Feliz Amigo Invisible Isharayar

Dec 29, 2011 19:44

PARA:isharayar
DE PARTE DE: Amigus anonimus

Título: Pon Q
Fandom: Star Trek
Personaje/pareja(s): Kirk/Spock
Rating: PG-13
Resumen: A Spock le ha llegado el Pon Farr. ¿Ocurrirá de la misma forma que en el pasado alternativo?
Disclaimer: Por desgracia ni Kirk, ni Spock, ni Bones, ni la nave Enterprise ni nada en el universo de Star Trek me pertenece.
Advertencias: Ninguna :)


Notas:: Un pequeño crossover “ponfarrístico” entre el reboot y un personaje de otra serie Trek. Lo siento, me ha salido con más fluff del que pretendía XD

PON Q

Jim le dedicó una media sonrisa a Bones, quien miró alrededor antes de sentarse en la mesa del comedor con el ceño fruncido.

- ¿Hoy tampoco ha venido? - preguntó entrecerrando los ojos.

El Capitán negó con la cabeza y se encogió de hombros, medio decepcionado. Hacía ya varios meses que Bones, Spock y él se sentaban juntos para comer, pero desde hacía un par de días Spock había estado ausente. Y bastante esquivo, la verdad. Y tenso... y no le miraba.
Jim se dijo a sí mismo que dos días no eran nada, que estaba siendo un exagerado. Spock no podía estar huyendo de él, era absurdo. Era ilógico. Spock no haría nada ilógico, ¿no? Habría hablado con él de haber sido así.

- Dijo que estaría en el laboratorio otra vez. Van un poco estresados últimamente - no sabía si lo explicaba para tranquilizar al doctor o a sí mismo.

- Más le vale estar comiendo - gruñó McCoy mientras se llevaba el tenedor a la boca.

Jim sonrió ante el comentario del doctor. McCoy y Spock estaban siempre peleándose, pero en el fondo, muy en el fondo, se apreciaban. Claro que ninguno de los dos lo admitiría nunca… aunque nada le impedía a Jim preguntar.
- ¿Así que también te pones en plan madre con Spock? ¿Debería sentirme celoso porque ya no tengo todas tus atenciones?

- Yo no me pongo en plan madre con nadie - Bones le echó su típica mirada de desagrado, esa que solo hacía que Jim sonriera más -. Sólo me preocupa que se desmaye en una situación de vida o muerte. Dios sabe que sin él pondrías la nave en misión suicida en cinco minutos, y yo aprecio mi vida, gracias.

- ¿Me estás llamando mal Capitán, Bones?

- ¡Chicos!- Uhura les interrumpió apoyándose en su mesa. Tenía los ojos muy abiertos y el pelo algo alborotado, parecía haber estado corriendo.

- ¿Qué pasa? - preguntó Jim. Hacía tiempo que no veía a la Teniente estresada.

- ¿Sabéis dónde está Spock?

- Dijo que estaría en el laboratorio, ¿no?

- He ido allí y me han dicho que no se pasa desde hace dos días, que les manda información desde su PADD.

¿Spock les había mentido? ¿Por qué iba a hacer eso?

- Creía que los vulcanos no podían mentir - McCoy parecía tan sorprendido como él mismo Jim.

- No es que no puedan - explicó ella -, es sólo que no lo suelen encontrar lógico.

- ¿Qué razón lógica podría tener mentirnos sobre dónde está en vez de decir la verdad? ¿Qué nos importa a nosotros lo que haga en su tiempo libre?

Bones parecía mosqueado, y Jim no podía culparle. Spock no tenía que engañarles ni esconderles nada, ellos no lo juzgarían. Podía haberles dicho simplemente que era algo privado, pero mentir… Parecía tan impropio de Spock que Jim no pudo evitar inquietarse.

- No lo sé, y me preocupa un poco. He llamado a su habitación, he ido al laboratorio y a la sala de conferencias. No está por ningún sitio - explicó Uhura.

- Bueno, no puede haber salido de la nave - Jim se levantó, y con Bones y Uhura detrás, se dirigió hacia la habitación de Spock.

