¡¡Feliz Amigo Invisible, Electracine!!

Jan 02, 2013 22:02

PARA:electracine
DE PARTE DE: Amigus anonimus

Título: Deja que la historia haga sus propios juicios
Fandom: Star Trek
Personaje/pareja(s): Kirk/McCoy, Spock y cameos varios
Rating: PG-13
Resumen: “No intentes ser un gran hombre; simplemente sé un hombre, y deja que la historia haga sus propios juicios.” - Zefram Cochrane
Disclaimer: definitivamente no míos, ni los personajes de TOS, ni los de JJ Abrams
Advertencias: AU-ish... o what if. O que pasaría si los personajes de ST (versión peli del 2009) hubiesen sido los actores principales de los hechos de finales del siglo XXI (línia temporal TOS). Sí, un poco lío!


Notas: Muchísimas gracias a mis amigas (ya sabéis quien) por aguantarme a lo largo del proceso de escritura -un clásico ya de cada año- y a S por hacerme un beteo exprés y no matarme por ello.
Ver notas de autor II al final.

“Nosotros, los pueblos de la Tierra, os saludamos en espíritu de paz y humildad. Al tiempo que nos aventuramos fuera de nuestro sistema solar, esperamos ganar la confianza y amistad de otros mundos.”

~**~

Prólogo

̶ ¡Maldita sea Eddy! ¿Cómo se te ha ocurrido dejarles beber tanto? - gritó Lily Sloane absolutamente furiosa - ¡Estan totalmente borrachos! ¿Cómo se supone que van a pilotar y controlar el vuelo prueba si están durmiendo la mona?

- Weeee Lily moza, ¡tómate una copa con nosotros! - entonó alegremente Montgomery Scott, Scotty para los amigos, y jefe de ingenieros del proyecto Fénix - ¡Un brindis por los avances científicos en estos oscuros tiempos! ¡Por la ciencia! ¡Por el vuelo del Fénix!

- ¡Por el vuelo del Fénix! - acompañó estusiasmadaente Zefram Cochrane, Dr. Cochrane para las futuras generaciones, ideario del proyecto Fénix, quien de un solo trago se terminó el contenido de su jarra - ¡Oh George muchacho! ¿Cómo eshtá tu encantadora esposa? - le preguntó al joven que intentaba levantarlo de su asiento.

- Winny está bien, en casa esperando ya que en cualquier momento nazca el bebé. Y a casa te vamos a llevar a ti también Zefram, venga que mañana es el gran día.

- ¡George! Tómate una copa con nosotros también - invitó Scotty - . Aún tenemos un motivo más para celebrar, ¡por el futuro baby Kirk! - e inclinándose conspiratoriamente hacia el joven George continuó - Aunque quizás sería mejor que no bebieras del caldo de cultivo del amigo Eddy si quieres que haya otros nuevos Kirks en el futuro. Su brebaje es casi más dañino para la salud que toda la contaminación del horror nuclear.

- ¡Oi Montogomery! Un respeto por mi noble caldo u os empezaré a cobrar cada consumición - exclamó Eddy, el dueño de la pequeña y única taberna de todo Bozeman - . Estamos hablando del único brebaje capaz de servir de combustible tanto para humanos como para vehículos de inyección. Venga, llevároslo a casa; agua purificada, una buena dosis de algún antioxidante sintetizado que tengáis por ahí, y un buen chute de sales minerales nada más se levanten por la mañana. No querría pasar a la história como el motivo por el que se retrasó el vuelo del Fénix.

La historia no recordaría los detalles, ni muchos de los nombres de los implicados, lo que sí que se recordaría es que Zefram Cochrane no pilotó el primer vuelo con curvatura del espacio la mañana del 5 de Abril del 2063; lo coordinó desde la estación de control con su equipo de ingenieros. En su lugar, el Fénix fue pilotado por un joven llamado George Kirk. El primer ser humano en superar la velocidad de la luz. Responsable de llamar la atención de la nave vulcana T'Plana-Hath y provocar El Primer Contacto.

El mismo joven que perdió la vida al estallar la nave en el aterrizaje. Un extraordinario piloto, pero no un ingeniero ni un científico.

Cochrane y Kirk, dos nombres que la humanidad recordaría; por sus logros y por sus tragedias.
No fue George Kirk el Kirk que acompañó a Cochrane en el recibimiento de la nave vulcana ese mismo día al anochecer. Winona Kirk y el recién nacido James T. Kirk estuvieron allí.
Y sus nombres serían recordados.

~**~

20 años después, instalaciones de la UESPA - San Francisco

Leonard McCoy - Medicinae Doctor McCoy, si aún realmente se le podía llamar de esa manera a la educación que había recibido según él - nunca había creído que la humanidad estuviese sufriendo una segunda era de oscurantismo en la devastación de la III Guerra Mundial. No teniendo en cuenta los avances tecnológicos que se habían producido en los últimos 30 años.

La experiencia de atravesar los pasillos del recinto hospitalario y el campo de refugiados anexo camino a la oficinas de la UESPA (United Earth Space Probe Agency) le estaba haciendo reconsiderar esa opinión.

Treinta años desde el final de la IIIGM, cincuenta desde que empezara el conflicto con sus ataques indiscriminados con armas de destrucción masiva sobre grandes masas de población, y las consecuencias aún eran patentes.

Malformaciones congénitas, leucemias, cáncer... la lista era inacabable. Incluso con las ayudas que habían recibido después de entrar en contacto con una especie más avanzada como era el caso de los vulcanos.

Por no hablar de los problemas de fertilidad... ¡Maldita sea McCoy! Ahora no pienses en eso, se recordó a sí mismo.

Para cuando llegó a las oficinas administrativas de la UESPA estaba totalmente desorientado y con el estómago revuelto.

