PARA:
akelos_cryDE PARTE DE: Amigus anonimus
Título: Caída
Fandom: Twilight
Personaje/pareja(s): Leah Clearwater
Rating: T
Resumen: Ella se ha encargado de que el mundo entero la
defina como “amargada”, y lo ha hecho muy bien. Porque Leah Clearwater debe seguir
representando su papel… pase lo que pase.
Disclaimer: Los personajes mencionados/usados/whatever pertenecen a la Señorita
Meyer, yo únicamente he intentado dar transfondo al tema.
Advertencias: Leve lenguaje malsonante.
“Qué estupidez”.
Es lo primero que pienso cuando observo la enorme masa de agua que se extiende bajo mis pies, enredándose con las rocas puntiagudas que sobresalen al fondo del acantilado. He venido aquí casi sin darme cuenta, guiada por mi instinto y por el absurdo recuerdo de todos ellos saltando con una sonrisa en la cara, como si todo fuese perfecto. Y lo odio.
Aún con el rictus en los labios, me deslizo un poco más, hasta quedarme de puntillas sobre el borde. La caída es enorme, y la sensación se acentúa cuando algunas piedrecitas se desprenden de la roca y bajan rodando, chocando unas con otras hasta ser engullidas por el agua.
Joder. Puedo verlos allí, sobre el horizonte, mirándome con sus muecas de lástima -o enardecidas por el orgullo, en el caso del idiota de Jacob-. En ese instante mi rostro se contrae y mi cuerpo se impulsa hacia delante. Porque yo también puedo hacerlo, capullos. No voy a ser la única imbécil que no se atreva a seguir con esto.
El tiempo parece detenerse unos segundos mientras mi cuerpo continúa impulsándose hacia arriba, y por un momento siento miedo de quedarme ahí, atrapada y congelada para siempre. La eternidad involuntaria me consume mientras contemplo por segunda vez una escena que me había prometido olvidar. El eco de las olas se transforma poco a poco en el llanto desesperado de mi hermano, que aferra con fuerza una de las manos de mi padre. Busco mi lugar para dar rienda suelta a toda esa mierda que se me acumula en los ojos, amenazando con dejarme ciega, pero me doy cuenta de que ya está ocupado y de que, una vez más, debo pincharme el veneno de los sentimientos ahogados directamente en las venas y resignarme a ser todo aquello que siempre me ha aterrado. Porque tengo que salir adelante. Pase lo que pase.
La respiración se me corta y la escena se disuelve en una realidad azul y turbulenta cuando la gravedad reclama mi cuerpo, atrayéndome sin permiso hacia la superficie irregular del mar. Y da igual lo que yo quiera. Da igual lo que eso implique, porque es la jodida ley natural de las cosas, lo que tiene que pasar. Me veo conducida sin remedio hacia un destino que me absorberá por mucho que grite o patalee. Es tan sencillo como eso, como intentar volver a lo alto del acantilado.
Las dos rocas que emergen del agua justo bajo mis pies, ola tras ola, van aumentando de tamaño y textura conforme mi cuerpo cae hacia ellas, y van formando unos ojos grises que me observan sin pestañear. Y ahora sé que es todavía más inútil resistirse porque “ella” ya me ha visto, y porque soy perfectamente consciente de quién es la loba de los ojos grises y de que voy directa hacia ella. Ya no puedo escapar. Es imposible.
En el último instante, poco antes de sentir el frescor de la espuma mojándome los pies, justo antes de que mi cuerpo se hunda del todo en el océano, giro la cabeza y le veo. Veo a mi hermano Seth, con su sonrisa de crío y su cara risueña, y veo cómo es arrastrado conmigo hasta el fondo de este maldito infierno. Y a pesar de la sal, del frío y de la fuerza del oleaje, continúo mirando cómo su rostro se va transformando hasta dejar de ser mi Seth. Ese chico que sigue hundiéndose en lo más profundo del mar y que apenas tiene quince años comparte mi mismo destino, y yo no puedo hacer nada. Esta vez no puedo cumplir el único papel que sé representar, y me da tanto miedo que abro la boca y dejo escapar un grito mudo en forma de miles de burbujas que no consiguen mas que disolver su imagen y dejarme sola de nuevo en medio de la oscuridad. Sólo entonces vuelvo a gritar por todas las veces que he deseado tener ese derecho sin que me correspondiese nunca.
Grito por mi padre, por mi madre, por Seth, por Jacob… Grito por Paul, por Embry, por Jared, por Quil, por Sam… Y, principalmente, grito por mí misma. Allí donde nadie puede verme… donde nadie puede salir afectado porque Leah Clearwater se derrumbe… Sólo allí me permito llorar hasta agotar las reservas de lágrimas y de oxígeno, y éste último ejerce de contador para revelarme que “mi momento” ha finalizado. Con una potente patada me impulso hacia arriba mientras reconstruyo la marioneta que me representa en el mundo. Bajo la atenta supervisión de la imagen de Sam, la careta va tomando forma. El brillo de amargura en los ojos, destinado a recordarle las consecuencias de sus actos. El leve fruncimiento de las cejas negras, sutil pero suficiente para condenarle a una tortura interna infinita. El rictus de los labios compone el toque final de una mujer que finge ser yo para no desmoronarse como una vieja casa con los cimientos podridos. Cuando todo está listo doy una última brazada y emerjo a la superficie. Ya sólo queda el punto final.
La red final envuelve a la Leah que ha quedado bajo mis pies, la Leah débil y derrotada por el sufrimiento, y la retiene allí abajo, donde nadie pueda verla jamás. Es en ese instante cuando me permito sonreír con cinismo, volviéndome para contemplar la parte más alta del acantilado. Allí hay un hombre. Allí, mirándome con esa mueca que tanto aborrezco, está el ser que me ha destrozado la vida. La nueva red se teje con rapidez, cubriendo todo lo demás.
Nada más alcanzar la orilla, salgo del agua sin preocuparme demasiado por la ropa mojada que se pega a mi cuerpo o por el amasijo enredado que es ahora mi pelo. Avanzo con altanería por la playa y únicamente me detengo para asegurarme de que la red de mi mente ha atado lazos suficientes en torno al hombre que sigue mirándome, porque es él el que debe tapar todo lo que me destruye por dentro. Menos mal que es grande. Esbozo una mueca burlona ante mi chiste privado y levanto el dedo anular en su dirección. Después me giro y continúo andando, sintiéndome mucho más fuerte y satisfecha. Porque mi careta está demasiado bien hecha, y aunque la mentira que me envuelve es cada vez mayor, siento que puedo seguir cumpliendo mi papel sin problemas.
Porque Leah Clearwater debe seguir en pie. Siempre.