Apr 02, 2005 13:01
Despeinada a la fuerza en unos andenes a los que volveré algún día. Hablando de grupos de los que nunca esperé hablar en esas situaciones. Siendo odiada por la chica que se sentaba a mi lado y era agredida de manera constante. Pude cruzarme con uno como los demás. Se sentaba con una pierna fuera del asiento, como hace la gente que desearía levantarse en cualquier momento para hacer algo que tienen en mente. Llevaba unos tejanos gastados y una de esas sudaderas que lleva todo el mundo. Tenía una sonrisa marcada en una mejilla, pero no sonreía, pude sentir su soledad. Era como la que yo he vuelto a sentir desde que me mudaron, como si me devolvieran a los principios, pero en este momento sin esperanza de salvación. Pero no puedo hacerme ni una ligera idea de lo que pensaba. Si con aquel otro al que nunca más volveré a ver todo fue surrealista, con este fue algo que llegaba a parecer calculado. Se bajó en una parada que desconozco, solo recuerdo de ella que en la ida me pareció ver a aquel que muy pocos conocen.
Después de todo, solo eran gritos, pero no había nadie: todos nos encontramos al volver a casa y nos devolvimos las miradas.
Quedamos en el punto de siempre, a una hora distinta, para hacer algo diferente. Por el camino fantaseamos con comida y la disfrutamos sobre unos bancos de piedra elevados por el viento que sopla siempre en ese sitio. Luego entramos en aquel lugar en el que hablamos susurrando durante menos de una hora y nos fuimos con prisas por llegar tarde a todos lados, y acostumbrados a los susurros seguimos susurrando.
Unas horas más tarde me enteré de que dentro de 87 días haríamos uno de nuestros sueños realidad.