Sí, ahora echale la culpa a esos pobres desamparados Leo. Como si el galón y medio de bourbon malo que te trincaste anoche no tuviese nada que ver.

Pasillo tras pasillo Leonard no paraba de cruzarse con personal de la UESPA, militares de los cuerpos pacificadores de la antigua New United Nations y de lo que quedaba de los Estados Unidos y personal médico - humano y vulcano - del reducto de que había sobrevivido de la WHO (World Health Organization).

Ni rastro, sin embargo, del despacho de Spock.

- Disculpe señorita, ¿podría indicarme cómo llegar al despacho del Dr. Spock? - terminó preguntando, cansado ya de dar vueltas. La joven lo miró como si no lo entendiera, cosa que tampoco podía descartar del todo.

- ¿Personal médico? ¿Para la WHO? - finalmente le preguntó a su vez la joven, Leonard asintió ante ambas preguntas - Siéntese en la sala de espera del siguiente pasillo a la izquierda y ahora avisaré para que vengan a buscarlo... eerrr...

- McCoy, doctor Leonard McCoy - se presentó Leonard, respondiendo a la implícita pregunta.

De camino a la indicada sala de espera Leonard trató de recordar la última vez que había visto a Spock. Hacía un par de años, en uno de los pocos simposios que Leonard se había molestado en asistir, probablemente en un vano intento de poner en perspectiva su ya en desastroso matrimonio. Ya en aquel entonces tanto Spock como su padre Sarek le habían sugerido que se mudara a San Francisco, Sarek llegó incluso a presentarle a Pyong Ko - director del complejo médico de la WHO en San Francisco, cirujano y excelente genetista. Con Dr Ko había mantenido una regular correspondencia, siempre ofreciéndole un puesto de trabajo en cuanto Leonard estuviese dispuesto a escapar de Savannah. Leo no había sentido nunca la necesidad de escapar, no hasta hacía unos meses cuando todo finalmente se había derrumbado a su alrededor y nada le ataba ya en Georgia.

Al final parecía que Spock y él iban a tener la oportunidad de trabajar juntos, algo que Leonard había querido hacer desde que se conocieran hacía años en un seminario en la recién reconstruida universidad de Ole Miss. Probablemente Spock le acabaría pinzando el nervio a los pocos días, por más que tanto él como su padre sintiesen fascinación por la naturaleza humana. Los McCoys venían con triple ración de idiosincrasias humanas, especialmente en el estado en el que Leo llegaba: sin afeitar, resacoso, con los zapatos, los pantalones desgastados y sucios.

Se dejó caer en uno de los asientos, chocando de hombros contra la persona sentada en el asiento contiguo. Le asaltó una sensación de vértigo repentino, subiéndole una náusea que amenazaba con acabar de arreglar el día.

-̶ Puede que te vomite encima -̶ le advirtió con un gruñido a su compañero de asiento.

- No sería la primera vez, aunque debo reconocer que es la primera vez que no me han ofrecido un trago antes - le respondió el joven sentado a su lado, con una irritante sonrisa de 100 wattios ya de buena mañana. Leo solía ser una persona madrugadora, pero era una madrugador gruñón, de los que se despierta con las gallinas pero se pasa tres horas refunfuñando por haberse tenido que despertar.

Aún así no pudo evitar rebuscar en su chaqueta y ofrecerle la pequeña petaca que siempre llevaba encima, provocando una sonora carcajada por parte del joven.

- Jim Kirk - se presentó el joven, dándole la mano - piloto de la UESPA

- McCoy - respondió Leo por su parte - Leonard McCoy, doctor y hueso más duro del que podrías roer, niño.

Si a Leonard le hubiesen preguntado en ese momento si creía que ese trivial encuentro con Jim Kirk sería un punto de inflexión en su vida jamás hubiese dicho que sí.

En retrospectiva, Leonard McCoy no podía haberse equivocado más. Aunque años después al recordárselo, se le oiría gruñir ¡Maldita sea, soy un medico no un adivino del tres al cuarto!.

~**~

Trabajar con el Dr. Ko era una de las experiencias más gratificantes a nivel profesional que Leonard había tenido la suerte poder disfrutar. Ko era simplemente brillante. Su entendimiento de los mapas cromosómicos era algo fuera de lo común. Leonard y él formaban un formidable equipo de investigación, y en el año que llevaban trabajando juntos, habían conseguido avanzar significativamente en conseguir una solución definitiva para uno de los mayores azotes del siglo XX y XXI: el cáncer.

Trabajar con Spock, sin embargo, era tan frustrante como vigorizante para la mente. Leonard se sentía orgulloso de poder decir que Spock sólo le había pinzado el nervio cervical dos veces. Por su parte, el número de ataques con hipospray ascendía a 5, de ellos sólo dos habían conseguido dejar inconsciente a Spock.

No era una mala estadística si se comparaba con el resto del personal de la WHO, de la UESPA, o del pequeño comité consular vulcano-terrestre que existía dentro de las oficinas de lo que habían sido las NUN.

O especialmente si se comparaba con Jim, quien a ritmo de pinzamiento por semana iba en camino de convertirse en el primer humano con resistencia en el nervio cervical.

Leonard sentía una plena admiración y respeto por la profesionalidad, rigor y la inteligencia de Spock. Y sabía que era una consideración mutua. En la práctica toda esa admiración y respeto se solía ir al traste.

Sus interacciones solían ir de la siguiente manera:

- Doctor McCoy, los últimos informes muestran que usaste una solución salina diferente a la usada en los anteriores test.

- Ahá... en el último pedido recibimos menos cantidad de carbonato así que decidí usar un sustituto. La composición no difiere especialmente, y en ningún caso afecta a los test puesto que el compuesto es hidrofílico y se elimina por filtración.

- A pesar de entender el razonamiento, considero que es un procedimiento altamente irregular.

