¡¡Feliz Amigo Invisible, Gaia!!

Jan 04, 2014 01:25

PARA:gaia_naturae
DE PARTE DE: Amigus anonimus

Título: Retrospectivas
Fandom: Generation Kill
Personaje/pareja(s): Brad/Nate
Rating: R porque Brad tiene una boca muy sucia
Resumen: En retrospectiva, Brad debería haberse dado cuenta que Nate iba a ser diferente a cualquier otro oficial bajo el cual hubiese servido hasta el momento. Y más...
Disclaimer: Basado en la serie de HBO de GenerationKill y como mucho en el libro de Generation Kill, en las caracterizaciones de Stark Sands y Alexander Skarsgard. Cualquier parecido con las personas reales, es pura casualidad (o no, que Nate Fick tiene un libro, y ambos estan en wiki) pero bueno, nos hacemos una idea, no? FIC=no real=y gratis



Notas: Pues que espero que te guste. Yo lo he disfrutado y sufrido. Y aunque a ultima hora TECHNOLOGY has kick my ass el fic está como lo quería (mas o menos, porque como siempre al final me he tenido que contener por falta de tiempo). Pero bueno... Brad Y Nate, ya sabes que nos tocan el alama. Y en este fic hay mucho de mi alma, como va a ser obvio en cuanto empieces a leer.
Pero bueno. Esta hecho con amor^^ y con buenas intenciones, y al final se quieeeereeeeeen!

La escuela de oficiales produce dos tipos US Marines: los inútiles que tras un par de campañas y un buen gunny guiándolos son capaces de no matar a todos sus hombres a la primera de cambio, y los que a pesar de haber pasado por ese proceso siguen siendo unos rematados no - sé -limpiarme - el - culo - yo - solo - ni - hacer - la - o - con - un - canuto incompetentes.
O esa era la opinión de Brad Colbert, hasta el momento en que Nate Fick entró en su vida.

En retrospectiva, Brad debería haberse dado cuenta que Nate iba a ser diferente a cualquier otro oficial bajo el cual hubiese servido hasta el momento. Y más...

Al fin y al cabo, en lo que se refiere a primeros encuentros, el del Teniente Fick seguía siendo el número uno en el listado de “momentos memorables a recordar” de Brad.

~*~

A las 8 de la tarde de un viernes las instalaciones de entrenamiento subacuático de Camp Pendleton estaban prácticamente desiertas. Brad hacía apenas 5 horas que había llegado de vuelta de un ejercicio de entrenamiento en Hawái y si por él fuera estaría en su casa, en su cama (que hacía un mes y medio que no disfrutaba), durmiendo. Pero su familia, en su inconmensurable afán de hacerlo sentir bienvenido había organizado una salida familiar de buceo/barbacoa/día en la playa. Y maldita la ganas que tenía de pasar un día más en remojo supervisando críos, bastante lo había hecho ya con los nuevos reclutas. Pero el deber obliga, y con tal de no tener que escuchar a su madre en uno de sus interminable “de verdad Bradley, cualquiera diría que te damos alergia”, Brad cumpliría con su deber.

Soy un puto marine, no es como si no estuviese acostumbrado a tragar órdenes que no me apetece seguir, se dijo de camino a uno de los almacenes de material.

Lo cierto era, que por más que refunfuñara y se quejase, por más que realmente prefiriera quedarse en casa tumbado en el sofá; pasar el día entre las risas de la progenie sus hermanas, lanzándole puyas a sus cuñados, abrazando a su madre o simplemente sentándose con su padre disfrutando de una birras sin decir nada, le haría bien.

Y porque sabía que era cierto, ahí estaba a Brad a esas horas de la noche en busca de todo el material que pudiese rapiñar para la excursión familiar. Nada del que usaban los reclutas en general, pero Brad había ido acumulando varias piezas extras de equipo y tanto Rudy como Eric le había ofrecido usar lo que necesitara de sus propios equipos.
Quizás porque no esperaba encontrarse nadie, no pudo evitar la curiosidad de acercarse a ver el ejercicio en marcha cuando vio a uno de los instructores sentado en la zona de observación controlando las cámaras.

- Ey Colbert, ¿qué tal por Hawái?

- Esos iletrados panda de críos imberbes me han tenido vigilándolos no solo durante los ejercicios sino también durante el par de día de libbo que tuvimos, y en lugar disfrutar de las olas y de la ocasional turista dispuesta a dejarse montar y deslizarme en ella como la pulida y lustrada de todas las tablas de surf, he malgastado mi valioso tiempo estirándoles de las orejas y cambiándoles los pañales - respondió Brad a lo que su interlocutor simplemente meneó la cabeza.

- Me apiado de los pobres desgraciado que han incurrido en la ira del Hombre de Hielo, de sargento a sargento en cambio... - dejó sin terminar encogiéndose de hombros.

- ¿Y qué te tiene a estas horas por aquí Pete? - preguntó curioso Brad.
- Ejercicio de orientación avanzado: 67 metros, 4 toquens, radio silencio y mínimo uso de soporte lumínico. Está ya en ascenso, tercera parada de seguridad - Brad emitió un silbido de admiración, no el típico ejercicio, para nada... - Se nos ha hecho tarde porque el muy capullo no quería que la luz del día pudiese ayudarle en algo, como si fuese a afectar mucho en esas condiciones. ¡Estúpidos perros locos y vuestras manías!

Brad le palmeó el hombro sonriendo con una mueca divertida. Pete Duchovky era un veteranos Navy gunnery sargento, uno de los buenos según Brad, con la cabeza sobre los hombros y las manos curtidas tras años de trabajo (o de pajazos, cualquiera de las opciones era válida, o ambas a la vez si Brad era sincero sobre lo que implicaba una vida entera al servicio de un cuerpo militar).

Para cuando Brad terminó de abastecerse de con unos cuantos cilindros, chalecos de flotación, reguladores y pesos (porque uno nunca lleva suficientes pesos) el ejercicio que Duchovky había estado supervisando había terminado. Brad observo como Duchovky le daba la mano al otro hombre, entregándole el cuaderno de inmersiones y se dirigía hacia la salida, dejando al buzo a sus anchas para limpiar y guardar todo el equipo usado.

En traje de neopreno no había galones que pudieran diferenciar al otro hombre, pero Brad dudaba mucho que ningún oficial se dedicase en sus horas libres a practicar ejercicios de inmersión en condiciones extremas.
Con la curiosidad que lo había metido en más de un problema de pequeño, Brad se dirigió hacia el borde del tanque de entrenamiento, hacia el otro marine.

