Es increíble la forma en la que los pulmones se despejan. Inspiro lentamente, y tras unos segundos, suelto el aire con regocigo. Visualizo como el oxígeno de la montaña limpia mis pulmones al ritmo de mi respiración, eliminando los posibles “restos” de humo y polvo que hayan podido quedarse allí, acostumbrada como estoy al ambiente de polución de las ciudades.
Siempre me he imaginado el sistema respiratorio como una especie de colador, en el que quedan atrapadas pequeñas muestras del aire que respiro, hasta que, hacemos uno de los poco habituales viajes a la montaña, o al campo. El aire resulta tan puro, que da la sensación de que elimina todo aquello que estropea los pulmones, que los ennegrece, que los enferma.
Mi mamá cree que cuando entre a la universidad, estudiaré ciencias. Piensa que, mi forma de ver la ciudad y la naturaleza, me llevarán lejos algún día, en el que tal vez me proponga investigar para curar enfermedades, o qué se yo; una de esas cosas que tanto les preocupa a los adultos. Aún quedan unos doce años para eso.
- ¡Clara! ¡Ven aquí, corre! - Grita mi papá. Parece entusiasmado.
Con un poco de esfuerzo, trepo por las rocas que mis padres consiguen sortear de un solo salto.
- ¿Qué es, papá? - Pregunto, sujetándome a la pernera de su pantalón.
Lo que vi me resultó extraño. Como una de esas películas futuristas, en las que va a ocurrir una catástrofe que arruinará la Tierra.
La ciudad se extendía a mis pies. Vista desde aquella altura, resultaba increíble que paseando por sus calles, los edificios fueran enormes gigantes, pegados unos a otros, y haciéndote sentir como una hormiguita. Pero, en contraste con el cielo podía distinguirse un límite sobre la ciudad, que se difuminaba con el añil y provocaba a la vista un efecto bastante sucio. Cubriendo aquella metrópolis, un cielo de color marrón muy claro, la aislaba del resto de la naturaleza.
Aquello me asustó un poco. Me recordó a aquel día en el que me puse enferma y comencé a ponerme pálida. Me sentía mareada, y tenía mucho calor. Me pregunto si la ciudad está enferma, y si eso podría contagiar a todo el mundo.
- ¿Has visto, cariño? - Apunta mi mamá, mientras se agacha y me coje en brazos.
- Mamá, ¿qué le pasa al mundo? ¿está malito?
Mi madre, sorprendida, abre los ojos, para después sonreír dulcemente.
- Claro que no, cielo.
- Entonces, ¿por qué la ciudad tiene fiebre?
Pareciese que esa pregunta sorprendiea aún más a mis padres, y se miraran.
- Ahora que lo dice la niña, creo que hace menos bochorno aquí arriba.- Puntualiza mi papá.
- Es cierto…- Murmura mi madre.- Tal vez sea por la altura.
Yo nunca creeré que el calor fuese por la altura. Creo que, estando la Tierra tan enferma, habría que buscar una soludión. Pero, ¿qué podría hacer una niña como yo? Porque sólo soy eso. Cuando alguien muere, el mundo sigue su curso, ajeno a lo importante que podría haber sido aquella persona; pequeña, insignificante. ¿Podría alguien así curar una enfermedad tan grande? Ojalá… ojalá pudiera curar al mundo. Si no pudiera, sólo espero que su enfermedad no sea mortal.
Y el segundo, por fin. Mil gracias a la pequeña Ban (a.k.a:
calixpto), por su mano de última hora.
Título: Llegó, llegará.
Palabras: 535
Tierra, mar y aire. Tres de los cuatro elementos que forman parte de los seres vivos. En ellos han nacido, crecido y desarrollado infinidad de criaturas y de seres vivos, destinados a evolucionar y a adaptarse a las condiciones de esos tres elementos que, con el paso del tiempo han cambiado, y cambiarán.
Quizás, el elemento que más cambios ha sufrido ha sido la tierra. El ser humano, en particular, es el principal causante de ese cambio. Llegó a la tierra, se desarrolló y se adoptó a ella de una forma muy diferente al resto de los seres vivos. Poco a poco fueron adquiriendo poder, comenzaron a jerarquizarse unos a otros.
Se extendieron a lo largo y ancho de esa tierra, formando territorios y delímitándolos, cada uno de ellos gobernado por las personas que ocupaban la cúspide de esa pirámide. Ellos mismos los llaman “países”. Cada uno de diferente tamaño, que ejerce poder siempre sobre otro más pequeño; provocando todo tipo de reyertas.
Se dedicaron a construir refugios y viviendas donde resguardarse, donde hacer vida sedentaria; una casa sobre la otra, formando torres como colosos. Esos gigantes, agrupados, forman lo que ellos llaman ciudades. Urbanizaciones que crecían al mismo tiempo que lo hacían los habitantes que las llenaban.
Tomaron animales a los que pudieran dominar, y sacaron provecho de sus pieles y de su carne para poder vestirse y alimentarse. Aprendieron a sobrevivir haciendo crecer las plantas en inmensos campos y enviar igualmente lo obtenido a esas grandes metrópolis.
Pero el espacio en ellas se acaba y la codicia del hombre por territorios es grande. Así comenzaron a expandirse letnamente, ocupando lo que hasta entonces habia sido tierra virgen, y lo fueron erosionando. Al tiempo que las personas trataban de buscar su espacio en las ciudades, cada vez mas atestadas.
La Urbanizacion tocó su senit en el moemnto en que las fábricas levantaron sus chimeneas hacia los, hasta entonces, puros cielos, tiñendolos de hollín. Al tiempo que las aguas que drenaban las ciudades se teñían de los cedimentos artificiales que arrastraban fuera de ellas, y hasta la tierra comenzó a cansarse.
El hombre avanza y la tierra retrocede, se expande como un virus, destruyendo su único medio ambiente.
Las voces de los que van tomando conciencia no se escuchan, tapados por las estridentes maquinarias de las industrias, pero siguen luchando.
Y ahí esta él, con su ramo de flores implorando que se detengan en su avance, tratando de que alguien más abra sus ojos. Empuñando el ramo de flores como única arma, y para su defensa personal, sólo palabras desnudas llenas de amor y comprensión.
Es sólo un hombre, que camina entre los humanos y la naturaleza, tratando de cambiar el mundo. Hay veces que se siente como Don Quijote, peleando contra los gigantes imaginarios. Pero no se rinde.
Su temor es uno más grande del algunos puedan comprender.
Los humanos han puesto su mirada en el cielo, buscan ahora un nuevo planeta donde vivir, y su preocupación es que hagan lo mismo que con el que se les fue entregado.
Debe seguir luchando, no está conforme con lo que ha hecho ya, es poco para él, necesita hacer más, sólo así estara en paz.