Una vez allí llamó, pero no obtuvo respuesta.

- ¿Lo veis? - susurró Uhura con voz tensa -. ¿Y si le ha pasado algo?

- Espera - dijo Jim, marcando el código de seguridad.

En cuestión de segundos la puerta se abrió. La habitación no estaba vacía, Spock no estaba inconsciente ni haciendo nada raro… estaba meditando. Jim suspiró, aliviado.

¿Y por eso les había mentido?

El vulcano abrió los ojos y arqueó más la ceja que de costumbre, pero bueno, después de todo acababan de entrar en su habitación sin permiso.

- ¿Puedo preguntar qué ocurre?

- Eso quisiéramos saber - espetó Bones con su poca paciencia habitual.

- Me encuentro meditando. Creo que es bastante obvio a los ojos de cualquier persona con un mínimo de inteligencia, doctor.

McCoy fue a contestarle, pero Jim le agarró el brazo para indicarle que tuviera cuidado y callara.
- Nos dijiste que estarías en el laboratorio, y como resulta que hace un tiempo que no te pasas por allí y Uhura no te encontraba nos hemos preocupado - habló Jim para calmar un poco el ambiente.

La mirada de Spock pasó de Bones a su brazo - donde Jim aún lo estaba tocando - y de nuevo a los ojos del doctor.

- Agradezco vuestra preocupación por mi estado, que como podéis ver es satisfactorio. No hay ninguna regulación que me obligue a dar explicaciones sobre mi paradero durante mi tiempo libre, así que os pido que dejéis que retome mi meditación.

Jim nunca había visto a Spock tan alterado sin ninguna razón. Parecía como cuando a Bones le despertaban - o más bien cuando Jim le despertaba - de la siesta. El Capitán intercambió una mirada con una Uhura; por su cara, Jim adivinó que tampoco tenía ni idea de qué estaba pasando. Con los ojos, ella le señaló que se fueran.

- Bueno, nos alegra que estés bien, Spock - Kirk le dedicó su mejor sonrisa -. Nos vemos en el turno, ¿vale?

Bones se giró hacia él con una mueca, como diciendo ¿pero qué haces?, y Jim le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Rechistando por lo bajini, McCoy le siguió.

* * *

Horas después de que Jim y McCoy se fueran de la habitación de Spock, Uhura fue a ver al Capitán. Spock no había querido decirle por qué había mentido, y según Uhura estaba tenso y casi malhumorado; que se pudieran leer sus emociones tan fácilmente les preocupó. No era normal. Y tampoco lo era que hubiera mentido, ni que no le hubiera dicho a Uhura de qué se trataba todo… ya no salían desde hacía tiempo, pero seguían manteniendo una estrecha amistad.

Al final Uhura le recomendó no hablar del tema con Spock. Quizá estaba pasando por un mal momento - después de todo había perdido mucho, y estas cosas no se superan en cuestión de meses - y por no mostrarlo había mentido y se había encerrado a meditar. Nyota le dijo que intentar sacar el tema quizá le haría sentir más incómodo, así que Jim no le comentó nada.

¿El problema? Que al día siguiente parecía que estaba peor. Estaba tenso, no prestaba tanta atención como solía hacer normalmente… y después de observarle durante las horas que duró el turno, Jim se dio cuenta que a veces le temblaban las manos. ¿Des de cuándo a Spock le temblaban las manos? ¿Y si estaba enfermo o lo que le pasaba era peor que lo que habían supuesto?

Al terminar el turno, Spock se apresuró hacia el turbo-ascensor, y Jim entró tras él justo antes de que las puertas cerraran. No podía esperar más, no después de ver que algo realmente serio estaba ocurriendo. Necesitaba saber.

- ¿Qué hay? - le sonrió inocentemente Jim. Quería hablar con él, hacer algo, pero ahora no sabía qué decir para sacar el tema sin dejarle en evidencia.

James T. Kirk no era conocido por su sutileza, precisamente.

Spock se puso tan lejos de él como pudo, evitando mirarle. Jim oyó su fuerte inspiración y sintió que le estrujaban algo por dentro.