- Nitrox, radio silencio, y mínima iluminación… no el típico ejercicio - dejó caer Brad al pararse junto al buzo. -¿pensando en pasarte a Recon? No hay nueva convocatoria hasta de aquí 6 meses, la anterior fue en verano.

- Lo sé, me gradué en esa sección - respondió el otro hombre, girando el rostro para mirar directamente a Brad al tiempo que seguía de rodillas desconectando el regulador del cilindro.

“Joven, menos de veinticinco” pensó Brad, y maldita su suerte si esos ojos verdes no se le clavaron en las entrañas y la visión de esa boca sonriéndole desde una altura que la mente de Brad consideró terriblemente apropiada a la vez que totalmente indecente no le produjo un escalofrío que le recorrió por toda la espalda como un latigazo.

-Pero a pesar de pasar el curso, descubrí para mi sorpresa que me aterra la inmersión a gran profundidad - continuó su interlocutor, sacudiendo la cabeza con una sonrisa condescendiente, hacia sí mismo… para sorpresa de Brad. - La sensación de vacío, la oscuridad, el silencio… - dejó sin terminar con un ademán con la mano, como diciendo “te haces a la idea, ¿no?”

- Y no hay nada más gratificante que aplastar los propios miedos - concluyó Brad, lo que le brindó una sonrisa radiante por parte del otro marine. Brad entendía ese sentimiento, esa necesidad incesante de retarse a uno mismo, de superarse y seguir empujando cada vez más hasta conseguir llegar al límite de las capacidades de uno mismo. Ver que otro marine, un camarada, se regía por ese misma necesidad de superación, en especial uno envuelto en un paquete tan sumamente atractivo… “Que me jodan, pero no me importaría tener más contacto con semejante ejemplar de perro loco, en especial del que se tiene en posición horizontal”, no que Brad fuese muy tiquismiquis en cuanto a posturas se refiriera. - Brad Colbert - finalmente dijo Brad, extendiendo la mano cuando el otro marine se puso en pie, revelando una altura considerable, casi tan alto como Brad - Sargento Brad Colbert, 1er Batallón de Reconocimiento.

-Todo un placer finalmente conocer al famoso sargento Colbert - respondió el otro marine con una sonrisa divertida, como si estuviese disfrutando de una broma privada, y con un firme apretón de manos se presentó - Teniente Nathaniel Fick, tu nuevo comandante.

“Jo-der…” fue la elocuente reacción mental de Brad.

~*~

La primera vez que Brad vió a Caroline Hoolley fue pasada la campaña en Irak, en la ceremonia de promoción de Fick como capitán.

Brad sabía que el Fick tenía una novia, era de esas cosas que son imposibles de no saber. De la misma manera que sabía que Rudy estaba casado o que Poke tenía dos crías.
Radiomacuto, de la mano de Ray Person, había informado a todo aquel que quisiera, y a los que no quisieran también, del largo y reposado romance de Fick y Miss Hoolley. Se conocieron en la universidad y a pesar de que ella no estaba 100% de acuerdo con la decisión de su novio de unirse a los marines, jamás se le había pasado por la cabeza dar un ultimátum.

En Irak, Brad había dejado en ocasiones a su mente divagar sobre cómo debía ser la pareja de Fick… Teniendo en cuenta los derroteros que su mente podía haber seguido, este era uno de los más inocentes en lo que se refería a su comandante de pelotón.
Generalmente se debatía entre una morena atlética o una rubia perfecta como futura primera dama; en ambos casos siempre extremadamente inteligente, no solo por haber conquistado a alguien como Nate Fick, sino por no dejarlo ir a pesar de no estar de acuerdo con algunas de las decisiones que éste había tomado profesionalmente.

Y sí, Brad era perfectamente consciente de la cantidad innecesaria de tiempo que había invertido en imaginar a la novia de su comandante, en pero Irak hubo muchas horas muertas y era eso o imaginar todas las indecencias que le encantaría hacer con la boca de dicho comandante.

De todas las formas que había imaginado a la dichosa Miss Hoolley, ninguna se acercaba a la realidad. Porque quizás no tenía piernas de metro y pico, ni una cabellera rubia digna de un león, y probablemente no era la mujer más atractiva que Brad hubiera visto, ni falta que hacía. Porque sentado en una de las filas traseras, observando con distanciamiento la ceremonia de promoción del ahora Capitán Fick, Caroline Hoolley sobresalía sin siquiera pretenderlo de entre el resto de féminas presentes (una mezcla de familiares de Fick, camaradas marines, y novias o esposas de amigos y hombres que habían servido a las órdenes de Fick). Seguridad, solidez, aplomo, mezclado con un aura de dulzura y una sonrisa de mil megavatios que aparecía cada vez que sus ojos se posaban en Fick. Brad había acertado en lo de morena, pero aunque saludable y en forma no parecía que la querida Caroline se pasase el día en el gimnasio o corriendo por todo Darthmouth (donde aparentemente seguía estudiando/trabajando en su tesis doctoral) para mantener niquelado su pequeño cuerpo de no más de 1.70 metros.



Verlos interactuar sin embargo… la familiaridad con la que se trataban…
Decir que Brad no se esperaba el puñetazo seco que sus entrañas parecían estar sufriendo, sería quedarse cortos.

En retrospectiva, Brad debería haberse dado cuenta de que no veía a Fick simplemente como unos labios a mancillar y un cuerpo al que mataría por poder follarse.

~*~

-He sido informado por Ray de que una vez que mi retiro se haga oficial la semana que viene, mi cerebro me será devuelto, con suerte en perfecto estado - Fick, Capitán Nate Fick a punto de ser ex-marine y volver a la vida de civil, dijo apoyándose en la cocina junto a Brad. - O al menos en el mismo estado que fue entregado - terminó con una sonrisa, dándole un trago a la cerveza que cargaba en una mano.

-Bueno Señor, hay quien diría que ya no estaba en óptimas condiciones de entrada. - respondió Brad, - Al fin y al cabo, te alistaste en los marines.

- Touché - concedió Fick.

- Y debo añadir que de todas las opciones tras retirate, abandonándonos cual huerfanos de una novela sacada de Dickens, en la inmensidad de toda tu supuesta inteligencia has decidido enrolarte un máster en MBA en Harvard. - acusó Brad, prácticamentee escupiendo el nombre - ¡Harvard! ¿De todas las universidades chupa pollas de la Ivy League has tenido precisamente que escoger la más hippy liberal gayer demócrata pedantica? Y pensar que tenía ese cerebro tuyo en gran estima... Me siento defraudado Señor.