- Spock, puede que en Vulcano tengáis todos los materiales necesarios, pero aquí en la Tierra uno se las tiene que apañar como buenamente puede - y con un amplio ademán de manos y una sonrisa torcida añadió -. Es como avanza la ciencia, con gente que se espabila ante las dificultades. Nos hace tener la mente despierta.

- No me parece la forma correcta de proceder - insistió Spock -. El método científico implica orden, planificación y consistencia.

- Quizás no sea la forma correcta Spock, pero es la forma humana.

A partir de aquí las cosas podían variar. En ocasiones Spock lo miraba de una forma que claramente gritaba “el comportamiento humano es ilógico y considero una perdida de tiempo discutirlo cuando obviamente tengo razón” y se marchaba sin decir nada más, otras veces directamente lo decía y se marchaba, y en ocasiones el conflicto escalaba hasta límites insospechados, en los que Leonard soltaba su más ilustre repertorio de insultos sureños y algunos de invención propia y Spock seguía sermoneándolo con su irritante calma y testarudez.

Esos eran los días en los Jim hackeaba el sistema de cámaras de seguridad del complejo de investigación para poder ver toda la discusión como quien veía una serie de entretenimiento.

Desde un punto de vista científico, Spock y Jim eran dos especímenes formidables para estudiar su comportamiento. Ambos complejos, imprevisibles y con infancias difíciles.

Spock había perdido a su madre vulcana siendo bien pequeño, y su padre había terminado casándose con una mujer humana tras asentarse en San Francisco en el primer centro de cooperación y diplomacia interplanetaria. Amanda Grayson había tenido la difícil tarea de criar a un hijo adoptado de otra especie. A pesar de ser biológicamentee 100% vulcano, la influencia de su madre adoptiva humana y de crecer en la Tierra tenían un peso muy importante en la formación de su carácter.

Si Spock se considerara a sí mismo un caso de estudio, seguramente diría “fascinante” solía pensar Leo.

Jim en cambio era un puzzle que Leonard no terminaba de comprender.

Al encuentro casual al que Leo no dió más importancia, le habían seguido copas, comidas apresuradas en la cantina, charlas interminables sobre cualquier cosa que le pasara a James Tiberius Kirk por la mente y una amistad que Leo aún no entendía cómo era posible pero por la que daba gracias diariamente.

Apenas llevaba un día en San Francisco y ya se estaba arrepintiendo de haber aceptado la oferta de trabajo. Spock era un fanático del papeleo, las administrativas de las oficinas centrales - compartidas entre todas organizaciones del complejo internacional e interplanetario - eran unas verdaderas brujas, el clima era sofocante y el Dr. Ko parecía sufrir el clásico mal de todo investigador: hiperactividad por excesiva ingesta de café.

Había llegado por la mañana, había estado casi una hora deambulando por pasillos hasta que le habían sentarse en una de las salas de espera hasta bien entrado el mediodía - y gracias daba que había estado entretenido conversando con el joven piloto de la UESPA, Jim Kirk - para pasar a ser torturado por la infinita cantidad de formularios que debía completar.

“Una guerra mundial y un holocausto nuclear, ciudades arrasadas completamente de la faz de la tierra, y el papeleo sigue existiendo” pensó enfurruñado Leo, saliendo por fin de las oficinas ya bien entrada la tarde.

-¡Huesos, ey Huesos! - escuchó gritar a una voz conocida.

Se giró hacia y se encontró con Jim Kirk apoyado contra una pared, saludándole con la mano.

- ¿Huesos? - le preguntó, con una media sonrisa, contento de ver una cara que no relacionara con estupidos papeles.

- Claro Huesos - le respondió riendo - , me has dicho que eres un hueso duro de roer, así que Huesos. Vamos, te invito a una copa, así si me acabas vomitando encima esta vez habremos hecho las cosas en el orden adecuado.

- ¿Solo con una copa y ya te dejas vomitar encima? - preguntó socarronamente, sin rechazar la invitación.

- No solo con una copa, y no es lo único que me dejo hacer - respondió con un guiño Jim. - Venga, conozco un tugurio donde sirven una de las mejores mezclas de toda la costa oeste, y el tabernero es casi de la familia.

Doce meses después y Jim Kirk se había convertido en una constante en su vida. Entre las noches que se quedaba a dormir en su pequeño apartamento después de salir de copas, los días que acababan con take-out y viendo alguna película de antes de la guerra, y los momentos en los que simplemente se dejaba caer por los laboratorios de investigación para hablar con quien se le pusiera a tiro, no había día que no se vieran.

Jim solía tener un efecto curioso en la gente. La mayoría de internos lo tenían como un ídolo, las enfermeras se debatían entre amarlo y odiarlo, y en general el resto de personal lo miraba con una mezcla de lástima - por su trágica infancia - y admiración por su brillante talento.

La única persona que parecía no haber caído presa del irresistible carisma Kirk era Spock, pero en su lugar acaban embarcados en interminables partidas de ajedrez y largos debates sobre desarrollo planetario, innovación científica, historia, y política sobre conflictos armados.

Leo en cambio tenía el privilegio de ver al Jim más taciturno, más reflexivo, más intenso...
El Jim Kirk que se obsesionaba con los problemas de vuelo de los nuevos prototipos de nave, el que se quedaba con la mirada perdida observando la zona de seguridad reservada para afectados por la radiación, el que apenas hablaba de su madre o de su infancia, y el que jamás celebraba su cumpleaños.

Jim sin adornos ni máscaras.

Con los ojos azul brillante mirando al firmamento, trazando imaginarias rutas de exploración en el cielo con sus manos, y una leve sonrisa de ensoñación.

Ese era el Jim que Leo veía y atesoraba esa imagen, sabiendo que probablemente fuera una de las pocas personas de todo el mundo en haber visto esa faceta.

