Primer mandamiento, primer drabble
La otra Olette
Para cualquier habitante de Villa Crepúsculo, Olette es una chica dicharachera, extrovertida, responsable y amable con la gente. Pero para Hayner y Pence, sus mejores amigos, Olette era más que eso. Saben demasiado bien que, aparte de todas esas cosas, es una joven con mucho misterio.
Un poeta dijo que la cabeza es la pecera de las ideas, los dos chicos bien sabían que Olette tiene una pecera que alcanzaría el tamaño de una pequeña piscina, donde nadan miles de pensamientos que nunca salen a flote.
Había pasado mucho tiempo desde que Sora, Donald y Goofy se habían ido. Tanto, que Olette ya había perdido la cuenta de los días, cuando, a través de ese extraño rayo de luz en el laboratorio, los tres amigos visitaran “la otra Villa Crepúsculo”. Pero no volvió. Prometió que lo haría, que volvería a Villa Crepúsculo para visitarles, pero esa promesa sigue en suspenso, sin cumplir.
Frustración.
Hace poco que Olette recordó algo. Aquel ratón de grandes orejas, que andaba buscando a Sora y a los otros dos cerca de la estación. Recordó también que, cuando estuvieron la última vez en la ciudad, le llamaban “majestad”.
Su majestad el rey Mickey.
Le resultaba extraño que un ratón fuera rey, y eso no le agradaba demasiado. Pero por otra parte sabía, intuía - irónicamente-, que su pésima intuición femenina la confundía. Era lógico, se pasaba el día rodeada de chicos, a excepción de su madre, y bien se sabe que todo se pega, menos la hermosura.
Día a día transformaba aquella diminuta idea en un pensamiento y más tarde en una posibilidad algo remota. Pensó, egoístamente, que aquel “rey” tenía la culpa de que Sora no hubiera vuelto aún a Villa Crepúsculo. Olette decidió enviarle una carta a Sora, preguntándole porqué no iba a visitarlos.
La respuesta tardó en regresar, y para decepción, estaba escrita por Kairi. En ella decía que Sora y Riku habían recibido una carta de, su majestad, y que habían partido sin demora a su encuentro.
Fue después de leer aquella respuesta, lo que hizo que esa posibilidad remota, se convirtiera para Olette en un hecho irrefutable. Mickey tenía toda la culpa.
Maldito ratón.