- Me encuentro dentro de los parámetros aceptables, Capitán.

- Pues no lo parece.

Así, más de cerca, Jim podía ver que estaba pálido y tenía ojeras. Frunció los labios y luchó contra las ganas de hacerle las mil preguntas que le rondaban por la cabeza. Sutileza, Jim, se recordó.

- ¿Necesitas algo, Spock? - acabó diciendo, su tono más urgente de lo que habría querido -. ¿Unos días de vacaciones, o…?

El Vulcano le miró durante un segundo y entreabrió los labios, como si fuera a hablar. Luego pareció tener algo así como un escalofrío y le dio la espalda.
Casi jadeaba.

Dios, ¿qué le pasaba? Jim nunca le había visto así. Tan… vulnerable. Se sintió tan descolocado que no pudo (no quiso) esconderse y controlarse como siempre hacía. Alargó lentamente el brazo hacia Spock.

- Quizá deberías…

Cuando su mano tocó el hombro de Spock, algo pasó. Fue tan rápido que no se dio cuenta hasta que Spock le aprisionó contra la pared, agarrando sus muñecas con fuerza, haciéndole daño, apretándose contra él, juntando sus cuerpos, aplastándolos.

Estaba tan cerca que sentía la respiración de Spock en su cara. Tan cerca que podía ver las emociones bullir en el fondo de sus ojos.
El cuerpo de Jim reaccionó; nunca, ni siquiera al principio, había podido negar lo atractivo que era Spock. Nunca había podido evitar lo que le hacía sentir; solo había intentado esconderlo para que no se diera cuenta.

Y… joder, no podía decir que nunca se había imaginado en esta misma posición. Pero esto… esto no era normal. No era lógico.

- No es prudente que me toques… - durante un segundo pareció que se acercaba un poco más, casi rozando sus labios, tan cerca - Jim.

Le soltó tan bruscamente que Jim perdió momentáneamente el equilibrio.

Cuando levantó la mirada Spock ya no estaba.

Algo iba mal, muy mal. Jim observó sus muñecas, donde pronto empezarían a salir moratones, y tomó una decisión.

* * *

El Embajador Spock - Selek para los habitantes de Vulcano II - revisó su correo personal al llegar a su modesta habitación. Había un mensaje de James Kirk.

Ni siquiera intentó evitar la opresión en el corazón al leer su nombre. A veces el dolor de su pérdida era lo único que le recordaba a Spock que aquello no había sido un sueño. Ya no le importaba que esas emociones se consideraran impuras por los vulcanos; para él sus sentimientos hacia Jim no lo serían nunca.

Abrió el mensaje. Le bastaron dos frases para entender lo que estaba ocurriendo, pues él también había pasado por lo mismo varias veces. Spock estaba atravesando el Pon Farr. Pero aún no era el momento, la fecha no era la correcta. Su ciclo reproductivo debía de haberse visto afectado, como había ocurrido con otros miembros de la colonia.

Según Jim, el proceso había empezado hacía tres días, y se encontraban en la galaxia de Andrómeda, por lo que estaban demasiado lejos de Vulcano II. Ni siquiera lo conseguirían alcanzando la velocidad máxima.

Spock tendría que tomar una pareja en la nave o bien luchar violentamente contra alguien, como él mismo hizo, o moriría.
Si se hubiera encontrado en buenas condiciones mentales, Spock se habría encerrado o habría emprendido alguna acción para evitar que el desastre se desencadenara, pero el Embajador sabía bien que cuando uno experimentaba el Pon Farr no era lógico. El joven probablemente pensaba que podía controlarlo con meditación.

Spock no perdió más tiempo. Se dispuso a llamar, pero la pantalla se apagó.

- Ah, ah, Embajador.

Alguien apareció frente a él. Tenía apariencia humana, de un hombre de unos cuarenta años; cabello castaño corto, ojos oscuros y sonrisa burlona.

Spock lo reconoció al instante; la fusión mental que había compartido con el Capitán Picard hacía ya tanto tiempo le proporcionó la información necesaria.