Ese era el Jim Kirk que miraba a Leo en sus días malos, cuando el dolor por la muerte de su padre y de los intentos frustrados de Joce de tener un bebé a pesar de los abortos se hacía demasiado, con una intensidad que le cortaba la respiración a Leo.

- Venga Huesos - solía decirle, pasándole un brazo por los hombros y arrastrándolo hacia el barrio chino en días como esos -, hoy he tenido un día horrible y necesito que me invites a una copa - ambos conscientes de quien era que había tenido un mal día y necesitaba esa copa.

De ese Jim, que mezclaba osadía, candidez, fuerza y vulnerabilidad como si no fuesen conceptos opuestos, Leo era consciente de estar convirtiéndose en un adicto.

~**~

Cuando llegó la noticia del ataque Kzinti Leonard estaba en plena discusión con Spock sobre que sistema de modelización era más óptimo para la reconstrucción de cadenas proteicas.

- ¡No, maldita sea Spock! Para ti será mejor visualizador, pero para mi es mucho más intuitivo... ¿Jim? - interrumpió Leonard su diatriba al ver entrar a Jim: mandíbula tensa, pálido, pupilas dilatadas y la mirada ligeramente desenfocada.

- Ha habido un ataque - exhaló Jim -, la USS Hood ha sido atacada por una nave Kzinti. No se sabe aún el balance de bajas ni se tienen detalles de qué ha sucedido exactamente.

La USS Hood... dios santísimo, la madre de Jim estaba asignada en esa nave como personal de investigación, Jim... pensó Leo.

- Se están centralizando las pocas naves que tenemos en la UESPA ahora mismo y se ha convocado a todo el personal disponible... - siguió explicando, acercándose hacia Leonard hasta quedar justo frente él - Me voy ya hacia allí y no sé si... no sé cuando volveré o si...

Antes de que Jim pudiera terminar la frase Leo lo tenía envuelto en sus brazos, la cabeza justo bajo el hueco de la barbilla.

- Estará bien Jim - le susurró al oído -, tu madre es una superviviente. Y tu también vas a estar bien, ¿me entiendes Jim Tiberious Kirk? No me hagas perseguirte más allá de la muerte para sermonearte por tomar riesgos innecesarios.

Notó como Jim se tensaba en sus brazos durante unos segundos, hasta que se dejó ir, casi como un globo desinflándose, quedándose totalmente laxo.

- ¡Huesos! No sabía que te importara tanto - bromeó Jim, separándose de él y golpeándolo en el hombro.

- Disculpa que me inmiscuya, Jim - interpuso Spock - pero ¿se sabe qué posición va adoptar el Alto Consejo Vulcano?

Jim se encogió de hombros, y con las manos en los bolsillos se apoyó contra una de los bancos del laboratorio.

- Estamos solos en esto - respondió Jim -, hasta donde sé el Tratado del Primer Encuentro no impide el apoyo en caso de ataques exteriores, pero creo que tu gobierno simplemente prefiere no interferir y ver cómo nos comportamos en una situaciones bélicas.

Spock asintió al tiempo que Leonard frunció el ceño, a punto de lanzar unos cuantos improperios sobre lo que pensaba sobre el punto de vista vulcano y su estúpida indiferencia y manía de no intervención, pero se paró al mirar a Jim.

Dios Jim, hay tantas cosas que... Había tantas cosas que Leo no había dicho, tantas cosas que debería haber dicho, tantas cosas que se habían quedado colgando en el aire, y tanto tiempo perdido y ahora tan poco para decirlas.

- Jim... - pronunció en una exhalación, y se acercó de nuevo cogiéndolo del brazo.

La mirada de Jim fija en sus ojos, intensa, sin desviarse . Abrió la boca, como para si fuese a decir algo pero debió de cambiar de idea, porque la cerró inmediatamente sacudiendo ligeramente la cabeza.

- Me tengo que ir ya o Pike me va a volver cantar las cuarenta, pero cuando vuelva - dijo Jim, dejando un silencio para que Leo entendiera que iba a volver, que no era un condicional sino un hecho - recuerda que es tu turno de pagar por las rondas. ¡Hasta luego chicos! ¡Deseadme suerte luchando contra los mininos espaciales!

Y con una palmada en la espalda de Leonard, se fue por donde había aparecido.

~**~

La guerra con las Kzinti sería el primer conflicto interplanetario en el que los humanos se verían involucrados. Un conflicto que se prolongaría durante cuatro grandes guerras, todas iniciadas por ataques Kzinti a naves terrestres, a lo largo de tres años y medio.

En los tres que ya habían pasado, tres interminables largos años durante los cuales Leonard apenas tuvo un día libre con la constante llegada de heridos de las diferentes naves luchando, San Francisco se había convertido totalmente en el centro neurálgico de toda la flota terrestre.

Estar ocupado ayudaba a no pensar en Jim, con la mente centrada en el paciente en sus manos y turnos de dieciséis horas en el hospital, conseguían dejarlo suficientemente agotado como para que conciliar el sueño no fuera imposible.

Los sueños no eran tan fáciles de controlar... Continuas pesadillas de Jim muriendo de innumerables maneras dejaban a Leonard agitado y sudoroso, esperando en vano recibir un nuevo mensaje que le confirmara que Jim seguía vivo.

El espacio es enfermedad y peligro, todo envuelto en oscuridad y silencio se había convertido en uno de los mantras preferidos de Leonard. De todo eso, lo que peor llevaba era el silencio.

Las comunicaciones subespaciales dejaban mucho que desear aún por más estuviesen ya acabando el siglo XXI. Y aún dejaban más que desear si se trataban de mensajes personales y no de comunicaciones oficiales vitales para el progreso de la guerra.

En tres años que llevaban de conflicto Leonard sólo había recibido mensajes de Jim en diez ocasiones, en cada una de ellas sin embargo habían mensajes acomulados de tres meses en los que Jim volcaba todo aquello que le pasaba por la mente. Como si estuvieran cara a cara con una cerveza en la mano y se hubiesen visto ayer mismo.