- Tambié hay republicanos en Harvards - defendió Fick.

- Pero admites todo lo demás, punto para mí - Brad dijo, alzando su birra en saludo a lo que Fick imitó el gesto y le pegó otro trago a su cerveza.

Brad desvió la mirada; los labios de Fick, capitán Nathaniel Fick, porque aún era un oficial de los US Marine Corps maldita sea, alrededor de la botella estaban teniendo un efecto demoledor en Brad, y lo último que este quería era terminar empalmado en la fiesta del remo de despedida de dicho marine.

- No seré yo quien te detenga de estar muy pero que muy enfadado con las decisiones de comandancia Brad - Fick dijo encogiéndose de hombros, la más inocentes de las expresiones en su rostro hasta que no puedo aguantarlo más y se echó a reír.

Brad había estado a medio trago cuando Fick empezó a hablar, para cuando su mente captó la referncia y Fick empezó a reír, la sorpresa y lo inesperado de ver a Fick riendo con una sonrisa traviesa, practicamente diabólica le hizo atragantarse, casi a punto de escupir la birra. Le lanzó una venenosa mrada de reproche a Fick mientras este seguia carcajeándose.

- Diossss, cough cough! -empezó a decir Brad tosiendo- ¡No me puedo creer que me hayas citado a Encino! Pagarás por esta, un día Señor ya no habrá rango de por medio que te proteja y pagarás por esto - terminó amenazando Brad, al mismo tiempo que reía divertido observado a Fick limpiándose los lágrimas producidas por el ataque de risa.

- Cuento con ello. -sonrió Fick - Y hablando de decisiones estúpidas, dijo la sartén al cazo… - “oh no… pensó Brad, ahí viene otra vez, como si no hubiese tenido ya con Ray y Poke” - ¿Inglaterra, Brad?

En retrospectiva, Brad debería haberse dado cuenta de que no era solo la altamente mancillable boca y el follable cuerpo de Nate Fick lo que lo atraían de su ex teniente; o al menos, ya no era sólo eso.

~*~

Lo cierto era que Brad no tenía especialmente ganas de pasarse dos años en Inglaterra, por más que tuviese un discurso aprendido de memoria sobre cómo irse a la alma patria, cansado de vivir la vida de las colonias y de sus iletrados ciudadanos era lo mejor que le podía pasar, gracias, muchas gracias.

“Y no, el tiempo no es tan malo como dicen, no peor que en algunas parte de US; y no mamá, la comida no es tan mala, estoy seguro de que comen algo más que fish and chips y té. Y sí, lo he pensado, y no, no me ha dado una insolación en Irak, y suma y sigue…”

Pero era una buena oportunidad, era un honor entrar en el programa de intercambio, prácticamente solo la flor y nata era aceptada. “No vaya a ser que quedemos como unos redomados gilipollas en frente de los sorbe-tés”, pensó Brad. Profesionalmente era un buen movimiento, prácticamente garantizaba dos años sin el jodido desastre que fue Irak, sí el programa incluía otro tour pero no hasta el final del intercambio, lo que proporcinaba a Brad un año y medio de tranquilidad, instrucción extra, ejercicios de formación en condiciones extremas y toda la mierda que realmente hacía a Brad amar la vida militar: testar y romper límite tras límite. Y el subidón de adrenalina, para qué negarlo.

En el fondo, muy en el fondo, tan el el fondo que Brad trataba de ignorar esa pequeña y molesta vocecilla, había una parte de Brad que simplemente necesitaba poner toda la distancia posible entre él y Nate Fick. Porque Brad se conocía, Brad estaba íntimamente al corriente de cómo sus emociones solían funcionar, y era perfectamente consciente de que su estúpida infatuación con su ex-comandante de pelotón corría el riesgo de crecer peligrosamente hasta convertirse en una especie de bestia indomable que acabaría por romper lo poco que su ex prometida dejó en pie.

No importaba que Nate Fick no fuese partícipe en todo ese embrollo, que para él Brad Colbert solo fue uno de sus hombre, probablemente el mejor líder de escuadrón a su mando (porque sí, Brad podía ser un emo pero era un jodido excelente recon marine y no tenía ningún problema enorgulleciéndose de ello), puede incluso que alguien a quien podría llegar a llamar amigos casuales (al fin y al cabo, habían sobrevivido una guerra juntos y varias fiestas del grupo de marines); Brad simplemente era un artista en crear romances unilaterales: garantía de desamor cien por cien!

Y así es como un par de meses después de la fiesta de retiro de Nate Fick, Brad se econtró viviendo en Portsmouth, Hampshire, en el sur de Inglaterra.



“¡Vives en una isla dentro de una isla tío! ¿Cómo de guay es eso?” Había exclamado Ray tras googlear Portsmout, porque sí ¿Inglaterra, London? OK, pero ¿Portsmouth? A parte de ser el mayor puerto militar de UK, ni puta idea.

Brad había empaquetado toda su vida, la había dejado repartida entre la casa de sus padres, sus hermanas y un pequeño trastero que hacía años compró para guardar parte de la mierda que no le cabía en casa, y había alquilado su querida casa por dos años. Había cuidadosamente hecho dos maletas: una con ropa (no que fuese a necesitar mucha, trabajando de uniforme) y las cosas mundanas que la mayoría gente solía pensar en llevarse en una mudanza (algún libro, DVDs, algunas fotos, etc) y en la otra todos sus amores, su cacharrines, sus maravillas tecnológicas a los que quería como si fuesen hijos.

Su moto, su tabla de surf y su material de buceo habían sido enviado vía vuelo militar, ”¡Dios salve a los US Marine Corps! ¡Y a la Reina!”, se recordó Brad mentalmente, porque durante los próximos dos años iba a vivir en un país con Monarquía, ¡con Reina! Brad nunca se había sentido tan Edad Media.

