“Encantador. Sigo viviendo en Junglandia”
-Robert Anton Wilson
Mientras trabajaba en la elaboración del manuscrito de 2012: El código secreto del Necronomicón, me encontré pensando una y otra vez en los protagonistas de The Illuminatus! Trilogy, de Robert Anton Wilson y Robert Shea, uno de los libros que más he releído en la última década. La exploración de los personajes de Wilson y Shea por el mundo de las conspiraciones resultaba en muchos sentidos similar a mi propia jornada por los rincones legendarios de Guadalajara, y los no menos enredosos laberintos de las doctrinas y predicciones de los contactados, místicos y esotéricos modernos; también como los personajes de Illuminatus!, sabía muy bien lo fácil que es perder pie en esos terrenos y hundirse en las arenas movedizas que sobrevuelan los ovnis. Por lo mismo en todo momento he intentado mantener cierta perspectiva.
Tenía presente también el libro de Scott Rogo El universo encantado; Rogo, un parapsicólogo de renombre, escribió el mismo para exponer su hipótesis de que los ovnis y las criaturas que estudian los criptozoólogos pueden ser fenómenos de naturaleza psíquica, parapsicológica. De acuerdo con su propia teoría, durante el tiempo que dedicó al capítulo acerca de los ovnis era probable que viera uno; y justamente el día que puso el punto final a ese capítulo, presenció el paso de un ovni junto a algunas personas.
Ahora bien, mi propia hipótesis es simplemente que nos alineamos psíquicamente con ciertas cosas, sucesos, símbolos; mis propias experiencias del pasado me decían que las sincronicidades iban a empezar a producirse en los meses subsiguientes. Así como algunos sucesos peculiares habían ocurrido y los había integrado al libro incluso durante la revisión final, estaba seguro de que la verdadera oleada de singularidades se produciría después de haber concluido. Incluso, pensaba, era probable que me tocara ver algún ovni.
La sincronicidad que me esperaba el sábado pasado en el Tiánguis Cultural rebasó mis expectativas...
Hay un libro que conocía de oídas y que había estado deseando leer desde hacía algunos años: Cosmic Trigger, de Robert Anton Wilson. Aunque se presenta como no-ficción, es una novela tanto como Illuminatus!, pero una en la que narra sus propias experiencias e investigaciones acerca de la naturaleza de la realidad.
Al pasar junto a uno de los tendidos de libros usados en el Tiánguis Cultural, este libro saltó a mi vista como una señal de alerta, a pesar de la condición desgastada de la portada.
-¿Cuánto cuesta? -le pregunté al joven que se hallaba detrás de los libros extendidos en el suelo.
-Pregúntale a él -me dijo, señalando a un chico de unos 18 años a su derecha, en el puesto de libros vecino. Fui con él y repetí la pregunta.
-Con él -fue la respuesta, y señaló al primero. Extendí los brazos sin saber qué decir. Operación Mindfuck en acción.
-¡Veinte pesos todos los del suelo! -dijo una voz a mis espaldas, y el dueño de otro puesto de libros a quien sí reconocía me miraba con expresión de “¡pss, no peles a estos!”
Veinte segundos después, me alejaba abriendo el libro a la mitad, en la página 184 (1+8+4=13, mi día de nacimiento y número de “Luis” en gematría xótica, para los interesados en la numerología). Mis ojos cayeron sobre un diagrama de un Ojo de Horus en un triángulo sobre el encabezado “La evidencia de Sirio”… y me detuve perplejo mientras leía:
“Repasemos algo de nuestra evidencia. Me obsesioné con el número 23 y el diseño del ojo-en-el-triángulo años antes de encontrar cualquier vínculo entre ellos y Sirio. Después del 23 de Julio de 1973, definitivamente experimenté impresiones que creí que eran comunicaciones desde Sirio, desencadenadas por un ritual de Crowley”.
Esto puede ser un pasaje esotérico cualquiera, y uno bastante ordinario para los lectores de Wilson, pero no resultaba nada ordinario en ese momento; no cuando acababa de mencionar conexiones directas entre varios de los temas centrales de mi libro.
Como lo explicaba semanas antes al escribir cierto capítulo, Juan Kraeppellin, el singular pintor y escultor que figura de manera prominente en mi libro, escribió aquel pequeño poema que recibía a sus visitantes en su exposición del Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, hace algunos años, en el cual se mencionaba, entre otras cosas. el “Ciclo Xótico de Leyendas”. Aunque muchos suponían que se trataba de la palabra “exótico” mal escrita (algo que Kraeppellin alentó de manera intencionada al incluir otra palabra modificada, “bisitos”), en realidad se refiere a un ciclo mítico englobado dentro de los Mitos de Cthulhu, bautizado de esta manera por Lin Carter, a partir del nombre de la estrella Xoth, de la cual -reza el Necronomicón- vinieron el Gran Cthulhu y sus hijos hacia la Tierra primitiva.
