Serendipias

Aug 14, 2015 10:07

La felicidad es una cosa diferente para cada uno, pero yo la mía siempre suelo asociarla a momentos de descubrimiento. Y no hablo de grandes descubrimientos que cambien el rumbo de la humanidad, sino de encontrar algo pequeño pero magnífico, lo estuviésemos buscando o no. De maravillarnos ante lo contidiano. Encontrar un libro o una película en los que no habíamos puesto muchas expectativas, pero que nos remueven algo por dentro y pasan instantáneamente a convertirse en uno de nuestros favoritos. Escuchar los primeros discos de un grupo que nos gustaba pero tampoco nos entusiasmaba, y darnos cuenta de que son mucho mejores que los actuales. Entrar por primera vez en ese bar discreto frente al que siempre pasamos y descubrir que tiene las mejores tapas del barrio. Pasear por una ciudad desconocida y encontrarnos, al doblar una esquina, con una increíble iglesia gótica. Cruzarnos con un atardecer especialmente bonito mientras conducimos y decidir parar el coche a la primera oportunidad para contemplarlo como se merece.

El problema de todo lo que he enumerado hasta ahora es que son fundamentalmente encuentros fortuítos, descubrimientos que hacemos sin proponérnoslo. Serendipias. Sin embargo no son, por supuesto, los únicos que merecen la pena. Descubrir no es lo mismo que aprender, pero tienen puntos en común: el aprendizaje es un proceso continuo, a lo largo de cuál pueden darse pequeños chispazos de revelación. Ya sabéis, esos maravillosos momentos en los que todo encaja con un sonoro "clac" y de repente ya lo entendemos todo. Como el niño que descubre por fin qué es y cómo funciona esa "x" que han introducido en sus matemáticas y piensa (pobre inocente) que jamás volverá a tener problemas para resolver una ecuación. O el aspirante a músico que descubre por fin cómo colocar los dedos sobre los trastes de la guitarra para que suene bien ese dichoso Fa.

En mi caso particular, reconozco tener un apetito insaciable de todos estos momentos. Casi podría considerarse que soy un yonki de la novedad, de los descubrimientos, de las revelaciones. Que necesito llenarme constante de cosas cuya existencia antes desconocía, y probablemente por eso me ahogo en rutinas que a otros les parecen tan cómodas. Es posible que eso me condene a permanecer siempre "hambriento". Pero es que no conozco otra forma de vivir que no sea seguir siempre adelante para ver qué hay más allá del horizonte.

filosofía barata

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