Por todo lo que Brad, y en general todo marine machaca (o de infantería si hablaba con propiedad), se quejaban de la ineptitud de la comandancia del cuerpo de marines, todo el proceso de intercambio había ido suavecito, suavecito… como follarse un agujero (Brad, no le hacía muchos ascos a nada, culo o coño, no importaba) bien usado y lubricado. O quizás el mérito se debía a que todo el papeleo burocrático había recaído mayormente en los Royal Marines. En cualquier caso, en una semana de estar en Portsmouth, durmiendo en una de las residencias en la Base Naval, Brad finalmente tenía su número de la seguridad social, cuenta bancaria con tarjeta y estaba inscrito en los servicios médicos. Tenía sus nuevos uniforme, tenía asignado un pelotón con el que serviría durante su intercambio, había conocido a su nuevo comandante de pelotón, a su sargento mayor y al capitán de batallón.
Y lo más importante, había encontrado una casa en alquiler cercana a la base militar, semi adosada, 2 dormitorios, con garaje interior, parking y jardín trasero.





Brad podía ya morir feliz, en especial cuando la amable señorita de la agencia casi se le hincó de rodillas ofreciéndole el contrato; por lo visto, nada daba tanta seguridad financiera y habría tantas puertas como un hombre de servicio.
Por lo visto, también abría un nombre considerable de piernas.
Brad amaba Inglaterra, ¿quién necesitaba pagar a una puta si una buena proporción de la población femenina ofrecía lo mismo gratis, o al precio de una copa?

Porque Brad quizás había necesitado poner un océano de por medio entre Fick y él para tratar de calmar la montaña rusa en la que sus emociones habían decidido montarse, pero eso no significaba que su líbido (polla) no estuviese interesada en el ocasional rodeo.

Mes y poco después de llegar a Portsmouth, sobre principios de Octubre, Brad despertó una mañana de sábado con una ristra de emails kilométricos de parte de sus queridos ex compañeros de pelotón.

Brad exhaló exasperadamente y tras servirse su segunda taza de café, prepararse unas tostadas y poner al fuego una segunda cafetera (café del BUENO! Que Brad tenía standars y era una especie de somelier del café maldita sea!) se sentó en la cocina y se armó de valor para leer los 57 email que por alguna razón Fick había desencadenado. Cincuenta y ocho, porque Brad tenía en su bandeja de entrada otro email de Nathaniel Fick que sólo él había recibido.
Respiró hondo, pegó un largo sorbo a su taza de café (quemándose la lengua en el proceso, no que le importase mucho, el dolor preferible a lo que sabía que iba a pasar en breve) y clickó en el primer email, el que había desencadenado la ristra de emails del resto de pelotón.









"En honor al Hombre de Hielo"

Lo primero que Brad captó fue que Fick se había cambiado el email, haciendo que casi se atragantase de la risa. ¿dontfuckwithfick, en serio? Por lo visto, no solo era el cerebro y los años de vida malgastados en en los marines lo que te devolvían , en el caso de Fick también su por lo visto jodidamente malo sentido del humor.

El email era de reírse no, lo siguiente, y la fotos… En fin, poco más podía ofrecer Brad después de seis horas en las que el resto del grupo había ya fusilado a Fick por:
a) el cambio de email, en serio, qué pollas había estado pensando Fick
b) ese pelo!
c) sip, 18 como mucho y siendo generosos.
d) Caroline no se sentía como una asaltacunas?
e) en serio, cómo habían servido todos bajo las órdenes de un puto yogurín
f) Paint?? En serio, PAINT?
g) estaba bien saber que el Gran Nate Fick no era bueno en algo, como por ejemplo usar Photoshop
h) En honor al hombre de Hielo? Brad hijo de puta, que coño le dijiste y como se te olvidó añadir…
i) semper uivenis? Era ese el licenciado en clásicos hablando?

Los emails eran una mezcla de todo lo anterior y Fick contestando incisivamente y con un humor sarcástico que estaba causando estragos en la líbido de Brad (y sí, Brad pretendía seguir usando líbido como eufemismo de polla, muchas gracias). Porque todo lo anteriormente escrito era cierto pero Brad se había quedado estancado en la foto de Nate Fick con la horrible edición de la frase que Brad le soltó sobre Harvard. Sólo que… Brad había dicho algo más, algo que su mente asoció de inmediato con esa foto…
Brad cerró el email y casi aterrado abrió el siguiente, el que Fick le había enviado sólo a él.



Brad sonrió, no pudo evitarlo, sonrió soltó una risotada y dejó caer la cabeza contra la mesa, golpeándose repetidamente la frente. Pero antes de que puediese cambiar de idea se servía una nueva taza de café y daba rienda suelta a sus dedos sobre el teclado del portátil para contestar al email Fick.

Terminó de beberse la taza de café y mordiéndose nervioso el labio inferior releyó el email. Era probablemente más largo que cualquiera de los emails que hubiese enviado desde que estaba en Inglaterra a su familia o a cualquiera de los tíos del pelotón o con lo que hubiese servido anteriormente.



“¡A tomar por culo!”, se dijo al tiempo que clickaba a enviar y cerraba el portátil.

En menos de cinco minutos Brad salía por la puerta y cargaba, en el Land Rover Freelander Wagon que se había comprado de segunda mano, su tabla de surf.

Nada de olas fáciles, Brad necesitaba darse una paliza física o no conseguiría sacarse a Fick, y sus sonrisa y su humor irónico y su estúpido pelo de la cabeza. Pisó el acelerador y se dirigió hacia el puerto para coger el próximo ferry a la Isla de Wight.
Hora y media después Brad entraba en el agua corriendo, tabla bajo el brazo y la misión de dejarse la piel (literalmente si hacía falta) para dejar de pensar. El agua fría, aunque soportable, le calmó un poco los nervios, y para cuando cayó por primera vez de la tabla, siendo arrastrado por unos segundos por el oleaje rompiente, empezaba a poder respirar sin un nudo en el estómago.

Se encaramó de nuevo a la tabla, escupió para quitarse el sabor salado de la boca y lanzándose de nuevo hacia la siguiente ola con grandes brazadas, repitió una y otra vez mentalmente, casi como una pregaria: “¡qué te jodan Nathaniel Fick!”.



Lo sensato hubiese sido no continuar emaileándose con Fick. O quizás, para no parecer un completo capullo ignorando el email que Fick le escribió en respuesta contándole sobre Harvard, la siguiente mejor opción hubiera sido ir cortando el contacto regularmente: tardar cada vez en más contestar a los emails, respuestas cortas, no incluir detalles personales…
Eso hubiese sido lo sensanto.

Brad Colbert no era sensato. Brad Colbert era un jodido perro loco, un US Marine, y como buen miembro de los USMC, un redomado masoquistas.

