Existencias limitadas
Siempre he tenido miedo de que las cosas que me gusten se acaben y que, tras ellas, no haya nada en absoluto. De pequeño me encantaba escribir, pero nunca escribía mis mejores ideas. Me daba miedo que, una vez las gastara, nunca se me volviera a ocurrir nada tan bueno. Sin embargo, mientras permaneciesen latentes, siempre estaría a punto de escribir algo que realmente mereciera la pena.
No hace falta decir que la mayor parte de esas ideas se olvidaron, o se fueron deformando hasta que realmente no me parecieron tan buenas. Quizás no lo fueran. El punto no es ese, sino que resulta ridículo tener miedo de hacer algo que realmente deseas. Supongo que es algo bastante común, que todos leemos mucho más despacio el final de un libro que nos encanta, porque no queremos que se acabe. Da igual cuántos libros nos queden por leer después de este: siempre tendremos miedo de que los siguiente no estén a la altura. De que lo mejor haya quedado ya atrás.
Este miedo tan absurdo lo acaba impregnando todo. Tal vez no sean más que variantes del miedo a envejecer, el miedo a cambiar el pensamiento de que "lo mejor está aún por venir" por "qué hermosos eran los viejos tiempos". Demasiado a menudo tengo que recordarme a mí mismo que hay más libros, más películas, más viajes, más personas y más ideas por delante. Y que quién sabe si serán mejores o peores, pero desde luego, serán interesantes.
Más aún, esa mejora constante es completamente innecesaria. ¿Por qué habría de estar siempre lo mejor por venir? He tenido la increíble suerte de vivir experiencias absolutamente geniales, y debería estar jodidamente agradecido por ello, en lugar de preocupado por si lo que está por venir será tan genial o no. Aunque todo lo que queda por delante fuese mierda (y es bastante improbable que lo sea), siempre podré releerme mis libros favoritos, volver a ver las películas que más me gustan, viajar de nuevo a las ciudades en las que me dejé un pedacito de alma y, si tengo un poco de cuidado, incluso podré seguir quedando con esa gente a la que ya conozco y cuya existencia hace del mundo un lugar mejor.
No hace falta decir que la mayor parte de esas ideas se olvidaron, o se fueron deformando hasta que realmente no me parecieron tan buenas. Quizás no lo fueran. El punto no es ese, sino que resulta ridículo tener miedo de hacer algo que realmente deseas. Supongo que es algo bastante común, que todos leemos mucho más despacio el final de un libro que nos encanta, porque no queremos que se acabe. Da igual cuántos libros nos queden por leer después de este: siempre tendremos miedo de que los siguiente no estén a la altura. De que lo mejor haya quedado ya atrás.
Este miedo tan absurdo lo acaba impregnando todo. Tal vez no sean más que variantes del miedo a envejecer, el miedo a cambiar el pensamiento de que "lo mejor está aún por venir" por "qué hermosos eran los viejos tiempos". Demasiado a menudo tengo que recordarme a mí mismo que hay más libros, más películas, más viajes, más personas y más ideas por delante. Y que quién sabe si serán mejores o peores, pero desde luego, serán interesantes.
Más aún, esa mejora constante es completamente innecesaria. ¿Por qué habría de estar siempre lo mejor por venir? He tenido la increíble suerte de vivir experiencias absolutamente geniales, y debería estar jodidamente agradecido por ello, en lugar de preocupado por si lo que está por venir será tan genial o no. Aunque todo lo que queda por delante fuese mierda (y es bastante improbable que lo sea), siempre podré releerme mis libros favoritos, volver a ver las películas que más me gustan, viajar de nuevo a las ciudades en las que me dejé un pedacito de alma y, si tengo un poco de cuidado, incluso podré seguir quedando con esa gente a la que ya conozco y cuya existencia hace del mundo un lugar mejor.