!יום הולדת סמח

Apr 20, 2015 20:36

Happy and belated birthday!

¡Con mucha emoción me doy cuenta que el blog ya cumple seis años! Antes, cuando era más joven, el paso del tiempo se me hacía eterno: me acuerdo que mientras aprendía un montón de cosas que en aquel momento no entendía para que servirían (hasta cierto punto es la ventaja de la educación memorística, mientras recites los contenidos el día del examen todo está bien y no hay otras molestias que impidan a la mente dedicarse a otros menesteres),pensaba en lo mucho que faltaba para las vacaciones de verano o en el festival de Día de las Madres, donde toda la escuela presentaba bailables, o en cómo iba a quedar el vestido que habían mandado a hacer (como el maestro de danza se esforzaba mucho en escoger y montar los cuadros, había veces en que era más fácil encargar el vestuario que emprender una búsqueda que podría ser infructuosa).

¿Qué ha pasado en estos seis años? Tal vez todo y nada. Da la casualidad que ese lapso ha coincidido con mis proyetos académicos (lo que me hace pensar, ¿este sitio tendrá el honor de anunciarles cómo arranca y concluye un tercero?), con fines e inicios (¿o será que en realidad sólo sean prolongaciones) de ciclos, con una serie de cosas de las que no se es muy consciente hasta que pasan días, meses o incluso años. Puede que esa sea la función de la historia - esa gran ausente en los inicios del blog pero que, poco a poco, ha ganado terreno -: situarnos frente a lo que fue y darnos pistas para hacerlo inteligible, labor que, por cierto, a veces se antoja como una cruzada destinada al fracaso para salvarnos del sinsentido .

¿Contrasta el estilo de este último párrafo con la primera entrada, no? En ese entonces el blog no tenía otra intención que ser un espacio para subir fan fictions, reflexionar (la palabra correcta sería despotricar) sobre lo que pasaba en mis series de ánime favoritas, Bleach y Naruto, o escribir sobre asuntos que me llamaran la ateción, como las películas que llego a ver. En sí, no sera diferente a otros sitios de otras escritoras de fics.Al ver sus sitios y la cantidad y calidad de las cosas que compartían,me encantó la idea de tener un sitio así: con música, fan arts, drabbles y simples pensamientos sobre lo mucho que apesta o de lo maravillosa que es la vida en un momento dado. Si pasan por todas las entradas se darán cuenta que, en cierto sentido, mi blog dista mucho de cómo pensé que sería. Ya tiene un rato que no cambio su apariencia, no hay un playlist (hasta la fecha ignoro cómo se puede incorporar uno en livejournal), y las entradas son muy esporádicas. Pero, si por algo me he resistido, en primer lugar, a la tentación de mudarme (¿igual y en blogspot sí puedo incorporar mi soñada playlist?) y luego a la de cerrarlo, es porque me gusta venir aquí y pensar de qué va a ser la siguiente entrada, cómo debo escribirla, qué canción debo escoger para llenar el recuado que dice "music"... Tal vez tener un blog no resutó como lo había imaginado cuando lo abrí, pero puedo decir que me ha agradado tener uno y que visitarlo siempre es un motivo de alegría.

No he preparado un fic par conmemorar esta feliz ocasión ("Á mon retour aún está incompleto y no tengo ni idea de cuándo pueda retomarlo), un top musical (ya saben que de si algo soy fan, es de hacer recuentos) o tomas fotográficas, porque tiene un rato desde que no hago una serie (como las de Byakuya à la ville), pero a cambio les dejaré con un oldie. Se trata de un fic de intercambio para el Amigo Invisible Sin Fronteras (un intercambio de fictions navideño) y, si la memoria no me falla, correspondería a su edición 2012. Lo he elegido porque es un buen ejemplo de que, aunque sean fictions (para muchos, pininos en el arte de escribir), incluyen algo de nosotros. En mi caso, mi gran cariño hacia la sección de literatura francesa, tanto de mi facultad, como de Biblioteca Central. Tanto a los lugares como a las personas (e incluso a los objetos) se les termina guardando cariño y en mi caso, el rincón de libros franceses siempre está ahí para brindar más historias, más personajes y más autores, o simplemente, para recordarme a mis good old pals.

