30 vicios y un banner =D

Aug 15, 2008 13:47

A Heiderich le encantaba leer. Amaba las palabras, adoraba entender lo que forman toda esa serie de símbolos, tan comunes hoy en día para todo el mundo, pero tan complejos al mismo tiempo. Se podría decir incluso que Alfons era feliz con un libro entre las manos; más aún si tenía que ver con pólvora, combustibles, motores, cohetes…
Hasta que llegó él. “El idiota”, como lo había apodado en una primera impresión, hasta que supo que a Edward le gustaba tanto -a veces llegaba a pensar que incluso más- leer como a él. Y gracias a ese idiota, Heiderich empezó a dejar de leer.

-¿Qué haces?
-Leer, ¿no lo ves?

O en su defecto estudiar. Había que decir que le satisfacía haber encontrado a otro loco de la imprenta, pero pasado un tiempo, cuando los lazos de ambos jóvenes comenzaron a estrecharse, la lectura dejó de hacerle gracia.
Esos dichosos objetos repletos de fórmulas matemáticas, palabras, teorías, sólo conseguían robarle cierto tiempo con Edward. Cada pequeño momento en el que coincidían, que tenían libre, Edward siempre estaba inmerso en otro de esos estúpidos volúmenes, y eso fue lo que le hizo empezar a odiar leer. Por amor de Dios, sólo necesitaba cinco minutos, y el idiota no soltaba los libros hasta antes de irse a la cama, momento tras el cual no tardaba en quedarse dormido.

- Ed.
- Estoy leyendo, espera cinco minutos. -dijo, sin apartar la vista del párrafo.

Alfons carraspeó, impaciente. Nunca le había gustado interrumpir a la gente, hiciera lo que hiciese, pero comenzaba a sentirse desesperado. No, desesperado no, hambriento. Tosió un poco más fuerte, y Edward alzó por fin la vista.
-¿No podemos hablar más tarde? -bufó con expresión molesta.

Alfons no pudo contener un rugido, le arrebató a Edward el dichoso libro y lo lanzó por encima de su hombro, haciendo caso omiso de las quejas de su compañero.
-¿Qué demonios te pasa?

-¡¿Acaso no entiendes que lo que quiero hacer contigo -chilló, agarrándole del brazo para que se levantara- no es precisamente hablar, Edward?!
Por su expresión, el lector pareció comprender al fin. Sin embargo, lejos de bajar la vista y pedir perdón, le dedicó a Heiderich una mirada llena de furia.

-¡¿Porqué coño crees entonces que he estado tanto tiempo leyendo?! ¡No te lanzas, y si no te lanzas, me aburro y no tengo más remedio que coger los libros!

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