Espirales a ningún sitio

Mar 21, 2007 13:02



Empiezan con un latido de corazón que me hace pensar en lo frágil que soy, sólo un animal, encerrado en los límites de su conciencia.

Siguen con la idea de que antes o después moriré, ya no habrá más yo y nunca volverá a haberlo, me perderé para siempre. Se aceleran los latidos del corazón mientras mi cuerpo protesta.

Después viene inevitablemente el descubrimiento, por vez número un millón, de que nada es realmente importante, no importa lo que pasa, no importa quién me pase. Sólo me importo yo y las cosas que a mí me afectan (que son muchas veces las cosas de otros). A los demás les ocurre lo mismo. Nada es bueno o malo, salvo en los juicios morales, las cosas son como deben ser, porque así estamos hechos.

A eso le sigue una reflexión sobre la falsa libertad con la que me muevo, un análisis de cualesquiera que sean los impulsos animales, todo eso con lo que venimos programados y de lo que no sabemos o no queremos darnos cuenta, que acierte a entender que están controlando mis decisiones o las de los que me rodean.

Y acabo con esa pesadez que me queda siempre que vuelvo a recordar que vivir es esto, aunque la mente desde la cual experimento mi vida pueda imaginar más, pretenda inútilmente exigir algo mejor, menos decepcionante, menos burdo. Esa mente que olvida tantas veces que es sólo la voz de una conciencia al servicio de las demandas de un animal.

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