¡Espero que lo disfruten!



In between books.

I
De entre los pasillos de la biblioteca había uno en el que, tarde o temprano, terminaba por detenerse. Ser hijo de un acomodado miembro de la mafia le había dado la oportunidad de aprender distintos idiomas además de su lengua materna y, gracias a eso, no tuvo ningún problema para comunicarse al llegar a Japón.

Mudarse al otro lado del mundo no se comparaba con la emoción de formar parte de una familia en todo el sentido del término: con su padre ocupado en cualquier asunto, su madre muerta desde que era pequeño y una hermana cuyo pasatiempo era ir tras un tipo - ¿se llamaba Romeo? ¿Tal vez Américo? - o cocinar cosas que era imposible comer en sus ratos libres, no podía decirse que conociera el sentimiento de pertenecer a un grupo que, idealmente, apoya a sus miembros a pesar de sus defectos. Sabía que los Vongola no funcionaban exactamente así - los manejos de su padre le mostraban que en ese tipo de organizaciones la lealtad y el valor son las virtudes más apreciadas y que los errores se pagan caro -, pero sus habilidades le permitirían formar parte de algo más grande que la simple suma de individuos.

Podía ser que fuera por las expectativas tan grandes que se había forjado, pero había algo en Vongola 10º que le llamaba la atención. Tsuna no era como Xanxus, el líder de Varia, cuya sola presencia inspiraba respeto; era, en cambio, una persona que podía tener miedo hasta de su misma sombra  pero que, cuando sus amigos estaban en peligro, era capaz de superar su cobardía con creces. Valía la pena dar la vida por un jefe así, pensó. Pero algo pasó en una parte del camino.

Podía recordar el día perfectamente. Tsuna, de nuevo, había tenido que quedarse en la escuela para recibir asesorías de matemáticas. Él lo esperaba afuera de la escuela junto con Yamamoto que, también para variar, hablaba de un montón de cosas de beisbol con Ryohei.

- Apuesto a que este año ganan los Yankees - comentó Yamamoto.

- ¡¿Los Yankees?! ¡Todos saben que cualquier equipo es mejor!

Era increíble que tipos como ellos compartieran con él el honor de ser guardianes Vongola. La vida, en definitiva, trabajaba de manera misteriosa.

- …podríamos juntarnos a ver el clásico de otoño en el restaurante de mi viejo.

- ¡Y hasta el cabeza de pulpo comería sushi hasta el extremo! ¿Cabeza de pulpo?

- ¿Eh?

- Qué raro, ya era para que estuviera gritando como loco.

- Tal vez se sienta mal - supuso Yamamoto - Gokudera, ¿todo bien?

- Ah… sí.

- Quién sabe, con todas las cosas que cocina Bianchi - san…

Ryohei no pudo terminar de hacer su observación porque Tsuna corría a su encuentro.

- ¡No tenían por qué haberme esperado!

- ¡No es molestia, Tsuna! Acabamos de salir de nuestras prácticas.

Eso era cierto para Ryohei y Yamamoto, mas no para Gokudera, quien solía quedarse sin importar si tenía o no más actividades extracurriculares.

El atardecer caía mientras caminaban, como de costumbre, a casa de Tsuna. No era diferente de cualquier otro día, sin embargo, Gokudera estaba más consciente de la presencia del jefe de la familia. Sin saber por qué, de repente ignoraba cómo solía comportarse con él. “Así que hemos llegado a esto…” se dijo apesadumbrado en tanto oía de fondo las voces de los demás.

