May 25, 2008 19:51
Hay tantas cosas que te caracterizan, que podría llegar a escribir un libro sobre ti. Al fin y al cabo, soy tu hermano, y la primera persona que te conoce de verdad, que sabe cuáles son tus defectos. La mayoría de ellos son pequeños, banalidades que el resto de la gente no aprecia; pero yo sé que hay uno en particular que se te ha hecho realmente problemático -y no, no estoy hablando de tu altura.
Es tu gran tozudez, hermano, la que te ha llevado a cometer locuras; realmente, la que nos ha llevado siempre a los dos. En muchas ocasiones hemos discutido, partiendo siempre de tu testarudez; como lo que hicimos aquella noche. Estaba asustado, ambos sabíamos que la transmutación humana estaba prohibida, pero tú insististe en seguir adelante.
La ley de los estados equivalentes. Y lo único que obtuvimos, fue que perdieras la pierna izquierda y, a cambio de fijar mi alma a aquella dichosa armadura, también tu brazo derecho. ¿En qué estabas pensando, hermano? Ciertamente, no me puedo quejar, me salvaste la vida.
Sin embargo, fue tu cabezonería la que te llevó a traerme de vuelta, aún cuando yo me había sacrificado por ti, y volviste a desaparecer. Cuando quise darme cuenta, estaba de camino a Rizembul en brazos de una chica llamada Roze.
Pero ahora…
Ésta está siendo la peor situación de todas. Todo pasa lentamente; observo como juntas las manos y tocas el suelo como sueles hacer para transmutar. Al instante, ese extraño avión se rompe en dos partes, separándonos al Coronel y a mí de ti mismo.
“¿En qué estás pensando, hermano?”
Te limitas a decirme que ellos tienen material suficiente, no entiendo a qué te refieres. Y luego continúas diciendo que tienes que volver, y que debemos cerrar la puerta por ambos lados. Comprendo entonces que volveremos a quedar separados, y eso me hace gritar para que vuelvas. Roy me sujeta para que no te siga, y tú te adentras en el avión, mientras el trozo en el que el Coronel y yo estamos subidos se separa más y más.
Con un tirón fuerte, consigo que Roy me suelte, salto al otro lado de la máquina, y le pido al Coronel que cierre él la puerta por mí. Él asiente y yo entro en el avión, procurando que no me descubras.
Y entonces pienso que ese defecto del que te hablo, tú y yo lo tenemos en común. Es mi testarudez la que me ha obligado a saltar al avión y a esconderme en esa armadura, tan parecida a la que sustituyó mi cuerpo durante esos cuatro años.
Me divierte mucho ver cómo crees que vuelvo a ser una armadura, y luego levanto el yelmo para ver mejor tu expresión de sorpresa. Gracias a mi tozudez, volvemos a estar juntos, hermano.
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