AIRE ACONDICIONADO
Estaban en Vancouver, rodando en pleno mes de agosto, y al contrario de lo que piensa mucha gente, en Vancouver, en agosto, hace calor, algunos días mucho calor, y en casos excepcionales, una burrada de calor, y ese, era uno de esos días.
Jared estaba en su caravana, tirado en el sofá, intentando no deshidratarse a través de los poros, porque aquel calor, de verdad que no era normal. Oyó que la puerta de su caravana se abría. Por fín llegaba Jensen con las cervezas frías que había ido a buscar.
- Joder qué calor tengo.
- Pues quítate la ropa.
Vale. No era justo. El mundo no era justo en absoluto. No podía ser justo un mundo en el que Jensen, solo con los vaqueros puestos, descalzo y con el pecho descubierto, entraba en su caravana, con unas cervezas heladas en la mano y le decía “quítate la ropa”. Y después de eso, se suponía que él tenía que hacer ¿qué?
Nada.
No podía hacer nada, porque a pesar de que miles de personas a lo ancho y largo del mundo sostenían fervientemente que Jensen y él estaban liados, la verdad era, que no lo estaban. Y no era porque él no quisiera. Vamos, que estaba dispuesto a hacer un esfuerzo, pero Jensen no estaba por la labor. Por lo menos ese era el mensaje que a él le llegaba cada día, cuando le repetía más de diez veces lo enamorado que estaba de su novia.
Y lo peor de todo no era eso. Lo peor de todo era, que al pequeño Jay, nadie parecía haberle explicado cuál era la situación, porque para desgracia de Jared no dudaba en mostrar su alegría cada vez que Jensen aparecía ligerito de ropa o hacía algún comentario subidito de tono.
Así que Jared tenía calor, una burrada de calor, y a un pequeño Jay la mar de contento debajo de sus pantalones. Había que joderse. Menos mal que Jared a esas alturas, ya se había convertido en el rey del disimulo.
- Es que me da pereza.
- ¿Qué? Tío, de verdad que eres un caso. Te estás muriendo de calor, y te quedas ahí sin hacer nada porque te da pereza quitarte la ropa.
- Joder, es que dentro de un cuarto de hora tenemos que volver a rodar, y me la voy a tener que poner otra vez, así que es trabajo hecho a lo tonto. Además, moverme me da más calor.
Jensen echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada que le hizo contraer los abdominales, mostrándole a Jared una visión perfecta de su tableta de chocolate.
Y el pequeño Jay encantado de la vida. - “Joder”
Jared levantó su botellín de cerveza y se bebió la mitad de un solo trago, a ver si así conseguía sofocar un poco su incendio particular.
- ¿Qué pasa, que te voy a tener que quitar la ropa yo? Porque mira que no estoy dispuesto a que te de una lipotimia y tengamos que retrasar el rodaje, que esta noche he quedado.
Definitivamente, el mundo no era justo. Es más, en aquel preciso momento, Jared podría jurar con la mano derecha puesta sobre una biblia, que aquel mundo era tan injusto como un puto campo de concentración nazi. Porque nada más terminar de decir la frase, Jensen se acercó a él y empezó a tirar de la manga de su camisa con la clara intención de quitársela.
Y el pequeño Jay empezó a dar botes de alegría. El muy cabrón.
Jared tuvo el tiempo justo de pensar que esa noche sin falta iba a tener una seria charla con el pequeño Jay para explicarle como eran las cosas en el mundo real. Y nada más terminar de procesar esa idea en su cabeza, sintió las manos de Jensen agarrando su camiseta por abajo y tirando de ella hacia arriba, hasta sacársela por la cabeza y dejarle también con el pecho descubierto.
Y claro, el pequeño Jay después de eso, se estaba descojonando de él y de su jodida charla.
- Me la voy a tener que cortar.
- ¿Que?
“Joder, ¿he dicho eso en voz alta?” - El pelo, que me voy a tener que cortar el pelo, porque me da mucho calor.
- ¿Sí?, pues yo creo que lo que te da calor es otra cosa.