No podía asegurar que las cosas hubieran cambiado radicalmente desde entonces - ¿o podía ser que sí y él no se había dado cuenta? -. Lo único que saltaba a la vista era que visitaba con mayor frecuencia los libros que había leído desde su llegada a Japón. Ver su nombre en la papeleta de préstamo le recordaba un tiempo en el cual, si bien no era necesariamente más feliz, las cosas eran distintas, es decir, cuando Tsuna era un crío que debía ser protegido y que no se paseaba por los pasillos de la escuela de la mano de Kyoko.

II
La mujer que solía visitarlo le hablaba en italiano. Nunca hubiera sospechado que era extranjera, pues no había nada en su acento que la delatara. Después, cuando supo quién era en realidad, puso empeño en aprender todo lo que pudiera de su país natal. De esa manera, se sentía un poco más cercano a ella y más lejano de la mafia italiana, la cual solo lo consideraba un niño rico cuyo único talento consistía en tocar el piano. Su padre compartía esta opinión y, con la intención de que estudiara en una prestigiosa escuela de música, había contratado tutores para que le enseñaran idiomas que le fueran útiles para alcanzar ese objetivo.

El francés era uno de ellos. Recordaba que su profesor había puesto especial empeño en la lectura y en la conversación. Gokudera sospechaba que lo hacía para tener alguien con quién platicar sobre sus autores favoritos, pues gran parte de las lecciones estaban dedicadas a la discusión de algún libro. Gracias a ello, los escritores franceses se convirtieron en sus preferidos.

Una vez, mientras esperaba a que Tsuna saliera de su detención - la cual había sido causada por una de las tantas veces en que Reborn le disparó la bala de la última voluntad -, se puso a vagar por la biblioteca y descubrió la sección de novelas francesas. Echó de menos ese pequeño espacio - que comprendía un par de pasillos a lo más - cuando viajó diez años en el futuro. Sumirse en el mundo de los libros podría haberle ayudado a evadir, por momentos, la difícil situación que enfrentaban.

Era la hora de la salida. Había más estudiantes que de costumbre y, sin embargo, la sección de literatura francesa estaba desierta. Venía a visitar uno de sus favoritos, pero para su decepción se lo habían llevado.

- ¡Ah Gokudera!

- Tonto del beisbol.

- No está el libro que me contaste el otro día.

Gokudera bufó.

- Lástima. Es una buena historia.

Ambos salieron de la biblioteca. La rutina había cambiado desde que Tsuna era novio de Kyoko. Al principio Yamamoto, Ryohei y él la habían admitido dentro de su pequeña procesión, pero se notaba en la cara de Tsuna su angustia por no saber cómo decirles que deseaba pasar tiempo a solas con su novia. A Ryohei no le agradó la idea, pero terminó por aceptar.

Los primeros días fueron extraños, incluso involuntarios. Ryohei se esforzaba por encontrarse “casualmente” con Tsuna y Kyoko, por lo que Yamamoto y Gokudera, en un acuerdo silencioso, se lo impedían utilizando cualquier tipo de estrategias - desde mentirle acerca del paradero de los tórtolos hasta comentarle, como quien no quería la cosa, que habían oído a Hibari decir que lo consideraba un débil herbívoro -.

Entre las misiones “ayudemos a que Sasagawa no traume a Tsuna y a Kyoko de por vida”, Yamamoto le había pedido ayuda con sus clases de matemáticas. Gokudera aceptó, después de todo, no sabría qué hacer con sus tardes una vez que Ryohei desistiera de espiar a la nueva pareja. Cuando Yamamoto no tenía entrenamiento, solían verse en una de las mesas cercanas a la sección de literatura francesa. Gokudera le explicaba el procedimiento para resolver un problema y, en lo que Yamamoto resolvía un ejercicio similar, hacía su propia tarea o leía un libro. Después, cuando iban a casa de Tsuna al salir de clases - parecía que había rituales que se rehusaban a morir -, platicaban de deportes si Ryohei los acompañaba o terminaba por contarle a Yamamoto lo que había estado leyendo.