¿Pero qué hacía allí?

- Q - dijo sin más preámbulos.

El ente se miró de arriba abajo. Llevaba un uniforme de Capitán.

- El amarillo me queda bastante bien, ¿verdad?

Sonrió de nuevo, haciendo desaparecer el ordenador de Spock de la mesa con un chasquido de sus dedos y sentándose en ella.

- ¿Iba usted a mandarle un mensaje a Jimmy, Embajador?

Spock razonó que ignorarlo no sería productivo, así que decidió “seguirle la corriente”, como solía decir Jim, y esperar que se fuera pronto.

- Sí.

- ¿Por qué?

El Embajador se preguntó por qué ese ser le pedía información que probablemente ya poseía. Quizá deseaba probar su sinceridad.

- Spock necesita asistencia - hubiera sido ilógico negar aquello que Q ya sabía.

- Ah, sí, el Pon Farr. Un poco pronto, ¿no?

- Es posible que su inestabilidad mental haya interferido en el proceso, como ha ocurrido con otros Vulcanos en la colonia.

- Pues sí que son diferentes las cosas en esta dimensión, ¿eh?

Spock casi sonrió. Las cosas parecían distintas, pero los dos jóvenes solo necesitaban tiempo para convertirse en lo que él y el James de su dimensión habían sido; el Embajador había visto el potencial, la semilla de una amistad que sin duda crecería y se haría fuerte. No podía ser de otra forma.

- En algunos aspectos, sí - acabó admitiendo.

- ¿La amistad de estos Kirk y Spock es la misma que tuvo usted con su Capitán?

¿Por qué le interesaba?

- Su relación no empezó de la misma manera, y han tenido dificultades en el pasado. Según me ha contado James, hace poco que se consideran amigos.

Pero Spock creía que su relación acabaría siendo la misma, más fuerte quizás, si el Comandante aprendía a dejar de luchar contra sus instintos antes de lo que lo hizo él.

- ¿Así que este Kirk no se sacrificaría por Spock en la lucha?

Probablemente lo haría, pero Spock no quiso decirlo, temiendo que Q quisiera demostrarlo poniéndoles una prueba.

- Me es imposible saberlo. De todas formas, es imposible que ese evento se lleve a cabo.

- ¡Pues peor me lo pone! - Q levantó los brazos teatralmente -. ¿Cree que hará lo que sea? ¿Que se dejará matar por Spock, que lo dejará morir, o mejor aún, que dejará que lo tome como su pareja? ¿O quizá este Spock elegirá a otro? ¿O a otra?

Su interés en el Pon Farr de Spock perturbó al Embajador. Según lo que había vislumbrado en la mente de Picard, eso no presagiaba nada bueno.

- No lo sé - acabó respondiendo ante los ojos expectantes del ente -. Preocuparse por los demás está en su naturaleza, pero no puedo saber con certeza hasta qué punto llegaría por él.

No, no lo sabía con certeza, pero le conocía lo suficiente como para imaginarlo. Este Jim era tan impulsivo, o más, que el que había sido su Capitán.

- ¡Pues averigüémoslo! - exclamó Q, ensanchando su sonrisa -. Vamos a ver hasta qué punto los hechos son capaces de cambiar a las personas.

La habitación del Embajador Selek quedó vacía cuando él y Q se desvanecieron.

* * *

Jim empezaba a estar realmente preocupado. El Embajador no había contestado a su mensaje, y la cosa se estaba poniendo crítica.
El día siguiente del “suceso” del ascensor, Spock se presentó al turno, pero era obvio que no se sentía mejor; al contrario. Y joder, Jim se estaba empezando a asustar de verdad. Le envió a Enfermería para hacerse pruebas, y unas horas después, entre turnos, McCoy le contó lo que sucedía.
Spock se estaba muriendo, y no había podido averiguar por qué. El Vulcano probablemente sabía qué le pasaba, pero no contaba nada.
Jim tardó un minuto en entender las palabas. Y cuando las entendió no quiso creerlo. Spock se moría. Y ni siquiera sabía por qué. Ni siquiera sabía cómo evitarlo.
Antes de darse cuenta de lo que hacía corrió hacia la habitación de Spock y sin llamar marcó el código de su puerta. Spock se alzó del suelo, irritado, pero se apartó de él.