Así que Brad siguió contestando a los hilarantes emails de Fick con su propia retahíla de aventuras y desventuras. Y los emails tenían títulos como “Manual de supervivencia para machacas californianos en las islas británicas 101” o “Cómo sobrevivir a los primeros parciales en Harvard y no matar a nadie en el intento”, o uno de sus favoritos “Muerte a los adoradores del té!!!!!”.

El email era fácil, el email se trataba solo de palabras, el email brindaba la oportunidad de releer, revisar y editar hasta estar seguro de a) no estar quedando como un capullo, y b) no soltar nada incriminatorio. Brad podía escribir emails, podía escribir emails y seguir leyendo los emails de Fick y conectar con la persona que durante su servicio en los marines Brad solo había llegado a vislumbrar entre toda la montaña de mierda que fue la invasión a Irak.

En retrospectiva, Brad debería haberse dado cuenta de que el email era un arma de doble filo

Porque en apenas un par de meses Fick se convirtió en Nate. Y Nate era todo lo que Brad había imaginado (cuando su mente se le sublevaba y en un sprint digno de fórmula 1, salía huyendo de su control y volaba libre soñando en la maravillosidad que era Nate Fick y en lo mucho que Brad quería… hacerle muchas cosas… algunas de las cuales ya no entraban en la categoría sexual), y aún más.
Nate era divertido, con un sentido del humor que aunque en ocasiones terrible, prácticamente cantaba al alma de Brad como una jodida sirena. Y Nate no era perfecto, le costaba adaptarse a la vida de civil de nuevo, especialmente a la de estudiante, odiaba como muchos de sus compañeros de clase e incluso algunos profesores ofrecían opiniones sobre la guerra sin tener ni puta idea de lo que era estar allí, y era el rey de los procrastinadores cuando le tocaba estudiar y prefería mil veces pillar su bici o salir a correr antes de hincar los codos (aunque luego sacase todo matriculas).

Brad era consciente de estar cavando su propia tumba. Sabía que debería parar los emails prácticamente diarios y poner distancia de por medio; distancia virtual, porque la geográfica ya la había puesto y las cosas no habían mejorado. Y aún así era totalmente incapaz de parar. Porque por alguna extraña razón que no acababa de entender, había conectado con Nate de una manera que realmente no creyó posible.
Quizás porque ambos estaban fuera de sus zonas de confort, quizás porque por email era fácil olvidar quienes eran y el pasado común que tenían, "quizás porque al final del día… todo el mundo necesita a descargar toda la mierda mental que acomulamos y compartirlo con alguien", pensó Brad.
Brad no es que fuese un experto en ello, no desde… No desde hacía demasiado. Pero lo cierto era que por primera vez en mucho tiempo, sabía que si había tenido un mal día podía enviarle un email a Nate y éste no lo juzgaría por las barbaridades escritas. Lo más probable es que se riera y soltara alguna por su parte. Brad suponía que eso era lo que se esperaba de un amigo.

La revelación de que Nate y él se habían hecho amigos fue recibida al más puro estilo Brad Colbert, masoquista extraordinario: con una fiesta privada de autocompasión y tequila.
Al día siguiente en venganza por la resaca que amenazaba con romperle la cabeza a martillazos, Brad usó el email de Nate para suscribirse todo tipo newsletter de manualidades “de abuelas”.
Nate respondió abriéndole un perfil en una web de citas para gente con uniformes (o con mucha filia hacia ellos). Brad le echó una ojeada y salió horrorizado.

Por Navidades, estando ambos en el mismo continente y más o menos en la misma zona horaria, se pasaron una mañana por skype en la que Brad comentaba los más viles perfiles y Nate le relataba las maravillas del macramé, mientras intentaba darse de baja de las tropecientas webs que Brad había encontrado sobre crochet.

Brad supuso que esa llamada de skype sería un alto en el camino, algo puntual que una vez estuviesen de vuelta no volvería a pasar.
Brad no podía haber estado más equivocado.

Nate mantenía los más alocados horarios, con lo que no era raro que Brad lo encontrara conectado los sábados por la mañana en hora inglesa, lo que suponía que Nate estaba despierto de madrugada. Probablemente estudiando, o intentando estudiar pero escribiendo su dichoso libro. Porque Nate estaba escribiendo un libro, “las memorias de Nathaniel Fick y otros cuentos de ivy-league cumbayá” según Brad. La primera vez que lo llamó así, Nate solicitó información a su nombre (email, y dirección postal en UK, especial atención en el tema dirección postal) en todas universidades de la Ivy League. Brad tenía panfletos informativos para limpiarse el culo durante años.

Por lo que no era raro para Brad desayunar los sábados viendo el rostro medio dormido y los ojos enrojecidos de Nate a través de la pantalla de su portátil. Los sábados pero no los domingos. Los domingos eran un día de radio-silencio hasta la noche. De hecho el radio(internet) silencio comenzaba en lo que debería ser sábado al medio día para Nate.

Brad nunca preguntaba, y Nate nunca decía nada.
Ni falta que hacía; había simplemente dos horas en coche entre Harvard y Dartmouth.



En ocasiones Brad despertaba los domingos por la mañana, y en esos pocos minutos de silencio y luz entrecortada, miraba al lado vacío de la cama y se preguntaba cómo debería sentirse abrir los ojos y ver una espalda amplia y musculada, cubierta de pecas… Tener el derecho de recorrer el camino marcado por las vértebras con la yema de sus dedos. Poder acercarse y posar sus labios, apenas un beso, en esa nuca pálida enmarcada en rebeldes rizos castaño rojizo.
Brad ya no recordaba lo que era despertarse junto a alguien que no fuese un ligue de una noche. Hacía seis años de… Hacía seis años que no tenía ese derecho. Y por primera vez en todo ese tiempo Brad sentía una especie de cosquilleo en la manos al cerrar los puños apretando las sábanas del lado vacío de la cama.

Brad se preguntaba cómo debía ser la vida de Caroline Hoolley, despertando todos los domingo con Nate junto a ella. Y se preguntaba también cómo podía vivir con sigo misma desperdiciando las otras 6 mañanas del de la semana. Por que si Brad fuese ella… Si Nate fuese suyo… Brad movería montañas, océanos y lo que hiciese falta para poder pasar el máximo de tiempo con él, no desperdiciando ni un sólo segundo. Y Brad sabía lo que era mantener relaciones a distancia, o al menos supo lo que era hasta hacía seis años.
Dos horas en coche no contaba como distancia. Brad conduciría eso y más todos los días, si significaba poder despertar junto a Nate, discutir con él sobre qué iban a cenar, o poder follarse a Nate Fick todos y cada uno de los días de la semana. Porque Brad simplemente no entendía cómo se podía tener el derecho de tocar a Nate y no pasar cada segundo disponible haciéndolo.