En cierta ocasión, el ritmo de la vida fue perturbado de nuevo. Se hallaban sentados en la biblioteca, en el mismo lugar. Volvió la vista de su libro a Yamamoto, quien luchaba desesperadamente por resolver ejercicios de integrales. Se preguntó qué se sentiría besarlo y, sin más, se levantó para averiguarlo. La cara de Yamamoto al separarse le serviría para reírse en las próximas semanas, de eso estaba seguro. No obstante, sabía que había muchas posibilidades de que sus tardes apacibles llegaran a su fin.

III
Gokudera era una persona extraña, pensó Yamamoto esa tarde. Reborn le había enseñado a leer los gestos de sus oponentes para anticiparse al ataque que le lanzarían. Para adquirir y perfeccionar esta habilidad, Reborn lo había puesto a observar los gestos de los miembros de la familia que se encontraban dentro del escondite. De esa forma se dio cuenta que, pese a su actitud, Lal Mirch de verdad esperaba que fueran capaces de derrotar a Byakuran, y que Haru y Kyoko, pese a los esfuerzos de Tsuna y Ryohei por hacerles creer lo contrario, eran perfectamente conscientes del peligro que los guardianes Vongola corrían.

A veces, Yamamoto se sorprendía a sí mismo aplicando lo que había aprendido en el entrenamiento a su vida diaria. No iba a decir que no le fuera útil para el beisbol - de hecho, su entrenador estaba sorprendido por lo mucho que había mejorado en su bateo -, pero en ocasiones veía más de lo que deseaba. Sabía, por ejemplo, que no era que Ryohei considerara a Tsuna un mal partido para su hermana, más bien estaba preocupado por el tipo de vida que llevaría al estar relacionada con alguien de la mafia. Tampoco ignoraba que algo extraño pasaba con Gokudera.

Debía admitir que era una de las personas que más le costaba trabajo leer. Fuera del campo de batalla, era incapaz de figurarse lo que estaba pensando. El beso lo había tomado desprevenido y, en cuanto Gokudera lo dejó solo en la biblioteca, trató de pensar en las posibles razones que empujaron a su compañero de armas a hacer lo que hizo. No tardó ni cinco minutos en darse cuenta de que no tenía ni la más remota idea. ¿Podía ser que la pista se encontrara en los libros?

Se dirigió a la sección de la biblioteca donde había visto a Gokudera tomarlos. Estuvo a punto de darse de topes contra los estantes al darse cuenta que, respecto al total, eran pocos los que estaban traducidos al japonés. Por un momento pensó que Gokudera lo hacía a propósito: las pistas que pudo haber dejado estaban en un idioma que, a excepción de Reborn y tal vez Dino, nadie más entendía dentro de la familia. Suspiró. No podía culparlo: cada quién construye su propio lugar para escapar del mundo.

Resignado, tomó La Reina Margot y salió.

- ¡Grandioso!

Escuchó a sus compañeros gritar entusiasmados. Había conectado un home run, lo cual les aseguraría el pase a la siguiente ronda del torneo. Sin saber de dónde habían venido, lo rodearon y brincaban como locos a su alrededor. Al vislumbrar que Tsuna y los demás lo miraban desde las gradas, se desprendió del abrazo colectivo y corrió hacia ellos.

- ¡Extraordinario, Yamamoto - san!

- ¡Yamamoto - san es tan guay!

A las felicitaciones de Kyoko y Haru se unió una muy mal disimulada de Gokudera y otras más sinceras de Tsuna, Ryohei y Reborn. El papá de Yamamoto les había comentado que, sin importar el resultado, los esperaba a comer a su casa. Así, gran parte de la familia Vongola había asistido al partido. Después de todo, ¿quién podía negarse a la comida gratis?

