Los demonios de los demás
Entiendo, empatizo, explico, consuelo, escucho, convenzo.
Y se repiten.
Entiendo, empatizo, explico, consuelo, escucho, convenzo.
Y se repiten.
Entiendo, empatizo, aguanto, espero, razono, esquivo torpemente los golpes.
Y se les pasa.
Y en el proceso me canso, me enfado, me esfuerzo, me duelo, me refugio donde puedo.
Y me dan unas ganas horribles de mandarlos a todos a la mierda. De coger a mi hermano y largarme, y que se queden compartiendo sus miserias entre ellos.
Pero no puedo, y en realidad no quiero. Porque soy así. Y no querría ser de ninguna otra manera. Porque los que se equivocan son ellos, los torpes son ellos, los cobardes son ellos. Porque al menos yo miro cara a cara a mis defectos y me enfrento, y no me excuso, no me escondo y sobretodo no dejo que los demás paguen por ellos.
Sé que me equivoco, que estoy siendo injusta y me estoy olvidando de lo mucho que han mejorado, de lo que les ha costado llegar a donde están. Pero creo que me merezco permitirme de vez en cuando el lujo de estar hasta los cojones de que lo mío sea una excepción, no una norma.
A lo mejor la que lo está haciendo mal soy yo.
Y se repiten.
Entiendo, empatizo, explico, consuelo, escucho, convenzo.
Y se repiten.
Entiendo, empatizo, aguanto, espero, razono, esquivo torpemente los golpes.
Y se les pasa.
Y en el proceso me canso, me enfado, me esfuerzo, me duelo, me refugio donde puedo.
Y me dan unas ganas horribles de mandarlos a todos a la mierda. De coger a mi hermano y largarme, y que se queden compartiendo sus miserias entre ellos.
Pero no puedo, y en realidad no quiero. Porque soy así. Y no querría ser de ninguna otra manera. Porque los que se equivocan son ellos, los torpes son ellos, los cobardes son ellos. Porque al menos yo miro cara a cara a mis defectos y me enfrento, y no me excuso, no me escondo y sobretodo no dejo que los demás paguen por ellos.
Sé que me equivoco, que estoy siendo injusta y me estoy olvidando de lo mucho que han mejorado, de lo que les ha costado llegar a donde están. Pero creo que me merezco permitirme de vez en cuando el lujo de estar hasta los cojones de que lo mío sea una excepción, no una norma.
A lo mejor la que lo está haciendo mal soy yo.