Tres Edrich se balanceaban, sobre la sábana de una caaaama~ (?)

Sep 16, 2008 23:12

Pues eso, que ¿qué más queréis, mis amantes del Edrich? tanto tiempo sin actualizar, y escribí; dos drabbles de golpe y porrazo.

Título: Anédotas para un alemán
Fandom: Fullmetal Alchemist
Claim: Edward Elric/Alfons Heiderich
Tabla: Vicios
Prompt: #28 disfraz


Prompt # 28: Disfraz

El Oktoberfest. El día preferido del año entre todos los alemanes, y curiosamente, también lo era para Edward. Desde que acabó la segunda Guerra Mundial, el también llamado festival de Otoño, se celebraba en la ciudad de Múnich por todo lo alto. Y pensar que ellos ya estaban mayorcitos para estas fiestas.

No, lo que a Edward más le gustaba no era -sólo- el hecho de que la mejor cerveza alemana corría a diestro y siniestro por cada esquina, sino el tener un motivo para partirse de risa ante la apariencia del personal. Sin embargo, aquel año fue el colmo, y el día que lo tuvo ante sus narices, acabó por dolerle la garganta de tanto reír.

-Ya basta, pareces un niño pequeño -refunfuñaba Alfons, acomodándose una extraña corbata de color azul eléctrico-. Estoy planteándome el llevarte este año.

-¡No, no, por favor! -intentaba decir entre carcajadas-. Este año sin duda será el mejor.

Alfons frunció el ceño y volvió la vista al espejo. Tenía que reconocer que era un disfraz realmente estúpido. El chaleco oscuro, casi oculto por una chaquetilla gris pasaba, e incluso podía soportar llevar el sombrerito con la pluma. Pero lo peor, lo que realmente quedaba ridículo, eran esos estrafalarios pantalones cortos, coronando la imagen con unos calcetines a juego con el color de la chaqueta, subidos hasta las rodillas. Como había mencionado Edward en varias ocasiones ya, parecía un auténtico paleto.

Siempre había visto esos trajes regionales con otros ojos, nunca le habían resultado tan patéticos, hasta el día en el que Edward le vio vistiéndolo. Hasta ése día. Después de los ataques de risa y los burlones comentarios de su compañero, ahora Alfons se sentía avergonzado. Y pensar que debería llevar aquel disfraz con orgullo, Edward había conseguido herirlo, pisotearlo y destrozarlo.

Sin embargo, ya no había remedio. Había aceptado a rellenar un puesto más como lederhosen, y él siempre cumplía con lo prometido, por vergonzoso que le resultase ahora. Como el pequeño alquimista había dicho, era demasiado benévolo: nunca daba un no por respuesta.

Llegaron pronto al campo de Theresienwiese, y Edward acompañó a Alfons hasta una enorme carpa montada exclusivamente para los que iban a disfrazarse. Una vez entraron, una robusta mujer vestida de dirndl recibió con énfasis a Heiderich, tomándole del rostro y llenándole de besos.

-Hay que ver qué guapo estás -afirmó la mujer, entusiasmada-. Aunque, bueno, ya sabemos que tú estás guapo con lo que sea, ¿eh, Alfons? -el aludido se sonrojó y Edward reprimió una carcajada.

-En eso estoy totalmente de acuerdo, señora. -secundó el alquimista.

-Oh, y has venido con el joven Elric -la rechoncha señora alargó un brazo y le revolvió el flequillo a Edward, quien arrugó la nariz-. Estás más alto, pero aún sigues igual de flacucho.

-Bueno, por dentro soy pura fibra, ¿verdad, Alfons? -respondió de buen humor, propinándole un cariñoso codazo al alemán. Con el tiempo, había aprendido a contar hasta cinco en caso de cualquier mención a su altura, aunque por dentro siguiera hinchándosele la vena.

-Cielos, casi lo olvido, Alfons -dijo la mujer, llevándose una manaza a la frente-. Lo siento, pero creo que tendrás que desfilar sin pareja.

-¿Qué ha pasado?

-Verónica cogió un resfriado anoche y ha llamado diciendo que no está en condiciones para venir -cerró los ojos y negó con la cabeza-. Siento no habértelo dicho antes.

-No se preocupe… -alegó, apenado-. No tengo por qué desfilar hoy, tal vez Verónica esté mañana en condiciones para…

-¡Ah no, no, no! -negó la mujer-, te buscaremos sustituta. Será difícil, pero encontraremos algo. No hay muchas chicas que quieran desfilar, así que… -se detuvo.