- Esta es mi habitación privada, Capitán, no puedes…

- Bones me ha dicho que te mueres, así que no estoy para protocolos - le soltó, directo al grano. Ya no podía aguantar más esta incertidumbre. Le temblaban las manos y ni siquiera se le ocurrió intentar ocultarlo. Qué más daba ya.

Spock no dijo nada, y con su silencio lo confirmó todo.

- Necesito saber qué es, Spock - alargó la mano hacia él, e incluso desde tanta distancia, el cuerpo de Spock reaccionó con un espasmo. Mierdajoder, Jim estaba a punto de ponerse a gritar -. Lo necesitamos para curarte.

- No hay cura posible. Te pido que no hagas más preguntas.

- No voy a dejar que mi mejor oficial, que es uno de los mejores de la Flota muera sin intentar luchar - no voy a dejar que mueras porque sin ti no puedo, Spock.

- ¡Te pido que no hagas preguntas!
Con un grito, Spock le dio la espalda y bajó la cabeza, poniendo las manos en la pared. Respiraba con dificultad. Dios mío, iba a morirse de verdad, por eso estaba así. Y por primera vez en su vida, James Kirk temió que hubiera un escenario que no pudiera ganar. Y eso le aterrorizó.

- Spock, por favor - empezó a acercarse, pero se detuvo al ver que el Vulcano clavaba los dedos en la pared con más fuerza a cada paso que daba.

- Los vulcanos no hablan de ello.

- ¿Le suena, Embajador?
Q y el Embajador Spock miraban la escena desde un rincón, invisibles para Kirk y el Comandante. El anciano los miró, sintiendo que estaban invadiendo su intimidad y deseando poder hablarles y darle consejo a su tan joven homólogo. Pero ya sabía que por mucho que gritara nadie iba a oírle. Hubiera sido ilógico intentarlo.
Todo estaba sucediendo de forma parecida a como ocurrió en su universo paralelo. Spock sintiendo que todo empezaba, intentando equilibrarse con meditación, la tensión cuando estaba cerca de Jim… el deseo que sentía por Jim que lo volvía loco. Lo recordaba con claridad de su pasado.
Pero esta vez Spock no iría a Vulcano.
Leyendo sus pensamientos, Q sonrió.
- Me pregunto cómo lo solucionarán sin volver al planeta.
Jim volvió a captar la atención de los dos observadores.

- Spock, te lo pido.

- No puedo.
Y se apresuró hacia la puerta, huyendo. Pero Jim no iba a dejar que escapara tan fácilmente. Le cogió del brazo y, de nuevo, no se dio cuenta de nada hasta que su cabeza chocó contra la pared. Soltó un quejido dolorido que se apagó cuando el cuerpo de Spock se apretó contra el suyo.

- Te dije que no me tocaras - gruñó el Vulcano, oscuro, animal, depredador.

- ¿Qué vas a hacerme? - preguntó Jim en respuesta, provocador.

Podría haberse esperado ese tipo de respuesta. Debería. Pero aun así le sorprendió.
El beso de Spock era hambriento, devorador, lo quemaba todo a su paso. Lo quemó a él. Dios, lo había deseado tanto, durante tanto tiempo… tanto, que no pudo pensar ni apartarse por muy inestable, por muy mal que estuviera Spock. La desesperación, el miedo se lo impidieron.
Cuando Jim quiso tocarle, agarró sus muñecas, aún doloridas de su último encuentro, y las aplastó contra la pared, haciéndole daño. Jim respondió mordiéndole los labios, y Spock apretó aún más, haciéndole gemir. Le sintió duro contra su cadera.
Era todo lo que nunca hubiera esperado de él y todo lo que siempre había imaginado que sería.
Pero se acabó. Y vergonzosamente, no fue Jim quien lo terminó.
Spock le empujó de pronto y se alejó de él. Su cuerpo entero temblaba. Sus manos se abrían y se cerraban en puños, su mirada le quemaba en los labios. Y Jim empezó a entender, porque esto que había pasado no podía ser normal.