Toda afirmación previamente hecha sobre la inteligencia de Miss Hoolley (probablemente en camino de ser Mrs Fick, se repetía Brad en los días en los que su masoquismo alcanzaba cotas máximas) quedaba retirada. Caroline Hoolley era gilipollas y Brad la odiaba por tener lo que él mataría por tener y no apreciarlo como merecía.

Y sí, Brad era perfectamente consciente de estar siendo extremadamente dramático y emo pero se la traía floja. Tampoco es como si compartiese todas sus miserias con mucha gente. O con alguna… para ser exactos el número de personas que sabían de su trágico romance unilateral no llegaba a la unidad.

~*~

En Mayo Nate alcanzó momentos de locura insospechada durante sus finales. O esa era la impresión que Brad tenía a partir del contenido de los emails que recibía, de las horas a las que veía a Nate conectado y al hecho de que durante todo ése mes no hubieron sex-escapadas.
Oceános de distancia a parte, Brad trató de ser un buen amigo y como tal compensaba la locura de Nate, relatándole las aventuras de Brad Colbert extraordinario en la tierra de los “limeys”, e incluso había llegado a preguntarle temario a Nate via skype(Brad sorbiendo el primer café de la mañana, y Nate cayéndose de sueño).
Brad en ocasiones se preguntaba cómo su vida había terminado siendo el guión de una sitcom para tías.

Tres días después de que Nate terminara sus finales Brad tenía un ejercicio de entrenamiento de dos semanas en Escocia. Durante esos tres días Nate no dió señales de vida.

“Ahh volver a ser joven y estar enamorado… Brad pensó con amargura, cerrando la puerta de casa. “Dos semanas, más les vale machacarme hasta dejarme inconsciente durante estas dos semanas o voy a estar sumamente cabreado” gruñó, pisando (metaforicamente) el acelerador de su moto de camino a la base.



Para cuando volvió de Escocia, reventado físicamente pero mucho más calmado que cuando se marchó, Nate había roto el radio-silencio con un email de apenas una frase, que posteriormente había contestado él mismo.

“¿Tienes planes para el solsticio? El solsticio? Pero qué cojones Nate?” se preguntó Brad al tiempo que miraba el calendario.
Domingo 15 de Junio marcaba su telefóno, Nate llegaría el viernes, planeaba pasar el fin de semana en Portsmouth y supuestamente coger otro vuelo al lunes siguiente. Y por cómo había construido la frase Brad tenía la impresión de que esa siguiente vuelo no era un vuelo de vuelta a Massachusetts.

Se dejó caer en el sofá y pensó en todas las maneras en las que esta visita de Nate iba probablemente a terminar de romperlo pero… no es como si pudiese hacer mucho para evitarlo, ¿no?
No es como si pudiera decirle a Nate ”lo siento tío, pero me va un poco mal que te pases ahora, por eso de que probablemente estoy enamorado de ti y tal… pero nada colega, si eso para la próxima te pago una birra en compensación”. No, Brad definitivamente no veía cómo podía soltarle algo así y no sólo no morir de humillación sino también no perder a Nate. Porque Nate no sería suyo, pero eran amigos. Y si amistad era lo único que Brad iba a poder tener de Nate… Bien, Brad pensaba luchar con su M16, lanza granadas y todo lo que hiciese falta para conservarlo.

-De perdidos al río… -masculló Brad, escribiendole un rápido mensaje a Nate diciéndole que no tenía planes y que se pillaría libres el viernes y el lunes para ir a recogerlo al aeropuerto; no, no estaba abierto a discusión.



Nate apareció por la puerta de salida de la terminal 3 de Heathrow con sólo cuarenta minutos de retraso. Camiseta de Harvard, tejanos, una mochila casi tan grande como él a la espalda y una más pequeña por delante y varias piezas de ropa en la mano.

No exactamente lo que Brad había esperado. No que Brad tuviera una idea clara de lo que esperaba.

Por todo lo cansado que Nate lucía, fue ver a Brad y sonreír de oreja a oreja, trotando con los Brad-no-quería-saber-cuántos- kilos a su espalda.

El abrazo (abrazo de amigos, de amigos, se repitió Brad mentalmente) fue totalmente inesperado, pero no por eso mal recibido. Y Brad suponía que en amigos que se enviaban emails a diario y mantenían conversaciones por skype semanalmente, no entraba fuera de la baraja de posibilidades el saludarse con un abrazo.

Un abrazo masculino, de amistad… De amistad masculina. En algún universo eso debía sonar mucho mejor de lo que le sonaba en ese momento a Brad.

En la hora y media que había entre Heathrow y Portsmouth, Nate le relató cómo había ida el final de sus exámenes y entregas, y como a pesar de todo el caos y nervios había sacado unas notas tremendas.

- Obviamente Nate, creo que el único que no tenía por seguro que te triunfarías todos los exámenes eras tú - le dijo Brad, riendo exasperado.

- Ok, ok, soy un capullo que se preocupa innecesariamente - respondió Nate, lo que le ganó una sonrisa socarrona por parte de Brad -¡ Pero basta de mí! ¿Qué tal Escocia? Por favor, miénteme y dime que hicistéis los ejercicio en Kilt, ya sabes… “solo” en kilt. - Añadió haciendo muy oportunamente el gesto de doble comillas con las manos, estallando en una carcajada cuando Brad lo miró escandalizado.

Y así, comentándolo todo y absolutamente nada a la vez, con bromas, retos y carcajadas y una facilidad que dejaba a Brad sin aliento, la mitad del fin de semana pasó prácticamente volando.

El sábado por la noche, la noche del solsticio, Nate le lanzó un cojín a la cara y como si fuese lo más obvio del mundo arrastro a Brad de bar en bar.

-Venga, vega Brad. ¡Corre bares! - gritó Nate en la puerta del primer pub en el que entraron, ganándose un amplio aplauso por parte del resto de gente bebiendo en la entrada - ¡La noche más corta del año, hay que celebrarlo!



En retrospectiva, Brad debería haber visto que la noche no acabaría especialmente bien.

Brad no sabría decir con exactitud cuántos bares, pubs o clubs visitaron esa noche. Probablemente todos los del centro de Portsmouth y un par de barrios más. En algún punto de la noche recordaba que Nate, un grupo de tíos que se les habían unido un par de bares atrás y él decidieron cambiar el grito de guerra por “cierra bares”. Sobran las explicaciones.