Xoth, como lo ha dejado bien sentado Tani Jantsang -antigua amiga y colaboradora de Lin Carter- en
sus ensayos al respecto, es la estrella, o mejor dicho el sistema estelar, de Sirio, llamado Soth o Sothis por los egipcios.
Yo conocía muy bien que había una relación entre Xoth/Sirio y el número 23, ya que la Corriente 23 es la corriente mágica conocida también como Gnosis del Necronomicón; mas ignoraba que el número 23 se encuentra vinculado directamente a Sirio (el 23 de Julio inician los "Días del Can" presididos por Sirio). Al escribir el libro, abrevé bastante de la obra de Aleister Crowley, y ya conocía los vínculos de éste con Sirio, subrayados hasta el cansancio por Kenneth Grant; aunque lo que pasó por mi mente al leer a Wilson fue aquella porción de mi reciente video acerca de
Juan Kraeppellin, donde justo elegí representar la Ley de Thelema con una estrella de seis puntas, con una flor rosacruciana y Ojo de Horus en el centro… la cual, para colmo, es seguida por una fotografía de Crowley, acompañada de una grabación de su voz, daban paso a un número 23 en letras grandes.
Unas líneas más abajo, Wilson sugería una relación entre Sirio y la Ordo Argentum Astrum u Orden de la Estrella de Plata de Crowley, y antes de terminar el párrafo, se vinculaba las experiencias de un contactado de alienígenas de Sirio con las obras del Dr. John Dee, el mago isabelino a quien se atribuye una traducción del Necronomicón.
Pasando la página, leí lo que suele decirse una y otra vez acerca de la tribu Dogon, de Malí, que conocía el carácter binario de Sirio desde mucho antes de ser descubierto por los astrónomos. Claro, podría haber sido un fraude, puesto que los antropólogos que hicieron este descubrimiento podrían haber estado enterados de que ya se manejaba esa posibilidad entre los astrónomos… pero ellos publicaron su reporte en 1950, e incluso en 1977 cuando Wilson publicó este libro, aún se ignoraba que Sirio no es una estrella doble, sino triple, lo que ya había sido apuntado por los Dogon.
Pero lo que me dejó perplejo no fue esto, sino la mención de que los Bozo, una tribu vecina a los Dogon, llaman a la estrella obscura compañera de Sirio Tono Zalema, Estrella Ojo.
Como la estrella con un ojo en el centro, que es considerada por Lin Carter y August Derleth el Sello Arquetípico del Necronomicón… o como la estrella con un Ojo de Horus en el centro que yo mismo había puesto en el video, sin pensar en una posible relación con el Sello Arquetípico, ni mucho menos con Sirio.
El ojo de Horus aquí mismo en este libro lo estaba viendo, encerrado en el triángulo; vinculado a Sirio, algo que no sospechaba. Incluso el boceto de una ilustración de portada que propuso un amigo artista, Fernando Oscos, que lamentablemente fue rechazada, tenía en posición central el Ojo en el Triángulo, el cual, por supuesto, tiene otros vínculos con el Necronomicón, además de la tradición xótica.
Ahora me encontraba con que Wilson, inspirador reconocido de mi trabajo a quien había dado su sitio en mi página de agradecimientos, dedicó este volumen a una serie de conexiones que se centraban en Sirio… a diversas extensiones del Ciclo Xótico, nada menos. Lamenté no haber realizado este trabajo algunos años atrás, cuando Wilson aún vivía, quizá haber buscado su perspectiva acerca del material que yo había recabado en torno a Sirio. Pero ¿hacía falta? La lectura del libro me mostraría que en muchos sentidos, personales e intelectuales, las nuestras habían sido búsquedas paralelas.
Todavía impactado por mi curioso hallazgo, decidí revisar el resto del volumen y lo abrí cerca del inicio; justo allí, en la página 8, encontré que Wilson citaba un pasaje de The Illuminoids, de Neal Wilgus:
“Desde el inicio The Illuminoids fue formado por la coincidencia, desde el descubrimiento de Secret Societies de Daraul… a la publicación de Illuminatus de Shea y Wilson… Un libro por otro Wilson -The Occult de Colin Wilson- fue también descubierto justo en el momento adecuado y con frecuencia ‘se abría en la página correcta’ justo como Wilson dice que otras referencias lo hacían para él”.
¿La risa que se escucha, pertenecerá a una sonrisa sin gato?