- Esto que te pasa… ¿tiene relación con cómo actúas frente a mí?

El Vulcano no le miraba. Al cabo de un minuto respondió.

- Sí. Jim, te pido que no preguntes más, no puedo… no puedo hablar sobre ello.

- Entonces no me lo cuentes y déjame ayudarte - se acercó. Spock, inmóvil, pareció tensarse aún más.

- No. Es peligroso.

- No me importa si puedo ayudarte.

Le asustó la veracidad en sus palabras, lo que estaba dispuesto a hacer por él.
Ahora no es momento para tener un ataque de pánico, Jim, se dijo a sí mismo. Ayúdale.

- No.

- Esa palabra no está en mi diccionario - respondió con aplomo Jim.

Puso una mano en el pecho de Spock y le empujó contra la pared. Spock cerró los ojos y dejó de respirar. Seguía temblando. Joder, los dos temblaban.

- Déjame ayudarte - pidió Jim en voz baja, cerca de su oído.

- Las consecuencias…

- Me dan igual.

Y le besó. Así, sin más. Sin pararse a pensar en lo mucho que le aterrorizaba lo que todo eso pudiese significar.

* * *

Jim despertó con un leve quejido, dolorido. Se quedó unos segundos con los ojos cerrados, sin creerse que solo hubieran pasado casi dos días.
Estaba hecho polvo. Pero no se arrepentía de nada.
Un suspiro casi imperceptible le hizo mirar a su derecha. Spock dormía de lado, su cara libre de la tensión de los últimos días, sin la máscara de inexpresividad que siempre llevaba; con la guardia bajada. Jim sonrió al ver las marcas, los mordiscos en su cuello, en sus brazos, los labios hinchados. Probablemente tendría la espalda llena de arañazos. Jim podía tener moratones por todo el cuerpo, pero Spock no se quedaba atrás. Y no, tampoco se arrepentía de eso.
Estuvo a punto, a punto de despertarlo, a punto. Pero… Spock parecía tan tranquilo ahora; realmente necesitaba dormir. Así que Jim decidió darse una ducha; después de todo la necesitaba con urgencia.
Entró en el baño de Spock, la puerta cerrándose silenciosamente tras él.
Menudas pintas, pensó al verse en el espejo. Spock había firmado todo su cuerpo a mordiscos, a chupetones: mío.
Marcado.
La idea le gustó más de lo que quiso admitir. Recordó cómo se los había hecho, su cuerpo tan caliente y su boca torturándole hasta hacerle suplicar…
Deja los pensamientos libidinosos para cuando la bestia despierte, se dijo, metiéndose en la ducha y poniendo el agua fría.
La verdad es que no tuvo que esperar mucho. La puerta se abrió apenas unos minutos más tarde y el Vulcano entró despacio, mirándole. Jim no pudo evitar - ni quiso, para qué mentir - recorrer su cuerpo con los ojos.

- Jim - dijo Spock casi en un ronroneo, acercándose, abriendo la puerta de la ducha.

Kirk sonrió contra su boca, apoyándose en la pared para darle más espacio, dejando que le cubriera con su cuerpo. Spock bajó los labios por su barbilla, su cuello.

- Fría - murmuró, le mordió suavemente. Mío.

Jim, demasiado ocupado en jadear en silencio al sentir los dientes de Spock (ahí, justo ahí en donde ya tenía un moratón), tardó unos segundos en darse cuenta de que hablaba sobre el agua. A tientas buscó el control y subió la temperatura.

- ¿Mejor?

Su voz sonó tan como un gemido que era ridículo, pero a Spock pareció gustarle, porque le recompensó con un lametón antes de apartarse de su cuello y mirarle a los ojos.

- Sí.