A más bares cerrados, y más pintas consumidas, los recuerdos de Brad empezaban a estar emborronados. Y sin embargo recordaba a la perfección, con una nitidez que asustaba dos momentos en particular.

El primero debió ser sobre el sexto o séptimo bar, habían perdido a la mayoría camaradas cierra bares (aunque los volvieron a recuperar en algún bar posterior) y Nate estaba a cargo de pedir las bebidas mientras Brad iba al lavabo. De vuelta a la barra se encontró con Nate riendo mientras un tío trataba pero que totalmente de ligárselo. Brad no cabía en sí de indignación. Y Nate debió leerlo en su rostro a la perfección porque para cuando llegó junto a él, le pasó un brazo por el hombro y le dijo divertido al otro hombre (por decir algo, porque no debía tener más de 20 años y era uno de esos criajos anoréxicos) que los miraba ambos con los ojos prácticamente desorbitados y la boca abierta.

- En serio, me siento alagado, pero como ves mis gustos van en otra dirección. - y con un guiño añadió - Y Brad es muy celoso.

- ¿Celoso? - preguntó Brad cuando perdieron de vista al crío, agarrando su pinta antes de que pudiese agarrar algo más. - ¿Tus gustos? ¿Qué cojones Nate?

Nate estalló en una carcajada histérica.

- Oh joder, ¡tu cara Brad! - empezó a decir entre risas- Sólo por esto ya vale la pena haberle dado material para fantasías sexuales para los próximos… - y mirandose a él mismo y seguidamente a Brada, concluyó - años. ¡Va a tener para años Brad!

-Asumo por tu reacción que no es algo inusual que te entren extraños mientras estás de copas. - dijo Brad, sorbiendo su pinta.

- Naaahhh… no es algo que pase cada día pero tampoco es extraño, ¿no me digas que nunca te ha pasao? Oh por favor, ¡no me lo creo! -y cuando los labios de Brad dibujaron una sonrisa desde detrás del vaso de cerveza, sus ojos entrecerrados por la risa, Nate le golpeó en el hombro - Capullo, tendrían que estar ciegos… Oooooh! ¡La próxima vez deberíamos retarnos y ver a quién le entran más! A Caroline solía desesperarle que intentaran ligar más tíos conmigo que con ella….

Y así sin más, la risa se apagó por unos segundo, Nate se bebió de un sólo trago lo que quedaba de su pinta (la mitad para ser exactos) y cuando dejó de nuevo el vaso en la barra fue como si no hubiese pasado nada. Se giró y salió corriendo a saludar a sus reencontrados camaradas cierra bares.

El segundo momento clavado en la mente de Brad sucedió al final de la noche, mientra esperaban el taxi que los llevase a casa de vuelta, y Brad aguantaba la cabeza de Nate mientras este vomitaba litros de cerveza.
Cuando el estómago de Nate pareció calmarse un poco, o ya no le quedaba nada por echar fuera (cualquier opción era válida), y Brad lo sentó en el taxi, dejando que Nate practicamente recostado contra él, Nate empezó a hablar de nuevo.

- Había comprado un anillo, ¿sabes? Pensaba proponerle matrimonio, al fin y al cabo era lo que todo el mundo esperaba, ¿no? - Nate se detuvo por unos segundos y Brad no sabía si era en espera de una respuesta o si simplemente se había quedado dormido, lo único que sabía es que las entrañas se le habían congelado y la respiración se le detuvo por unos segundos… hasta que Nate volvió a hablar. - Y de pronto nada tenía sentido. La guerra, Harvard, el futuro, Caroline… Así que he roto con todo. Necesito vivir, fuera de las expectaciones de todo el mundo. Especialmente de las mías...

No dijo nada más esa noche (o esa madrugada), básicamente porque se quedó dormido apoyado contra el hombro de Brad, quien lo tuvo que arrastrar dentro de casa y cargar hasta la habitación de invitados.

Brad obviamente no pegó ojo esa noche. Ni lo intentó. Se metió una ducha, se cambió de ropa y salió a correr. Para cuando estuvo de vuelta dos horas después, apenas tuvo tiempo de llegar al baño y vomitar.
Se dejó caer de nuevo en la ducha, esta vez ni se molestó en ducharse de pie, se quedó sentado en el suelo, dejando el aguad caerle sobre la cabeza.

“Y me cago en la puta si algo de esta noche tiene sentido…”.

Salió cuando ya no quedó más agua caliente, se vistió con un chándal y se sentó en la cocina tomándose un té y viendo por la ventana como amanecía.

Nate, “el muy hijo de puta con suerte” pensó Brad exasperado, se levantó horas después sin resaca alguna pero mordiéndose el labio inferior nervioso. Brad le plantó una taza de té delante y poniéndose a freír bacon y huevos simplemente dejó que Nate se explicara.

- Pues a grandes rasgos ya lo sabes todos - empezó Nate. - La idea me entró durante los exámenes, la idea de casarnos quiero decir. Supongo que por eso estuve más frenético de lo normal - Brad soltó una risotada ante eso pero no dijo nada - ¡Lo sé, lo sé! Un demente total, diossss… Ni para los finales en Dartmouth me puse así. Creo que se me hizo todo un mundo, y de pronto no podía parar de pensar “este va a ser el resto de tu vida”. Y dios Brad, lo vi tan claro, como… como una película ¿sabes?. El anillo, terminar el MBA, casarnos, puede que otro máster, niños, trabajar para alguna empresa privada en temas de seguridad militar, puede que entrar en política, puede que más niños…

Brad se giró y le puso delante un plato con bacon, huevos, tostadas, judías en tomate y salchichas, y se sentó junto a él llenándose de nuevo la taza, pero esta vez de café.

- Es aterrador ver tu vida al detalle antes de que suceda… Es aterrador ver que es una buena vida, y en cierta manera eres feliz, pero… ¿Eso es todo? ¿Eso es vivir? No quiero vivir con remordimientos Brad, no quiero mirar atrás y lamentar oportunidades perdidas… Es solo que… realmente no sé lo que quiero. - Y encogiéndose de hombros añadió - Así que he dejado el MBA en stand-by por un año y me voy a tomar ese tiempo a modo sabático, viajando.

Brad mantuvo el silencio por unos minutos, terminando su desayuno. Finalmente miró a Nate y preguntó, porque tenía que hacerlo aunque se le removiera todo por dentro.