Cada compilación de mensajes dejaba a Leonard con la bilis en la boca, las emociones a flor de piel y la mano tensa sujetado el vaso bourbon que necesitaba para enfrentarse a lo que era leer el conflicto a través de las palabras de Jim. Sus pensamientos sobre el enfoque de la guerra, sobre como se estaba avanzando en los nuevos motores de luz para potenciar al máximo las naves de guerra, sobre los posibles desenlaces, sus divagaciones sobre los Kzinti o simplemente sobre el día a día de vivir durante tres años en una nave espacial.

Algunos mensajes le hacían soltar una carcajada.

Toda esta guerra es de lo más ridícula Huesos, cada vez que pienso que estamos luchando contra unos gatos espaciales me dan ganas de reírme, ¡es que parece de coña! Sí, sí... ya sé que no son realmente gatos espaciales, de la misma manera que tu colega Spock no es un elfo espacial. Pero vamos Huesos, ¿una especie extraterrestre de rasgos felinos? Los he visto en persona ¿sabes? Y son como grandes gatos bípedos, pero con ropa... Lo que me hace preguntarme, ¿se ponen la ropa porque en el resto del cuerpo no son tan peludos como en el rostro y las manos?

Otros le hacían fruncir el ceño y lo dejaban preocupado por como todo este conflicto iba a afectar a Jim psicológicamente. Puede que fuera una de las personas más fuertes que hubiese conocido mentalmente, pero todo el mundo tiene un límite.

¿Qué sentido tiene todo esto? Puedo entender el inicio de este conflicto, pero qué los impulsa a seguir. En los tres grandes enfrentamiento que han sucedido, hemos salido victoriosos - por decirlo de alguna manera, más o menos - y sin embargo siguen volviendo a atacar. ¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿Aniquilarlos? ¿Borrarlos del universo? ¿Bombardear todo su sistema con armamento nuclear? ¿Pararán entonces, cuando se les caiga la piel a tiras por culpa del horror nuclear? ¿Vale la pena ganar a ese precio?

A veces sentía que los celos lo corroían por dentro antes de recordarse que no tenía ningún tipo de derecho - o motivo, se insistía constantemente - a estar celoso cuando Jim le hablaba de algunas personas en particular.

Creo que Uhura de comunicaciones se está ablandado finalmente, ya decía yo era imposible que alguien se resistiera a mis poderes de seducción. En lo que llevamos de semana, solo me ha insultado una vez al día, y ya no lo hace ni con la mitad de mala leche que solía hacerlo. No sé porque me odio tanto, la verdad, no es como que fuera culpa mía que la pillara en ropa interior en los vestuarios. En serio Huesos, el horrible uniforme que nos hacen llevar a todos no le hace justicia al cuerpo de esa chica. Probablemente a ninguna le hace justicia... ¡Pero si incluso esconde mi maravilloso trasero!

De vez en cuando arrojaban un rayo de esperanza.

Creo que estamos cerca, si no estalla otra gran campaña en los próximos dos meses, creo que Scotty tendrá listo el nuevo motor de curvatura. Te imaginas, Huesos... ¡No solo poder volar en grandes naves con los motores subluz, sino con toda la potencia de salto en el espacio! El primer motor que desarrolló Zefram no tenía suficiente potencia para naves de clase estelar, pero Huesos, de verdad que creo que Scotty lo tiene ya casi listo. Y eso sí que podría definitivamente poner punto y final a todo este desastre.

Y otras veces le encogían el corazón.

Nunca creí que diría esto, pero creo que incluso empiezo a echar de menos tu manía de atacarme con el primer hipospray que cae en tus manos

Trabajar en el hospital anexo a la UESPA y al centro de mando del conflicto tenía sus ventajas. Quizás no podía conseguir mantener una correspondencia más regular, pero al menos podía confirmar que Jim seguía vivo. No era mucho, pero le ayudaba a respirar sin sentir pinchazos de ansiedad.
Para todo lo que Jim le explicaba, era muy reservado en cambio en compartir todos los logros que estaba consiguiendo. Casi como si se avergonzara de ser un piloto brillante, un estratega excepcional y de prosperar profesionalmente.

Si no fuese porque la UESPA era como cualquier otra organización, un patio de colegio con los cotilleos, y porque Spock y su padre estaban trabajando en el consejo vulcano que supervisaba el conflicto como tercera parte neutral no implicada, ni se habría enterado de que Jim había sido nombrado primer oficial.

- Debes sentirte orgulloso de Jim - le había dicho una mañana Spock, así sin que viniera al caso.

- No tengo ni la menor idea de lo que estás hablando Spock, así que maldita sea dime si tienes noticias de Jim porque hace tres meses que no he recibido ningún mensaje - le replicó Leonard, el estómago ya revolviéndosele antes las innumerables posibilidades de nuevos líos en los que Jim se habría podido meter.

- Oh... Pensaba que en su última comunicación ya te lo habría comentado, al fin y al cabo fue hace cinco meses cuando comandó el escuadrón de mono-naves que acabó con la flotilla que se acercaba a la Enterprise cuando estaba en plenas reparaciones - explicó Spock, quien parecía no importarle que el humor de Leonard hubiese empeorado hasta límite insospechados, con lo que no tenía ningún reparo en no suavizar ninguna situación.

- Por supuesto que el muy idiota se se atrevería a enfrentarse a una nave Kzinti en una mono-nave, seguro que hasta se ofreció voluntario - gruñó Leonard, parte exaltado de satisfacción porque el mundo finalmente vería lo que él llevaba años sabiendo, que Jim era simplemente un genio en todo lo que se proponía, y parte absolutamente furioso y por no haber sido puesto al corriente de todo esto por el mismo Jim.