Jared levantó los ojos hacia Jensen sin entender a lo que se estaba refiriendo, y se quedó de piedra cuando le vio con la mirada fija en su entrepierna, en la que el pequeño Jay se estaba haciendo notar de lo lindo.
- Eso sí que tiene que dar calor, tío. - dijo Jensen con una sonrisa maliciosa.
En ese momento, la temperatura exterior pasó a ser igual a un temporal del ártico, comparada con los diez mil grados que alcanzó el cuerpo de Jared en cuestión de medio segundo. Jared estaba seguro de que el color de su cara debía ser más o menos como el rojo de los extintores, y durante un segundo, pensó seriamente en ir a meter la cabeza en el retrete y tirar de la cadena, a ver si así conseguía refrescarse un poco.
El problema era, que Jensen seguía allí de pie, con su cerveza en la mano, su torso completamente desnudo y su mirada fija en la entrepierna de Jared. Y claro, que un solo músculo de su cuerpo hubiera sido capaz de moverse medio milímetro en esas circunstancias, habría sido un auténtico milagro. Así que Jared se limitó a beberse la media cerveza que le quedaba de otro trago, mientras rezaba para que un tornado, o un huracán, o un terremoto, les interrumpiera en aquel mismo instante.
- ¿Sabes? Yo tengo un sistema de aire acondicionado infalible para eso casos. ¿Quieres que te lo enseñe?
- ¿Eing? - Todas las neuronas de Jared se acababan de ir de vacaciones en ese instante, dejando un cartel de “volvemos la semana que viene”, escrito en letras grandes y luminosas. Así que Jared, no pudo hacer otra cosa más que quedarse quieto como un muerto y mirando con los ojos casi fuera de sus órbitas, mientras Jensen se arrodillaba junto al sofá y bajaba la cremallera de su pantalón, liberando al pequeño Jay de su prisión de tela.
- Tienes que sacarla a que le de el aire más a menudo, Jay, tanto calor no es nada bueno.
Dicho esto, Jensen bajó su cabeza y empezó a lamer su polla como si fuera un jodido helado de cucurucho.
Jared estaba a punto de morir, estaba seguro. Iba a ser una apoplejía, o un derrame cerebral o algo de eso. Seguro. Era imposible que su cerebro saliera vivo de aquella experiencia, de tener a Jensen con su polla metida en la boca, chupando de la manera más pornográfica que había visto en su vida.
En el momento en el que Jared estaba dando gracias a dios, por hacerle morir de aquella manera, Vio por el rabillo del ojo cómo Jensen se llevaba una mano a su entrepierna y con habilidad, se soltaba el pantalón y sacaba su polla, empezando a masturbarse al mismo ritmo que movía su boca.
Para asombro de Jared, diez segundos después, Jensen se corrió sobre su propia mano, y a la vez aumentó la presión de su boca sobre el pequeño Jay, acompañando el cambio con un largo gemido provocado por el orgasmo.
La presión extra hizo que Jared se corriera también. Fuerte. Muy fuerte. Tan fuerte, que Jared habría jurado que en caso de existir una competición de “lanzamiento de semen”, en esa ocasión habría batido todos los records. De hecho, seguro que habría lanzado tan lejos, que se habría salido de la pista, y habrían tenido que ir a buscar su charquito blanco en la solapa de alguno de los espectadores sentados en la grada.
Pero el cabrón de Jensen le jodió el record, porque se lo tragó todo. Y una vez hubo terminado, se sentó en el suelo, con la espalda apoyada contra el sofá, y echando la cabeza hacia atrás, hasta apoyarla sobre el estómago de Jared, que seguía tumbado todo lo largo que era, esperando a que sus neuronas volvieran de sus vacaciones.
En ese momento, alguien tocó en la puerta de la caravana, y la voz de uno de los regidores se hizo oír desde fuera.
- ¡Cinco minutos! ¡En cinco minutos rodamos!
Entonces Jensen se levantó del suelo, colocándose bien los pantalones, y se dirigió a la puerta de la caravana para salir hacia el set.
- El deber nos llama, Jay. ¡Joder que calor tengo!
“Mierda”
FIN