En el camino, mientras Ryohei recreaba en su estilo extremo las mejores jugadas del partido a Lambo e I - pin, Yamamoto iba platicando con Gokudera sobre el libro que había leído.

- ¡De Mouy era la onda! (1) - le dijo entusiasmado.

- Tú eres fan de cualquier idiota que use una espada - replicó Gokudera mientras encendía un cigarro.

- ¡Lambo - san se ahoga!

- ¡Pero si ni siquiera te llega el humo, vaca tonta!

- ¡Tsuna! ¡Estupidera quiere matarme!

- ¡Décimo, eso no es cierto!

La escena era bastante cómica y Yamamoto, junto con los demás, se reía del predicamento de Gokudera. O al menos lo intentaba. Gokudera no le había mencionado nada del beso y él ignoraba qué debía hacer. Se habían visto un par de veces desde ese día y, para su sorpresa, Gokudera actuaba como siempre. Yamamoto no sabía qué pensar. La incertidumbre era una sensación a la que no se hallaba del todo acostumbrado por lo que, mientras Tsuna impedía que Lambo golpeara a Gokudera, resolvió aclarar la situación después de la comida.

Abordar a Gokudera no fue nada sencillo. Parecía que todo mundo se había puesto de acuerdo para impedirle hablar con él. Primero, Lambo e I - pin lo obligaron a jugar con ellos porque Ryohei estaba ocupado bebiendo sake con Yamamoto senior, después Haru le había enseñado el nuevo número del Sensacionalista de Namimori y pasaron un buen rato discutiendo sobre el monstruo del lago Ness y, al final, Tsuna le había pedido que disuadiera a Bianchi de cocinar el día en que invitara a Kyoko a cenar.

Cuando estaba por darse por vencido, Gokudera se acercó.

- Ten.

- ¿Y eso es…?

- El libro de Nerval que te conté y no estaba en la biblioteca.

- Ah, gracias - era fácil tomar la decisión, lo difícil era llevarla a cabo. Nervioso, se revolvió los cabellos - Eh… Gokudera…

- ¡Yamamoto, gracias por todo!

La voz de Tsuna, quien estaba por irse, lo interrumpió.

- ¡De nada, Tsuna! - y la única opción que quedaba era seguir la corriente - Los voy a dejar a la parada.

Pensó que Gokudera se iría con Tsuna y los demás mas, en vez de eso, lo acompañó de regreso a su casa. No muy lejos de ella, Yamamoto decidió romper el silencio que había caído sobre ellos a lo largo del camino.

- Eh… algo no está bien.

- Dime algo que no sepa - repuso Gokudera, que aprovechó para encender otro cigarrillo.

Suspiró. Si quería obtener respuestas, debía ser directo.

- El beso. ¿Por qué lo hiciste?

Gokudera tardó varios minutos en responder.

- ¿La verdad? No lo sé - dio una profunda calada - Simplemente estabas ahí.

“Bueno”, pensó Yamamoto, “pudo haber sido peor. Al menos no fue porque apostó con Shamal”.

- ¿Tienes algún problema con eso?

- Pues… no sé.

- Ya.

Como nadie dijo nada por un rato, Yamamoto pensó que el tema había quedado zanjado.

- Fue muy raro venir a Japón. Estaba muy nervioso por la impresión que causaría al próximo líder de Vongola y, un día antes de llegar, me la pasé en internet hablando con un montón de japoneses para asegurarme de que mi acento era perfecto - Gokudera sonrió -. No me habría preocupado tanto si hubiera sabido quiénes serían los demás integrantes de la familia.

- ¿Eh?

- ¿Nunca te di las gracias por la vez que me cagaste en el futuro por no trabajar en equipo?

- No tenía elección - respondió Yamamoto risueño - estabas siendo más estúpido de lo habitual.

