había dejado marchar sin cargos. Debo reconocer que, el que le llamase por su nombre de pila, era de lo más irritante. A mi también me habría gustado llamarle Rupert.
- Ese hombre está jugando contigo - le dije, paseando atrás y adelante por su salón. Emma estaba sentada en la mesa del comedor y sostenía una taza en actitud soñadora.
- No lo creo - contestó con la mirada perdida en el infinito
- Diría que está locamente enamorado de ti.
Dejó la taza y mi miró, sonriendo.
- ¿Tu crees?
Me di la vuelta. No quería mirar.
- ¿Sabes como llama a las mujeres?: chorbas, ¡chorbas!
- Bueno, Dan, eso no quiere decir que sea vulgar. Solo… tiene un vocabulario limitado.
- Si, ciertamente - estuve de acuerdo - necesita leer más para educarse a si mismo.
Me quedé parado con las manos en los bolsillos de la chaqueta y la miré largamente. Mi Emma.
- Cariño - puse mi tono más serio - tienes una debilidad por los hombres altos, fuertes y guapos como el teniente Grint. No te culpo, pero es una debilidad.
Justo en ese instante se abrió la puerta de la calle y apareció en el umbral el susodicho teniente, con una llave en la mano, seguramente la copia que todavía poseía la policía.
- Buenas noches - dijo, quitándose el sombrero y entrando en el salón.
- ¿Es que no ha oído hablar del timbre? - pregunté yo. Emma le seguía como un cachorrito. Quizá le gustaba su colonia, debo reconocer que me gustaba hasta a mi, en un sentido puramente varonil, claro está.
- Tengo noticias er… curiosas - masculló Grint mientras se sentaba en el brazo del sofá y sacaba su eterno juego de bolitas de metal - el forense dice que Katie Leung no murió por arma de fuego, sino de un ataque al corazón.
Emma dio un gritito. Yo di otro. El teniente nos miró entrecerrando los ojos.
- ¿Pero no le habían disparado en pleno rostro? - pregunté
Eso creíamos pero en realidad llevaba una de esas cosas que se ponen las mujeres en la cara…
- Mascarilla - le corregí.
- Eso. La suya era roja, de algas rojas o algo así.
Otro gritito de Emma, que esta vez se había llevado las manos a la boca y abrió los ojos de par en par.
- Oh, Rupert - suspiró - mi mascarilla de algas rojas: Katie se la puso y alguien debió de asustarla. Es mejor permanecer tranquila mientras está puesta porque acelera el corazón, aunque los beneficios para la piel son tan apabullantes que aún con ese alto riesgo - Emma se lanzó a un apasionado discurso sobre cuales eran los mejores cosméticos, información que no hacía falta pues todos conocíamos muy bien. Bueno, quizá el teniente no, pero este estaba de nuevo enfrascado en su juego, ajeno a todo. De pronto levantó la cabeza y dijo.
- Ya se quien es el culpable.
Veloz como no habría imaginado capaz que pudiese ser un individuo de apariencia tan perezosa se puso a mi lado y me dio un tremendo pisotón. Chillé.
- ¡Ay!
- ¡Aja! - dijo sonriente - no finja más Radcliffe, se que es usted.
- ¡¿Qué?! - exclamó Emma
- ¡¿Cómo?! - dije yo, intentando conservar la compostura.
- Felton me dijo el otro día que cuando Katie abrió la puerta oyó chillar a dos mujeres. Eso me hizo pensar en la señorita Watson pero hasta que hace cinco minutos no oí su gritito no me di cuenta de mi equivocación: fue usted quien vino aquí el viernes pasado, como vino otras noches en las que Emma canceló su cita, pero en lugar de ella, le abrió la puerta la pobre señorita Leung, con su mascarilla mortífera. Usted se asustó y chilló como una chica y ella cayó muerta de un patatús.
Era cierto, pero en lugar de admitirlo le eché una larga mirada reprobatoria a Emma: si yo iba a la cárcel ella tendría que esforzarse porque aquel palurdo leyera algo.
- Así es - dije finalmente, dejándome caer en el sofá - me asusté y me fui corriendo. Creí que solo se había desmayado. Mi desesperación fue enorme cuando al día siguiente me comunicaron que Emma había sido hallada muerta. Pensé que yo la había matado y ya nunca más nadie me ayudaría a elegir mis chalecos - enterré la cara entre las manos y me eché a llorar.
Emma vino rápidamente a consolarme, poniendo una de sus manos sobre mi hombro. Incluso Grint carraspeó e, incómodo, me dio dos palmaditas en la espalda.
- Bueno - dijo - ha sido un accidente pero me temo que tengo que llevarle a comisaría, Radcliffe. Mi coche está abajo.
¿A comisaría?, ¿con él?, ¿solos los dos?. Levanté la mirada.
- ¿Y me esposará?
Grint se encogió de hombros.
- Bueno, si quiere.
Me puse en pie y le tendí las manos.
- Por favor, teniente. Es el protocolo.
Tenía unas manos grandes y templadas cuando me cogió las mias para maniatarme. Unos nudillos muy bonitos, si es que yo me fijase en los nudillos de otro hombre, claro.
- Vamos - me dijo, tirando de mi por el codo - Señorita Watson, ha sido un placer, si un día se pasa por la comisaría de la 42 la invitaré a un helado.
- Nos veremos pronto entonces, teniente - dijo Emma con una sonrisa de oreja a oreja - alguien tendrá que pagar la fianza de Dan.
La puerta del apartamento se cerró tras nosotros poco después.
- Grint - dije yo- resulta que se algunos trucos de magia, quizá en el viaje de aquí a la comisaría podría deleitarle intentando sacarme las esposas
- ¿Si?, eso molaría - fue todo lo que me contestó.
Fin.