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ni aunque se acabara el infinito
podría dejar de sentir los eclipses, que, sin querer, se cuelan sigilosamente en el corazón.
sé que nunca se irán de ahí, que pase lo que pase, mis rodillas seguirán temblando cuando escuche la palabra adecuada... ya no tengo miedo, ya no respondo a preguntas de inviernos fríos.
pero a veces, esos eclipses son demasiado dolorosos, o complicados, o absurdos, o desconocidos...