- Supongo que Caroline no debe estar muy contenta al respeto…

- No… Caroline… ha tratado de ser comprensiva como siempre. Pero no es justo hacer esperar a alguien, especialmente si no sabes si es la persona por la que vas a querer volver al final, así que lo hemos dejado. Diooosss… - Nate se tapó el rostro con la manos y sacudió la cabeza - La quiero, pero… no creo que la quiera de la manera que debería. Creo que se había convertido en una costumbre, como querer a mis hermanas. - enderezándose de nuevo, y mirando fijamente a Brad añadió - Y no es justo, no es justo hacer esperar a nadie…

Brad se levantó a preparar una nueva cafetera, porque o hacía algo o soltaba o hacía una barbaridad. El acto mecánico de llenar el depósito de agua y añadir el café lo calmó lo suficiente para poder hablar.

- Creo que… si es la persona adecuada, uno esperaría 2000 años, incluso vestido de romano, si hiciese falta.

- Brad… -empezó a decir Nate, deteniéndose de pronto y señalando a Brad con el índice acusadoramente, continuó - espera, ¿me has citado a Dr Who? ¿En serio Colbert? Oh joder Brad, ¡llevas demasiado tiempo viviendo en este país!

Y con esa facilidad que a Brad le sorprendería siempre, el ambiente tenso desapareció, Nate se echó a reír, Brad rió también y el resto del tiempo hasta que Nate se marchó, pasó en una maratón de Dr Who y comida grasienta.

~*~



Vicky (la guitarra), Nate, Barcelona! ¿A que no sabías que sé tocar la guitarra?



“Un hobbit yació aquí y otro allí” Nueva Zelanda!!! La tierra de los Hobbits!



Me hicieron ponerme un gorro en Australia, ¡están locos!



“Cariño, adivina quien viene a cenar” XD En Austria



“Corre, Nate, corre”, desde Chile.

~*~

Durante el año que Nate estuvo de viaje, Brad continuó con su vida como si nada. Cada día se levantaba, iba a la base, entrenaba con su pelotón y solía terminar la semana con una cuantas copas en el pub de siempre y pasaba sus fines de semana bien fuera buceando, haciendo surf, o recorriendo Inglaterra y Gales con su moto.

Trabajar, entrenar, trabajar, esperar...

Brad pasó tres meses de tour en Irak, con los Royal Marines esta vez. La experiencia no fue mucho mejor que la primera vez, y no pudo evitar sentir una constante sensación de deja vu.

Cuando finalmente volvió a Inglaterra, fue simplemente para terminar las formalidades del intercambio, empacar todas sus cosas y volver a casa. A la soleada California.

Y durante todo ese tiempo esperó.
Esperó los emails de Nate, que dependían mucho del país en el que estuviera en ese momento, esperó las pequeñas gilipolladas que le enviaba a modo de souvenir. Esperó las terribles bromas cinematográficas que Nate le saltaba a la mínima que podía desde el día de Dr. Who. Y esperó a que Nate volviera… No que supiese exactamente cuando iba a ser eso, pero si se mudó a otro continente, bien podía esperar un año (mes arriba, mes abajo). Y quizás… quizás no estuviese esperando en vano.

En retrospectiva, Brad debería haber previsto que como en todas las cosas con Nate, cuando menos se las esperase, entonces sucederían

Y obviamente Brad no se esperaba encontrar a Nate sentado en la puerta de su casa, en Oceanside, la noche del 4 de Julio (cuando Brad volvía de pasar el día con toda la familia) apoyado contra la puerta y con todas sus mochilas a su alrededor.

Brad contaba por lo menos dos mochilas más que cuando Nate inició su viaje.

- ¡Buenas noches para cazar el mapache! - saludó Nate cuando lo vió acercarse.

- A dios pongo por testigo Fick, que si me vuelves a citar otra película no respondo de mí - rió Brad, alzando a Nate en un entusiasta abrazo.

- ¿Quién, yo? Cualquiera diría que te he estado atosigando con citas a cada oportunidad que he tenido, uops! Ahora que lo dices… quizás recuerdo una o dos bromas… o tres o cuatro - siguió diciendo cargando todas sus bolsas dentro de la casa de Brad, una vez éste abriese la puerta. - ¿Pero sabes qué? He visto una recientemente que me ha hecho pensar… Dejar de soñar y empieza a vivir. Y creo que no es solo este año, este viaje que hecho, hay más cosas que…

Nate miró a Brad, quien trasteaba por la cocina y mascullaba cosas como “estúpidos invitados que se presentan sin avissar”, y aún así no perdía detalle de lo que Nate hacía.

- Y creo que pase lo que pase, sobreviviremos - dijo con resolución, acercándose hacia Brad. - Tenemos una amistad firme, en el peor de los casos, será un bache en el camino. - y sin dar tiempo a que Brad dijese algo más, lo agarró del cuello y lo besó.

A Brad le costó como cinco segundos entrar en el juego, pero cuando lo hizo, abrió la boca y devoró a Nate, empujándolo contra la encimera de la cocina, haciendo que este empezara a reír histéricamente y murmurase "oooh sexo en la cocina! Kinky Colbert!".

- ¿Un bache en el camino, Nate? - murmuró Brad sobre los labios de Nate, que sonreía y le devolvía cada palabra con un beso. - ¿Es así como describes nuestro primer beso?

- Nooo… - rió Nate - El bache era más bien, en caso de que me plantaras un puñetazo. Pero no te preocupes, por ti… Por este momento, por llegar junto a ti, he cruzado océanos de tiempo.

- Oh por favor, basta ya con la citas! -Exclamó Brad exasperado, mordisqueando el cuello de Nate. - Además, yo no llamaría a un año, “océanos de tiempo” - añadió en un susurro junto a la oreja de Nate, haciendo que este se estremeciera y emitiera un leve gemido.

- Sinceramente querido, no me importa - consiguió decir Nate medio riendo. Y Brad se puso como objetivo que ésa fuese la última broma sobre citas que Nate dijese, en toda la noche.

En retrospectiva, Brad debería haber sabido que no lo conseguiría. ¡Pero joder si no lo pasó bien intentándolo! Y en retrospectiva, a Brad se la traía floja mirar hacia el pasado y tanta estúpida-elitista-soplapollas retrospectiva.



Es "Mad Love", Brad!



MERRY CHRISTMASS FROM EL MARIDO!!!

(y el novio del marido!)



(the internet loves Brad & Nate!)

fic, ship:brad/nate, ai1314, fandom:generation kill

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