Esta vez no fue hambriento. Tampoco fue suave. Fue lento, fue intenso. Spock rodeaba su cintura con fuerza y Jim no podía ni respirar, el muy idiota. Sintió vértigo y se agarró a él, dejando que Spock y la pared le sujetaran.
Spock lamía sus labios despacio, moviéndose contra su cuerpo, el agua resbalando entre sus cuerpos. Jim le buscaba a su vez, enredando las manos en su pelo para que no se le ocurriera apartarse, jadeando contra su boca.
Estaban cerca, muy cerca, pero no era suficiente.

- Hazlo otra vez - le pidió Jim entre besos.

Spock llevó ambas manos a su rostro y juntó sus frentes, respirando con dificultad.

- No debería.

- ¿Por qué? - preguntó Jim con un quejido que no sonó como la de un crío malcriado.

- No deberíamos fortalecer el vínculo.

Había visto todo lo que podría suceder, Spock se lo había mostrado con una fusión mental para asegurarse de que Jim aún estaba dispuesto a hacerlo. Y lo había hecho sin dudar, la verdad. Spock lo necesitaba, y él… bueno, él también.

- Quizá sí deberíamos - Jim levantó la cabeza, mirándole a los ojos para demostrarle que no tenía miedo, desafiándole -. Quizá podríamos intentarlo antes de cortarlo, ¿no crees? Quizá todo esto significa algo.

- Jim…

Jim ganó seguridad al ver la duda en su mirada. Joder, sí, habían ido de cero a cien, a él también le daba vértigo solo de pensarlo, pero James Kirk no se echaba atrás ante las dificultades.
Ya había esperado suficiente.

- ¿Por qué yo y no Uhura, Spock?

Directo al grano, al más puro estilo Kirk. Spock volvió a aprisionarlo contra la pared de la ducha, pero esta vez lánguido, sin agresividad.

- Nunca he deseado a Nyota como te deseo a ti. Nunca ha habido esta… conexión. Jamás fue tan fácil como lo es contigo.

Jim sonrió, felino, y buscó el lóbulo su oreja para mordisquearlo suavemente.

- Pues no lo compliques, ¿quieres?

* * *

Selek y Q se encontraban en la habitación de Spock, observando la despedida. Q los había transportado un día en el futuro para mostrarle al Embajador cómo había terminado el Pon Farr de Spock.
- Te veo en el turno - Jim se despidió con su típica sonrisa coqueta. Spock rozó sus labios y Jim le besó.

De pronto, el Embajador volvía a encontrarse en su habitación en Vulcano II. Parpadeó, confuso durante un instante.

- Las cosas han ido bastante bien, ¿no cree, Embajador?

- Así es.

El Pon Farr había acelerado sin duda su relación, de alguna forma compensando el tiempo que habían perdido con enemistades e incomodidades. Fascinante.

- Te alegras - observó Q con una sonrisa, apoyándose en la mesa.

No tenía sentido negarlo, puesto que Q sabía que era cierto.

- Sí.

Q pareció complacido por su respuesta, o tal vez por el hecho de que no había intentado mentirle.

- Ha sido realmente interesante, ¿verdad? Pero ya se ha acabado el espectáculo, así que me voy.

Le guiñó un ojo a Spock, levantó la mano y se dispuso a chasquear los dedos, pero luego se detuvo.

- ¿Quiere que le devuelva a su tiempo, Embajador? -- preguntó, levantando las cejas de forma exagerada -. Después de todo es usted un intruso en este universo.

Spock lo meditó unos instantes. Rómulo había sido destruido, y la Federación sin duda ya había enviado ayuda a los supervivientes. Los habitantes de Vulcano, en cambio, eran reticentes a aceptar asistencia de extranjeros, a mostrar el estado de vulnerabilidad en el que se encontraban.
El vínculo roto en su mente se resintió. Jim no está en ese universo. Su hogar ya no estaba allí.

- No es necesario - Spock inclinó la cabeza en señal de agradecimiento.

Q no parecía sorprendido por su respuesta.

- Por supuesto. Ha sido un placer, Embajador. Écheles un vistazo a ese par por mí, ¿quiere?

Con un chasquido de dedos, Q desapareció.


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