- Con todo lo que ha pasado nunca me di cuenta que siempre estuviste ahí, como lamebotas del décimo, claro.

- Mira quién lo dice.

- Te veo mañana, no olvides traer el libro de cálculo.

- Sí, claro.

De la conversación que debió haber aclarado sus dudas, Yamamoto terminó con más preguntas.

IV
Como hacía todos los días desde que se había prometido ser la mano derecha del jefe de la familia, Gokudera caminaba a casa de Tsuna para ir juntos a la escuela.

- ¡Ah, Gokudera - kun!

- ¡Décimo! ¡No me había dado cuenta que estaba afuera! ¿Se me hizo tarde?

- Bueno… - comenzó Tsuna apenado - Bianchi ofreció hacer el desayuno de hoy.

Eso lo explicaba todo.

- Ahhh… creo que al fin puedo respirar tranquilo.

- Sí, ya nos encontramos a varios metros de distancia de mi hermana.

- ¡Oh no! ¡No es por eso! En realidad…

Gokudera no pudo oír lo que Tsuna murmuraba.

- Perdón Décimo, no lo escuché.

- Ah… es que ya casi no me encuentro con Ryohei - san.

“Cuando estoy con Kyoko”, fue la frase que quedó suspendida en el aire.

- Ah.

- No sé cómo darles las gracias a ti y a Yamamoto - confesó.

- ¡No es nada, Décimo! ¡Era lo menos que podíamos hacer!

“Es que, en realidad, no había de otra”, se dijo Gokudera apesadumbrado. Que Tsuna estaba enamorado de Kyoko no era algo que ignorara, pero nunca imaginó que llegaría el día en que ella le hiciera caso. No tanto porque fuera un escenario imposible, sino porque siempre es más fácil pensar que los días transcurrirán de la misma manera. Así, pese a saber que no era correspondido, se sentía seguro en la rutina, con las estupideces de Lambo, la angustia de Tsuna ante los desafíos que Reborn lo obligaba a enfrentar, e incluso con la extraña interpretación del himno de la escuela a cargo de Hibird, la mascota de Hibari.

- Ahhh… ojalá fuera tan genial como Yamamoto - suspiró Tsuna al cabo de un momento.

- No es una buena idea, Décimo. El idiota es muy malo en matemáticas.

- Últimamente le has estado ayudando, ¿verdad?

- Sí, se esfuerza y todo, pero aún le cuesta trabajo. Solo tiene beisbol en la cabeza. Y hablando del rey de Roma…

- ¡Tsuna! ¡Gokudera!

- ¡Hola!

Los tres se pusieron en marcha hacia su siguiente destino, al cual llegaron al cabo de unos minutos.

- Este… bueno…  yo aquí me quedo.

-  ¡No te preocupes, Tsuna! Si nos encontramos con Ryohei, nos encargaremos de entretenerlo - ofreció Yamamoto.

- ¡Gracias!

Tras dejar a Tsuna a las puertas de la casa de Kyoko, Gokudera y Yamamoto siguieron andando.

- Esto de asegurarse que Ryohei no haga mal tercio es más difícil de lo que pensé - comentó Yamamoto.

- Todo lo que hacemos para que el Décimo eche romance en paz… - suspiró - aunque es algo de lo que me debo encargar, después de todo, soy su mano derecha.

- Sí, lo que digas - replicó Yamamoto dándole un débil golpe en el antebrazo.

Gokudera le dio una pequeña sonrisa.

- Creo que después de todo, no está tan mal.

- ¡¿Eh?! ¡¿Estás loco?! ¡Distraer a Ryohei es cada vez más difícil!

