Comparto lo expuesto por Zor en
esta entrada de su blog. Y, al mismo tiempo, no puedo dejar de pensar en el artículo de Anxel Vence.
Canarias no es Galicia
Exactamente un año después de que Galicia ardiese por sus cuatro costados, más de 13.000 personas han tenido que ser evacuadas de sus domicilios en Gran Canaria y Tenerife a causa de los incendios sin control que desde hace una semana devoran los montes de aquellas islas. Salvadas las distancias geográficas, parece lógico que los gallegos hagan comparaciones.
Al igual que entonces, la ministra de Medio Ambiente viajó ayer al archipiélago canario para tomar las oportunas medidas que exige la situación. La diferencia, si acaso, reside en que Cristina Narbona se ha limitado esta vez a prometer ayudas a los perjudicados por los incendios y a felicitar a las brigadas que luchan contra el fuego en la foresta. Ni un solo reproche al vecindario de las islas.
En modo alguno ha querido la ministra culpar a los canarios de la oleada de llamas que se ceba con sus bosques. Ni siquiera ha sugerido, como hizo aquí, que los causantes de los incendios sean bomberos "despechados" porque no les renuevan el contrato. Y ello a pesar de que el único detenido en Canarias confesó haberle dado yesca al monte bajo el pretexto de que iba a perder su empleo como agente de la lucha contra el fuego.
Tampoco quiere la ministra Narbona atribuir a la "complicidad social" de los canarios la causa de los incendios que tan lamentablemente están arrasando los bosques de las ahora desventuradas Islas Afortunadas. Y, desde luego, no se le ha ocurrido insultar a los isleños sugiriendo -como hizo el pasado agosto en Galicia- que los habitantes de las Canarias son "un pueblo muy rural, muy caciquil" que "tiene miedo de su propia debilidad".
Esas cosas sólo se dicen en Galicia. A diferencia de los gallegos, que somos gente mansa y caballerosa con las damas, quizá los isleños -y los españoles en general- no acepten de buen grado que toda una ministra les achaque la culpa de cualquier desastre que pueda afligirlos. Tal que el de los incendios forestales, por poner un ejemplo adecuado al caso que nos ocupa.
Da un poco de apuro recordar a los gobernantes que el fuego en los bosques se rige por la famosa "regla del 30". Esa que establece que con un viento de más de 30 kilómetros por hora, una humedad inferior al 30 por ciento y una temperatura superior a los 30 grados, la probabilidad de que se multipliquen los incendios alcanza casi el 100 por ciento.
Todas -o la mayoría- de esas circunstancias se daban el pasado verano en Galicia y ahora en las Islas Canarias. Por desgracia, la ministra encargada del Medio Ambiente parece ignorar detalles tan elementales; y acaso sea esa la razón por la que acuda a explicaciones de orden psicológico -como el "miedo de los gallegos a su propia debilidad"- para encontrar la causa de los incendios.
Suerte que tienen los canarios. Por lo que toca a Galicia, bien se podría decir que el principal azote de este pueblo no han sido las mareas negras, las inundaciones ni las vacas locas, sino los gobiernos en general.
Sobran los ejemplos. Años atrás padecimos los sarcasmos -tal vez involuntarios- de un ministro conservador de Defensa que calificaba de "esplendoroso" el estado de las playas en pleno baño de chapapote del "Prestige". Y, poco tiempo después, tuvimos que soportar -y soportamos todavía- a una malencarada ministra socialdemócrata de Fomento que no dudó en mandar "a la mierda" el Plan Galicia con el fino estilo conceptual que la caracteriza.
Por fortuna para los vecinos de las Islas Canarias, allí no es costumbre -como en Galicia- que los gobiernos atribuyan a los ciudadanos la culpa de las desgracias que les puedan ocurrir. Y mucho menos que los insulten recurriendo al viejo y más bien trasnochado catálogo de prejuicios sobre caciques, meigas y gentes mansuelas que tanto éxito parece tener en La Moncloa. Con fuego o sin él, Galicia no es Canarias.
anxel@arrakis.es
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