Curiosamente, mantenía la vista desenfocada hacia Edward.

Alfons, que se había percatado de aquello, también le observó.

**********

-¿Dónde se ha metido Edward? -comentaba Alphonse, molesto-. Habíamos quedado aquí hace más de tres cuartos de hora.

-Alfons iba a desfilar este año, seguramente estará aún con él. -declaró Noah.

-Pero el desfile va a comenzar ya… -dijo, consultando su reloj.

Efectivamente, unos minutos más tarde, Alphonse y Noah ya divisaban la primera fila de hombres y mujeres disfrazados, cuyos pasos iban acompañados de una animada música de marcha.

Hora y media de desfile, y ni rastro de su hermano; Alphonse estaba preocupado. Intentaba localizar al señor Heiderich entre la multitud que desfilaba, pero la marea de sombreros negros le impedía distinguir la cabellera del susodicho. Aún así, si aquel disfraz no tuviera sombrero, tampoco podría reconocerle entre tantas otras melenas del mismo color.

Sin embargo, algo llamó su atención. Pensando en cabelleras, le había parecido distinguir bajo uno de los sombreros el color característico de Edward en una de las dirndl que, casualmente, iba acompañada de un clon de Alphonse de ojos azules. Era Heiderich. Y sonreía. La última vez que le había visto, después de saber que iba a desfilar, estaba bastante atolondrando; y sin embargo ahora, podía jurar que se divertía como un niño. Con la edad que tenía ya.

-Mira, Noah, allí está Alfons. -señaló el joven de los Elric.

Ambos alzaron la mano y la sacudieron de un lado a otro, llamando la atención del compañero alemán. Éste, sonriente, les devolvió el saludo alegremente, y de un codazo, llamó la atención de la jovencita que le acompañaba. Ésta levantó la cabeza, y Alphonse comprobó, anonadado, que se trataba de su hermano. De su respetado hermano mayor, portando un cantoso vestido regional de color azul, sobre el que descansaba un mandil blanco.

-Al… ése es… -empezó Noah, igual de sorprendida.

-Mi hermano… -murmuró, pasmado.

Un par de espectadores que había cerca de ellos se volvieron a mirarlos, y buscaron entre la multitud a quién se refería el pequeño. Por suerte, Edward había sido oportuno bajando de nuevo la cabeza, y ocultando con su cabello, ahora suelto, el sonrojo que cubría sus mejillas.

Título: Anédotas para un alemán
Fandom: Fullmetal Alchemist
Claim: Edward Elric/Alfons Heiderich
Tabla: Vicios
Prompt: #21 violencia

Prompt # 21: Violencia

-¿Sabes una cosa, nena? Me ponen muchísimo las tías que van disfrazadas -decía un borracho a una jovencita-. ¿Por qué no te tomas una cerveza y lo pasamos bien tú y yo?

El hombre, poco consciente de lo que iba a conseguir si lo hacía, acarició el brazo izquierdo de la joven arriba y abajo con el dedo índice. Ésta, aún escondida bajo su sombrero, resopló, levantando un mechón de su flequillo.

-Ey, ey ¿cómo una muchachita tan joven tiene éstos músculos?

A varios metros de ellos, un grupo de tres personas los miraban.

-¿Creéis que debería intervenir? -preguntó Alphonse, observando la escena, inquieto.

A su lado, Noah y Alfons contemplaban lo mismo que el menor de los Elric, sólo que su expresión denotaba más diversión que nerviosismo.

-Eres muy gentil, Al, para querer salvar a una damisela en apuros…

-Venga, muñeca, sólo un traguito -insistía el borracho, ofreciéndole una gran jarra de cerveza, ya medio vacía.

Para sorpresa del público al otro lado de la calle, la muchacha tomó la jarra y vació el contenido de cuatro largos tragos. El borracho estaba pasmado.

-Vaya vaya, -rió-, serás pequeñaja, pero bebes como todo un hombre, ¿eh?

El cristal chocó contra el suelo.

-¡¿A quién coño estás llamando tú enano, que puede esconderse detrás de un puto grano de arroz, borracho de los cojones?!

Un enfurecido Edward apareció debajo del sombrero -y de esa apariencia femenina-, levantándose y maldiciendo a voz en grito las menciones a su estatura.

Cierto que había aprendido a controlarse en aquellas situaciones, pero todo depende del momento, y de cuán ebrio esté uno.