- Ser ascendido a comandante y nombrado primer oficial de la Enterprise con menos de 25 años es un gran logro, Leonard - interpuso Spock, mirándolo con curiosidad, sin acabar de entender porque ese repentino enfado.

- Esa ya lo sé, ¡maldita sea! No necesito que nadie me diga lo brillante que es Jim, simplemente preferiría que siguiera siendo un simple cabo si con eso garantizase que volviese a casa sano y salvo.

- Pero entonces no sería James Kirk...

- No, no lo sería - aceptó Leonard, porque ambos sabían que Jim Kirk jamás se conformaba, jamás se daba por vencido, y jamás aceptaba que no hubiese una solución, y si para ello tenía que jugarse el cuello o saltar al vacío, lo hará con una sonrisa triunfal en el rostro.

Jim Kirk era así, y esa era una de las muchas razones por las que Leonard se había enamorado de él. No tenía caso seguir negando realidad. Leonard sentía una atracción que sobrepasaba lo físico e iban más allá, englobando todas las pequeñas idiosincrasias que hacían a Jim un individuo maravillosamente único.

Caer en la cuenta de que se había enamorado de su mejor amigo cuando este lleva años sin pisar el planeta, luchando una guerra contra unos testarudos felinos, no era entraba originalmente en el plan de Leonard cuando había huido de Georgia. Y sin embargo nunca se había estado más seguro de nada en toda su vida. Quizás porque nunca había conectado con alguien de la manera que lo hacía con Jim.

¡Y maldita sea si no pienso decírselo en cuanto tenga la oportunidad de tenerlo cara a cara! se recordaba a menudo. Entre sus miedos e indecisiones, y la dichosa guerra, Jim y él ya habían perdido demasiado tiempo. Si Jim era suficientemente valiente para enfrentar sus miedos, como volar en una nave de curvatura como en la que murió su padre, Leonard no iba a acobardarse ante la posibilidad de que Jim no sintiese lo mismo. Su amistad era suficientemente fuerte como para sobrevivir al rechazo.

Solo necesitaba tener a Jim delante. Lo que no resultaba fácil con una guerra teniendo lugar alrededor de ambos.

O que cuando finalmente sucedía, no lo hacía de la de manera que permitiese tener ese tipo de conversación.

Tres años sin ver Jim, y cuando por fin lo tenía frente a sus ojos el decoro de las circunstancias le impedía rodearlo en un abrazo, tal y como le gritaba cada una de las células de su cuerpo.

Aún así, el simple hecho de verlo en persona era suficiente por el momento.
Cuando Spock le explicó que la Enterprise venía de regreso a la Tierra para finalizar la instalación del nuevo motor de curvatura y poder realizar el salto de prueba, a Leo el corazón le dió un vuelco. Cuando le sugirió que se ofreciera como personal médico de emergencia para revisar a la entera tripulación de la Enterprise, prácticamente habría podido besar a Spock de pura felicidad.

¡Voy a ver a Jim! se dijo jubiloso.

Decir que Jim estaba cambiado era tan obvio que Leonard se dió una colleja mental ante tal pensamiento, ¿a quién no lo cambia una guerra?.

Jim se veía más centrado, más sólido, más asentado en el suelo bajo sus pies, y a la vez toda aquella intensidad que se observaba en su mirada, esa especie de fuego contenido que parecía poder arrasarlo todo se había desbocado por completo.

James Kirk vestido de oficial, en su elemento, en plenitud de sus capacidades, era una visión absolutamente deslumbrante.

Y maldita sea si no lo encuentro aún más atractivo si acaso es posible!, pensó Leo.

- Huesos… - había susurrado Jim cuando lo vio subir a la nave con el resto de personal médico. Y durante unos segundos sus miradas conectaron, entrelazándose, tratando de decir todo aquello que no se podían decir con palabras - ¡Bienvenido a la Enterprise! - había terminado diciendo, con un energético apretón de manos, y mirando al resto de personal médico añadió - Sed todos bienvenidos a nuestra nave, en nombre de toda la tripulación os agradezco que podáis echarle una mano a nuestro pequeño equipo sanitario, lo necesitan y solo vamos a estar en la Tierra unas pocas horas.

Durante toda la estancia de Leonard abordo, Jim apenas se apartó de su lado, sus ojos siguiendo todos y cada uno de sus movimientos, observándolo con una intensidad que si no fuera porque Leo estaba trabajando atendiendo pacientes, le habría hecho sonrojar.

Justo antes de desembarcar, Jim le posó una mano en el brazo, reteniéndolo junto a él.

- Hemos instalado ya el nuevo motor, vamos a hacer el salto con una tripulación vertebral mínima, y si todo sale como esperamos, embarcaremos de inmediato con el material para equipar al resto de la flota - explicó Jim, clavando a Leonard con la mirada en el sitio donde se había parado -. Si todo sale bien, podría significar el fin de la guerra, Huesos…

- Lo sé, Jim - respondió Leo, acercándose más a Jim, reduciendo la distancia entre ambos a prácticamente inexistente.

- Huesos, cuando vuelva…

- Cuando vuelvas te debo una copa, ¿recuerdas? - le interrumpió Leonard, agarrando por su parte a Jim del hombro.

- Es verdad, llevas años debiéndome esa copa - una sonrisa amplia se dibujó en el rostro de Jim, los ojos parecían brillarle con una emoción que Leonard creía interpretar pero temía ser imprudente.

Volver a dejar a Jim marcharse le desgarró el alma, pero no había nada que pudiese hacer. No cuando el salto de curvatura había sido un éxito y la Enterprise era necesaria para terminar con esa guerra de una vez por todas.

