Prompt # 06: Necesidad
A Edward le falta algo. La visión que tiene delante le horroriza, le llena de miedo y le provoca impotencia; daría lo que fuera porque Alfons no estuviera apoltronado en aquella desvencijada camilla.
La habitación, aún a pesar de ser doble, su único paciente era el joven Heiderich, acompañado de su solitario compañero de piso, que no parecía conocer el horario de visita. Sentado en un destrozado sofá, por el que se veía el relleno de goma espuma entre las costuras, Edward mantenía la mirada fija día tras día en el pálido rostro de Alfons, que apenas había despertado en los días que llevaba ingresado.
El médico no dejaba de recordarles a Edward, Alphonse y Noah lo cerca que había estado Heiderich de morir, y la pequeña posibilidad de que éste no saliera del hospital. Esa noticia era aún peor. Era por eso que sentía una presión en el corazón, que no era capaz de salir de aquella odiosa habitación, apagada, deprimente y con olor a antisépticos y lejía barata.
No podía mentirse: echaba de menos ver a Alfons en la cama sin su compañía. Necesitaba que él se moviera, respirara con normalidad, que hablara animadamente sobre cohetes, que le abrazara de nuevo.
Entristecido, cerró los ojos y comenzó a visualizar. Para empezar, no estarían en aquella habitación: se trasladaría al salón de casa, e incluso a su propia habitación en Rizembul, aquella que Edward y Alphonse compartían antes de quemar la casa. Sí, ahora olía mucho mejor; husmeaba el papel deteriorado y el cuero desgastado de libros esparcidos por el suelo.
De repente, una mano en su hombro derecho sobresaltó a Edward, pero no abrió los ojos. Era la mano de Alfons. Sonrió. Los dedos se deslizaron juguetones hasta el cuello de la camisa, para luego esconderse por debajo de la tela blanca y acariciar la piel que no cubría el nuevo automail de Winry. En seguida se le unió el otro brazo al primero, abrazándole por detrás; Edward pudo notar la respiración de Heiderich cerca de su cuello. Hasta podría jurar que sonreía.
-Al… -murmuró.
-¿Hermano? -llamó una vocecita.
Edward abrió lentamente los ojos, la sensación había desaparecido. Dirigió la mirada hacia la figura de Alfons, que abría los ojos. Alphonse, por su parte, pareció comprender a quién llamaba su hermano.