Si conocer a un líder como Tsuna fue una sorpresa, Gokudera no sabía cómo describir su encuentro con Yamamoto. No iba a negar que, al principio, se sintió amenazado pues, ¿cómo iba a permitir que un idiota como él aconsejara al jefe? ¡Sería la ruina! Aun así, se plegó a la voluntad de Tsuna y lo aceptó a regañadientes. Aprendió a valorarlo durante su inesperada visita al futuro, cuando fue necesario confiar en cada uno de los guardines Vongola para regresar a casa. Después la vida dio un giro. Se encontró pasando más y más tiempo con Yamamoto. Para como se habían llevado hasta entonces, no esperó que estuviera dispuesto a soportarlo más allá de las asesorías que le daba. Y un día, sin más, lo besó. No sabría decir si lo había hecho por resentimiento hacia Tsuna, por melancolía o por curiosidad. Tampoco si quería que las cosas cambiaran. Simplemente, se sentía al borde de un abismo.

Yamamoto y él se encontraban en el mismo lugar, en una de las mesas cercanas a la sección de literatura francesa de la biblioteca. Lo miró de reojo, parecía que estaba teniendo serias dificultades para resolver sus ejercicios.

- Me dijiste que sí me habías entendido

- ¿Eh?

- Ya era para que hubieras terminado.

- Ah, lo siento - se disculpó Yamamoto - Todo esto es muy extraño.

- No te culpo. Es difícil que alguien de tu nivel entienda estos conceptos.

- Ah, no es esto - señaló las hojas con los ejercicios - Mejor vamos afuera, me estoy durmiendo.

En cuanto se sentaron en las jardineras que se encontraban a lado de la biblioteca, Yamamoto lo besó.

- ¡¿Pero qué..?!

- En venganza por lo de hace unas semanas - respondió Yamamoto, quien parecía encontrar muy divertida su reacción.

- No pensé que fueras capaz de planear algo tan complicado.

- En realidad debí haberte golpeado cuando me besaste - comenzó ignorando a Gokudera - Eres un idiota que solo piensa en sí mismo, pero me agradas. No te voy a decir que creo que seas guapo o algo así, la verdad nunca pensé liarme con un tío.

- ¿Qué estás…?

- Gokudera, ¿tú sabes qué está pasando?

A pesar de ser una persona muy preparada, Gokudera fue incapaz de responder.

- Lo sabía.

- ¡Oye! ¡¿No me digas que tú sí?! Ahora resulta, el idiota del beisbol intentando darme lecciones…

- No, la verdad es que no - lo interrumpió - Pero no pienso hacer como si nada hubiera pasado.

“Eso fue un golpe bajo”, admitió Gokudera para sus adentros.

- ¿Y qué piensas hacer? ¿Me vas a acusar con el Décimo?

- ¡Ja, ja, ja! ¡Ya me imagino! “¡Tsuna, Tsuna, Gokudera me ha besado! ¡Córrelo de la familia!”

Gokudera se limitó a fruncir el ceño.

- Ya en serio. Voy a ser sincero. No sé hacía dónde van las cosas. Tú tampoco. Pero, ¿por qué no seguir? Digo, ya estamos en esto, ¿qué es lo peor que puede pasar?

- Que terminemos mal - se apresuró a responder Gokudera - Solo imagina: un día todo se va al carajo, discutimos, tal vez peleemos con todo y anillos… Hasta un tonto como tú sabe que no puede salir nada bueno.

- No, no es cierto. No te puedo asegurar que todo irá bien porque, bueno, estamos hablando de nosotros. Pero, ¿por qué no pensar al revés? No hay forma de saber si funcionará o no, es imposible. Pero nunca sabrás si no lo intentas.

- Jamás vuelvo a besar a idiotas.

V
Una de las ventajas de pertenecer a la familia Vongola era la oportunidad de asistir gratis a los eventos en los cuales participaban sus integrantes. Así como habían ido al campeonato de beisbol de secundarias, ese día se encontraban en un recital de piano.

- No sabía que el cabeza de pulpo pudiera hacer otra cosa además de arrojar bombas - comentó Ryohei en el intermedio.