Leo recordaba esas semanas, entre la partida de Jim y recibir noticias de los acontecimientos en el frente, como rodeados de una niebla que le impedía ver los detalles. Era consciente de haber ido a trabajar, de atender a sus pacientes, de operar en el quirófano, de realizar pruebas de ensayo con Ko en su estudio sobre como curar la leucemia, de comer con Spock en la cantina del complejo central; pero todo había sido ejecutado en piloto automatico, su mente a años luz de allí.

Lo que sí que recordaba con absoluto detalle es lo que estaba haciendo cuando llegó la tan deseada noticia. Ko y él practicaban un test de inhibición de una secuencia alélica, cuando uno de los internos entró corriendo en el laboratorio, lágrimas en los ojos.

Durante unos instantes se temió lo peor y un frío glacial le congeló las entrañas.

Había sobrevivido a ver a su padre consumirse por los tumores causados por la larga exposición a radiación, había sobrevivido a perder a dos bebes nada más nacer debido por las innumerables malformaciones, y a ver a Joce sufrir con tres abortos más. Había sobrevivido a todo eso y había conseguido rehacer su vida.

De la muerte de Jim no habría forma humana de recuperarse.

- ¡La guerra ha terminado! ¡Los Kzinti se han rendido! - exclamó la joven entre lágrimas y risa histérica.

Leonard se dejó caer en su taburete - no recordaba haberse puesto en pie- respiró hondo, y elevó una silenciosa oración de agradecimiento para quien pudiese escucharla.

Salió de inmediato hacia las oficinas de la UESPA, espera poder encontrar a alguien por allí que pudiese darle más detalles, en especial sobre cierto primer oficial en particular.

La suerte debía estar de su lado, porque encontró a Spock y sus padres junto con el almirante Barret.

- Gozosos días Leonard - le saludó Sarek - por fin tu mundo podrá disfrutar de la tan merecida paz. Y mucho le debemos a tu joven amigo James Tiberius Kirk.

Leonard miró al almirante Barret, tantas preguntas revoloteando en su mente que no sabía por dónde empezar.

- Jim tuvo que reemplazar a Pike, cuando este sufrió heridas causadas por uno de los ataques Kzinti - explicó Barret -, como capitán en funciones dirigió el ataque con saltos de curvatura que finalmente hizo capitular a los dichosos Kzinti. No sólo eso, cuando el alto al fuego fue pactado y se recibió la rendición, el capitán kzin Chuft solicitó que Kirk formara parte de las negociaciones. Por lo que se ve, el poder bélico es extremadamente importante en su cultura y en parte sienten que no han sido vencidos por la flota terrestre sino por Jim en concreto.

Leonard no pudo evitar echarse a reír. Jim… Jim y su miedo a no ser capaz de vivir una vida plena y no ser recordado por nada que no fuese ser el hijo de George Kirk , y de pronto se había convertido en el primer ser humano en recibir la rendición de toda una especie extraterrestre a su persona.

- Una nave vulcana va a viajar hacia el sistema Kzinti para supervisar el tratado de paz como observador neutral - dijo Spock, la cabeza levemente inclinada, observándolo con curiosidad -, y estoy seguro que en el frente agradecerán el recibir ayuda de un cirujano de tu talento, Leonard.

Leo miró a Spock estupefacto.

- Es cierto - explicó el almirante Barret - vamos pedir que se lleve un pequeño contingente de apoyo y más provisiones. Si quiere ir doctor McCoy, me aseguraré de que esté en la lista de personal autorizado.

- Será un honor - respondió solemnemente, conteniendo toda la alegría que le recorría el cuerpo como si fuese energía en estado puro.

¡A la mierda el decoro! se dijo a sí mismo. Y en un acto impulsivo y sin pensarlo, abrazó a Spock y al almirante Barret.

- ¡Gracias! ¡Muchísimas gracias! - les dijo cuando los soltó, su rostro mezcla de turbación y vergüenza ante su comportamiento, al tiempo que sonriendo sin parar. Dio media vuelta y se alejó, escuchando de fondo la risa de Amanda Greyson, absolutamente divertida por toda la escena y la más que asegurada cara de sorpresa de Spock.

~**~

El espacio es enfermedad y peligro, todo envuelto en oscuridad y silencio se repitió constantemente Leonard durante todo el viaje en la Vahklas, seguido de mil y una razones por las que debía confiar en la integridad de la nave.

Es un crucero vulcano, ¡nos llevan siglos de ventaja! Así que relájate McCoy y confía en los orejas picudas solía recordarse, no que le sirviera de algo. El nudo en el estómago por esta volando en una caja metálica por el espacio no era racional.

Las fobias raramente lo son.

No por eso iba a quedarse atrás y no aprovechar la oportunidad de ver a Jim, de asegurarse de que estaba sano y salvo, y de darle un buen tirón de orejas por los innumerables riesgos innecesarios que estaba seguro que Jim había corrido en su breve periodo como capitán en funciones.

En apenas seis meses Jim había perdido considerablemente bastante peso, se le veía pálido y ojeroso y sin embargo irradiaba energía y se movía como si en lugar de sangre por las venas le corriera el combustible de la Enterprise.

- ¡Huesos! - exclamó cuando finalmente Leonard llegó al sistema Kzinti y embarcó en la Enteprise. En esta ocasión ni el decoro, las formas o las circunstancias impidieron que Jim se le lanzara encima en una abrazo que por un instante le cortó la respiración - Cuando Barret me informó de que venías en la Vahklas apenas podía creérmelo. ¿Tú? ¿Volando por el espacio? ¡Imposible!

- Ya bueno... alguien tiene que asegurarse de que duermes y te alimentas bien - le respondió sonriendo, pinchando con un dedo a Jim en las costillas - Que parece que vamos a tener que llamarte Huesos a ti.

- ¡Ja ja ja! La comida de abordo es una porquería - se defendió, tratando de apartarse aún riendo de las manos de Leonard.

