PARA NELL, ANTES DE QUE SE ME ADELANTEN LOS REYES

Jan 05, 2011 16:17


Este cuentito va con mucho cariño para nell_charentes como un regalito atrasado de Navidad, y algo adelantado de Reyes. Te dejo también la música con la que lo escribí, espero que te guste.




El anciano tocó la última nota en el teclado, y con piernas temblorosas se puso de pie para recibir los tibios aplausos del escaso público que ocupaba el pequeño recinto.

Pasó una mano cariñosa sobre las teclas y tomó las ajadas partituras antes de bajar con trabajo los escalones que lo separaban del primer nivel.

Cada noche, sin falta, desde hacía ya algunos años, repetía el mismo ritual.

Levantaba una mano para despedirse de las personas que aún no habían dejado la sala, dirigía una mirada al instrumento, como quien le dice “hasta luego” a un viejo amigo, y dejaba el lugar con paso lento.

Si tenía suerte, cogía un taxi nada más salir, pero en algunas noches, como esta, debía esperar un buen rato por uno que lo llevara a casa.

En tanto, se apoyaba sobre uno de los pilares que circundaban el teatro, se llevó una mano al bolsillo, palpando su interior y esbozando una sonrisa satisfecha.

Un chofer conocido se apeó a su lado, y tras subir al vehículo, se recostó sobre el asiento con los ojos cerrados. Estaba cansado, pero valía la pena.

El viaje fue muy corto, y tras pagar, se dirigió a la casita más alegre de la cuadra. Y la llamaba alegre porque, aunque pequeña y con la pintura descascarada en ciertas zonas, tenía el jardín más hermoso que se pudiera imaginar. Rosas blancas se balanceaban a merced del viento, y las enredaderas parecían abrazar la pequeña construcción. Obviamente, una mano muy amorosa se ocupaba de su cuidado.

El anciano sonrió, y tras cruzar la verja, buscó entre los arbustos unas grandes tijeras que parecían puestas estratégicamente para encontrarlas con facilidad. Cortó la flor más bonita, dejó la herramienta en su lugar, y entró a la casa.

Antes de quitarse el abrigo, sacó el sobre que guardaba allí, con cuidado de no lastimar la rosa, y empezó a subir las empinadas escaleras hasta llegar al siguiente piso.

Caminó por el pasillo hasta llegar a una puerta más cuidada que las demás, pero antes de entrar, escondió la flor tras la espalda, y entró sin llamar.

Un pequeño bulto se desperezó sobre la cama, y se oyó una tos ahogada.

-Has llegado ya.

El hombre sonrió con ternura, y se sentó al lado de la mujer que le hablaba.

Si él se veía ya muy anciano y cansado, ella daba la impresión de tener varios años más, y su semblante lucía demacrado, con esas grandes ojeras y la piel tan pálida que indicaba una seria enfermedad.

Para el anciano, sin embargo, debía de ser la mujer más bella del mundo, porque así la miraba, como si de un tesoro inigualable se tratara, pasando una mano temblorosa sobre su rostro, y sonriéndole como si el solo verla fuera la razón que le inspiraba a llegar a casa cada noche.

-Ya estoy aquí, querida, y ve esto-le extendió el sobre.

La mujer se incorporó un poco para recibirlo, miró dentro, y se estiró con mucho esfuerzo para besar la frente de su compañero.

-Tanto trabajo…

-No, no, es placer, ¿no sabes la suerte que tengo? Me pagan por tocar, ¿qué más podría pedir? Deja que lo guardo; pero antes…

Le dejó la rosa en la mano, sonriéndole con complicidad, como si en realidad ese gesto  fuera un rito entre ellos, uno que llevaban años cumpliendo sin variar. Él llegaba a casa, cortaba una flor, la más bella, y se la daba; ella se fingía sorprendida, la olía y besaba los pétalos.

Y en tanto la mujer se regocijaba con el regalo, él iba hasta un viejo mueble en un extremo de la habitación y dejaba caer el sobre en uno de los cajones, junto a varios más.

Luego, se iba quitando los zapatos, y con mucho cuidado se metía en la cama, abrazando a la mujer hasta que apoyaba la frente sobre su cabeza, hablándole al oído.

-Dentro de poco tendremos lo necesario para llevarte a ese lugar que nos recomendaron, ¿sabes? Y luego, cuando estés ya curada, podremos hacer un viaje, pero uno muy largo, una segunda luna de miel, y te compraré muchas flores.

Ella sonreía, y negaba con la cabeza, acercando su frente para besarla con un cariño infinito. Sus ojos se llenaron de lágrimas, como si todo lo nombrado le pareciera imposible, pero guardó silencio, y se acurrucó contra su marido con las escasas fuerzas de las que disponía.

-Un día, muy pronto-le decía, como cada noche, sin creerlo del todo, pero incapaz de decir algo que debilitara su entusiasmo.

Y él sonreía también, con una ilusión infantil iluminando su semblante; cerraba los ojos, abandonándose al cansancio que tanto lo agobiaba, y su mujer le acariciaba el cabello hasta que se dormía, repitiendo hasta el final la misma frase una y otra vez.

-Muy pronto.

mi f-list amada, navidad, originales

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