- Nuestro padre quería que se dedicara a la música - repuso Bianchi - es una pena que haya elegido a Shamal como modelo a seguir y no a algún pianista famoso.

- ¿A Shamal? ¿Se sentía bien?

- Pudo ser resultado de la comida venenosa de Bianchi - agregó Reborn - Por cierto Yamamoto, vamos por el inútil de Tsuna, parece que se le hizo tarde y no encuentra la sala.

Reborn subió al hombro de Yamamoto y salieron. Mientras se dirigían al vestíbulo para esperar al jefe de la familia, Reborn comenzó a hablar:

- Si Tsuna será imbécil… le dejamos la dirección en el refrigerador. No puede decir que no la vio porque mamá llegó antes que él.

- Es Tsuna - respondió Yamamoto entre risas.

- Tienes razón. No me sorprende - resopló - Con todo y su súper intuición, el muy idiota no se dio cuenta de lo mal que lo pasaba Gokudera.

- ¿Era por eso?

- Sí. ¿No me digas que no te diste cuenta?

- No. Gokudera es de las personas que más me cuesta trabajo leer.

- Hmmm… ¿y no crees que esté contigo por…?

- Bueno, hubo un rato en que Gokudera y yo no nos llevábamos bien, pero no es para tanto. Me di cuenta que estaba siendo injusto con él.

- Las personas, en realidad, son menos complejas de lo que piensan - comentó Reborn - Solo asegúrate que no fume cerca de mamá, no le sienta nada bien el humo.

- ¡Claro!

- ¿De qué tanto hablabas con Reborn - san?

Después del recital de piano de Gokudera, la familia Vongola - con todo y Tsuna que había llegado media hora tarde - se dirigía al restaurante de pasteles favoritos de Kyoko y Haru para celebrar el éxito de Gokudera en su presentación.

- Ah, me pidió que te dijera que no fumaras cerca de la mamá de Tsuna.

- Tsk. Si es por la mamá del Décimo, ni hablar.

- ¡Ja, ja, ja, ja!

- ¡¿Qué es tan gracioso?!

- Nada, nada. Mejor termina de contarme Avatar. (2)

- Pues nada. Después del cambio de almas con el pretendiente de Prascovia, Octave se siente frustrado porque ella sigue sin hacerle caso. Es desesperante.

- Supongo que hay veces en que, sin importar cómo le hagas, las cosas simplemente no se dan.

- Sí…

Caminaron en silencio por un momento. Alcanzaban a oír a Lambo quejarse porque I - pin le había arrebatado su caramelo favorito - aunque, según Tsuna, había sido al revés -.

- Todo es tan caprichoso… - prosiguió Gokudera al cabo de unos momentos - Al final, no podemos decidir sobre muchas cosas.

- ¿En serio? - Yamamoto esperó a que los demás se alejaran un poco para cerrarle el paso a su acompañante - ¿Por qué no mejor decir que…?

- ¿Qué? - preguntó Gokudera en un susurro ante la proximidad de Yamamoto.

- ¿Que fatalmente hemos elegido esto?

- Tiene que ser la peor línea que te he escuchado - afirmó Gukudera separándose- ¿De dónde  la sacaste?

- Quién sabe. Vamos. Tsuna y los demás se preguntarán donde estamos.

Gokudera miró la sonrisa idiota de Yamamoto. Nunca sería la de Tsuna. Sin embargo, ya no esperaba que lo fuera. “Con que una elección fatal” pensaba mientras alcanzaban a los demás integrantes de la familia, “quién sabe, al final ya no importa”.
Yamamoto tomó su mano. Gokudera lo aceptó entre resignado y feliz.

“Ya no importa”.

Notas finales.
(1) De Mouy: personaje de la novela La Reina Margot de Alejandro Dumas.
(2) Avatar, novela de Théophile Gautier.

katekyo hitman reborn, fanfic, impresiones y recuerdos

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