- ¿Cosquillas, Jim? - le susurró al oido justo antes de dejarlo marchar. Jim le lanzó una mirada radiante y le guiñó un ojo al tiempo que daba un par de pasos hacía atrás.

- Venga, déjame que te muestre tu camarote y ya enseguida te suelto en la enfermería para que planees con Puri el ataque de los hiposprays.

El tratado de Sirius sería recordado en los libros de historia como el punto y final de las cuatro Guerras Terrestre-Kzinti. Un tratado de no proliferación de armas y completa desmilitarización de todo el gobierno kzin, firmado en la nave neutral Vahklas con representes de las flotas terrestres y kzinti, bajo la supervisión de un pequeño consejo de observadores vulcanos.

En las parte final del tratado, junto a los nombres del presidente de emergencia de las NUN - reconstituidas únicamente para coordinar la defensa terrestre - , el comandante supremos Kzin y los observadores vulcanos, también quedó registrado el nombre de James Tiberius Kirk.

Leonard no podía entender como firmar un papel diciendo que la guerra se había acabado podía llevar cuatro meses de negociación. Mejor dicho, lo entendía intelectualmente pero a la práctica no podía evitar desear que todo acabara de una maldita vez para poder volver a casa.

A casa... a la Tierra.

Con Jim.

Porque lo que sí sabía con absoluta certeza es que no pensaba volver a separarse a de Jim, y si este tenía que seguir en el sistema Kzinti hasta que concluyeran las negociaciones, Leonard también.
Al fin y al cabo, no es como si no estuviese ocioso: la enfermería de la Enterprise y del resto de naves de la flota terrestre eran un completo caos de ir y venir de heridos.

Para cuando finalmente se les permitió poner rumbo hacia la Tierra, Leonard casi se había acostumbrado ya a la idea de volar en una nave. Lo suficiente como para permanecer en el puente de mando para ver a Jim dar la orden de salto hacia casa.

Nunca la sensación de ser lanzado a la velocidad de la luz le había parecido tan maravillosa.

Si Leonard tuviese que decir como imaginaba el momento en el que tendría a Jim para él solo, sin interrupciones, sano y salvo, sin guerras a la vista, y todo el tiempo del mundo para poder finalmente decir todo lo que llevaba tres años y medio queriendo decirle, seguramente no hubiese imaginado que sería de una manera tan natural, como si Jim jamás se hubiese marchado y el tiempo no hubiese pasado.

Y sin embargo nada se sentía más correcto que Jim siguiendolo, petate en el hombro, de camino al pequeño apartamento de Leonard.

- Espero que no te importe que me quede esta noche - le había dicho justo al desembarcar finalmente de la Enterprise y conseguir escapar del complejo de la UESPA ̶ porque diría que ya no tengo mi apartamento disponible.

- No es como si fuese la primera vez - le había respondido Leo, caminando hacia la salida, sabiendo perfectamente que Jim le seguiría.

Y ahí estaban, una vez más en su apartamento, con Jim tomando posesión del espacio como si realmente viviera allí: botas por aquí, bolsa por allá y un ¿te importa que use yo la ducha primero? Ni te imaginas como he echado de menos poderme dar una ducha sin racionamiento de agua..., y Leonard sin saber como decir todo lo que quería decir o por donde empezar.

- Eeey... - escuchó justo a su espalda. Jim debía haber acabado ya con la ducha y Leo ni se había dado cuenta.

- ¿Mejor? - le preguntó, girándose perezosamente, apoyándose de espaldas contra la ventana.

- Ni te lo imaginas... - respondió Jim, con una sonrisa cansada, se le veía tan agotado, como si finalmente el cansancio de tres años y medio de guerra le hubiese llegado de golpe - Huesos...

- Jim... - dijeron ambos al mismo tiempo, provocando un momento de risa nerviosa en ambos.

Leonard sonrió, porque hacer las cosas complicadas, cuando entre ellos siempre todo había sido tan simple. Pasó una mano por la nuca de Jim, dejándola allí, firmemente sujetando la parte posterior de la cabeza de Jim, obligándolo a inclinarse hacia delante, hasta quedar ambos con los frentes juntas.

- Me debes unas copa - susurró Jim, una sonrisa en los labios y los ojos expectantes.

- Cierto... y esta vez prometo no vomitarte encima - le respondió divertido.

- No, sería una lástima - Jim cerró ojos y respiró profundamente -. Especialmente cuando hay muchas otras cosas que me dejo hacer después de que me inviten a una copa.

- ¿Como por ejemplo? - preguntó Leonard, rozando ligeramente su nariz con la de Jim.

- Pues ahora mismo se me ocurren un par o tres, pero ya me conoces Huesos... Siempre estoy abierto a explorar nuevas posibilidades - y simplemente lo besó.

Un beso concienzudo, intenso y totalmente abrumador. Tal y como Jim lo hacía todo.
Porque Jim Kirk no temía a nada y Leonard había aprendido a que si estaba con Jim, tampoco existía nada en el universo que pudiera temer. Y la historia así los recordaría.

~* FIN *~

Notas II: Diría que me ha costado sangre, sudor y lágrimas sacar este fic adelante. Pero sería mentira, lo que sí es verdad es que me ha costado horas de sueño perdido, dolores de cabeza, ansiedad, y lágrimas -me quedé tirada fuera de casa uno de los días en los que tenía que escribir a matar.
Espero que te guste, de verdad que lo espero. Hubiese preferido no tener que escribir esta historia bajo tanto estrés y haberme podido extender más, pero en real life is a bitch. De todos modos, le he puesto todo mi cariño y mi esfuerzo, así que espero que al menos solo por eso ya lo puedas apreciar.
Por cierto, ningún hecho ha sido inventado por mí, puedes buscarlo todo en wikia - Memory Alpha, simplemente he cambiado los personajes y he modificado un poco la cronología.


personaje:spock, fic, ai1213, fandom:star trek, ship:kirk/mccoy

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