-¡La madre que…! ¡ES UN TÍO! -chilló el borracho, asustado.

-¡Claro que soy un tío, tonto de las pelotas! -acto seguido, Edward se despojó del mandil y de lo que pudo del colorido vestido, bufando.

Mientras tanto, al otro lado de la calle, Noah, Alphonse y Heiderich observaban, entre atónitos y divertidos, la agresiva reacción de Edward Elric vestido de mujer.

-¿Ves? Sabe cuidarse ella solita. -declaró Alfons con una risotada.

El joven Elric sabía eso perfectamente. Lo que le preocupaba no era el hecho de que Edward estuviera en peligro como damisela, sino que éste pudiera matar a patadas al pobre borracho.

Y efectivamente, cuando el susodicho ebrio estuvo a punto de llamar a Edward “mariquita travestido”, éste alzó la mano derecha y le propinó un puñetazo en la nariz, tumbándole al suelo. Tres cuartos de hora más tarde, Edward era conducido a comisaría y encerrado en los calabozos… con el disfraz. Y veinte minutos después de esos cuarenta y cinco hubo que meter al antiguo alquimista en una celda aislada.

Alfons nunca se había dado tanta prisa en pagar una dichosa fianza.

Título: Anédotas para un alemán
Fandom: Fullmetal Alchemist
Claim: Edward Elric/Alfons Heiderich
Tabla: Vicios
Prompt: #2 sumisión

Prompt # 2: Sumisión

Aunque nunca lo aparentase, Edward entendía perfectamente el amor de su hermano Alphonse por los gatitos; demonios, ¡si siempre era él el primero en traer algún minino desamparado a casa! Y cuando vivían con su madre, éstos siempre acababan en la calle después de que acabara la tormenta.

Sin embargo, dicha situación había cambiado al irse a vivir con Alfons. Él sí había querido quedarse con un gato en casa, es más, fue el primero en elegir nombre. Y desde entonces allí está, como rellenando un pequeño hueco familiar en la casa de los jóvenes Elric y Alfons.

Es realmente hipnotizante. Edward podía pasarse mucho tiempo observando a Alchemy relamiéndose -o como bien se dice, haciéndose la toilette-, le encantaba cuando se humedecía una de las patas delanteras para luego restregársela por el hocico para limpiarse la cara. El entretenimiento básico en los gatos era que siempre hacían algo nuevo. Edward recuerda bien una vez que la despertó accidentalmente, y ésta se estiró y se llevó las dos patitas a los ojos, como quitándose las legañas. Era muy curioso.

Una tarde bastante calurosa de agosto, Edward cayó boca abajo sobre el sofá, dispuesto a echarse una de esas siestas que hacían historia, después de un duro día de trabajo.

-¿Porqué no te cambias de ropa? Vas a coger un resfriado o algo -dijo Alfons, de pie junto al sofá.

-¿Resfriado, dices? Hay por lo menos treinta grados fuera, Alfons -gruñó Edward, hablando contra el cojín.

-Eso no tiene que ver -insistió.

El alquimista, viendo que su compañero iba a seguir dando la lata, hizo de palanca con los pies para quitarse los zapatos, sin apenas moverse. Alfons bufó.

-Te traeré una manta, al menos -murmuró, alejándose por el pasillo.

-Una cerveza fría sería más útil, gracias -pidió, antes de que Alfons desapareciera por el pasillo, maldiciendo.

En un instante, Edward se quedó dormido. Apenas se había dado cuenta, incluso cuando escuchó de nuevo la voz de Alfons a su espalda, que parecía mofarse de algo.

-Estáis los dos de fotografía -decía.

Edward levantó la cabeza, adormilado, y notó un extraño, pero ligero peso sobre su espalda. Era algo blando y calentito… que ronroneaba.

-¿Alchemy? -dijo Edward con voz ronca-. Cielos, no hay cosa que me relaje tanto, lo juro -y acto seguido cerró los ojos, como si el continuo run-run de la gatita fuera una especie de calmante.

-Qué lástima que no tenga el estómago de comportarme como un gato… vas a ponerme celoso -comentó Alfons, sentándose en la butaca frente a Edward.

-¿Eh? -murmuró el alquimista, catatónico.

Alfons sonrió.

-Que estás muy adorable así.

-¿Así cómo? -volvió a preguntar, sin abrir los ojos.

-Sumiso cual minino.

Edward bufó, pero, más por pereza que por otra cosa, prefirió no levantarse.

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